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jueves, 18 de octubre de 2018

Venom (2018). Una comedia romántica. Con simbiontes


Aunque tras la última entrega de los Vengadores parezca que a Marvel no le queda ningún superhéroe por sacar, lo cierto es que el fondo editorial tiene personajes para rato y, lo que es más interesante, la posibilidad de variar un poco el tono de las adaptaciones más allá de la comedia para todos los públicos que, hay que reconocer, la división de Disney domina a la perfección. Logan, alejado en el futuro de la Patrulla X, fue una curiosa mezcla de acción y atmósfera crepuscular, y Deadpool no tenía ningún problema con el humor grueso y la ruptura de la cuarta pared (y del resto de tabiques o lo que hiciera falta). Pero, teniendo en cuenta también la variedad de héroes y villanos que todavía quedaban pendientes, era posible plantear si el enfocar a un nuevo superhéroe de forma más seria, o más bien, terrorífica. En pantalla tampoco era una novedad, aunque desde las tres entregas de Blade llovió bastante. Y las viñetas escondían monstruos distintos a los vampiros.



Venom podría entrar en esa categoría: un simbionte, o raza alienígena que necesita un huesped humano para sobrevivir en la Tierra y que se manifiesta con un aspecto monstruoso. A cambio, puede ofrecer a este una capacidad de regeneración y longevidad fuera de lo común, y que el director de la fundación Vida pretende utilizar para cumplir su objetivo de llegar al espacio, aunque eso implique varios experimentos fallidos con humanos. Pero es uno de estos especímenes el que acaba unido a Eddie Brock, un periodista caído en desgracia tras intentar destapar los trapos sucios de la fundación y que se ve obligado a combatir a la voluntad alienígena que ahora intenta dominarlo. Aunque en realidad, puede que esa criatura gigantesca, con una lengua similar a la de un xenomorfo y más dientes que una lamprea, quizá no sea tan malo y pueda ayudarlo para detener a la Fundación Vida. O a recuperar a su ex-novia, quien acaba jugando un papel importante en la misión de Brock y Venom.





Antes de hablar de la película en sí, habría que hablar del trailer. Y es que, para un público sin más información añadida que el que ofrecen sus imágenes promocionales, el tono de la producción iba a ser muy distinto: de superhéroes, sí, pero mucho más oscura y con una trama bastante prometedora acerca de una relación muy desigual y violenta entre protagonista y simbionte. La película, en cambio, acaba alejándose demasiado de lo que ofrecía. Si bien la estética, en los escenarios urbanos, se separa del aspecto más limpio de otras producciones, mostrando callejones abarrotados, tiendas de barrio, delincuentes y el peculiar paisaje de San Francisco (y las cuestas, que también les hacen mucha gracia. Aunque si se ha vivido en Orense tampoco son mucha novedad), el aspecto amenazante que se anunciaba brilla por su ausencia. Tras los primeros minutos, la naturaleza mortífera de la criatura que da nombre al guión desaparece: la necesidad de un huesped compatible y la mortalidad de aquellos que lo han alojado se convierte de repente en una capacidad de saltar de un ser humano a otro sin que esto tenga ninguna de las consecuencias explicadas previamente.



La relación entre ambos protagonistas sería en principio el punto más interesante, y que parecía ser una alianza incómoda para ambos. No sé como sería en el comic, ya que de Venom solo sabía por su aparición en los dibujos de Spiderman de los noventa, por lo que me limito solo a la que se plantea en la película. Si bien la dinámica que se forma entre ambos posteriorente es interesante, y hay que reconocer que lo mejor de toda la película es el trabajo de Tom Hardy, esta actitud un tanto burlona de Venom sale un poco de la nada, y cuesta acostumbrarse por lo súbito del cambio. Al resto hay que añadirle un antagonista de lo más soso que podía haberse desarrollado, secundarios que son despachados en cuanto la trama no los necesita, y sobre todo, la extraña decisión de incidir ante todo en la historia de amor entre Brock y su ex, que acaba teniendo más peso que los difusos planes de un villano que parece querer hacer experimentos porque se lo exige el guión y unos alienígenas que se pasan el resto de la película en un bote de cristal. La aparición de esta cada dos por tres, sea aportando datos esenciales, llamando por teléfono o saliendo por ahí, y un desenlace entre ambos que más parece sacado de un drama romántico que de una película de superhéroes acentúa la sensación de ser una película fallida, donde efectos especiales, escenas de acción y presentación del superhéroe son correctos como podia esperarse, pero que al guión le falta algo importante.



La impresión final de Venom es la de haber tenido un montaje o una edición distinta a la que necesitaba, o a la que se prometía, que no hay por ningún lado la película de acción oscura que se anunciaba y en su lugar hay un tipo con un alienígena intentando recuperar a su novia y acabar con el villano de turno. Algo que a ni a Tom Hardy pareció gustarle. Aunque, después de verla, debería estar orgulloso de haber llevado una película él solo.

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