El domingo terminó, definitivamente,
Ash vs Evil Dead, y si lo que dice Bruce Campbell es cierto, la saga
en formato audiovisual y su papel como Ash. Algo bastante
descorazonador teniendo en cuenta que el motivo es la cancelación de
la serie, pero suficiente como para poder reencontrar a su personaje,
que muchos espectadores lo descubrieran, y quizá, tener el tiempo
necesario para poder despedir Evil Dead como tal.
A lo largo de tres temporadas se ha
seguido la reaparición de Ash Williams, empleado de S-Mart (o de
Value Shop. No tuvimos ninguna referencia a El ejército de las
tinieblas durante esta entrega), pasota, mujeriego y tirado como el
solo por afición y vocación, y propietario de una copia del
Necronomicon a su pesar, un grimorio cuya lectura sirve de entrada a
criaturas demoniacas de otra dimensión. Un objeto que no se
encuentra muy seguro en manos de alguien capaz de leerlo nada menos
que dos veces por error o despiste, y volver a provocar la aparición
de unos demonios grotescos, deslenguados y cuya destrucción suele
implicar una motosierra y unas cantidades de sangre y tripas de
plástico que no veíamos desde los ochenta. La diferencia, ahora,
está además de los treinta años que han pasado por él, su barriga
y un carácter bastante deslenguado y políticamente incorrecto, en
que no está solo: Pablo y Kelly, dos compañeros de trabajo,
acabaron uniéndose a su pesar a su búsqueda de una forma de acabar
con ellos o, en el caso de Ash, de un sitio donde eludir las
responsabilidades y vivir tranquilo. Este viaje sirvió también para
ampliar el mundo en el que habíamos visto a Ash hasta entonces: el
Necronomicon es codiciado por los Oscuros, una raza de seres no
humanos de los que Ruby, una despiadada hechicera es la cara visible,
para verlo regresar a sus orígenes, en el pueblo de Elk Grove, e
incluso conocer su entorno. O al menos, a su padre, pudiendo
comprobar que es verdad lo de “de tal palo tal astilla”, y que
también se cumple con su hija, aunque Ash está tan desconcertado
con el descubrimiento como su propia descendiente.
Las tres temporadas pueden considerarse
muy breves: salvo el piloto, han sido un total de treinta episodios
de no más de media hora, pero suficiente para recuperar al
personaje, el estilo de las películas originales, y sobre todo,
hacerlo evolucionar y desarrollarse de una forma que ha resultado
sorprendente, teniendo en cuenta las décadas y cambio de gustos que
mediaban entre la última película y la serie. Si bien la tercera
entrega iba un poco a su aire respecto de las anteriores, con un
decorado más amplio, a esta, con el viaje de Ash a la edad media, no
se hace referencia por cuestión de derechos, aunque se mantuvieron,
sin mencionarlos abiertamente, elementos del canon. En cambio, la
serie no se quedó en una repetición de esquemas: Ash es un
personaje muy grande, muy de caricatura y que llena la pantalla, pero
consiguieron aportarle una serie de coprotagonistas que están a la
altura: Ash vs Evil Dead no sería lo mismo sin Pablo el Brujo (en
castellano en el original ¡Maldición, siempre quise escribir
esto!), el carácter taciturno y sarcástico de Kelly y sobre todo,
del papel de Lucy Lawless como antagonista visible, con un personaje
mucho más severo y oscuro que le da el contrapunto al más socarrón
de Bruce Campbell. Pero también fue todo un logro el que un
personaje tan de secuela como la hija de Ash mantuviera el tipo al
lado de los otros tres: Brandy, siendo muy estrictos, no molesta en
pantalla, y siendo más generosos, es una protagonista tan útil como
el resto, en lugar de quedarse como poco más que una anécdota. Y
sobre todo, necesaria, a la vista de la evolución que comienza a
experimentar Ash en los últimos capítulos.
Hala, ya podemos irnos para casa porque esta es la mejor foto que veremos en todo el año
Estos personajes han conseguido algo
muy importante en la franquicia: no solo mantenerse a la altura de su
protagonista sino también mantenerse vivos. Algo que no les pasó al
grupo de secundarios que, con el pretexto de expandir un poco el
transfondo de Ash y el Necronomicon, se limitan a ser asesinados uno
tras otro de las formas más gore que da de si la serie. Para tener
el llamativo título de Los caballeros de Sumeria, es un milagro que
haya quedado un solo miembro vivo en el siglo XXI...Un defecto que no
afecta solo a ellos, sino a parte de los aparecidos en la temporada
anterior: si la segunda sirvió para llevar al protagonista de vuelta
a su ciudad natal y bromear un poco con su entorno familiar (además
de ofrecer algunos de los chistes más propios de Fernando Esteso
cortesía de Brock Williams, padre de la criatura), esta se quedó en
un guiño a los viajes temporales y en un grupo de secundarios que
desaparecieron de la pantalla en la siguiente. Y es que pese a lo
breve, la serie también sufre de algunos capítulos que no sirven
más que para ofrecer lo que en el fondo, caracterizaba a Evil Dead:
comedia muy bufa, mucho, en el último año, y momentos gore. Aunque,
en la tercera parte, quizá con las horas contadas, se redujo
ciñéndose mucho a lo que querían narrar en esos diez episodios.
El mayor choque ha sido el cierre de la
serie. Con una media hora para poder cerrar una historia que se
había desmadrado al máximo, sin que esto sea algo malo, efectúan
un sorprendente cambio de tono en el protagonista mostrando al que en
algún momento habíamos olvidado: al más serio, el que todavía
conserva el colgante de su novia desde hace más de 25 años (porque
antes de perseguir cualquier cosa que tuviera faldas y probablemente,
sufrir un síndrome de estrés postraumático no tratado, tenía
novia formal), el que hace lo posible por salvar a sus amigos y a su
hija y se enfrenta a los demonios con todo el sentido épico que
se puede permitir una serie marcada por un personaje socarrón y el
humor negro. Además de poder afortunadamente cerrar la historia con
un final adecuado dadas las circunstancias y con todo un guiño al
desenlace alternativo, y menos optimista, de El ejército de las
tinieblas.
Quizá el problema de Ash vs Evil Dead
fue pasarse de ambiciosos. La saga, y sobre todo Ash, cuenta con una
base de seguidores muy fiel, pero no suficiente como para mantener
una serie, por escasos que sean los capítulos que la compone, de
forma abierta. Es posible que un planteamiento cerrado desde un
principio, sin querer seguir rodando indefinidamente, habría sido
más adecuado. Sin embargo, el final de la serie es el mejor que pudo
tenerse: es atropellado, caótico, al que se le nota un decorado en
el que se mueven un montón de tipos maquillados de zombie, unos
fantoches con hábito,un enorme bicho con un aspecto tan de
marioneta, que parece sacado de los ochenta e incluso un tanque,
porque en el fondo, si esto se acaba ¿por qué no acabarlo a lo
grande? En el fondo, no habría podido encontrarse una forma mejor de
despedirse de Ash y homenajear a Posesión Infernal.
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