2017 ha sido un buen año para Stephen
King. En un espacio de tiempo tan breve, ha conseguido ver adaptados
a cine y televisión varios de sus libros. Y aunque La Torre Oscura
no fuera el éxito de crítico y público que esperaban (aunque a mí
me gustó horrores) y la nueva serie de la Niebla acabara siendo
cancelada (se lo merecía por prometernos criaturas de otra dimensión
y darnos el cambiazo por un telefilme), quedaba todavía la más
difícil de sus obras y la que podría considerarse la joya de la
corona de todo lo estrenado.
It, pese a lo controvertido de su
contenido, donde el horror cósmico se mezclaba con el más crudo y
cotidiano, consiguió ver en 1990 una versión en miniserie más que
digna, donde en parte por los medios, y en parte por las normas
televisivas, muchos aspectos se quedaban fuera. Pero que a pesar de
esto, consiguió ser una de las producciones de terror más
memorables de la década, en parte gracias a la presencia de Tim
Curry como Pennywise, el payaso cuya apariencia ocultaba una criatura
que cada 27 años se llevaba a varios niños de Derry, una pequeña
ciudad que ya sin la presencia de un ser así era un lugar de lo
menos recomendable: llena de violencia oculta, secretos y silencio,
es un grupo de chiquillos al margen, por distintos motivos, de la
sociedad infantil, quienes tras la desaparición del hermano de uno
de ellos, son conscientes de su presencia y deciden enfrentarse a
ella. Y si la idea de enfrentarse con doce años a un ser prehumano
parece difícil, lo es más cuando este es capaz de convertirse en
todo lo que ellos temen.
Esta nueva versión no se trata de un
remake, sino de otra versión de la obra de King, y aunque el
contenido será similar, la forma de enfocarlo es muy distinta.
Especialmente porque el presupuesto y el carácter del público ha
cambiado, por lo que la película tiene muchos factores a su favor.
En cambio, era difícil olvidar algo tan simple como la capacidad con
la que Tim Curry podía infundir temor sin apenas efectos especiales,
y sin más caracterización que un traje de payaso tirando a simple,
como el que podría verse en cualquier fiesta infantil. El nuevo
Pennywise toma un aspecto muy distinto, remitiendo a los payasos del
siglo XIX con un traje y un aspecto de arlequín mucho más
detallado, pero también mucho más ajado y de colores más opacos. Y
en el que el encargado de darle vida, Bill Skarsgard, opta por
interpretarlo de forma que su presencia sea una amenaza mucho más
abierta, y donde ya en sus primeras apariciones su actitud transmite
una mayor sensación de demencia y de ocultar lo que es
verdaderamente.
En persona vs. foto de Tinder (atención: chiste mainstream)
Si bien el libro estaba ambientado a
caballo entre finales de los cincuenta y finales de los ochenta, el
guión da un salto para narrar unicamente la primera parte,
centrándose en unos protagonistas infantiles hace treinta años: un
salto de generación pensado, del mismo modo, para el público adulto
que reconozca los escenarios de la película como parte de su
infancia. Y aunque los ochenta que presenta están muy bien
reflejados, estos carecen de la nostalgia con la que se pudo
potenciar Stranger Things. O al menos, no demasiado: siempre conserva
cierto punto donde se explota un poco la imagen de infancia idílica
que hace pensar en esos años, como los paseos en bici, la impresión
de las vacaciones que duran siempre o unas canciones que suenan en
los momentos acertados. En cambio, procuran mantener ante todo la
época en la que viven los protagonistas, con todos los aspectos
negativos y neutrales que conllevaban: las comunicaciones limitadas,
o el que todo lo que puedan descubrir los protagonistas se encuentre
mediante bibliotecas.
Dentro de los matices más oscuros que
se muestran, es la propia ciudad de los personajes: ciertas
situaciones que ya en el libro eran muy controvertidas, y algunas que
dudo mucho que se lleguen a ver nunca en pantalla, pero que aquí se
trasladan con mucha sutileza: en la ciudad de Derry se entreven
habitantes mucho peores que Pennywise, y si bien no se regodean en
ella, un lugar marcado por la violencia, el secretismo, y donde
cualquiera puede ser un psicópata, resulta más inquietante.
Por este motivo el desarrollo del guión
se convierte en una mezcla de elementos sobrenaturales y horror real,
de modo que en algunos momentos la película es una sucesión de
sustos y escenas costumbristas. Un estilo que se hace un poco
repetitivo,en el que el montaje hace que estas se alternen de una
forma que parece puesta en orden. Pero que por separado son muy
efectivas: al guión se le suman unos actores principales muy
competentes pese a su edad (y uno de ellos reconocible por Stranger
Things), mientras que las escenas macabras se desarrollan con un
imaginario muy cuidado y donde detallan al milímetro lo grotesco de
los miedos de los miedos de los protagonistas y lo que oculta
verdaderamente el personaje de Pennywise.
Aunque esta versión de It se limite a rodar la primera parte de la historia, sin hacer referencia a su continuación treinta años después, la idea no ha sido mala: por un lado, han creado una historia independiente, aunque haga un poco que el resto de la narración pueda verse un poco como una secuela y no como un todo. Por otro, se aseguraban al menos poder cerrar esa primera parte en caso de no poder continuarse. Que, vistos los resultados esta vez, no va a ser el caso.
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