Lejos de desaparecer, el stop motion se ha quedado como una
técnica de animación muy especial. Es muy sencillo recrear con el mayor
realismo y viveza de colores cualquier escenario por ordenador. Pero también es
imposible no reconocer el valor artesano y el tiempo dedicado a una técnica que
aparentemente, no puede competir con las más modernas, pero que ha encontrado,
y mantiene, su hueco gracias al trabajo de los Estudios Laika, Aardman, o de
equipos que consideran que es un sistema mucho más adecuado y cercano a las
historias que quieren contar.
O apóstolo es uno de estos casos. Donde la artesanía y la
dedicación era el mejor medio para contar cómo un preso fugado llega a un
pueblo perdido en la niebla. Un pueblo al que también llegan peregrinos que han
perdido su camino a Santiago y que desaparecen para no volver a ser vistos.
Donde por las noches puede verse a la Santa Compaña, deambular por sus calles,
y sobre el cual parece pesar una maldición desde hace siglos. Y que su
protagonista, quien llegó hasta allí con la promesa de encontrar un tesoro,
debe romper si no quiere morir y formar parte de la procesión de almas en pena.
La película fue una de las más ambiciosas en cuanto a
presupuesto y producción hasta la fecha. Una cantidad bastante importante para
sacar adelante un proyecto, que a la vista del resultado, lo merecía de sobra,
pero que se estrelló de todas las maneras posibles debido a la nefasta
distribución en salas de cine. Su productora tuvo que arreglárselas un tiempo
después mediante el streaming y la venta directa. Se notó, porque a la
solicitud de compra de un ejemplar para la biblioteca no le hicieron
caso…bueno, no sé si por esta dificultad o por falta de presupuesto. Aunque la
cantidad de novelas derivadas de 50 sombras de Grey que han adquirido los dos
últimos años me hace sospechar que tenemos criterios distintos (¿Acritud? Qué
va, ninguna).
El guión es una mezcla muy concisa de macguffins, misterio y
fantástico, este último, a través de los elementos de la mitología y lo
tradicional como son la historia o la aparición de la Santa Compaña. El tesoro
no es más que una excusa, posteriormente muy bien integrada en la trama, para
que el protagonista acuda al pueblo, y que no dude en volver pese a ser evidente
desde un principio que ahí pasa algo extraño. Y los distintos géneros van
hilándose entre sí de forma que el suspense, con una posible explicación
realista, da paso a una de carácter sobrenatural. Pero ambas sirven en todo
momento para mantener un ambiente muy gótico, muy de cine clásico, que sería
imposible imaginar sin la niebla y los escenarios de aspecto anticuado. Hay
algún momento de humor muy breve, de la mano de los dos sacerdotes de Santiago,
en los que su carácter más realista, y bastante caricaturesco, contrasta con lo
irreal de la historia. Bueno, y respecto a macguffins, no queda muy claro el
por qué del título, porque salvo por los peregrinos y el camino de Santiago, no
hay más menciones al santo.
En el reparto está constituido practicamente por actores
gallegos, o más bien, por su voces, aunque como suele pasar en la animación, en
algunos casos se pueden reconocer sus rasgos en las marionetas. Entre el cameo
de Luis Tosar, que últimamente sale mucho de presidiario, de Manquiña, o Carlos
Blanco como protagonista, destaca Xosé Oliveira “Pico” por su papel de Don
Cesáreo, el párroco de la aldea. Los otros dobladores también son una elección
muy particular: Geraldine Chaplin interpreta a la única habitante femenina del
pueblo y propietaria de un desafortunado minino negro, de Jorge Sanz se podría
decir con bastante mala idea que este ha sido su mejor papel desde Conan el
bárbaro…y esta es una de las últimas apariciones de Paul Naschy, como
arcipreste de Santiago, un personaje de lo más grotesco. Y a quien gracias a
que su parte se conservó en castellano, hace que, en caso de verse en gallego,
su personaje tenga todavía más carácter y matices.
Lo mejor sin duda es la propia puesta en escena. En este
caso no se trata de stop motion al uso, sino 3d, que pese a estar más asociado
a las gafas y a los blockbusters, hace que en los escenarios se note una gran
profundidad, así como el detalle en las miniaturas: si el poder distinguir esta
amplitud es algo nuevo, también lo es el poder apreciar con todo detalle cada
uno de los elementos que puedan verse: desde la cal de las paredes, los libros
polvorientos o el musgo en las piedras de un cementerio. Lo que, pese a
tratarse en todo momento de maquetas, le otorga una cualidad muy tangible, y
donde se trasmite perfectamente ese escenario de misterio que no tiene por qué
parecer real, pero si algo físico. A la
infografía tampoco se le hace ascos cuando hace falta, como sería para recrear
la niebla o a las almas en pena, donde la idea es que parezcan algo fuera de
lugar que rodea a unos personajes mucho más macizos.
El diseño de los personajes es muy cercano a la caricatura.
Pero unas muy tradicionales, que recuerdan a veces a los diseños de los
gigantes y cabezudos: no están hechas para ser graciosas, sino más bien
grotescas. Y, aunque en la mayor parte de los casos estos guardan parecido con
los actores, algunos tienden más a la exageración o incluso a los guiños: en
los movimientos y el aspecto de Don Cesáreo se reconoce al Conde Orlok, y el
aspecto un poco abotargado del arcipreste de santiago hace pensar un poco en
uno de los profundos de H. P. Lovecraft. Pero en uno muy gordo.
O apóstolo fue, por desgracia, un batacazo económico. Quizá
no por falta de promoción, porque entre los medios dedicados al cine fantástico
circulaba bastante información (incluso se incluye un cameo de la revista
Scifworld), pero la dificultad de verla en salas de cine hizo que en algunos
puntos quedara relegada a un solo pase de cineclub. Otra de esas películas que
pese a su calidad, no consiguen el tirón que merecerían. Pero, como suele pasar
en estos casos, el tiempo les da el lugar que se merecen.
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