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jueves, 2 de diciembre de 2021

Nosferatu (1979). Bajo el aleteo de un murciélago


 

Aunque la base literaria  de determinadas películas esté más que reconocida, estas cuentan con una identidad propia, hasta el punto de que muchos cineastas se propongan   hacer un remake, y no una nueva adaptación del material original. Se llegó a hacer, fotograma a fotograma, un rodaje nuevo de Psicosis, y no de la novela de Bloch. Se habla de un remake de El cuervo de Proyas, y no del comic de James O´Barr...y a finales de los setenta Werner Herzog decidió hacer su propia versión no de vampiro creado por Bram Stoker, sino  de la película de Murnau que en 1922 había adaptado la historia del no muerto al que, por motivos de unos derechos de autor todavía vigentes, no podían nombrar. Una visión tan personal  e influyente en el fantástico y el cine que era inevitable que  se le quisiera rendir homenaje. 



Han pasado los suficientes años para que el Nosferatu de esta película sea llamado Conde Drácula, el joven abogado  que acude a Transilvania  a cerrar una venta sea Jonathan Harker e incluso para que el profesor Van Helsing haga una aparición en la trama que ya conocemos: Harker se quedará atrapado en el casillo mientras el Conde inicia un viaje hacia la Europa civilizada, llevando consigo la enfermedad, la muerte, y movido por una extraña obsesión por la esposa de Harker, en cuyas manos quizá esté el poder de detener al vampiro .Pero también como para que los elementos de la película de 1922 estén presentes: Renfield será el abogado qeu envía a Harker a su perdición, el destino del vampiro no es Londres, sino la Europa continental (Bremen o Delft) y en este caso no es Mina, sino Lucy Harker. 

El resultado tiene tan poco que ver con el Drácula de Bram Stoker como con el Nosferatu de Murnau, y sin embargo, sería imposible entender la película sin la existencia de la que versiona. Esta parece querer optar a veces a un estilo muy similar a su original muda, con largos planos sin diálogo, interpretaciones forzadas y un tanto extrañas (especialmente la teatralidad y expresión hierática de Isabelle Adjani), o utilizando directamente frases empleadas en el guión original. Otras, en su gran mayoría, prefiere una aproximación nueva, y un enfoque surrealista que acompaña a toda la película. Se habla de Bremen, Wismar y Transilvania, pero gran parte de la acción transcurre en Delft y los créditos se abren con una hipnótica secuencia de las momias de Guanajuato. A las referencia a los escenas antiguas y los escasos diálogos los acompañan frases aportación propia, como "me vendrá bien salir de esta ciudad surcada por canales, siempre en círculos, sin llegar a ninguna parte", o la pronunciada por Dracula: "la ausencia de amor es el dolor más intenso" (ahí lo siento, pero le da mil vueltas a los océanos de tiempo). Estas son solo una muestra en una producción donde el vampiro es algo secundario ante la atmósfera y los escenarios: éstos recorren unos exteriores donde los figurantes caracterizados  dan más la sensación de una recreación que de una película realista, y donde la amenaza del no muerto se convierte en  la llegada de una plaga que diezma a una ciudad ya de por si irrealmente vacía. Y que sirve para desarrollar una secuencia que evoca la idea de las danzas de la muerte a través de los ataúdes llevados en medio de la plaza, junto a grupo de bailarines e incluso una última cena rodeados por una colonia de roedores. 




Aunque los rostros más recordados sean los de Isabelle Adjani y Klaus Kinski, es interesante el enfoque del resto de papeles principales. Roland Topor poniendo cara a Renfield es una aparición menor en comparación, pero lo más destacable es el Harker de Bruno Ganz: frente a la interpretación en otros casos de víctima involuntaria, salvador en último momento, y un tanto pelele en comparación a Mina o Lucy Harker, aquí se le dota de un matiz distinto, mucho más oscuro e incluso con un atisbo de humor negro  en su tarea final de sustituir al Conde, haciendo que su primer diálogo acerca de abandonar la ciudad tenga un matiz premonitorio. 


..Y los años que me quedan todavía para poder jubilarme...


Y sobre todo, la figura del conde Drácula. Con todo lo que supone contar con un actor tan excesivo como Kinski, este poco tiene que ver con el Drácula elegante e incluso con el Orlok original: la similitud termina en su caracterización, y este sea aleja del aspecto de cadáver amenazador de Shreck para adoptar una actitud que roza el patetismo: este Drácula parece arrastrarse, mendigar y suplicar sustento de forma similar a un yonki, parece costarle dar cada paso en sus interacciones con los vivos y sin embargo, sigue resultando igual de peligroso. 

Nosferatu, el vampiro de la noche, como se tituló originalmente, es a partir de un remake de la película de Murnau, una visión del vampiro a través de una estética fantasmagórica con la que el público  no va asustarse, pero sí asistirá a su desarrollo con la extrañeza con la que se ve un producto fuera de su tiempo. 

4 comentarios:

Anacrusa dijo...

Siempre me pareció curioso, hablando de la personalidad y entidad propias de las obras cinematográficas, la versión en castellano de 'Drácula' de 1931, que basada en el mismo material, es completamente diferente a la versión de Ted Browning del mismo año.

Esta 'Nosferatu' siempre me ha recordado a 'El jovencito Frankenstein' (¿o era Fronkonstin?) de Mel Brooks, una película de otro tiempo, que queriendo acercarse a estéticas pasadas, crean un estilo propio, atemporal y difícilmente clasificable.

Tiffany dijo...

Hola!!! Nosferatus es un clásico del terror y de los vampiros. Muchos lo consideran el padre legendario de los vampiros. La estética es sumamente genial y en mi opinión un vampiro se tiene que parecer a él no una criatura sexy que en la modernidad estamos acostumbrados a ver. Me encanto la entrada y el blog 🖤 así que me quedo como nueva seguidora 😉 si gustas visitarme mi blog es https://plegariasenlanoche.blogspot.com/ nos estamos leyendo.

Un beso desde Plegarias en la Noche

Renaissance dijo...

Anacrusa: he oído hablar mucho de la versión española de Dracula, y que incluso esta era superior a la recordada de Bela Lugosi, pero nunca llegué a verla..quizá porque acabé siendo más de la Hammer o de rarezas posteriores que de la Universal.
Este Nosferatu, efectivamente, es una producción muy extraña y atemporal, a veces parece que no quiere acercarse a una época concreta sino a la idea que su autor tiene del pasado. Una forma muy peculiar de verla y también distinta a El Jovencito Frankenstein (¡Fronkonstin!). Es probable que ahora que Robert Eggers ha anunciado que quiere llevar a cabo un remake de Nosferatu, tengo curiosidad por ver lo que tiene que decir respecto al conde Orlok.

Tiffany: Nosferatu, sobre todo el de 1922, siempre ha sido mi vampiro de referencia: poco tiene que ver con el de Stoker, pero mucho menos con la versión romántica más generalizada. Me paso por tu blog :)

Anacrusa dijo...

Para mí las pelis clásicas de la Universal son nostalgia, VHS grabados de La 2 a los que todavía les tengo cariño. Con las pelis de la Hammer es distinto, sigo disfrutando mucho viéndolas más allá del factor nostalgia.
No sabía lo de Eggers. Qué bien. Eso sí, espero que se parezca más a The Witch que a The Lighthouse xD.

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