A
los tomos de la editorial Valdemar acabo acudiendo cada vez que se
les ocurre sacar un libro de algún autor desconocido de la época de
entreguerras, o por antologías orquestadas entorno a un tema
concreto. Generalmente brujería, vampirismo, selecciones de lo peor
del pulp e incluso momias. Si algo hay que reconocer a su favor es,
además de la calidad, la capacidad que tienen para no repetir
prácticamente ninguno de los relatos y ofrecer selecciones de lo más
variado, incluso tirando de fondo editorial. La tarea, saliéndose
del fantástico, es un poco más sencilla, especialmente para
aquellos que solemos limitarnos un poco a esa parte de la ficción.
La
sombra del asesino es una colección de relatos escogidos entre su
catálogo, que como indica su título, se centran en torno al
suspense y el misterio, sin que estos estén obligatoriamente ligados
al policiaco. La elección, de esta forma, sirve para abarcar más de
treinta relatos que tratan lo misterioso de la forma más variada:
desde la confesión de un asesinato, pasando por la intriga
detectivesca, los clásicos enigmas de la habitación cerrada pero
también sus vertientes más cercanas al terror e incluso al humor
negro. Los cuentos de cada autor han sido repartidos en distintos
bloques, según su consideración de precursores del género o su
acercamiento a este, repartiendo el tomo entre instigadores,
acusados, letrados y condenados.
La
selección, en cierto modo, es parecida a la realizada para las
entregas de Felices pesadillas, donde no iría tanto por tema
concreto sino que escogen lo más destacado publicado por la
editorial, y donde no se cortan a la hora de sacar una colección de
900 páginas admitiendo que se han quedado algunos fuera (aunque con
un poco de suerte, podrían tener su sitio en un segundo tomo). Y
donde, como es inevitable en determinados casos, acaba apareciendo
algún cuento que el lector ha encontrado repetido hasta la saciedad:
era de esperar el releer La carta robada de Poe por quinta o sexta
vez, pero si se quiere tener en cuenta a uno de los precursores del
policiaco moderno, no queda otra que el hacerlo formar parte de sus
primeras páginas. El resto es lo bastante variado, atreviéndose
también a incluir autores que solo han escrito una o dos piezas de
suspense, como para que la selección ofrezca de todo. Y también
para todos los gustos: nunca he sido demasiado aficionada al
“misterio” como tal, salvando algunas cosas de Leroux, los más
clásicos o un par de novelas de los detectives más conocidos (es
más, de John Connolly solo llegué a leer Nocturnos por tratarse de
cuentos de terror), y en cambio, me ha sido posible reencontrar uno
de los cuentos menos sobrenaturales del inspector Grandin de Seabury
Quinn (pero también de los más retorcidos), a Gilbert K.
Chesterton, de quien fui una lectora fiel, e incluso leer relatos de
Melville, Kipling o Joseph Conrad, quienes están invariablemente
ligados a sus novelas más conocidas o a la temática de aventuras.
La
sombra del asesino es un acierto más como antología. Muy extensa,
publicada en su colección de bolsillo y recurriendo en su mayor
parte, a textos menos conocidos de autores que hoy son de dominio
público, funciona por lo variado, quizá por lo ambicioso de
realizar una colección tan amplia, y sobre todo, por poder acercar
un género tan concreto a muchos que, sin ser lectores habituales,
podrían manifestar interés por este.