Una de los fenómenos más curiosos que
se puede dar en la comedia es lo involuntario. Cuando una situación,
por el dramatismo mal conseguido, por la mala ejecución, o por lo
absurdo, acaba moviendo a la risa en lugar de conseguir la reacción
que buscaba. Algo que sucedía en bastantes series B y Z de los
ochenta, en los Sharknados y en casi todo lo que saca The Asylum
(aunque como ellos lo hacen a propósito, no sé hasta qué punto
entrarían en la categoría). Y que en Mystery Science Theater 3000,
a base de hacer mofa de muchas de estas cintas, convertirían en un
arte. Y después está una producción del 2002, que además de
haberse convertido en una de las peores películas jamás filmadas,
es todo un ejemplo de comedia involuntaria.
The Disaster Artist narra el origen y
filmación de The Room, pero también cómo sus responsables, un
joven modelo aspirante a actor y un personaje, a falta de mejor forma
de definirlo, llegaron a conocerse y decidir que si Hollywood no los
contrataba, ellos harían su propia película. Y que no hubiera sido
posible de no ser porque su creador, Tommy Wiseau, además de asumir
el papel de guionista, director, protagonista y productor, hubiera
puesto de su bolsillo unas cantidades imposibles de dinero y de cuyo
origen se sabe tan poco como el de su director. Un tipo de edad y
origen desconocido, aunque asegure ser de Nueva Orleans de toda la
vida, con unas ideas muy particulares sobre el cine, y al que, en el
fondo, le habría gustado ser un galán de pantalla aunque en
cualquier academia de interpretación le asegurasen que su nicho se
encontraba en los papeles de villano y monstruo (si supiera actuar,
claro). Pero sin el que seguramente, la peor película de la historia
no habría podido filmarse.
El guión está basado en el libro
escrito por Greg Sestero, uno de los coprotagonistas de The Room y
colega hasta día de hoy de Wiseau (porque incluso en la farándula
todo el mundo tiene al típico amigo un poco raro al que se le
aprecia un montón). Catalogado como no ficción, aunque cuando lo
escribe uno de los protagonistas, es difícil saber donde empiezan
los hechos objetivos y donde comienza lo personal o lo inventado. En
todo caso, la adaptación al cine no se plantea como documental sino
como narración al uso: el encuentro de los protagonistas, su
mudanza, el accidentado rodaje de su película y el posterior
desencuentro entre ambos. Y que en este caso, la comedia viene dada
por lo que sucede en pantalla y no por la intención inicial:
principalmente, se debe al personaje de Tommy Wiseau, quien se
comporta de una forma casi marciana entre un grupo de personas que no
habrían desentonado en cualquier entorno real. Su acento un tanto
extraño, su nula capacidad para actuar, completada por la habilidad
de sacar fondos sabe dios de donde, y en general, una actitud de no
estarse dando cuenta de lo que pasa a su alrededor, o más bien, de
interpretar la realidad como le da la gana, lo convierten en un
personaje risible, donde la comedia que genera su actitud oscila
entre el absurdo y la vergüenza ajena.
Al estar la parte cómica centrada en
un único personaje, la responsabilidad recae sobre su protagonista.
James Franco, más que interpretar, imita al milímetro los gestos y
forma de comportarse del Tommy Wiseau. Y como buena imitación,
poniendo un mayor acento en aquellas actitudes que pueden ser objeto
de parodia. El actor, sin apenas parecido con el original (algo de lo
que el público debería estar agradecido, teniendo en cuenta que hay
una secuencia bastante extensa del trasero del señor Franco), es
capaz de convertirse en este sin más ayuda que un pelucón largo, el
estrafalario vestuario de Wiseau y la capacidad de mimetizar todos y
cada uno de sus gestos. El coprotagonismo le corresponde al hermano
de Franco, Dave, que representa el aspecto más cuerdo de la
historia, y en algunos casos, por la brevedad de las apariciones, los
papeles de Seth Rogen o Alison Brie, casi podrían considerarse
cameos.
The Disaster Artist no pretende ser una
comedia, pero, a diferencia de The Room, tampoco pretende no serlo.
Es, en el fondo, un relato de lo que sucedió en un rodaje. Uno
plagado lleno de situaciones absurdas que provocan una carcajada, o
en otros casos, ganas de llevarse las manos a la cabeza.
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