En 1999, una película hecha casi con cuatro perras consiguió una recaudación millonaria y hacer que el público tuviera sus dudas respecto de lo que había visto: ¿Realmente eran las últimas imágenes de tres jóvenes desaparecidos en el bosque, o una astuta campaña de marketing para promocionar una filmación entonces novedosa? Por suerte se trataba de lo segundo, y la Bruja de Blair llegó a convertirse en una franquicia bastante resultona donde no faltó una guía sobre la historia del bosque, comics, videojueos e incluso una serie de libros para jóvenes similar a Pesadillas. En cambio, no le lució mucho el pelo en el cine, con una secuela donde se reconocía abiertamente su carácter ficticio y cuyo cambio de formato y tono fue tan drástico que cortó la saga de raíz. Habría que esperar 15 años a que se decidieran a llevar de nuevo a varios personajes armados con cámaras a los bosques de Maryland y a que el público, con un poco de suerte, pudiera saber algo más de lo que sucedía en un lugar que parecía saltarse a la torera las reglas de orientación más básica.
La idea de Blair Witch sería la de una
secuela,si se tiene en cuenta a unos personajes que, siendo uno de
ellos el hermano menor de una de los desaparecidos, deciden regresar
al lugar, acompañados por dos jóvenes de la zona, y encontrar
alguna pista de lo que pudo sucederles. Pero también la de un
remake, porque lo que les pasa a estos una vez se adentran en el
bosque es muy similar: una vez entre los árboles, es imposible
encontrar el camino de vuelta. Durante la noche se escuchan ruidos
extraños, aparecen extrañas figuras hechas de palos y varios
miembros del grupo desaparecen. Y pese a contar con instrumentos más
complejos y fiables que una brújula, tanto los relojes como los Gps
no sirven de mucho en un bosque donde el tiempo parece detenerse o
avanzar de forma antinatural.
La impresión final que acaba dando la
película es más bien la de remake: salvo el tener en cuenta la
original como punto de partida, el guion recurre a las mismas
situaciones y escenarios de esta. Tanto que este pierde mucha
frescura, al no contar con el factor sorpresa que tuvo en su momento
y con un formato que hace mucho que ya no es una novedad. En este
caso, se aumenta el número de personajes, incluyendo a dos cuya
finalidad es la de potenciar la idea de la existencia de una amenaza
sobrenatural, convirtiéndolo en algo real para los protagonistas y
haciendo también que se perdiera la ambigüedad que había
caracterizado gran parte del primer guión.
Ahora sabemos donde estuvo Ramona Flowers cuando cortó con Scott Pilgrim: se fue al bosque
Optar por lo fantástico es una
solución que parecen haber tomado para enfrentar uno de los retos
que suponen los quince años de diferencia entre guiones: los mapas y
las brújulas han dado paso a Google Maps e incluso a los drones, de
los que los protagonistas se sirven para conseguir una visión más
amplia de la zona y que como era de esperar, es lo primero que hace
falta destrozar. En este caso, la atmósfera de confusión que podía
trasmitir un bosque para quien no lo conozca se convierte aquí en un
elemento sobrenatural, presentando de forma directa cómo el tiempo
comienza a alterarse y percibirse de forma distinta para los
personajes. En una historia con tan pocas sorpresas es de agradecer
cómo estos acaban sumidos en una noche perpetua, o cómo lo que
parecen haber sido unas horas para una parte del grupo, han sido
varios días para el resto.
El convertir la historia en algo
sobrenatural se termina de confirmar en determinadas situaciones
clave: en este caso, llega a aparecer la criatura que le da nombre a
la película, aunque sea por un momento muy breve y para justificar
un poco una secuela donde, abandonado el juego entre realidad y
ficción, pueden recurrirse a los efectos especiales. Tampoco es que
sea algo demasiado llamativo, porque con el exceso de movimientos de
cámara que hay en el último tercio, es un poco difícil apreciar
nada. Para ser la secuela de la pionera del rodaje en primera
persona los tembleques son muy exagerados y llegan a hacer un podo
difícil el seguir a unos seis personajes de los que intentan
deshacerse demasiado rápido en unos pocos minutos.
Ni la aparente solución que se da al
misterio del bosque, ni la curiosidad que podría generar el ver cómo
se las arreglan para afrontar situaciones que resultan muy distintas
con el salto tecnológico, sirven para salvar a Blair Witch de ser
una pelicula innecesaria: esta se ha limitado a coger el mismo guión
que se estrenó hace años, aplicarle el conveniente cambio
electrónico y no aportar lo más mínimo a una historia que, para
poder disfrutarla mucho más, es preferible acudir a su primera parte
y olvidarse de su secuela. O remake. O reboot. O como lo llamen
ahora.
2 comentarios:
Salvando las distancias, me recuerda a la última de 'Independence Day'. Supuestamente es una secuela pero podría pasar por 'remake' o 'reboot'. Lo mismo sucede con la nueva de 'Cazafantasmas' o la última de 'Parque Jurásico'. Suma y sigue.
Tal cual: no aporta nada, ni continúa la historia, ni supone un avance: se limita a contar lo mismo adaptado a las mañas del público de hoy.
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