En unas pocas semanas he recuperado la velocidad de lectura,
aunque tenga truco: la mayoría son muy breves y puedo despacharlos en muy poco
tiempo. En este caso tampoco se puede decir lo de “lo bueno, si breve..” porque
ninguno se caracteriza por ser una narración de primera, que me cambie la vida,
la percepción del mundo y todo lo demás. Pero al menos, entre zombies,
callejones fantasmagóricos y ciudades devastadas por plagas genéricas me lo he
pasado estupendamente.
Simon R.
Green. Agents of Light and Darkness. Hace cosa de un mes encontré de
saldo un libro llamado Nocturnia, el primer tomo de una serie de fantasía
urbana editado por La factoría de ideas que en España se quedó en una única
entrega. Su protagonista, un detective capaz de encontrar cosas cualquiera que
fuera su origen (natural o sobrenatural), resultaba bastante tópico, pero el
mundo en el que se movía era una mezcla acelerada del multiverso de Moorcock,
Hellraiser y los primeros relatos de Barker, Neil Gaiman, Silent Hill,
Hellblazer y todo lo que cayera en la turmix del autor. El revoltillo me hizo
bastante gracia y decidí seguir con el segundo tomo, donde de nuevo, el caso es
lo de menos. Que en este volumen sería encontrar un objeto llamado el Grial
Impío, la copa de la que bebió Judas, mientras un ejército de ángeles y
demonios se pelean por las calles de Nocturnia intentando localizarlo antes.
Aquí el susodicho grial es poco menos que un Macguffin, o
que un halcón maltés, como bromean los personajes en algún momento, porque
unicamente sirve para que estos vayan de un lugar a otro, describiendo
escenarios bastante extraños, objetos imposibles y personajes que, aunque
algunos se han presentado en el libro anterior, sirve para acentuar sus
particularidades y convertirlos en elementos fijos de ese mundo. Estos se
suceden a una velocidad de vértigo y muchos solo parecen responder a la
intención de llegar un poco más lejos en cuanto a excesos y sorprender al
lector: no hay tiempo de aburrirse cuando, tras terminar un capítulo, en el
siguiente los personajes se enfrentan con una boy band dotada de poderes
telepáticos y reconvertida a grupo de matones a sueldo…¡y eso es solo un
ejemplo de lo que se puede encontrar!
Objetivamente, podría decirse que es una novela tirando a
floja, una más dentro del subgénero de los detectives de lo sobrenatural, pero
a mí me divirtió un montón: ya con el primer tomo me hice una idea de lo que
hay, y que esa mezcla tan loca de situaciones y criaturas elevadas a niveles
absurdos me había convencido. Aunque solo un rato. Probablemente leerse más de
un libro de esta saga seguido produciría un empacho.
Joseph D´Lacey. La brigada de la muerte. A la editorial
Alianza la tenía asociada con las ediciones más duraderas de H. P. Lovecraft en
España, de otros autores clásicos, como Machen, que hoy van unidos a. propio H.
P. L. como influencia, y unas portadas bastante horribles. También pensaba que
el resto de su tiempo lo dedicaban a publicar ensayos y algún libro que conservamos
de cuando en clase nos hacían leer a Galdós. Por eso me desconcertó bastante el
ver que ellos no solo habían tenido los derechos de Joe Abercrombie, sino que
también contaron con una colección dedicada al terror y la ciencia ficción. Y
en el caso de La brigada de la muerte, a los zombies también.
O al menos, es a lo que se supone que se enfrentan los
protagonistas: un grupo de supervivientes que malvive en una ciudad amurallada,
y donde una patrulla apodada Brigada de la muerte se dedica a exterminar a las
criaturas que deambulan por el exterior, a las que apodan Transeúntes y
reconocen fácilmente por el sonido, parecido a un sollozo, que emiten.
Salvo lo poco que narra la protagonista, sobre la situación
de la ciudad, un posible origen del fin de la civilización, y los zombies
(perdón, transeúntes) a los que exterminan, no queda muy claro que ha pasado.
El libro es tan breve que más que novela corta, podría haber sido la pieza más
extensa en alguna antología de relatos, porque como historia independiente se
queda muy corta. Cualquier cuestión relativa al trasfondo se queda en unas
pocas vaguedades y un escenario que, aunque interesante, se explota muy poco:
hay un montón de novelas de zombies que con menos originalidad se extienden
cientos de páginas y esta, pese a inventarse a unas criaturas tan particulares
como las suyas, y sugerir una trama aún mayor relacionada con la evolución de
estas, se queda en poco más que una novela corta. Al menos, una buena, porque
los personajes resultan convincentes y tan duros como podrían serlos los
creados por Kirkman en Los muertos vivientes, sin que en ningún momento llegue
a caer en la sordidez. Lo cierto es que como origen para una historia más
amplia habría estado muy bien, y teniendo en cuenta que hoy en las
publicaciones lo habitual es que sobren páginas, es un cumplido.
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