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jueves, 5 de septiembre de 2013

Guerra Mundial Z. Los zombies contra el mundo



Esta debe ser la tercera vez, en cuatro años de blog, que menciono el libro de Max Brooks. También es el número de veces que lo he leído y ahora, que se ha estrenado la película, es un buen momento para dedicarle una entrada completa. A la versión en cine, le tocará en cuanto pueda verla, y de paso, comprobar qué han hecho para que esta se parezca a su original como un huevo a una patata.

 


Si Romero es el padre de los zombies en el cine, Max Brooks lo es de los muertos vivientes en papel, porque es el autor de los dos libros más conocidos sobre este tema y nunca falla en la lista de las mejores novelas sobre cadáveres andantes. Empezó casi como una broma en la Guía de Supervivencia Zombie, una parodia de los libros de supervivencia donde explicaba de cabo a rabo las amenazas que supondría una epidemia zombie, los recursos mínimos y los mejores refugios. Lo cierto es que más allá de algunos detalles, como el tono paranoico de la contraportada, o el apéndice donde habla de brotes a lo largo del mundo, no me divirtió especialmente exceptuando por mencionar a los zombies. Pero sí estaba bien escrito y se notaba que el autor sabía como funcionar en este tipo de libros. Además, ese apéndice seguramente sirvió para que escribiera su segundo libro, mucho más ambicioso y en el que convertía a los zombies en una amenaza global.

 

Siendo hijo de Mel Brooks y Anne Bancroft, algo se le tenía que pegar

Guerra Mundial Z no es una novela, sino un falso estudio periodístico: nada más abrir el libro, empieza a hacerse referencia a un conflicto y a las notas que el periodista escritor llevó a cabo para un informe de la ONU. Este solo necesitaba datos y hechos objetivos, por lo que el autor optó por quedarse con el resto de testimonios humanos y hacer su propia recopilación desde el principio de la plaga hasta los últimos coletazos de la epidemia y los cambios que esta había provocado. Las entrevistas que recoge abarcan los cinco continentes y a todo tipo de personas: desde militares y científicos clave en el conflicto, hasta simples supervivientes y agentes que se encargaron de tareas de limpieza o participaron en las peores catástrofes. Estas están acompañadas por algunas notas al pie, algunas de ellas explicando detalles reales, y otras completamente inventadas para el libro, refiriéndose a datos sobre infectados, vacunas y algún enfrentamiento que se limita a aparecer como una nota breve.

 

Debido a su forma de narrar, a menudo se refieren al estilo del libro como geopolítico, palabro tremendo que me hace mucha gracia encontrar en una novela de zombies, En realidad también es el más adecuado, porque en realidad trata de todas las consecuencias que una epidemia imposible trajo para el mundo: a lo largo de las entrevistas, los personajes hablan de migraciones masivas escapando de una plaga, del uso de armas, cómo las grandes ciudades se colapsan y cómo, al cabo de los meses y años, tanto el gobierno como individuos aislados consiguen encontrar soluciones. Estas pueden ser tan drásticas como un plan que implica salvar a unos pocos y utilizar al resto como barrera o comida para zombies, o tan imposibles como un arte marcial pensado específicamente para enfrentarse a un atacante lento y que solo para quieto cuando se le destroza la cabeza. De hecho, cada opción está muy relacionada con las características demográficas y culturales de los distintos países, y estas parecen hipótesis sobre cómo reaccionaría cada sociedad ante una amenaza: ¿Servirían las fortalezas medievales como defensa en Europa? ¿qué supondría una situación así para los países del tercer mundo? ¿Sacarían tajada las farmaceuticas? ¿Y qué opina el Amado Líder de todo esto? Todas estas preguntas tienen su respuesta, exceptuando la última. Porque ni con zombies de por medio es posible saber qué se cuece en Corea del Norte. Y, con afán de ofrecer un cuadro completo, no se quedan fuera ni los animales: uno de los personajes habla e una patrulla que trabajaba con perros, y por desgracia, da a entender lo que le pudieron suceder a muchos animales domésticos, en el capítulo que, de lejos, me resultó uno de los más angustiosos pero con un final más optimista (por si alguien se lo pregunta, los gatos consiguieron evolucionar. En el momento en que se narran los hechos, son minitigres que pueblan los bosques y se alimentan de unas ratas todavía más grandes).

 

Al margen de los zombies, Guerra Mundial Z es un buen libro: bien escrito, con un estilo periodístico completamente mimético, y en cierto modo, bastante inquietante en lo que relata. Solo hace falta cambiar los muertos vivientes por cualquier otra epidemia anual con la que la tele nos amenaza todos los años y ponerse a pensar un poco…

 

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