Entre los momentos que marcaron la historia y las normas no escritas en el cine de terror, se encue3ntran los cadáveres reanimados que lentta e implacablemente intentaban alcanzar a y devorar a las personas que se habían refugiado en una casa. La noche de los muertos vivientes se convirtió en un clásico, además de establecer el concepto de zombie tal y como lo conocemos en los siguientes años. Y también, servir de referente a películas posteriores. Sin los zombies de Romero seguramente los cadáveres poseídos por demonios sumerios no hubieran aterrorizado a unos excursionistas en una cabaña de Michigan, los cadáveres resucitados y escondidos por el gobierno no habrían sembrado el caos, y un poco la risa, en una funeraria, ni tampoco nos hubiéramos pasado todo el 2003 discutiendo sobre si los zombies de 28 días después son zombies infectados. Una película que serviría de referencia a otras, que a su vez serían la inspiración de ideas posteriores…Y en medio, un poco perdida en algún momento de principios de los setenta, en ese nicho (nunca mejor dicho) del cine de presupuesto inexistente, que si bien cuenta con su consideración de película de culto, no es tan conocida como las cintas que posteriormente se convertirían en las primeras a la hora de nombrar ejemplos del cine de y que sin embargo, su influencia puede verse en varias de ellas.
Durante la noche, un pequeño bote conducido por una troupe de actores se dirige a una isla en la costa de Miami. Esta, un antiguo cementerio para criminales y dementes, será el lugar en el que Alan, el director, pretende llevar a cabo un ritual con la intención de resucitar a los muertos. Ataviado con atrezo teatral, ante un cadáver recién desenterrado que servirá como vehículo de la ceremonia, y pronunciando las palabras escritas en un grimorio, Alan ve como su actuación sobrenatural fracasa de forma evidente a ante el disgusto de los actores, arrastrados a la isla y obligados a participar en la ceremonia bajo la amenaza de ser despedidos. Esto no detendrá su intención de dar un espectáculo macabro, cuando decide trasladar el cadáver empleado en el ritual a la cabaña en la que se alojan para celebrar una fiesta en honor de este. Mientras el disgusto de su compañía crece por momentos, hartos de soportar bromas pesadas y amenazas de despidos, la tierra del cementerio, sin que estos lo sepan, comienza a removerse y varias decenas de siluetas cadavéricas dirigen sus pasos hacia las luces de la cabaña.
También conocida como Night of the Dead, e incluso estrenada en España como La noche de los muertos vivientes 2, es una de las primeras producciones en seguir la estela de las películas de romero. Rodada con un presupuesto ínfimo, está presente ese estilo de cine de guerrilla de los setenta: un metraje granuloso, tan propio de e3sas cintas que hace que resulte difícil verlo en una edición remasterizada. Un guion, un tanto descuidado, actores con pinta de estar muy perdidos a ratos, y una atmósfera un tanto malsana como la que impregnaba Messiah of Evil, the Child o La matanza de Texas. Y que para algunos actores supondría su primera y última aparición en la pantalla. Lo cierto es que la interpretación hace pensar que esta decisión ha sido la más sabia que han tomado estos aspirantes.
Estos son los rasgos más llamativos de una película que pese a sus limitaciones, resulta en su conjunto bastante sólida y con una coherencia interna que la hace funcionar. El momento decisivo, esto es, las hordas de cadáveres reanimados que el público espera ver desde hace un buen rato, tardan en llegar. Esos extras disfrazados malamente que pondrán a sus víctimas perdidas de sangre color tomate frito no aparecen hasta los últimos quince minutosla primera hora será, en gran parte, los diálogos y situaciones a cada cual más ácidas, en tre los protagonistas. Este intento de diálogos ingenios y contestaciones agudas resultaría bastante tedioso de no venir acompañado, precisamente, por esa atmósfera extraña que mantiene la película en todo momento: rodada durante la noche, en unos exteriores donde es imposible no esconder su naturaleza de decorados baratos, los personajes s e mueven entre tumbas de corchopan mientras las tensión va aumentando gradualmente. La dinámica en el grupo empeora a medida que el director Alan insiste en llevar su broma cada vez más lejos. Este se comporta como un pequeño tirano, amenazando con el despido a cualquier que no se doblegue a sus caprichos. Y su actitud no va a ser previsiblemente, la más útil para la supervivencia del grupo. No deja de ser paradójico que este personaje odioso sea el último en sobrevivir, haciendo que lo inevitable del desenlace sea al menos algo esperado. Un personaje horrible, pero no irritante, cuya naturaleza de víctima sin simpatía lo acerca mucho al Franklin de la Matanza de Texas. El resto de personajes funcionan de forma similar, simples hasta lo esquemático pero efectivos: la pareja de actores más nuevos, la joven tirando a mística y más débil emocionalmente, el más paciente con las bromas, la actriz veterana que le para los pies a su jefe y deudores de una época menos tolerante, la pareja de actores cuyo amaneramiento se supone que pretende resultar cómico en su representación típica del artista sarasa. Un detalle un tanto anacrónico pero que hace recordara momentos de un pasado muy distinto, marcado por otra forma de pensar e incluso por otros hechos notables: como ese momento en el que uno de los personajes teme encontrarse con “una secta de hippies”, una referencia la todavía reciente caso Manson.
Cada mañana, cuando suena el despertador
Es también esta primera parte donde se ponen de manifiesto los momentos más absurdos. La película está catalogada como comedia de terror, pero el humor, cuando lo hay, es puramente involuntario o muy negro. El equilibro entre la idea de broma de mal gusto y situación pasada de vueltas es muy precario, y la suspensión de la credibilidad se mantiene únicamente agarrándose a la premisa de que lo s protagonistas son actores y como artistas, harán cosas estrafalarias. Aunque la única explicación a que no pongan pegas a andar por ahí paseando un cadáver es que vayan hasta arriba de esas sustancias que tan a menudo incauta la guardia civil. Una situación que rompe, de forma brusca, para llegar a un desenlace clásico en el género que recuerda en gran medida a La noche de los muertos vivientes. Pero también hace pensar si habrá servido de referencia a Posesión Infernal e incluso Nueva York bajo el terror de los zombies, que Fulci rodaría años después. La secuencia final es al menos, tan absurda y extraña como esos finales a los que nos tenía acostumbrados en sus películas de cadáveres reanimados.
Los niños no deberían jugar con cosas muertas, además de hacer referencia al apodo que este director da a sus actores, es uno de esos títulos, un tanto olvidados en comparación a producciones similares (y mejores) mucho más conocidas. Con un humor muy extraño, cuando lo hay, y algunos posters promocionales que llevan a tanta confusión como sus cambios de título (ni de lejos es el cachondeo estos vaticinan), es una película que a menudo no falta en las listas más exhaustivas de cine de zombies, pero que por suerte para aquellos que volvemos al cine de hace décadas como zona de confort, no es tan popular y supondrá una sorpresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario