Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 30 de junio de 2022

El escarabajo (Richard Marsh). Amenazando el estilo de vida occidental

 


Al pensar en las criaturas literarias que nos han acompañado desde el siglo XIX, es imposible no pensar en Frankenstein ,en Edward Hyde como la mitad oscura de Jeckyll, en Griffin descubriendo el secreto de la invisibilidad y por supuesto, en el Conde Dracula pensando en expandir su dominio en Londres desde la ruinosa abadía de Carfax. Reimaginados desde hace ya dos siglos, los seres que han acompañado al lector han hecho que sea fácil olvidar a los que se quedaron en el camino. Algunos de ellos, en su momento, llegaron a ser más famosos que los coetáneos que perduraron. ES más difícil recordar a Raffles que a Sherlock Holmes, y en el caso de Richard Marsh, su novela más conocida, superior en ventas a Dracula, desapareció de las imprentas durante años.



El escarabajo comienza con un hombre que deambula por las calles de Londres en busca de refugio. Los albergues están llenos y la ciudad no es lugar para los desfavorecidos (ahora, tampoco). Una casa vacía en las afueras le ofrece el cobijo que necesita, pero también es el comienzo de la venganza que ha tramado durante años la criatura que se oculta allí. Tras convertir al desafortunado Holt en su esclavo mediante algo parecido al hipnotismo, o una extraña fuerza de voluntad, este llevará al político Lesshingam el mensaje del que este ha huido hasta ahora: el regreso del escarabajo. El hijo de Isis, una criatura andrógina e inhumana que pondrá en peligro su vida, pero también la de su prometida y la de Sidney Atherton, el científico que compite por el afecto de la joven y que deberá dejar de lado su rivalidad si quieren acabar con la amenaza que se esconde en las zonas olvidadas de Londres.


Publicada anteriormente por entregas antes de su recopilación, y conocida la proximidad temporal de esta con Dracula, es inevitable no pensar en las similitudes existentes entre ambas, un reflejo de los gustos y tendencias de los lectores de la época. Dividida en cuatro partes, cada una narrada en primera persona por los protagonistas que se ven afectados por los sucesos, esta estructura se cierra con una parte final narrada por un personaje secundario en comparación al resto, el detective Augustus Champnell, recurrente en los relatos policíacos del autor, que hace que su desenlace resulte un poco fuera de lugar respecto al desarrollo de la trama, al incluir una cuarta voz desconocida hasta ahora y que cambia bastante el tono que venía manteniéndose en la narración. Esta última parte, además, no resulta un final demasiado satisfactorio, constituyendo una sucesión de persecuciones en Londres donde el antagonista se limita a huir y coger el tren como un vulgar ratero, y que da la impresión de buscar un final un poco porque había que ir terminando la historia.



El mayor parecido con la obra de Stoker es precisamente el villano. Al igual que el Conde, este representa la amenaza del exterior (especialmente, de los países no civilizados según su visión del mundo). Uno, además de monstruoso, profundamente perturbador en su naturaleza indefinida e insectoide, donde la forma de arrastrarse sobre sus víctimas, en su encarnación de coleóptero, da lugar a un doble sentido más que evidente. Y que sin duda, hoy es lo más rescatable de la novela. De este no llega a quedar claro su origen ni aclaración de sus facultades, sino es el de venir de un lugar antiguo, desconocido y con gran fascinación para los lectores británicos como era Egipto y que, una vez descubierto, solo le queda regresar a su entorno original, desarrollando de esta forma una trama que comienza con el descubrimiento de un mal externo oculto en el interior de la ciudad que es finalmente expulsado.


Uno de los aspectos más interesantes en la trama, dentro de lo que el autor podía permitirse, es mostrar las grietas en un sistema y en la moralidad de sus personajes. El detonante de la narración es el desamparo de una persona víctima primero de un entorno despiadado, y después de una criatura monstruosa. La aparición de esta misma ha sido provocada por la imprudencia juvenil de un eminente político, hoy perseguido por las consecuencias de esta. El avance técnico del científico, cuya caracterización roza la sociopatía, no es otro que una nueva arma, que solo supondrá una mejora a la hora de eliminar enemigos en masa. Aunque en el caso de este último, su papel cono inventor y su creación es uno de los elementos que se olvidan rápido en la trama para convertirlo en uno de los tres héroes improvisados que persiguen al villano.


En esta aproximación a la parte más sombría del entorno de la historia, sorprende también la elección del escenario donde se desarrolla el desenlace, menos conocido para el lector actual: no son las calles del East End, ni un elegante parque salón victoriano, sino las afueras de Londres, descritas como un área despoblada, en vías de urbanización donde edificaciones baratas conviven con terrenos en obras y describe un entorno bastante desolador. E inquietantemente parecido a muchos barrios actuales, cuyo paisaje acaba compuesto por complejos urbanísticos de nueva construcción, descampados pendientes de edificar y carteles que anuncian residenciales en un entorno de ensueño a cinco minutos de la ciudad, creando una extraña familiaridad entre escenarios que hace que su irregular desenlace cuente, aunque sea, con una parte recordable.


Hoy resulta fácil comprender por qué Dracula es el clásico y El escarabajo fue cayendo en el olvido. La obra de Stoker acaba resultando superior en estilo literario, complejidad, y por qué no, en interés de los estudiosos. Pero el silencio en el que fue sumida la novela de Richard Marsh también está injustificada: es sin duda una obra menor y bastante más irregular, pero también una interesante novela de terror con elementos fascinantes. Y cuya lectura produce la impresión de que, además de ser el mejor de los tiempos, y ser el peor de los tiempos, también es uno que sigue pareciéndose al nuestro más de lo que debería.




jueves, 23 de junio de 2022

Bajo aguas tranquilas (2006). Nacional pantanismo y satanismo subacuático



Entre 2001 y 2005, Fantastic Factory se lanzó a la producción de cine fantástico y de terror, muy pensado para su distribución internacional. Con una industria todavía lejos de la que se conseguiría más adelante, la idea prometía mucho, participando nombres como Stuart Gordon o Brian Yuzna, y anunciando, entre otros proyectos, nada menos que una adaptación  de La sombra sobre Innsmouth ambientada en Galicia. La idea quedó en algo cuando menos simpático, entre series B como la propia Dagon, alguna destacable como Darkness de Balagueró (si solo hubiera parado un poco con los meneos de cámara) y otros más flojos como Faust, la última entrega de Re-animator  y sobre todo, la película previa al cierre de la productora, que no fue precisamente una despedida memorable.
 


Las aguas tranquilas del título son  el pantano que hace décadas  cubrió Marinbad. Lo que parecía la maniobra habitual en una época en la que el desarrollo de esas infraestructuras iba de la mano de la corrupción y el soborno, esconde algo muy distinto: el pantano fue la única salida que el alcalde encontró con el mal que progresivamente se había adueñado del pueblo. Un grupo de satanistas habían traído la prosperidad, pero también la depravación. Ahora, a punto de celebrar el 40 aniversario de la construcción de la presa, y poco después de la muerte del antiguo alcalde, Clara, su nieta, se ve atormentada por pesadillas donde  este intenta prevenirla del mal que está a punto de desencadenarse, del que las muertes que han tenido lugar en las aguas del embalse, son solo el principio.


Basada en una novela de Matthew Castello 8que no he leído, por lo que no se como de fiel es la película, pero tiene bastante pinta de Paperback de los de Grady Hendrix), se ambienta en un lugar indeterminado del Norte donde los nombres son lo bastante ambiguos  para que no quede claro en qué lugar están, además de contar con un reparto internacional donde nombres como Michael McKall o Patricia Gordon comparten pantalla con Raquel Meroño o por un momento, con Manuel Manquiña, lo que sumado al material original, parece querer ser de las producciones más orientadas al exterior de la compañía. Una decisión  un poco arbitraria  al haber rodado en un país con un pasado bastante extenso en cuanto infraestructuras hidroeléctricas y pueblos sumergidos por estas. Pero n es este el mayor  problema de una cinta que fue de las más flojas de la Fanstastic Factory, y cas una sucesión de todos los defectos posibles en el bajo presupuestos de la época.


Los medios, en este caso, son muy limitados y esto se nota en muchas de las secuencias acuáticas que filman, con una animación infográfica muy pobre donde unos submarinistas superpuestos hacen que bucean. Unos efectos que chocan con las contadas ocasiones en los que recurren a los tradicionales, y muestran criaturas monstruosas hechas de latex que recuerdan , pero muy lejos por desgracia, al Brian Yuzna que no se cortan en Society o La novia de Reanimator. Estos se quedan en apariciones muy breves y hacen pensar en lo que podría haber sido la película de haberse filmado en el 89 y siendo conscientes de lo que tenían a mano.


Los actores están entre cumplir lo mínimo con el guion que se les ha dado, y lo que se podía esperar de caras de esos años como Raquel Meroño, a la que se le da muy bien taparse la mitad de la cara con el flequillo o poner la boca entreabierto, en lo que lo mismo es una expresión de sorpresa que de pena. La aparición de Manquiña es muy corta y enloquecida y el resto responde a lo que se podía esperar con un guion donde abundan las incoherencias: adolescentes (incluida una Pilar Soto puesta para enseñar cacha) que se ponen a hablar del más allá en el momento  más fuera de lugar, jóvenes atormentados por cosas que no parecen muy graves, satanistas de ultratumba que aparecen por ahí y una orgía de vecinos poseídos que oscila entre el vídeo amateur y la vergüenza ajena. Y un golpe de efecto final que salvo para poder cortar el metraje de forma abrupta, tiene tan poco sentido como gran parte de las situaciones de la trama.


Además de ser un cierre bastante olvidable para la productora, Bajo aguas tranquilas es un buen ejemplo de película amala con avaricia. Realización pobre, guion cogido con pinzas y actuaciones erráticas, se salvan por momentos alguna  de las apariciones de los monstruos y el tomársela  como una cinta de la de ver en el sofá mientras se suceden una tras otra situaciones tirando a desastrosas.  Aunque, teniendo en cuenta que el catálogo había incluido cosas como Faust  o La monja, tampoco es que esta despedida fuera una catástrofe insalvable.

jueves, 16 de junio de 2022

REC (2007) ¡Sigue grabando!

 


Hace 15 años se estrenaba en los cines una película de found footage que venía acompañada de una campaña publicitaria donde se la presentaba como “la más aterradora” y donde se mostraba a su público gritando y saltando en sus asientos. Este tipo de promoción no es raro, pero entonces, pese al éxito, ninguno esperábamos que  la producción de Balaguero y Paco Plaza se convertiría en  una franquicia de éxito dentro y fuera del país, e incluso supondría el nacimiento de una figura del terror  hispanohablante que  no tiene nada que envidiar a sus contrapartidas anglosajonas.



[REC] hace referencia al botón de grabar  en una videocámara. Un título que adelanta la filmación de Mientras usted duerme, un espacio donde la reportera Ángela Vidal acompaña a profesionales que desarrollan su trabajo durante la noche o turnos de urgencia. Durante esa noche seguirán la labor de uno de los departamentos de bomberos de Barcelona. La guardia, rutinaria al principio, comienza con una emergencia en un edificio de las Ramblas donde aparentemente, una anciana ha sufrido una caída. El rescate no será lo que esperaban cuando esta, presa de un comportamiento violento, ataca y muerde a uno de los bomberos. Tras regresar apresuradamente al portal, donde los vecinos desconcertados aguardan para volver a sus casas, descubren que se encuentran encerrados en el edificio. Este, acordonado por las fuerzas de seguridad, ha sido puesto en cuarentena a causa de una enfermedad contagiosa que parece haber tenido su origen en el inmueble. Poco a poco, estos irán siendo víctimas, bien de la enfermedad o bien del agresivo comportamiento de lo infectados. Aunque, en esa infección, tan virulenta como la gripe y mortal como la rabia, puede haber algo todavía más extraño e imposible de contener.


 


La película fue todo un éxito al combinar de forma eficaz un formato habitual en el género de terror con presupuestos más escaños, como es el colgarse una cámara al hombro, como el adaptar este a un lenguaje audiovisual muy cercano para el e público. Lo de la cámara al hombro es solo en teoría, porque se nota la experiencia y el trabajo de los directores al montar las tomas y recurrir a los cortes de filmación de forma muy similar a lo que se haría en un programa de reportajes. La cercanía a lo que el espectador conoce se consigue al utilizar un formato de corte “informativo”: programas como callejeros llevaban entonces dos años en antena, y los primeros minutos de la filmación recuerdan mucho a lo que se podría encontrar entonces en Cuatro. Estos son suficientes para dar esa sensación de familiaridad, y sobre todo, para caracterizar a sus personajes principales: la reportera, su cámara y uno de los bomberos se presentan como profesionales que hacen su trabajo y que están en el momento equivocado en el lugar equivocado. Gracias a esto se hace creíble al tozudez de la protagonista a la hora de grabar todo lo que sucede, y la capacidad de supervivencia y llamar a la calma de las fuerzas del orden  que acaban encerrados con ellos.



Los secundarios, al hilo del formato que emplean, se presentan como el vecino que podría haber en cualquier  bloque de pisos. El matrimonio mayor, la anciana sola, el caballeros solterón, la madre preocupada por la enfermedad de su hija pequeña y que como era de esperar, duran tan  poco como podría hacerlo una persona cualquiera en esa situación.


Debido al escenario, un edificio antiguo que se convierte en una ratonera para sus residentes, la filmación  se vuelve algo vertiginosa en muchos momentos donde la cámara se agita, se cae y es vapuleada o deslumbrada  por las luces del exterior hasta extremos mareantes. Una situación inevitable en este formato y contra lo que se utiliza la brevedad del metraje: una hora y quince minutos, aprovechados al máximo donde los diez primeros son suficientes para presentar el tono de la trama, a sus personajes, y que este cambie bruscamente con el primer golpe de efecto que rompe toda la normalidad en la que sus personajes se movían.


Ha pasado el tiempo necesario, y sobre todo, bastantes secuelas, como para que el giro de guion más recordado de la trama no sea un secreto, sino lo que dio origen a toda la mitología que acompañaría a la saga.  Lo que comienza como una película de zombies que no son zombies, son infectados, toma un giro hacia lo sobrenatural donde la supuesta enfermedad es algo distinto, pero capaz de mutar como una, y supone la aparición de una huesuda criatura entrevista únicamente con el modo nocturno de una maltrecha cámara, que cierra, temporalmente, de una forma brusca pero efectiva, lo narrado, a la vez que  supone también el reconocimiento de Javier Botet como figura habitual en el fantástico.

Tras un comienzo brillante, a Rec  la seguirían un remake estadounidense y una secuela de este que va por su cuenta. Y una continuación oficial, que pese a ser una sucesión de incoherencias, serviría al menos para avanzar la serie hacia algo distinto y abandonar definitivamente el formato de cámara en mano.

Ha pasado década y media desee ese estreno que  hizo saltar en las butacas de los cines. Y también muchos cambios. En 2022, las escenas del edificio acordonado y el sanitario tomando muestras tienen un cariz más inquietante que ficticio. Y es probable que hoy ese edificio de las Ramblas fuera un airbnb, y que la Niña Medeiros estuviera  harta de aguantar turistas borrachos. Pero lo sucedido durante la grabación esa noche de Mientras Usted duerme, sigue siendo tan efectivo como lo fue aquel viernes de noviembre de 2007.

jueves, 9 de junio de 2022

Terrifier (2016). El asesino cansino

 


De como la figura del payaso se ha convertido  de algo cómico y cercano a  os niños a uno de los monstruos recurrentes, hay tantas teorías como versiones de esta. Desde su reconocimiento como fobia, pasando a su aparición más conocida como Pennywise, otras aproximaciones más centradas en el humor, como Payasos asesinos del espacio, i incluso la figura real de John Wayne Gacy o la mutación memética cuando, en 2016, hubo una ola de avistamientos de payasos siniestros (podemos decir lo que queramos de 2020, pero la década anterior también fue muy loca). Su rostro pintado con una sonrisa, sus bromas simples, pueden darse la vuelta y convertirse en algo perturbador. Tanto, que lo más sencillo a la hora de empezar una historia de terror sería situar un payaso en un entorno que no le corresponde, y el resto, prácticamente se hace solo. Ocurrencia que tuvo Damien Leone cuando, a partir de un corto, decidió recurrir a  esta figura como eje central de dos largometrajes, y probablemente, de más de tres.


Terrifier comienza con una entrevista a una joven terriblemente desfigurada, superviviente de na serie de violentos asesinatos que tuvieron lugar el pasado Halloween. Su testimonio da paso  a lo sucedido hace meses, cuando dos chicas volviendo de una fiesta se encuentran con un hombre vestido de payaso que comienza a seguirlas hasta una pizzería, donde una de ellas no duda en encararlo, y al que pierden la pista cuando este es expulsado del local. Entre una considerable borrachera, y tras descubrir que las ruedas de su coche han sido pinchadas, no tienen más remedio que esperar a que la hermana de una de ellas acuda a recogerlas. Unas pocas horas que supondrán quedar atrapadas en un edificio ruinoso donde el payaso que habían encontrado previamente las ha elegido, a ellas y a todos los que se cruzan en su camino, como víctimas a las que no dudará en torturar antes de dar muerte.


Pese a tratarse de una secuela de All Hallow´s Eve, el film antológico donde el personaje, bautizado como Art el payaso, aparecía por primera vez,  la película es independiente de esta, sin que haya un hilo conductor sobre la presencia y motivos de este. Y que supone un paso más respecto de figuras clásicas como Michael Myers, Jason o incluso Jigsaw, ya que parece convertirse en la encarnación definitiva del monstruo, el asesino enmascarado que acecha a la víctima. Sin un atisbo de moral, pero tampoco sin n trasfondo más allá de ser el villano, y en este caso, de serlo de manera absoluta: capaz de recurrir a armas tan grotescas como un látigo hecho con escalpelos y jeringuillas, de mutilar a sus víctimas  de forma que roza el torture porn, pero también de sacar un arma de fuego y recurrir a un disparo cuando el juego está a punto de terminar en su contra. Un personaje que oscila entre lo grotesco, con números propios de un payaso, y lo sobrenatural, opción un tanto arbitraria por la que su creador decide optar  con tan pocas explicaciones como la aparición del monstruo.

Como decía Lars Von Trier: si todo se va a ir a la mierda, es mejor empezar las cosas bien

A este hay que reconocerle el convertirse en  el principal pilar de una película que no deja de ser un slasher, y que es lo que pretendía desde un principio. Los personajes están ahí  para ser masacrados uno tras otro, si bien niega el aspecto más lúdico de este género: tras los primeros minutos, el público sabe que estos están condenados a  una situación  de la que será imposible salir, y lo único que  se puede hacer es ver como, por un momento, creen que pueden escapar.


El tratamiento se vuelve de este modo muy oscuro y muy inspirado en el grindhouse de los setenta, al que no dudan en referenciar usando en muchas ocasiones una textura de grano en el metraje…que, aunque quieren emular a esas películas gastadas, el presupuesto juega en su contra y acaba pareciendo un filtro de Instagram puesto a posteriori. Con una estética, intenciones, y sobre todo, un personaje antagonista tan pensado para ser los principal, a la película le sucede lo que podría esperarse: este acaba cayendo en la segunda mitad en lo repetitivo, consistiendo  en un payaso siniestro desapareciendo, unos personajes que “parece” que van a escapar, con la aparición súbita de este (con el carácter sobrenatural sacado de la manga, justificamos hasta el teletransporte) y la posterior escabechina. Poco importa que  lo aturdan, lo pateen o le sacudan  con una bombona, como hace en un momento dado, uno de los secundarios (un exterminador de plagas, víctima involuntaria, del que no habría estado mal verlo ofreciendo más guerra), porque el monstruo va a volver, y de los muertos si hace falta…hasta el punto en que la hora y 26 minutos de metraje llega a convertirse en algo bastante largo.

Terrifier puede resumirse en la frase hecha de “es lo que hay”. Un slasher donde hay bastantes referencias al grindhouse, y donde deciden llevar al límite las convenciones del género, y del que, o te gusta, o no. Aunque parece que Leone ha triunfado con su personaje y se estrenará un Terrifier 2 donde Art, si sigue en su línea, no va a dejar a nadie vivo.

jueves, 2 de junio de 2022

Veneciafrenia (2021). Turista, vete a casa

 


Uno de los momentos más satisfactorios en las historias de error es ver como alguien es puesto en el lugar que le corresponde. Seguramente porque en la realidad  es lo contrario, pero la codicia, la mezquindad o  el egoísmo no solían tener un buen final. Algo similar a los cientos de adolescentes  descerebrados que fueron troceados por diversos asesinos con vistosas máscaras y pocas palabras. La estupidez no es una virtud, parece. Y ay algo perversamente satisfactorio en sentir mayor empatía  por el asesino que por sus víctimas. Sean adolescentes, ejecutivos o incluso turistas, el arquetipo  al que recientemente se le ha achacado el deterioro de las zonas históricas, la reducción de la oferta de vivienda y hasta la especialización en un solo sector económico. Una serie de males demasiado  centrados en un único culpable (aunque, si la afición de un porcentaje de estos es tirarse por las ventanas, lo mismo algo tienen) que, unido a su actitud despreocupada, sirve para caracterizarlos como la víctima carente de simpatía perfecta. Unas víctimas con las que Eli Roth se despachó a gusto en Hostel y a las que Alex de la Iglesia atormenta de una forma más elegante en los canales de Venecia.


2019. Los habitantes de Venecia, los que todavía quedan en una ciudad convertida en un reclamo turístico, se manifiestan ante la entrada del puerto contra la llegada masiva de los gigantescos cruceros. Bajo gritos de “sois la verdadera plaga”, un grupo de jóvenes españoles desembarca en la ciudad de los canales con la intención de celebrar una despedida de soltero a lo grande. Tras un susto inicial poco después de subirse a una de las lanchas que actúan como taxi, estos olvidan  pronto el encuentro con un grotesco personaje que  los molesta en un trayecto. La fiesta continúa, y tras una extraña rave en una de los palacios de la ciudad, y la desaparición de uno de los miembros del grupo, empiezan a darse cuenta  de que no todos los habitantes de la ciudad están satisfechos con la afluencia de turismo. Algunos, hartos, no dudarán en comenzar su particular vendetta contra los responsables del progresivo deterioro de su  hogar. Aunque esto suponga recurrir a lo que  es capaz de espantar a todo turista: el propio miedo.



La película es la primera entrega de la Fear Collection, una serie de producciones de terror españolas en la que se estrena con muy poca diferencia de tiempo en cine y en plataforma streaming, y cuya idea recuerda a la intención de la Fantastic Factory. Aunque  en el caso actual, el resultado, aun irregular, es mucho más prometedor que la iniciativa de Filmax en el 2000 (pese a todas mis simpatías con los profundos gallegos de Dagon). Alex de la Iglesia opta por un guion que se acerca más al giallo que  al torture porn que podía esperarse con la primisa inicial. Los escenarios y la estética del carnaval veneciano son mucho más cercanos a este, y se aprovechan o solo en los créditos iniciales, sino en los exteriores donde se combinan el aspecto decrépito de las mansiones con una aproximación más exagerada a las figuras del carnaval de la ciudad: uno rave imposible en unos sótanos que no pueden existir en una ciudad construida sobre pilares, un teatro  semi inundado en cuyo decorado pueden encontrarse referencias desde Böcklin hasta Metropolis, y una serie de asesinatos, más escasos de los que se esperaba, estilizados y en algún momento, sorprendentemente creativos.


La influencia de este género está presenta tanto en lo estético como en muchos de sus recursos narrativos: la posibilidad de que cualquiera puede  ser sospechoso, los giros de guion, a veces imposibles, a veces retorcidos, y sacrificar un poco la coherencia en favor del aporte visual,. Lo que también hace que no sea una de las películas más logradas del director: un desenlace que no consigue estar a la altura y suponga un resultado visualmente interesante, fácil de seguir, pero no de los mejores.



En esto se nota también la intención principal del guion:_ que ni uno de los personajes despierten la menor simpatía. Algo habitual en el cine de terror cuando se busca su aproximación más lúdica, pero también un recurso bastante perezoso: el logro es que uno se preocupe por ellos, no por querer tirarlos a un canal a los cinco minutos de película. La presentación de los protagonistas consigue este efecto, que era el que admiten estar buscando desde el principio: la protagonista mandona, el novio nefasto, el hermano porrero, la pareja insufrible y la amiga guapa que en realidad no son otra cosa que turistas ruidosos buscando divertirse en el viaje, pero en los que ese refleja todos los comportamientos despreocupados y a veces irritantes que todos hemos tenido en alguna ocasión. Llevados hasta el extremo, de forma esperpéntica y buscando que el interés esté más de parte de los paisanos  que los miran con desprecio, del policía que hace su trabajo, y sobre todo, del personaje de Giacomo, el taxista convertido involuntariamente en su aliado y que se mueve entre el mundo de estos y el de  unos vecinos que lo consideran un traidor. Y que, por resultar menos excesivo que los personajes principales, es más fácil seguir la trama a través de este.

Veneciafrenia no es el estreno más brillante d ela iniciativa de Fear Collection. Demasiados recursos sacados del slasher trillado, trucos bastante pobres en el guion (por lo visto en Venecia se puede matar a alguien y decir que es parte del espectáculo, y la gente se lo cree. Varias veces). Busca demasiados escenarios comunes, intentando parecerse al giallo, desde las investigaciones sacadas de la manga hasta los hospitales psiquiátricos abandonados, y acaba teniendo que depender de sus escenarios así como esa relación entre dependencia y rechazo a la figura del turista moderno. Pese a ello, esta última parte cumple lo que se propone, resultando una producción llamativa y con buenos momentos de humor negro. No lo bastante como  para verla en el cine, pero sí como para dedicarle una tarde en la plataforma del señor Bezos mientras se espera el largometraje de Balagueró.


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