lunes, 28 de abril de 2014

47 Ronin (2013). Samurais para todos los públicos.


Las tradiciones orientales no son un tema muy habitual en el cine occidental, y menos de consumo. Aunque los últimos años, sí se han recogido en muchas películas los giros y características de su cine, a modo de homenaje a las “películas de chinos” de toda la vida, como El hombre delos puños de acero, o a las formas de teatro tradicional, como Bunraku. El retomar una leyenda japonesa, es una opción menos conocida. Y teniendo en cuenta los giros y particularidades de su narrativa y filosofía, mucho más arriesgado. 



47 Ronin se ha basado precisamente en una de las leyendas más populares de Japón, la de los 47 samurai que habiendo adquirido el estatus de ronin (un samurai sin amo al que servir), deciden vengar la muerte de su señor a manos de un noble rival, pese a la prohibición expresa del shogun y la pena de suicidio ritual que este, y su código de honor, les impondría. Sin embargo, la versión en cine añade no solo elementos fantásticos y una subtrama romántica, sino también a una cara conocida incluyendo como protagonista a Keanu Reeves, que interpreta a Kai, un mestizo salvado de los demonios Tengu por el señor de Ako y enamorado de la hija de este, que pese al desprecio de los samurais, aportará la ayuda y conocimientos mágicos necesarios para vengar a su amo y salvar a la chica.

 

De todos los fallos que tiene la película, el principal es no ser capaz de narrar correctamente la historia que pretende contar. Con las leyendas orientales hay un problema muy concreto, y es que estas se han planteado desde una forma de pensar muy concreta y que a menudo resulta chocante para el público ajeno a esa cultura. No es difícil superarlo si se trata de una producción oriental, con sus propios valores, y donde formas de pensar como el bushido o su sentido del honor pueden resultar mucho más comprensibles. Pero cuando del material original se conserva solo la historia y sus giros, recurriendo a la forma de filmar propia de una superproducción de las de siempre, no da buen resultado. Y todo se queda en una primera parte llena de secuencias mostrando la cultura japonesa que se hace muy lenta, una segunda algo más dinámica por ser una historieta de fantasía y lucha con una ambientación algo más exótica de lo habitual, y un desenlace, que tras haber sido narrado lo anterior de una forma muy tópica, recuerda más al Escuadrón Suicida de La vida de Brian que a un final trágico propio de la leyenda original.


Voy a hacer yo lo mismo y poner la foto de un perseonaje que casi no sale, porque era lo que más molaba de la película. 

Los elementos fantásticos también parece que salen para justificar las 3D en la que se estrenó la película. En concreto, la persecución inicial de una bestia mitológica no tiene mucho sentido más que el de recordar que esto no es Japón de verdad, sino un país fantástico con señores vestidos con kimono. Otro tanto para los orígenes de su protagonista, que sirven para justificar las secuencias en el bosque de los Tengu, o su enfrentamiento con una malvada hechicera capaz de convertirse en zorro, dragón y trapo (aunque esto último me parece un truco muy útil a la hora de limpiar). Aunque me guste el género fantástico, y vea con mucho más interés una película de este tipo que una ambientada en el Japón feudal sin más, dan demasiado la impresión de ser añadidos, y que esta funcionaría igualmente sin todas esas tramas ni efectos especiales. Además, la intención de hacerla más fantástica se nota hasta en el poster promocional: el tipo con el tatuaje de esqueletos no es ni un secundario, sino un figurante muy molón que aparece un par de minutos en una localización poco importante.

Deshonrados por las críticas, los 47 samurai deciden hacerse el harakiri con un cuchillo de postre


47 Ronin no ha sido precisamente el trabajo más lucido de Keanu Reeves. Este se limita a estar correctito y aprovechar su aspecto para justificar su presencia para como protagonista, para el público general, entre un reparto sin caras conocidas. Sus dos horas, que tampoco ha sido lo más extenso de lo que se estrena en los cines, se hacen demasiado lentas con tanto cambio de narrativa. Y sobre todo, se queda esa impresión de haber querido contar una historia ajena que no han sabido hacer suya. 

jueves, 24 de abril de 2014

Wasting Away/Zombie Town (2007). Mis amigos son unos zombies. Y no se han dado cuenta.


Zombies he visto en muchas películas, algunas bastante malas. En plena epidemia, en el futuro, en la Guerra de Secesión  y hasta en plena comedia romántica. Pero lo que nunca llegó a interesarme fue ese género en el que la historia se cuenta desde el punto de vista de los propios muertos vivientes. Puede ser interesante desde el punto de vista dramático y de dobles lecturas, como pude comprobar en el comic Pariah. O en el peor de los casos, una cosa tan aburrida y pretenciosa como la cinta de Dead Creatures. En cambio, no conocía ninguna comedia que aprovechara esta situación para darle una vuelta de tuerca al género.


En Wasting Away, la epidemia zombie empieza como cualquier otra: un experimento fallido para crear supersoldados hace que estos, en vez de rana, les salgan zombies. Pero un vertido de esta sustancia se mezcla accidentalmente con las bebidas que sirven unos chicos en un bar. Un poco después, estos empiezan a notar que la gente que les rodea se comporta de forma extraña: se mueve y habla a una velocidad vertiginosa, y los que no huyen al verlos, intentan matarlos. Un soldado les informa de lo que ha pasado, y que por algún motivo, ellos se han inmunizado a la epidemia. Claramente, hay gente afectada por el vertido, pero todavía no está muy claro. Aunque el que a ellos se les caigan los miembros según caminan, tal vez sea una pista.



Lejos de otros intentos más serios, la intención de la película es la de ser una comedia, sin más. El humor queda muy lejos de la comedia negra y más cercano al de la parodia del género, contando con todos los elementos que hoy son clásicos del género: experimentos fallidos, militares recorriendo las calles y supervivientes intentando librarse de los zombies. La diferencia es que todo esto se ve desde el punto de vista de estos últimos, que además de el no saber lo que está pasando, no son especialmente brillantes. En algunos casos, el humor es bastante grueso, y determinados protagonistas a los que han caracterizado como excesivamente cándidos, no ayudan. Hacen que las situaciones cómicas queden muy poco pulidas, o que se note que están ahí para promover una secuencia absurda. En cambio, es el protagonista militar, o que al menos se esfuerza en serlo, el más divertido de la película: no solo provoca que los personajes estén cada vez más confundidos con su situación, sino que protagoniza escenas realmente delirantes como disfrazarse de camarero mexicano en un restaurante, o sacar explicaciones de lo más peregrinas para las situaciones más obvias.



La filmación también es un homenaje al cine de zombies, desde La noche de los muertos vivientes a El regreso de los muertos vivientes. De la primera, el guiño más evidente es el utilizar el blanco y negro en todas las secuencias protagonizadas por los personajes vivos, y la trama de los militares y el vertido químico, a la segunda. Bueno, a esta y a infinidad de series B, videojuegos y algún que otro cómic, porque estas son premisas que no pueden faltar en la mayoría de historias. Incluso hay algún chiste más directo a costa de George Romero y en concreto, a costa de La tierra de los Muertos.…¡Con lo que a mí me gustó esa película! Y eso que un par de detalles también los sacaron de ahí.




La realización es lo más chocante, principalmente por lo amateur que esta resulta: las interpretaciones, en realidad, son normalitas tirando a flojas. Menos el personaje del soldado, que es el que se ocupa de la mejor parte cómica. Aunque esto tampoco es tan grave porque he visto películas donde los actores era para tirarlos a un pozo. Las cámaras y los filtros que utilizan hacen que esta quede como si fuera un corto de aficionados o como si hubieran rodado con un Iphone. Comparada con esta, producciones hechas vía crowdfunding como Iron Sky cuentan con un resultado más profesional. Claro que esta última era mucho más floja.  No debería quejarme de detalles como estos, teniendo en cuenta que las películas que más me han gustado son series B de hace treinta años con muy poquitos medios. Pero el ver una película de bajo presupuesto en plena época digital resulta un poco extraño, y cuesta acostumbrarse. Pero en el fondo, Wasting Away viene a ser lo mismo que ellas: una película muy de serie B, que sin llegar al nivel de Shaun of the Dead, resulta una comedia muy simpática. Y que fue capaz, siete años de antelación, de parodiar un género que entonces no se pensaba que llegara a alcanzar el estatus de moda cinematográfica. 

lunes, 21 de abril de 2014

Snowpiercer (2013). El sector ferroviario en la era glacial


Durante el 2013 gran parte de las películas de ciencia ficción que se estrenaron tenían un componente bastante apocalíptico: a las noticias sobre Elysium y Oblivion las siguieron su proyección en los cines, pero una de estas se hizo esperar hasta el año siguiente. Al menos, en Occidente. Porque Snowpiercer no solo cuenta con el argumento más original de todas ellas, sino que se trata de una producción coreana basada en un comic francés. Que en cuanto pueda, lo leeré, aunque dicen que la adapción es bastante libre.



Snowpiercer comienza diecisiete años después del fin del mundo. La expansión de un químico que acabaría con el calentamiento global provocó una nueva era glacial y la extinción de los seres vivos (y esto implica el peor escenario posible: un planeta sin gatos). Los únicos supervivientes han sido los pasajeros de un gigantesco tren, capaz de autoabastecerse y que da la vuelta al mundo año tras año sin detenerse. Todo tren de largo recorrido cuenta con vagones de primera y tercera clase, y en este caso, las diferencias entre los pasajeros de primera y los de cola se han ampliado hasta extremos imposibles.  Y los de este último se han hartado de ser tratados como prisioneros, de alimentarse con sobras y ser diezmados cada vez que intentan rebelarse.  Pero los fracasos de la última década no impiden que una vez más, los pasajeros más desfavorecidos intenten  alcanzar los vagones principales y pedir cuentas al responsable del tren, del que se dice que habita en la maquinaria principal.



Además de estar basada en uno, tanto la premisa como los personajes de la película son completamente de comic. Si el ver a la humanidad reducida a viajar en tren por siempre jamás resulta absurdo, también los son los personajes que pueblan cada vagón. Tanto su actitud como costumbres resultan a menudo exageradas e imposibles, pero que por esto encajan bien en su planteamiento. Gran parte de lo que sucede también es igual de inesperado y pensado para salvar el guión a un ritmo rápido: si los protagonistas necesitan saber qué hay detrás de cada puerta, solo hace falta que un personaje sea clarividente ¿Qué parece un poco pillado por los pelos? Pues también lo es eso de meter a la humanidad en un tren a dar vueltas…


Nightmare Fuel

La estética, a menudo que avanzan los protagonistas a través del tren, se va acercando a la fantasía más oscura y surrealista: secuencias donde un vagón lleno de destripadores de pescado que dan lugar a otro donde se ha instalado un acuario, resultan completamente oníricas….y cuando llegan a un vagón parvulario, es entrar directamente en el terreno de las pesadillas.  Todo esto no sería posible sin el esfuerzo que invirtieron en detallar cada uno de los vagones. Se nota que el concept art ha sido una parte importante y que no se ha desaprovechado. Y aunque la acción principal sea en un interior, hay unas cuantas tomas del tren circulando por paisajes helados y rompiendo bloques de hielo, de donde deriva su nombre. Estos escenarios, donde las ciudades aparecen cubiertas de una nieve blanca sorprendentemente luminosa, contrastan con la oscuridad de los vagones de cola y con la extrañeza de los siguientes que va mostrando el tren.

El reparto cuenta con Chris Evans, que se ha hecho famoso por interpretar al Capitán América y lo cierto es que me ha parecido mucho menos blandito que en otros papeles. El chico se va defendiendo bien, y eso que sigue teniendo una cara un tanto panera, por mucho que en la caracterización le calzaran una barba de cuatro días. Pero con secundarios como los que lo rodean, es fácil olvidarse del protagonista para encontrar caras conocidas: John Hurt hace de mentor de los rebeldes, Jamie Bell tiene un papel relativamente breve, limitándose a correr mucho y pegar golpes, aun siendo de esos actores reconocibles. Y si sorprende ver a Ed Harris, además de bastante mayor,  en un papel que recuerda un poco a El show de Truman, mucho más lo es el de Tilda Swinton. Esta mujer suele ser muy camaleónica, pero en este caso se sale, con un personaje y caracterización completamente grotesco, estrafalario, y que a veces me recuerda un poco, solo un poco, a Margaret Tatcher. Aún así, esta es una de las partes que más falla porque el protagonista se queda un pelín esbozado, y los mejores son los secundarios que lo rodean. Pero era algo de esperar, al tratarse de un grupo numeroso de protagonistas, y de los que se sabe que muchos de ellos no van a llegar al final del viaje.
 

 Más allá de su punto de partida llamativo, la narración se ha desarrollado muy bien, tanto a nivel de ritmo como de historia. Son dos horas en las que se disfruta de principio hasta casi el fin el desarrollo de la ambientación, cómo se recrean en lo rara que esta se va volviendo, y sobre todo, que el nivel de tensión e interés se mantiene durante casi todo el tiempo. Incluso cuentan con un par de detalles argumentales bastante interesante, que van desarrollándose a lo largo de la película para convertirse en algo clave: las revoluciones y la posibilidad de manipularlas desde el exterior, y el concepto de “one arm and a leg”, o el dar una parte de uno mismo por alguien. El número de mutilados en el vagón de cola es bastante abundante por motivos que se explican después, y tanto uno de los personajes como el protagonista deben perder un brazo intentando salvar a un niño.


Más Nightmare Fuel

 Comparado con el dinamismo de la primera parte, el desenlace se hace un poco más pesado: los diálogos que antes eran bastante concisos se empiezan a alargar, dedicando bastante rato a exponer las teorías y motivos de determinados personajes. Y con esto acaban produciendo incongruencias bastante gordas que hasta hace poco habían pasado por alto, como el hecho de que los protagonistas tuvieran que recurrir al canibalismo durante los primeros años, pero luego pongan el grito en el cielo tras descubrir que su comida se hace con cucarachas (en realidad esto es comprensible. Las cucarachas dan mucho asco), o que elementos, como el reemplazo de las piezas del tren, se resuelva un poco a la ligera y de una forma pensada para ofrecer un giro final al guión.

Estos quince minutos finales cortan bastante el ritmo, y la coherencia de lo visto anteriormente, pero además de recuperarse rápido, no es suficiente como para considerar que Snowpiercer tenga un mal desenlace o que me haya decepecionado. Más bien al contrario: igual que ese tren dando la vuelta a un mundo congelado, me ha parecido divertida, original y en muchos casos, bastante estrafalaria. 

jueves, 17 de abril de 2014

Lecturas de abril


Esta vez he tenido que cambiarle el nombre a la entrada. Ha pasado casi un mes desde la última vez que subí un batiburrillo de libros, pero entre la lectura de algunos comics, y el haber terminado el quinto de Canciónde hielo y fuego, he acabado por tardar algo más de lo que solía. 


Laurent Binet. HHhH (Himmlers Hirn Heisst Heydrich). Sobre la Segunda Guerra Mundial se ha escrito de todo. Sobre la operación Antropoide, otro tanto. Pero la elección de Binet a la hora de recrear el atentado contra Reinhard Heydrich, el jefe de la GESTAPO y protector de Praga, es muy distinta. Lejos de la exposición de datos completamente objetiva, o de la novela histórica, ha optado por recrear su propio viaje como investigador y escritor a la par que narra la vida de Heydrich y de los miembros de la resistencia que llevaron a cabo el atentado. La historia de todos ellos comienza con los documentales que este vio de niño, con las referencias de familiares que vivieron durante la época, y con sus viajes a la república checa, búsqueda de documentación y lo que ello conllevó en muchos casos (entre otras cosas, una monumental bronca con su pareja de entonces. Que estaba hasta arriba del tema). 

Estos párrafos, muy breves, se entrelazan con la recreación de los primeros años de Heydrich, el desarrollo de la guerra en los territorios ocupados, y sus propias dudas como escritor. A menudo, a mitad de una parte de la narración, expone sus reparos a la hora de humanizar demasiado a personajes de los que no tiene información suficiente, o que determinados párrafos le parecen demasiado novelescos. O directamente, ponerse a exponer por qué todas las opiniones positivas sobre el atractivo físico de Heydrich no le parecen acertadas, digresión que resulta bastante desconcertante.
En realidad esta forma de narrar un hecho histórico es lo que hace más interesante el libro. El lector llega a un nivel de complicidad bastante alto con el autor, hasta el punto en el que ese estilo de narrativa, que intenta parecer objetivo pero que en el fondo es casi más personal que una novela, cuente con mucha más emoción de lo que podría tener una novela al uso.  Al final resulta una lectura muy distinta, que no es una novela exactamente, pero tampoco un ensayo, sino una forma de acercarse a un momento de la historia mucho más dinámico y personal que un tratado objetivo. 


Jonathan Swift. Battle of the Books. Aunque su obra más famosa sean Los viajes de Gulliver, Swift también se encargó de otros textos de componente satírico. En este caso, se encarga de contar la batalla entre los textos clásicos y los modernos que tiene lugar en una biblioteca. El objetivo de esta es reconocer la verdadera importancia de uno u otro bando en el mundo del conocimiento. Pero como Swift reconoce, el único motivo de las guerras es la codicia.  Hoy tiene su gracia que ambos bandos se hayan convertido en clásicos (como mucho, podrían batirse contra Breve historia del tiempo, de Hawking), y que lo del conocimiento no sea tanto por él mismo como por ser parte de la cultura universal. Pero lo que sigue igual de fresco es la ironía con la que describe el comienzo de las rencillas (una discusión bastante tonta sobre un par de insectos que deambulan por la biblioteca) y la manera de retratar la encarnación de vicios como la Hipocresía o la Estupidez, encarnados en monstruos grotescos.

La batalla de los libros es muy breve, y junto a su estilo deudor de las tragedias y de las narraciones épicas junta lo irónico de describir los papeles que desempeñan los distintos tipos de libros: desde caballería hasta fusileros, pasando por saqueadores del campo de batalla. El describir cómo las letras y la tinta se escapan a través de la herida en las cubiertas de un tratado filosófico me ha recordado a lo que haría Jasper Fforde varios siglos más tarde. Pero un poco más ácido que el creador de Thursday Next, claro.

lunes, 14 de abril de 2014

Danza de dragones. Aguanta, Martin, que falta muy poco.


Justo cuando la emoción por este quinto tomo ha dado paso a la ansiedad por Vientos de invierno, me he acordado de empezar Danza de dragones.  Y es que parece que siempre voy a revés con Canción de hielo y fuego: que hay prisa por el nuevo libro, pues me lo tomo con calma. Que Festín de cuervos lo consideran aburrido, pues a mí me gusta más…

En este caso, es difícil plantearse este último libro como uno solo, teniendo en cuenta que es la segunda parte de Festín. Este último podría parecer el más lento de la serie, quizá por contar con los personajes de menos gancho. Pero también era el más dramático y el que mejor reflejaba el horror de una guerra y muchas de sus consecuencias. En su segunda parte retoman la historia los personajes  más carismáticos y que en peor situación se encontraban tras Tormenta de espadas: Tyrion huye de Poniente tras asesinar a su padre, Daenerys se ha proclamado la reina de Meeren e intenta mantener a raya a sus dragones y a las revueltas provocadas por los antiguos esclavistas. Jon Nieve negocia como puede con Stannis y Melisandre, que sigue empeñada en echar al fuego todo lo que huela a sangre real. Y un hombre torturado y enloquecido al que todos llaman Hediondo deambula junto a la manada de perros de Ramsay Bolton.

Con ellos, la trama tiene un avance mucho mayor, al contar por fin con la llegada de Tyrion y los Martell hasta Meeren, o del crecimiento de los dragones. Los personajes también han avanzado con ella, y en ocasiones sorprende la diferencia de comportamiento desde que el lector los conoció: nadie hubiera imaginado a Daenerys perdiendo la cabeza por un mercenario, ni al propio Tyrion sin más ganas que de emborracharse y de olvidar todo lo que le ha caído encima. Muchos de ellos no han gustado a los lectores, aunque en general los he visto bastante lógicos debido a la madurez, o incluso el nivel de cansancio que Martin ha ido haciendo que estos acumulen. Y quizá, precisamente por esto, hacen que a menudo empiecen a caernos mal, a plantearnos por qué hacen tonterías, y en general, tomarlos como si fueran personas de carne y hueso. El que un escritor sea capaz de hacer que sus lectores vean así a sus protagonistas demuestra que sabe lo que está haciendo.

Los elementos sobrenaturales empiezan a tener un peso mucho mayor también: la mención a los cambiapieles es mucho más habitual, especialmente ahora que los salvajes (o el pueblo libre) forman gran parte del Muro. Los Otros también se convierten en una amenaza a tener en cuenta para la Guardia Negra, cuando hasta hace poco era algo muy puntual. O que directamente, estaban pasando demasiadas cosas como para darles mayor peso. Quizá en algunos casos parece que se le haya ido la mano con la parte fantástica, pero no tanto por los dragones o los zombies, sino por Arya. Su trama, como aprendiz de asesina superando todo tipo de pruebas, me resultó imposible, aún con toda la determinación que siempre tuvo el personaje. Y es que esto de las sociedades secretas siempre me ha parecido bastante de serie B, y el típico recurso que los escritores utilizan cuando le quieren hacer un giro inesperado.



Pero el mayor defecto viene a ser el mismo que en Festín de cuervos: su extensión. No debería criticársele, teniendo en cuenta la cantidad de personajes y su dispersión. Pero en muchos casos parece que hay demasiadas ganas de que esta dure: hay párrafos refiriéndose a actividades completamente anodinas, como levantarse, desayunar o usar el orinal (literal. Es lo primero que hace Jon Nieve en un capítulo). Y con la trama de Tyrion, es especialmente desconcertante: no solo sufre unas cuantas peripecias para llegar a Meeren, sino que le añaden un nuevo personaje: Penny, una enana con la que se hará pasar por artista itinerante y cuya relación con ella ni él mismo la tiene clara. Muchos se quejaron por ser un truco muy cutre para ralentizar los acontecimientos, pero yo no puedo opinar sobre esto porque todavía estoy desconcertada: ¿ha sido un recurso cutre, está justificado, se marcarán un posible romance, o Martin hará lo habitual, que es liquidar personajes?

Por suerte, esta forma de estirar las situaciones se compensa gracias a que Danza de dragones sigue manteniendo el interés y el dinamismo: han pasado demasiadas cosas como para abandonar ahora por aburrimiento, y desde luego, el ritmo de la narración nunca ha sido tedioso, aunque recurra a algunos trucos para ralentizarla. Además, cuenta con algunas dosis de humor, a veces por parte de los personajes, o a veces por la situación, que se agradece mucho. Y si no fuera poco con los pueblos libres haciendo mofa del vello facial de la reina Selyse, la única aparición de Tommen en todo el libro consiste en el futuro rey hablando sobre sus gatos. Cosa que apoyo incondicionalmente.
  

jueves, 10 de abril de 2014

Knights of Badassdom (2013). Disfraces, espadas de goma, y un libro de magia auténtico


Las uñas hacen +2 de daño al sofá

El nombre de Peter Dinklage no sonaba mucho hasta que en 2011 este actor apareció como Tyrion Lannister en Juego de Tronos. Ryan Kwanten quizá algo más entonces, aunque ser Jackson Stackhouse tampoco era especialmente memorable. Pero estos nombres en el cartel, además de Summer Glau y un par de camenos de actores geeks, no impidieron que Knighs of Badassdom estuviera una temporada bastante larga en forma de trailer antes de su estreno definitivo.

Este tenía todo lo que hacía falta para poner los dientes a su público objetivo: una película pensada para frikis, en el que el transfondo principal es una partida de rol en vivo, sus jugadores, y el demonio que siembra el caos tras invocarlo por error. Su protagonista, un mecánico sin ambiciones, es arrastrado en plena resaca por sus amigos a un evento de rol en vivo medieval. Según ellos, la mejor forma de olvidar la ruptura con su novia es volver a encarnar a su paladín y acompañarlos en el papel de mago y guerrero durante el fin de semana. Parece una buena idea tras conocer a una chica bastante guapa, pero no tanto cuando, tras utilizar como atrezzo para un hechizo un auténtico libro de magia, su amigo invoca a un demonio real. Que además, ha adoptado la forma de la ex que acaba de abandonarlo.


Lo primero que salta a la vista, y que más se disfruta, es que se trata de una película hecha por y para frikis. Los chistes acerca de los eventos de rol en vivo, de los piques entre los distintos juegos (en concreto, con Vampiro la Mascarada), la música metalera y la caracterización de los personajes, bastante nerd y un poco patética a ratos, se reconocen fácilmente y precisamente tienen mucha más gracia al ser hechos por alguien que sabe de lo que está hablando y evitar los estereotipos. Esto se nota porque no hay un solo chiste sobre la falta de chicas en esa afición. Y, exceptuando que el personaje de Summer Glau sea el interés romántico del protagonista, estas aparecen completamente integradas en las actividades, sin que sea algo que desconcierte a los personajes. O saben que este tema ha sido superado desde hace diez años, o no son los de Big Bang Theory. 


Hay caras conocidas, pero la aparición que más se ha publicitado es la de Peter Dinklage, tanto por Juego de Tronos como por aparecer la mayor parte del tiempo con una cota de malla. Su personaje es bastante divertido y su caracterización, entre la de alguien bastante extraño o un héroe (al menos en su mundo) hace que llame la atención, pero en realidad es bastante breve y no llega ni a la mitad de la primera parte. Aunque cuenta con una secuencia en la que explota todo el carisma adquirido por el actor en los últimos tres años. Comparada con él, es mucho menos conocida, y más breve, la de Dany Pudi, pero fue toda una sorpresa encontrarlo por ahí disfrazado de mago.


Los principales fallos son tanto los efectos como el desarrollo. La película será de bajo presupuesto, pero en ocasiones salta a la vista al añadir unos efectos digitales que parecen directamente pegotes. Y es que con el Fx maker de los móviles se han conseguido hacer llamaradas mucho más creíbles. El guión tampoco sale muy bien parado a grandes rasgos, porque de tanto centrarse en los gags de temática friki, resulta un poco repetitivo, y en buena parte se limita a presentar al demonio yendo a por una víctima tras otra. Se va haciendo llevadero gracias a un desenlace muy acorde con el tono de la película, pero en la parte media hace que el ritmo baje bastante. Se echa en falta haber pulido un poco más esa parte, y de paso, arreglado algunas secuencias que ahorraran esos efectos por ordenador de juzgado de guardia. Pero solo esas, porque lo que es con la aparición de un monstruito de goma a la vieja usanza estoy encantada.

Como suele pasar cuando una película de este tipo tarda en estrenarse, las expectativas se elevan un poco y el resultado puede parecer decepcionante. Y con algo como Knighs of Badassdom, no es recomendable: ya con el trailer se nota tanto el estilo, la historia y la realización. Y aunque no se trate de los chistes más ingeniosos y el guión mejor resuelto, sí pueden disfrutarse sin problemas unos gags y situaciones planeados por quien sabe sobre lo que ha escrito. 

lunes, 7 de abril de 2014

Capitán America: el soldado de invierno (2014). Acabando con la administración de SHIELD


Desde que se empezó a gestar la idea de Los vengadores, todas las películas de los superhéroes de este grupo se plantearon como historias acerca de sus orígenes, y en menor medida, como la ambientación previa del universo Marvel: nombres como SHIELD, Nick Fury o Viuda Negra iban oyéndose o apareciendo en cada entrega. Las secuelas que se estrenaron después conservaban cierta independencia de esta situación global, limitándose en la mayoría de los casos a la escena de los créditos para adelantar la siguiente entrega. Iron Man3 trataba en parte el stress postraumático de Tony Stark y El mundo oscuro servía para traer a Thor de vuelta a la tierra, pero ha sido el Capitán América el que narra más de cerca la continuación de las actividades de SHIELD. 


Steve Rogers, al que se conoce oficialmente como El capitán América, se ha adaptado al nuevo siglo y a su trabajo con la agencia: lleva una vida normal, hasta mantiene una libreta donde anota todos los discos y películas que se ha perdido en los últimos sesenta años, y sigue llevando a cabo misiones para SHIELD junto con la agente Viuda Negra. En cambio, no parece muy contento con el nuevo sistema de trabajo, en el que un soldado desconoce las tareas asignadas a su compañero y donde todos parecen guardar secretos oficiales. El propio Nick Fury acaba siendo víctima de la compartimentación de la información que defendía ante Rogers: tras ser perseguido por un grupo de agentes desconocidos y un terrorista a sueldo conocido como el Soldado de Invierno, consigue llegar hasta Rogers y entregarle un disco con información relevante para la agencia. Este parece contener algo todavía más importante que los datos sobre el último programa de vigilancia aérea de SHIELD. A partir de este momento, el Capitán y la Viuda Negra se convertirán en fugitivos de su propia agencia, a los que solo les queda descubrir qué es lo que el disco contiene y encontrar una forma de acabar con los topos que durante varias décadas, han ido haciéndose poco a poco con el control de SHIELD.


La primera de capitán América, fue una de los orígenes de superhéroes que  más se salió de la norma: su ambientación en la Segunda Guerra Mundial y la estética Dieselpunk hacía que tuviera puntos para no gustar a todo  el mundo, pero sí para despertar mayor interés en otro público. En su segunda parte, se pierde la ambientación bélica, contando unicamente con desarrollar un guión que pueda sostener el interés de un personaje así sin limitarse a hacer gags sobre anacronismos. Y con el planteamiento han acertado: las dudas que se pudo plantear su personaje principal se intuyen resueltas entre las distintas películas, quedándose con un personaje bastante más limpio de lo que podría esperar, y que sorprendentemente, mantiene muy buena química con el de la Viuda Negra. Y lo cierto es que esta última tiene mucho más protagonismo del que pudo contar en Los Vengadores, convirtiéndose en una parte necesaria de la película (sorprendentemente, no sale por ningún lado Hawkeye). También cuenta con sus dosis de humor, pero este es mucho más sutil, como el que ambos protagonistas vayan de incógnito disfrazados de hipsters o que escuchar a Heroes del Silencio figure en la libreta de tareas pendientes de Steve Rogers.


Además, el guión encuentra una forma bastante ingeniosa de hacer que Hydra, los antiguos enemigos del Capitán América, aparezcan de nuevo. De una forma bastante sutil, pero interesante y muy bien integrada con el tema de las conspiraciones y la información en la que se basa la trama de la película. En algunos momentos esto se les va de las manos y entre las persecuciones y los datos, parece un poco una película de Bourne que una de Marvel, pero a medida que avanza, procuran irla reduciendo un poco y mantener el tema en el típico sistema para dominar el mundo…que teniendo en cuenta el tipo de película que es esta, no es una opción mediocre, sino la más adecuada. 


Quizá lo más curioso es la elección del título, porque el Soldado de invierno y sus apariciones, aunque estén relacionadas con el trasfondo del capitán América, son más interesantes las informaciones que los personajes dan acerca de él, porque las primeras se limitan a sacar a un tipo rompiendo cosas, y que no cobra interés hasta la última parte. Se nota demasiado que lo importante era la trama de SHIELD, y esta ha sido más pensada para desarrollarla en la próxima entrega. Hasta se han encargado de presentar a un nuevo personaje secundario, que no solo actúa como aliado sino que también acabará teniendo su parte en la próxima secuela. 

El soldado de invierno ha sido la película más redonda de las tres que se han estrenado: Iron Man aprovechaba demasiados trucos para acabar con las expectativas y Thor se quedó en una excusa para que explotaran cosas y Loki dijera cosas ingeniosas. Esta, en cambio, consigue mantener el equilibrio con la historia de origen del personaje, además de dotar de interés a uno que de entrada, sería el más soso. Y a cuyo actor principal, aún a día de hoy, sigo pensando en él como un exnovio malvado de Ramona Flowers y no en el Primer Vengador. 


jueves, 3 de abril de 2014

El Hobbit; La desolación de Smaug (2013). El viaje que se alargaba



Con Un viaje inesperado comenzaba la primera entrega de El hobbit, donde Peter Jackson retomaba la Tierra Media y a sus personajes. Pero debido a la extensión de los guiones que habían preparado, su primera entrega se limitaba a poner en camino a los protagonistas de cara a recuperar el hogar de los enanos de Smaug, el dragón que los había expulsado.






Un año después, con un estreno en plenas vacaciones, como suele ser en el caso de los blockbusters, los personajes continúan donde habían quedado: intentando llegar a la montaña, pero con los orcos comandados por Azog persiguiéndolos, en bastante malas migas con los elfos, y sin Gandalf. Porque este último debe seguir averiguando quien es esa figura conocida como el Nigromante y si realmente es más peligroso que un hechicero humano.


A El hobbit se le ha criticado por ser la vaca lechera de El señor de los Anillos: todavía es muy pronto para otra versión de la obra de Tolkien, pero por mucho que rebuscaban, no encontraban otra saga de fantasía que se le pareciera en pantalla. El intentarlo con las Crónicas de Narnia e incluso con Materia oscura lo demuestra (y también que no andaban muy afinados a la hora de elegir), y por ello la opción más fácil era retomar el libro más breve sobre la Tierra Media y reconvertirlo a trilogía. Sí, la obra original del Hobbit ocupaba más de novecientas páginas por lo que técnicamente no se están inventando nada. Pero si la versión que se publicó era mucho más reducida, sería por algo. Y aunque la primera entrega de esta trilogía resultaba amena pese a lo extensa, a su segunda parte se le nota demasiado esa duración extra que le han impuesto.


¡-2 a Destreza y +5 al Daño!

No me quejo en un principio de las persecuciones, de las secuencias de acción, ni de todas las secuencias en el pueblo del lago con el personaje de Bard. Me gustó cómo recreaban un asentamiento humano, con su comercio, sus habitantes y  hasta con su aduana (en Tierra Media también pagan impuestos. Muchos deberían tomar nota). Y sin que fuera un escenario de batalla, al menos en un principio. Además, cuenta con Stephen Fry en un papel muy breve pero tan divertido como nos tiene acostumbrados este hombre. Pero otra de las tramas, con la aparición de la elfa Tauriel y ese romance que se adivina entre ella y Kili, se nota tremendamente forzado, incapaz de aportar nada a la trama excepto el alargarla y meter giros innecesarios. Más que el haber convertido un libro breve en una trilogía, me disgusta esta forma tan absurda de modernizar una historia, por el simple hecho de no contar  con personajes femeninos y romances. Estos enanos con aspecto de elfos en miniatura, estas elfas con dramas románticos, parecen más un pegote añadido a última hora que algo integrado dentro de un guión. Por comparación, los viajes de Gandalf, su enfrentamiento contra el Nigromante, y las referencias que van incluyendo sobre el anillo único, resultan mucho más interesantes y dinámicas. Hasta los enfrentamientos con los orcos cumplen mejor su funcion. Y eso que sigo sin tomarme en serio a un personaje que vaya por ahí llamándose Azog el Profanador. Se ve que algún guionista ha jugado demasiado a Dragones y Mazmorras…



Toda historia debe tener un planteamiento, un nudo y un desenlace. Aunque este último quede completamente abierto y de cara a ser finalizado en la siguiente entrega. Esto es algo que en Un viaje inesperado sí tuvieron en cuenta, pero que esta vez, en su empeño por alargar lo máximo posible la aparición dramática del dragón Smaug, se han olvidado: la película, más que un final abierto, se queda con un cliffhanger de cara a la siguiente entrega, de forma que, después de haber pasado dos horas y media viendo las idas y venidas de los personajes, desconcierta bastante. Además de dar la impresión de que se han olvidado de cerrar el guión, o que directamente, no les dio tiempo.


Se que es una criatura codiciosa y sanguinaria, pero...¡¡Es una monada!! 

El punto fuerte de La desolación de Smaug es precisamente la aparición de su dragón, que se hace esperar pero que es todo lo que el público esperaba y más: tiene su gracia el ver de nuevo a Martin Freeman y Benedict Cumberbatch (al menos, a su voz) compartiendo pantalla de nuevo, y han conseguido dotar de caracterización a un personaje que, igual que Gollum, solo cuenta con su generación infográfica y la voz de un actor. Pero es precisamente su voz, sus expresiones, e incluso su forma de actuar, muy egocéntrica, cínica y casi felina, la que lo hace más divertido. En mi caso, sobre todo por esto último, claro. Pero quizá el principal problema es el pensar si todos los añadidos, y esta vocación de conseguir un segundo Señor de los anillos, han acabado por deslucir el viaje del hobbit y su compañía.