Justo cuando la emoción por este quinto tomo ha dado paso a
la ansiedad por Vientos de invierno, me he acordado de empezar Danza de
dragones. Y es que parece que siempre
voy a revés con Canción de hielo y fuego: que hay prisa por el nuevo libro,
pues me lo tomo con calma. Que Festín de cuervos lo consideran aburrido, pues a
mí me gusta más…
En este caso, es difícil plantearse este último libro como
uno solo, teniendo en cuenta que es la segunda parte de Festín. Este último
podría parecer el más lento de la serie, quizá por contar con los personajes de
menos gancho. Pero también era el más dramático y el que mejor reflejaba el
horror de una guerra y muchas de sus consecuencias. En su segunda parte retoman
la historia los personajes más
carismáticos y que en peor situación se encontraban tras Tormenta de espadas:
Tyrion huye de Poniente tras asesinar a su padre, Daenerys se ha proclamado la
reina de Meeren e intenta mantener a raya a sus dragones y a las revueltas
provocadas por los antiguos esclavistas. Jon Nieve negocia como puede con
Stannis y Melisandre, que sigue empeñada en echar al fuego todo lo que huela a
sangre real. Y un hombre torturado y enloquecido al que todos llaman Hediondo
deambula junto a la manada de perros de Ramsay Bolton.
Con ellos, la trama tiene un avance mucho mayor, al contar
por fin con la llegada de Tyrion y los Martell hasta Meeren, o del crecimiento
de los dragones. Los personajes también han avanzado con ella, y en ocasiones
sorprende la diferencia de comportamiento desde que el lector los conoció:
nadie hubiera imaginado a Daenerys perdiendo la cabeza por un mercenario, ni al
propio Tyrion sin más ganas que de emborracharse y de olvidar todo lo que le ha
caído encima. Muchos de ellos no han gustado a los lectores, aunque en general
los he visto bastante lógicos debido a la madurez, o incluso el nivel de
cansancio que Martin ha ido haciendo que estos acumulen. Y quizá, precisamente
por esto, hacen que a menudo empiecen a caernos mal, a plantearnos por qué
hacen tonterías, y en general, tomarlos como si fueran personas de carne y
hueso. El que un escritor sea capaz de hacer que sus lectores vean así a sus
protagonistas demuestra que sabe lo que está haciendo.
Los elementos sobrenaturales empiezan a tener un peso mucho
mayor también: la mención a los cambiapieles es mucho más habitual,
especialmente ahora que los salvajes (o el pueblo libre) forman gran parte del
Muro. Los Otros también se convierten en una amenaza a tener en cuenta para la Guardia Negra , cuando hasta
hace poco era algo muy puntual. O que directamente, estaban pasando demasiadas
cosas como para darles mayor peso. Quizá en algunos casos parece que se le haya
ido la mano con la parte fantástica, pero no tanto por los dragones o los
zombies, sino por Arya. Su trama, como aprendiz de asesina superando todo tipo
de pruebas, me resultó imposible, aún con toda la determinación que siempre
tuvo el personaje. Y es que esto de las sociedades secretas siempre me ha
parecido bastante de serie B, y el típico recurso que los escritores utilizan
cuando le quieren hacer un giro inesperado.
Pero el mayor defecto viene a ser el mismo que en Festín de
cuervos: su extensión. No debería criticársele, teniendo en cuenta la cantidad
de personajes y su dispersión. Pero en muchos casos parece que hay demasiadas
ganas de que esta dure: hay párrafos refiriéndose a actividades completamente
anodinas, como levantarse, desayunar o usar el orinal (literal. Es lo primero
que hace Jon Nieve en un capítulo). Y con la trama de Tyrion, es especialmente
desconcertante: no solo sufre unas cuantas peripecias para llegar a Meeren,
sino que le añaden un nuevo personaje: Penny, una enana con la que se hará
pasar por artista itinerante y cuya relación con ella ni él mismo la tiene clara.
Muchos se quejaron por ser un truco muy cutre para ralentizar los
acontecimientos, pero yo no puedo opinar sobre esto porque todavía estoy
desconcertada: ¿ha sido un recurso cutre, está justificado, se marcarán un
posible romance, o Martin hará lo habitual, que es liquidar personajes?
Por suerte, esta forma de estirar las situaciones se
compensa gracias a que Danza de dragones sigue manteniendo el interés y el
dinamismo: han pasado demasiadas cosas como para abandonar ahora por
aburrimiento, y desde luego, el ritmo de la narración nunca ha sido tedioso,
aunque recurra a algunos trucos para ralentizarla. Además, cuenta con algunas
dosis de humor, a veces por parte de los personajes, o a veces por la
situación, que se agradece mucho. Y si no fuera poco con los pueblos libres haciendo
mofa del vello facial de la reina Selyse, la única aparición de Tommen en todo
el libro consiste en el futuro rey hablando sobre sus gatos. Cosa que apoyo
incondicionalmente.
A mí si me gusta la parte de Arya, aunque estos dos últimos libros ha sido más complicado leerlos, porque hay tramos bastante aburridos o que la historia avanza demasiado lenta.
ResponderEliminar"Festín de Cuervos" era un manual de Historia de Poniente. "Danza de dragones" es un manual de Historia y Geografía de las Ciudades Libres. De vez en cuando, Martin se acuerda de que además tiene una novela entre manos y hace avanzar un poquito la acción. Y lo peor es que no nos atrevemos a saltarnos párrafos porque igual en esa descripción de cómo se cocina el pollo a la valyria hay alguna pista importante sobre la identidad de la madre de Jon Nieve...
ResponderEliminarY el otro problema, como apuntas, es que para los personajes ha pasado menos de un año desde el final de "Tormenta de espadas", pero para nosotros diez. Y eso acentúa mucho la sensación de "lentitud". Es una especie de "¿Diez años esperando para esto?"
A ver si un día me animo a hacer una lectura de los dos libros juntos y contároslo.
Satrian: me gustó más la trama de Arya mientras viajaba con el Perro, me parecía más creíble. Esto de las asociaciones de medio ninjas que empiezan a ser norma en los libros de fantasía me cuesta creérmelas.
ResponderEliminarCondesadedia: también es cierto. Gracias a este libro he descubierto que Arya desayuna pan con sardinas, que Jon empieza el día con una cervecita mañanera..y que la gastronomía de Meeren es mala para la salud. Vamos, que si no fuera porque a mi horno le gusta más quemar cosas que a Melisandre, lo mismo terminaba intentando cocinar pastelillos de limón.