Creo que nunca he visto una película turca. Ni siquiera los
clips sobre el spiderman o el Star Wars turco que circulan en youtube. Y parece que, salvo en los cineclubs, el país
está un poco olvidado a la hora de estrenar fuera de sus fronteras. Pero a
principios de año una producción empezó a circular en algunos festivales de
cine fantástico, teniendo buenas referencias. Además, el punto de partida me
había recordado un poco a La horde, donde ya me había gustado la idea de un
grupo de policías violentos enfrentados a una epidemia zombie. Aunque en este
caso, el tema no iba de infectados, sino de posesiones.
Baskin parte de un cortometraje, al igual que pasó con Mama
o en unos meses, con Lights out, que amplia ese primer guión. Una patrulla de
agentes, en la que no falta el novato, el jefe, el serio y dos matones, acuden
durante su turno a una llamada de refuerzos a un alejado distrito de la ciudad.
Tan alejado, que solo uno de ellos la recuerda por las historias que escuchó de
niño. Durante el trayecto que los lleva hasta allí, se conocen las inquietudes
de Arda, el policía más joven, atormentado por sueños lúcidos que, pese a sus
miedos, quizá puedan salvarle de lo que encontrarán esa noche: una ceremonia en
una comisaría abandonada que será mucho peor que cualquier cosa que hayan visto
en todos sus años en el Cuerpo.
A grandes rasgos, la película podría resumirse en: diez
minutos de momentos costumbristas raros, unos quince de pasaje del terror,
treinta minutos de torture porn y un desenlace sin pies ni cabeza. Lo único
novedoso parece ser el país en el que ha sido rodada, porque la forma de
rodarla recuerda demasiado a elementos conocidos: Hellraiser, Silent Hill y
hasta David Lynch por el aspecto onírico con el que intentan justificar la
falta de coherencia del guión. Es difícil que las primeras secuencias aburran
pese a la falta de acción, más que nada, porque son muy breves: con una
conversación bastante sórdida, se intenta presentar las características de cada
personaje. Algo que, más allá de dar lugar a cabos sueltos (como los ataques de
pánico de uno de ellos que no se vuelven a mencionar), no sirve de mucho porque
a los dos más importantes se les irá dando su presencia más adelante. En
realidad solo acaba sirviendo un poco para mostrar lo encallecidos que estos
estarían, y de paso, para ofrecer unas escenas con el grupo cantando un hit
turco en la furgoneta policial bastante desconcertantes.
La trama sobrenatural también resulta bastante confusa. La
llegada de los protagonistas por el macguffin de la llamada telefónica no tiene
mucho sentido cuando aparentemente, uno de ellos es la clave para la ceremonia
que tiene lugar…que tampoco es que esté muy clara. Porque los primeros minutos
consisten en un viaje rapídísimo a través de unas escenas de canibalismos
varios, gente que grita y se arrastra, y de cadáveres envueltos en film
trasparente (¿qué cara se les quedaría en el supermercado cuando alguien les
encargó un palé? Porque satanistas sí, pero de algún sitio tiene que venir el
atrezzo). Actitud salvaje que contrasta con el presunto líder del culto, que se
gasta una palabrería digna de un relato de Clive Barker en un intento por que
el público se entere de qué demonios está pasando ahí.
Esta mezcla hace que la película sea muy caótica: no queda
claro si quiere ser una película de terror más violenta y directa, o una con un
trasfondo sobrenatural más trabajado. En realidad no funciona de ninguna de las
formas, porque el final de los personajes es tan atropellado que apenas da
tiempo de sentir interés por ellos, y la secuencia de los sectarios resulta
demasiado lenta, y muy chocante toda esa mezcla de salvajismo y palabrería que
terminan elaborando. En cambio, hay un
elemento interesante, que es el aprovechar determinados momentos, como sueños o
pérdidas de conocimiento, para conocer qué es lo que tiene de particular su
protagonista de forma que estos se vayan integrando en la trama principal. Este
intento de narrar a dos niveles no termina de funcionar bien, pero al menos es
una forma de aportar información mucho más efectiva que las escenas del
discurso final.
Me recuerda al Pasaje del Terror que hacían en Chaioso hace años..
La estética es muy particular, y uno de esos casos en los
que también es uno de sus mejores bazas: el aspecto de todos los escenarios es
muy anacrónico, de forma que la historia podría suceder en cualquier momento de
los ochenta o noventa, a lo que ayuda la presencia en todo momento de
tonalidades rojas y azules, en algunos momentos, con tanta intensidad que
parecen neones, o precisamente, las luces de un coche de policía. Y la banda
sonora, toda una rareza: los acordes electrónicos, que parecen sacados de una
película de los ochenta, ayudan mucho a esa ambientación un poco extraña. No se
puede decir lo mismo del reparto, que, como mucho, se limita a cumplir su papel
que es estar ahí, o gritar de vez en cuando. Ni siquiera el de Mehmet
Cerrahoglu como lider de la secta porque resulta un personaje un poco fuera de
lugar, muy de serie B. Y en el que, además de toda la verborrea, solo llama la
atención por el aspecto físico del actor, al que al igual de Michael Berryman,
le es muy útil para estas producciones.
Baskin parece querer ofrecer una historia, no nueva pero sí
narrada con algo más de frescura, y se queda en una mezcla muy desordenada de
conceptos varios, algunos aciertos, varios fallos, y quizá, con un poco de
suerte, un segundo largometraje por parte de su director mejor que este.