lunes, 16 de mayo de 2016

O apóstolo (2013). La joya gafada


 
Lejos de desaparecer, el stop motion se ha quedado como una técnica de animación muy especial. Es muy sencillo recrear con el mayor realismo y viveza de colores cualquier escenario por ordenador. Pero también es imposible no reconocer el valor artesano y el tiempo dedicado a una técnica que aparentemente, no puede competir con las más modernas, pero que ha encontrado, y mantiene, su hueco gracias al trabajo de los Estudios Laika, Aardman, o de equipos que consideran que es un sistema mucho más adecuado y cercano a las historias que quieren contar.

 


O apóstolo es uno de estos casos. Donde la artesanía y la dedicación era el mejor medio para contar cómo un preso fugado llega a un pueblo perdido en la niebla. Un pueblo al que también llegan peregrinos que han perdido su camino a Santiago y que desaparecen para no volver a ser vistos. Donde por las noches puede verse a la Santa Compaña, deambular por sus calles, y sobre el cual parece pesar una maldición desde hace siglos. Y que su protagonista, quien llegó hasta allí con la promesa de encontrar un tesoro, debe romper si no quiere morir y formar parte de la procesión de almas en pena.



La película fue una de las más ambiciosas en cuanto a presupuesto y producción hasta la fecha. Una cantidad bastante importante para sacar adelante un proyecto, que a la vista del resultado, lo merecía de sobra, pero que se estrelló de todas las maneras posibles debido a la nefasta distribución en salas de cine. Su productora tuvo que arreglárselas un tiempo después mediante el streaming y la venta directa. Se notó, porque a la solicitud de compra de un ejemplar para la biblioteca no le hicieron caso…bueno, no sé si por esta dificultad o por falta de presupuesto. Aunque la cantidad de novelas derivadas de 50 sombras de Grey que han adquirido los dos últimos años me hace sospechar que tenemos criterios distintos (¿Acritud? Qué va, ninguna).

 


El guión es una mezcla muy concisa de macguffins, misterio y fantástico, este último, a través de los elementos de la mitología y lo tradicional como son la historia o la aparición de la Santa Compaña. El tesoro no es más que una excusa, posteriormente muy bien integrada en la trama, para que el protagonista acuda al pueblo, y que no dude en volver pese a ser evidente desde un principio que ahí pasa algo extraño. Y los distintos géneros van hilándose entre sí de forma que el suspense, con una posible explicación realista, da paso a una de carácter sobrenatural. Pero ambas sirven en todo momento para mantener un ambiente muy gótico, muy de cine clásico, que sería imposible imaginar sin la niebla y los escenarios de aspecto anticuado. Hay algún momento de humor muy breve, de la mano de los dos sacerdotes de Santiago, en los que su carácter más realista, y bastante caricaturesco, contrasta con lo irreal de la historia. Bueno, y respecto a macguffins, no queda muy claro el por qué del título, porque salvo por los peregrinos y el camino de Santiago, no hay más menciones al santo.

 


En el reparto está constituido practicamente por actores gallegos, o más bien, por su voces, aunque como suele pasar en la animación, en algunos casos se pueden reconocer sus rasgos en las marionetas. Entre el cameo de Luis Tosar, que últimamente sale mucho de presidiario, de Manquiña, o Carlos Blanco como protagonista, destaca Xosé Oliveira “Pico” por su papel de Don Cesáreo, el párroco de la aldea. Los otros dobladores también son una elección muy particular: Geraldine Chaplin interpreta a la única habitante femenina del pueblo y propietaria de un desafortunado minino negro, de Jorge Sanz se podría decir con bastante mala idea que este ha sido su mejor papel desde Conan el bárbaro…y esta es una de las últimas apariciones de Paul Naschy, como arcipreste de Santiago, un personaje de lo más grotesco. Y a quien gracias a que su parte se conservó en castellano, hace que, en caso de verse en gallego, su personaje tenga todavía más carácter y matices.

 


Lo mejor sin duda es la propia puesta en escena. En este caso no se trata de stop motion al uso, sino 3d, que pese a estar más asociado a las gafas y a los blockbusters, hace que en los escenarios se note una gran profundidad, así como el detalle en las miniaturas: si el poder distinguir esta amplitud es algo nuevo, también lo es el poder apreciar con todo detalle cada uno de los elementos que puedan verse: desde la cal de las paredes, los libros polvorientos o el musgo en las piedras de un cementerio. Lo que, pese a tratarse en todo momento de maquetas, le otorga una cualidad muy tangible, y donde se trasmite perfectamente ese escenario de misterio que no tiene por qué parecer real, pero si  algo físico. A la infografía tampoco se le hace ascos cuando hace falta, como sería para recrear la niebla o a las almas en pena, donde la idea es que parezcan algo fuera de lugar que rodea a unos personajes mucho más macizos.

El diseño de los personajes es muy cercano a la caricatura. Pero unas muy tradicionales, que recuerdan a veces a los diseños de los gigantes y cabezudos: no están hechas para ser graciosas, sino más bien grotescas. Y, aunque en la mayor parte de los casos estos guardan parecido con los actores, algunos tienden más a la exageración o incluso a los guiños: en los movimientos y el aspecto de Don Cesáreo se reconoce al Conde Orlok, y el aspecto un poco abotargado del arcipreste de santiago hace pensar un poco en uno de los profundos de H. P. Lovecraft. Pero en uno muy gordo.

O apóstolo fue, por desgracia, un batacazo económico. Quizá no por falta de promoción, porque entre los medios dedicados al cine fantástico circulaba bastante información (incluso se incluye un cameo de la revista Scifworld), pero la dificultad de verla en salas de cine hizo que en algunos puntos quedara relegada a un solo pase de cineclub. Otra de esas películas que pese a su calidad, no consiguen el tirón que merecerían. Pero, como suele pasar en estos casos, el tiempo les da el lugar que se merecen.

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