lunes, 30 de mayo de 2016

Baskin (2016). Iluminación de letrero, policías y satanismo confuso


 
Creo que nunca he visto una película turca. Ni siquiera los clips sobre el spiderman o el Star Wars turco que circulan en youtube.  Y parece que, salvo en los cineclubs, el país está un poco olvidado a la hora de estrenar fuera de sus fronteras. Pero a principios de año una producción empezó a circular en algunos festivales de cine fantástico, teniendo buenas referencias. Además, el punto de partida me había recordado un poco a La horde, donde ya me había gustado la idea de un grupo de policías violentos enfrentados a una epidemia zombie. Aunque en este caso, el tema no iba de infectados, sino de posesiones. 

 


Baskin parte de un cortometraje, al igual que pasó con Mama o en unos meses, con Lights out, que amplia ese primer guión. Una patrulla de agentes, en la que no falta el novato, el jefe, el serio y dos matones, acuden durante su turno a una llamada de refuerzos a un alejado distrito de la ciudad. Tan alejado, que solo uno de ellos la recuerda por las historias que escuchó de niño. Durante el trayecto que los lleva hasta allí, se conocen las inquietudes de Arda, el policía más joven, atormentado por sueños lúcidos que, pese a sus miedos, quizá puedan salvarle de lo que encontrarán esa noche: una ceremonia en una comisaría abandonada que será mucho peor que cualquier cosa que hayan visto en todos sus años en el Cuerpo.

 

A grandes rasgos, la película podría resumirse en: diez minutos de momentos costumbristas raros, unos quince de pasaje del terror, treinta minutos de torture porn y un desenlace sin pies ni cabeza. Lo único novedoso parece ser el país en el que ha sido rodada, porque la forma de rodarla recuerda demasiado a elementos conocidos: Hellraiser, Silent Hill y hasta David Lynch por el aspecto onírico con el que intentan justificar la falta de coherencia del guión. Es difícil que las primeras secuencias aburran pese a la falta de acción, más que nada, porque son muy breves: con una conversación bastante sórdida, se intenta presentar las características de cada personaje. Algo que, más allá de dar lugar a cabos sueltos (como los ataques de pánico de uno de ellos que no se vuelven a mencionar), no sirve de mucho porque a los dos más importantes se les irá dando su presencia más adelante. En realidad solo acaba sirviendo un poco para mostrar lo encallecidos que estos estarían, y de paso, para ofrecer unas escenas con el grupo cantando un hit turco en la furgoneta policial bastante desconcertantes.

 


La trama sobrenatural también resulta bastante confusa. La llegada de los protagonistas por el macguffin de la llamada telefónica no tiene mucho sentido cuando aparentemente, uno de ellos es la clave para la ceremonia que tiene lugar…que tampoco es que esté muy clara. Porque los primeros minutos consisten en un viaje rapídísimo a través de unas escenas de canibalismos varios, gente que grita y se arrastra, y de cadáveres envueltos en film trasparente (¿qué cara se les quedaría en el supermercado cuando alguien les encargó un palé? Porque satanistas sí, pero de algún sitio tiene que venir el atrezzo). Actitud salvaje que contrasta con el presunto líder del culto, que se gasta una palabrería digna de un relato de Clive Barker en un intento por que el público se entere de qué demonios está pasando ahí.

 


Esta mezcla hace que la película sea muy caótica: no queda claro si quiere ser una película de terror más violenta y directa, o una con un trasfondo sobrenatural más trabajado. En realidad no funciona de ninguna de las formas, porque el final de los personajes es tan atropellado que apenas da tiempo de sentir interés por ellos, y la secuencia de los sectarios resulta demasiado lenta, y muy chocante toda esa mezcla de salvajismo y palabrería que terminan elaborando.  En cambio, hay un elemento interesante, que es el aprovechar determinados momentos, como sueños o pérdidas de conocimiento, para conocer qué es lo que tiene de particular su protagonista de forma que estos se vayan integrando en la trama principal. Este intento de narrar a dos niveles no termina de funcionar bien, pero al menos es una forma de aportar información mucho más efectiva que las escenas del discurso final.

 

 
Me recuerda al Pasaje del Terror que hacían en Chaioso hace años..

La estética es muy particular, y uno de esos casos en los que también es uno de sus mejores bazas: el aspecto de todos los escenarios es muy anacrónico, de forma que la historia podría suceder en cualquier momento de los ochenta o noventa, a lo que ayuda la presencia en todo momento de tonalidades rojas y azules, en algunos momentos, con tanta intensidad que parecen neones, o precisamente, las luces de un coche de policía. Y la banda sonora, toda una rareza: los acordes electrónicos, que parecen sacados de una película de los ochenta, ayudan mucho a esa ambientación un poco extraña. No se puede decir lo mismo del reparto, que, como mucho, se limita a cumplir su papel que es estar ahí, o gritar de vez en cuando. Ni siquiera el de Mehmet Cerrahoglu como lider de la secta porque resulta un personaje un poco fuera de lugar, muy de serie B. Y en el que, además de toda la verborrea, solo llama la atención por el aspecto físico del actor, al que al igual de Michael Berryman, le es muy útil para estas producciones.

 

Baskin parece querer ofrecer una historia, no nueva pero sí narrada con algo más de frescura, y se queda en una mezcla muy desordenada de conceptos varios, algunos aciertos, varios fallos, y quizá, con un poco de suerte, un segundo largometraje por parte de su director mejor que este.

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