La lectura siempre ha sido una afición y un entretenimiento.
Y en estos casos, parece un poco raro querer buscar algo que sea sencillo, poco
complicado o simplemente, que divierta. Salvo que, tras terminarse un libro de
Thomas Ligotti, no viene mal buscar algo completamente opuesto: que sea movido,
que sea imprevisible…vamos, lo más apartado que me venía a la mente eran las
novelas pulp, sin que estas tuvieran que pertenecer necesariamente a una época
o país determinado.
Shiva Von Hassel. Ostfront. El doctor Von Hassel es un
escritor muy poco conocido, de biografía un tanto enigmática (ha vivido en
varios lugares y él mismo no duda en enriquecer sus orígenes con todo tipo de
historias) y su novela ganó hace unos años el premio Molotov-Ribbentrop gracias
a su narración donde mezcla una segunda guerra mundial digna de Hazañas
bélicas, nigromantes, rabinos y muertos vivientes en el Frente Orienta.
En realidad esto era demasiado bueno para ser verdad, y la novela
tiene una explicación tan prosaica como el ser un texto escrito a seis manos
por quienes figuran como traductores y editores en la publicación original.
Pero, como pasa con estas cosas donde el
sentido de lo maravilloso tiene un papel importante, mejor que quede ahí y cada
uno se quede con la versión que más le guste. Porque de esto a la historia no le falta, al
atreverse a relatar el enfrentamiento entre Max Schreck y el rabino Loew
durante la segunda guerra mundial, con todas las armas de las que disponen:
muertos vivientes, criaturas monstruosas, homúnculos y como no podía faltar, un
Golem.
El estilo es muy rápido, no da ni un minuto para crear
ningún tipo de atmósfera específica ni personajes concretos..porque en realidad
tampoco los necesita: al recurrir a nombres que son conocidos por el público,
este tiene una idea previa de quienes son y lo que pueden hacer. Lo que da más
espacio a la acción, que aquí es vertiginosa: no está terminando de relatarse
una escena de batalla, o de la aparición de unos zombies, cuando al poco
empieza otra. Pero en realidad, más que pulp, es una historia dieselpunk, donde
se mezcla todo tipo de maquinarias con elementos fantásticos además de
personajes históricos más o menos reconocibles.
El resultado, además de enloquecido, es muy divertido: no se
queda en medias tintas, y lo importante es la acción, la velocidad y que cada
vez salga un monstruo más impresionante. Pero, entre lo breve, y el ritmo tan
acelerado, los intentos de incluir incisos donde la narración explica algo,
o donde se produce un salto temporal
para explicar esta situación, resultan muy confusos. De todas formas, no
pretende ser una novela extensa ni nada demasiado serio, y esta falta de
ambición juega mucho en su favor: hay
novelas fantásticas de este estilo que se hacen mucho más pesadas al
pretender ser más serias y más extensas de lo que deberían. Esta no es el caso.
Es breve, divertida, y todo un homenaje al dieselpunk y a la suspensión de la
credibilidad.
Jean Ray. El crucero de las sombras. Solo por las ciento setenta
y algo novelitas de Harry Dickson, creo que
tengo Jean Ray para varios años. Y menos mal, porque los relatos y novelas me los he terminado todos.
Pero eso no evita que en alguna ocasión relea alguno de sus cuentos: al igual que
a H. P. Lovecraft le tengo un gran cariño, y que al igual que este, aguantan, o
más bien, son mejoradas por, una segunda lectura. Porque además de verlas como
algo entrañable de hace años, se aprecia también toda la creatividad y
aproximación muy particular al fantástico del autor.
El crucero de las sombras es una recopilación cuyos relatos
no tienen ningún elemento en común. Salvo quizás, el perfil de los personajes y
los escenarios: marineros en gran parte, y de moral reprochable, también en
muchos casos, a los que lo sobrenatural se les presenta como una mezcla entre
creencias populares, fantasmas tradicionales, e incluso elementos propios de la
ciencia ficción como los seres de otras dimensiones, unos años antes de que
Lovecraft planteara este tipo de terror. Muchos de estos se plantean como
relatos de taberna, también escenarios muy comunes que sirven de lugar de
reunión o como desenlace dramático.
Además de esta aproximación al fantástico, entre lo
sobrenatural y el relato de aventuras, son estas lecturas posteriores las que
aportan detalles nuevos: Ray nunca fue un escritor de estilo, sino un narrador
de historias. Donde, precisamente por su afición a los ambientes portuarios o
los escenarios propios del cuento de fantasmas inglés, no faltan anglicismos y
germanismos en las frases, pese a que estas tuvieran un equivalente francés. Y,
pese a su preferencia por resolver las tramas de una forma drástica, y tan
alejada del terror como podría ser una pelea o un disparo, se nota cierta
melancolía a la hora de describir las calles y barrios por las que se mueven
sus personajes. Una forma de escribir muy curiosa y única, de esas que te
gustan o no te gustan a primera vista. Y que en mi caso, no es la primera vez
que releo. Ni tampoco será la última.