Los superhéroes en pantalla ya no son una novedad. Al menos,
los concebidos por la división de Disney y Marvel de los últimos años, donde no
faltan al menos dos estrenos cada doce meses. El enfoque más familiar en todos
los Vengadores de esta productor se complementa con la franquicia de X Men,
bastante más seria y que por cierto, son los únicos que tienen los derechos
para utilizar la palabra mutante para desgracia de Disney. Es precisamente la
Fox la que finalmente produjo la película de un superhéroe mucho menos sanote y
más gamberro de los que eran la norma. Uno que, pese a ser muy popular entre
los aficionados a Marvel por su sentido del humor y su consciencia de ser un
personaje de cómic, pero que también suponía respetar todas estas
características, mantener en todo momento un tono más de comedia, y sobre todo,
el contar con una violencia mucho más explícita que en otros blockbusters del
género. Algo que con Deadpool, además de
volver a hacer hablar sobre las películas de superhéroes para adultos, se
consiguió sin muchos problemas.
Deadpool, o Wade Wilson, no es un personaje tan conocido
para los no lectores de comics como lo son unos Vengadores o incluso un
Lobezno. Algo que, en cierto modo, se soluciona previamente con toda la
información disponible y el interés que genera una película de superhéroes
alejada de los cánones recientes. Pero que, al igual que todos ellos, empieza
con una historia sobre sus orígenes: la de un mercenario deslenguado y
bromista, pero con cierto sentido de la justicia que se niega a reconocer, que,
desahuciado por un cáncer terminal, acepta someterse a un procedimiento
experimental que, además de curarlo, podría hacerle desarrollar poderes propios
de cualquier mutante. El tratamiento funciona, pero a costa de deformar su cara
y de descubrir que los científicos que estaban tras el procedimiento son en
realidad criminales que planean vender soldados modificados al mejor postor. Dotado
con una capacidad de regeneración sobrehumana, y con dos miembros de la
patrulla X intentando convencerlo para que se convierta en un héroe, Wade solo
tiene tres cosas en mente: encontrar a su novia, vengarse de sus torturadores,
y encontrar un buen apodo.
La principal característica del personaje es su consciencia
de ser una ficción. Deadpool sabe que es un comic, o una película, y que en
realidad, no se toma demasiado en serio. Algo que si en el papel servía para
que sus lectores tuvieran mucha complicidad con él, aquí también se mantiene y
resulta ser la mayor baza de la película. Sus monólogos están dirigidos al
público directamente, con quien se comunica en cualquier momento frente al
desconcierto del resto de personajes. Si bien lo de romper la cuarta pared no
es algo demasiado raro, también da lugar a momentos bastante divertidos en los
que se aprovecha muy bien esta característica: secuencias que se rebobinan,
bandas sonoras que empiezan a sonar porque su protagonista lo quiere, o cuando,
en uno de los mejores momentos, deciden hacer algo “para ver si se acelera la
trama”. Guiños que traspasan el guión y también hacen parodia del mundo real,
donde no se cortan de hacer referencias al anterior papel de Ryan Reynolds como
Linterna Verde o mencionar a Hugh Jackman.
En realidad, la consciencia del personaje no es algo que
aparezca continuamente, sino que es algo que se lleva a cabo al romper la
cuarta pared, y a través del humor. Algo
que también está muy presente en todo el guión, pero enfocado desde una
perspectiva más adulta, en el sentido de que gran parte de los diálogos en este
sentido no pasarían la calificación para todos los públicos. O lo que es lo
mismo: es un humor muy bestia, escatológico y donde la violencia se trata de
una manera muy caricaturesca y de cartoon. Si hay amputaciones, disparos y
peleas violentas, es imposible verlas como algo dramático, sino de una manera
muy excesiva, donde la gracia, precisamente, es el ver a un personaje haciendo
cosas muy poco heroicas y donde uno de los gags recurrentes es el ver cómo
Coloso, aquí caracterizado como un superhéroe muy recto y un poco paródico, es
intentar convencerlo una y otra vez para que se comporte como “uno de los
buenos”.
Todo el guión está pensado para explotar el personaje de
Deadpool, sus características y un tono muy distinto a otras producciones de
superhéroes de la compañía. Esto funciona, tanto por el trabajo de Ryan
Reynolds, dentro y fuera de la interpretación, donde hace suyo el papel y no
duda en bromear como lo haría el personaje, como por el ritmo de la trama: una
hora y 40 es relativamente corto para un blockbuster hoy, pero suficiente para
uno un tanto menor. Y también suficiente para presentar un ritmo acelerado, de
frases lapidarias que cortan la tensión de golpe y funcionar como comedia un
tanto bruta con muchos tiros. Pero esto también hace que el guión, fuera de
Deadpool y lo que hace, parezca inexistente. Como en todo los personajes
nuevos, era necesaria una historia sobre sus orígenes y los de sus
acompañantes, que aquí también se monta de una forma rápida y nada dramática.
Pero en realidad, parece solo un trasfondo para que el protagonista haga
locuras: la trama, tal y como la trataron, recuerda un poco a una versión
cómica de Darkman, la película de Sam Raimi, donde el héroe deformado quiere
salvar a su mujer. La introducción de uno de los secundarios fijos en el comic,
Blind Al, es muy brusca, con un par de
secuencias que más que narración, parecen gags y que depende mucho de que el
público lo conozca de antemano. Y los villanos, además de salír ahí porque
hacía falta un antagonista, se quedan en unos trasfondos un poco de serie B con
una trama sobre creación y venta de supersoldados por aquello de que son malos,
y algo tienen que haber hecho para merecerse los palos.
Pero a Deadpool no se le pide guión, sino Deadpool. Que
rompa la cuarta pared, que bromee y recurra a una violencia gratuita y muy de
caricatura. Que no se tome nada en serio porque sabe que en el fondo, es una
película. Y en ese sentido, la novedad funciona. Ahora, habrá que esperar a una
secuela donde el guión resulte un poco más completo.
Totalmente de acuerdo contigo. A mí me gustó, de hecho había tenido un muy mal día y me quitó todo el agobio y enfado de encima de un plumazo. El personaje está genial, Ryan Reynolds se sale y el guión es una gamberrada.
ResponderEliminarAhora bien, Deadpool es más que sus chistes. Yo creo que se podrían haber currado mucho más al malo y que podrían haber introducido más de la oscuridad que envuelve su historia. Que habría sido igual de graciosa, pero con chicha.
A ver la secuela.
De las películas de superhéroes anunciadas para este año, era la que más me llamaba la atención, y viendo hace unas semanas el tráiler en el cine, me acabó de convercer. Están aprovechando personajes 'menores', como Deadpool o Ant-Man, para hacer otro tipo de películas, con otro tono. Yo lo agradezco, no todo van a ser Los Vengadores o los X-Men.
ResponderEliminarKaour: es verdad, yo misma fui sin ser fan del personaje, y por no tener, ni muchas ganas de cine esa tarde (pero los 4€ del día del espectador funcionan) y me lo pasé muy bien. Aunque me quedó esa impresión de que al argumento le faltaba chicha, que los malos eran malos de caricatura y que de haber completado un poco más el guión, funcionaría muchísimo mejor.
ResponderEliminarAnacrusa: la primera de este tipo debió ser Guardianes de la Galaxia, que es muy familiar pero es más un space opera en lugar de superhéroes. Antman me quedé con ganas por ser de Edgar Wright, pero el que acabara siendo dirigida por otras dos personas más me desmotivó un poco.
Y ahora, con tanta sobreoferta de superhéroes, se agradece que vayan por personajes menores o algo que no sean Vengadores o Patrulla X.
No he ido a ver (todavía) esta película, aunque si no llego a pillarla en cine sé que acabaré viéndola en casa, como todos los héroes Marvel (me ha pasado este año con "Ant-Man" y "Cuatro Fantásticos". En parte es porque Deadpool es un personaje posterior a los años de mi inmersión Marvel; es más, lo asocio al momento en que ya me planteé dejar de seguir comprando masivamente los cómics. En las dos o tres apariciones que le leí (siempre en tebeos de las colecciones de grupos de mutantes) me pareció hecho para llamar la atención en una época en que cada mes se creaba a un "personaje de culto". Por tanto, no puedo opinar ni sobre su evolución posterior ni sobre la peli.
ResponderEliminarEso sí, me fastidia que, como con Ant-Man, dejen el nombre sin traducir, absurda manía que despoja al concepto de superhéroe de uno de sus componentes básicos, junto con el disfraz y los poderes: el nombre. Dejarlo en inglés, por mucho que se entienda el significado (que no es siempre...) es como decir que se podía haber llamado Mike, Joe o Johnny, es negar la relación significado-significante en la composición del simbolismo del superhéroe. De modo que, aunque para mí carezca del valor sentimental de otros desaguisados similares como Iron Man/HOmbre de Hierro, para mí Deadpool es Masacre.
Precisamente tanto Ant-Man como Los cuatro fantásticos que quedaron por ahí pendientes, y tienen bastantes papeletas para ser una película de domingo (especialmente la última, porque esto de los fracasos en taquilla es también un tipo de cine por el que tengo simpatía).
ResponderEliminarProbablemente hoy el no traducir los nombres de los superhéroes se deba a un público que ha crecido prácticamente con el inglés como segundo idioma, y se ha convertido en una convención aceptada. Aunque, al leer lo de los desaguisados en la traducción de nombres, me vino enseguida a la mente Daredevil, a quien toda una generación conoció en España como Dan Defensor.