jueves, 30 de julio de 2015

Lecturas de la semana. Misma antología, distintos libros


El dirigir un libro a un público, especialmente cuando este es de terror, no se refiere, en el mejor de los casos, a la cantidad de animaladas que puedan incluir por página. O, bueno, lo es en la mayoría de los casos, pero es un recurso distinto. En realidad, muchos temas del fantástico tratan temas relacionados con los temores del mundo adulto, aunque los acerquen a lo sobrenatural, y donde prima la atmósfera sobre la ambientación. Esto hace que en algún momento, su lectura sea mucho más densa, desconcertante, o por qué no, aburrida, si el lector esperaba otra cosa.

Fue el caso, hace algunos años, de  una antología de relatos que intenté leer. Colección que además había sido dividida en dos volúmenes por la editorial española, cosa algo incomprensible porque no era un tomo tan gordo como los que se pueden ver hoy. Quizá por algún tipo de política en la edición, al tratarse de relatos y no una novela. O tal vez porque en la fecha en la que se publicó, parecía que los únicos que tenían patente de corso para sobrepasar las 600 páginas eran Stephen King y Anne Rice. En todo caso, la decisión fue muy poco acertada: aunque la portada indica que ambos libros deben leerse de forma complementaria, el prólogo se quedó en el primer tomo, donde mencionaba de forma somera todos los relatos…incluidos los que aparecían en el otro.

 

De este modo, una selección de cuentos llamada Prime Evil se convirtió en Escalofríos y Pesadilla (porque, siendo de terror, no las iban a titular “Azúcar” y “Cosas bonitas”), donde Douglas E. Winter, el compilador, además de explicar los criterios para elegir los cuentos, exponía un poco su visión del género terrorífico. Principalmente, explicando que las buenas novelas eran metáforas de terrores reales, lo que podría representar cada monstruo y lo que opinaba del mercado masivo del género. Leído hoy, queda bastante pretencioso, todo el rato empeñado en las metáforas, lo trascendente y lo mal que está el mundo. Pero es algo que entiendo perfectamente: leí varias novelas de la misma década de este libro, a finales de los ochenta, y lo que ofrecía el género era entre flojo y repetitivo. King podía ser uno de los mejores, pero a gente como Richard Laymon o Shaun Hutson sí  que les debían pagar por cada párrafo truculento.

Este prólogo, además de explicar que los escritores contratados habían tenido toda libertad para aportar el relato que quisieran, parecía prometer más de lo que entonces tuve: ambos libros se quedaron o bien leídos a saltos, o bien con algún cuento que no fui capaz de terminar por puro aburrimiento o no entenderlo. El que entre los autores se encontrara Thomas Ligotti, uno de mis favoritos hoy, confirma que entonces no fue el mejor momento para leerlo, y que esta vez pude apreciar tanto a este como el estilo del resto de colaboradores. Y que, como lo que releí fue la edición española, prefiero separarlos en los dos tomos igual que esta.

 


Escalofríos. Además del prólogo para toda la antología, este tomo incluye a los autores más conocidos de entonces: King, como siempre, en la cabecera, pero también un relato de Clive Barker, e incluso de M. John Harrison, quien habitualmente escribe más ciencia ficción, pero que cuando le da por el terror, es capaz de crear atmósferas muy extrañas y muy de pesadilla. Exceptuando El aviador nocturno de Stephen King, que hoy es uno de sus clásicos, parte de estos cuentos se caracterizan precisamente por recurrir a ambientes, planteamientos…y en el caso de Barker, ya señalan que el cuento aportado no incluía el gore marca del autor. Quizá esta primera parte recurra a los temas más propios del terror, al menos, todo lo que puede aproximarse una antología como esta. Y, siendo técnicamente el primer tomo, no dudan en recurrir al nombre de Stephen King como reclamo. Que, aunque su visión sobre los vampiros que aporta aquí es interesante, el resto de cuentos también aportan la variedad y estilo que intentaban anunciar en el prólogo.

 


Pesadilla. Esta segunda parte incluye los relatos más complejos y que confieso que debió quedarme a medias entonces. Si la primera contaba con los nombres más conocidos, esta cuenta con otros que sonaban, pero quizá no tanto: Peter Straub, Ramsey Campbell, Thomas Ligotti, e incluso un relato aportado por alguien con una carrera más variada como es David Morrell, quien para más señas, es el autor de Primera sangre.

Además de lo variado de los escritores, recurrían a temas como la percepción de la realidad, la guerra, la culpa e incluso las memorias traumáticas, en el caso del relato de Straub, que es uno de los más duros de la colección. Y que, precisamente por lo variado, y por no estar ligado a los clichés de lo sobrenatural de los que tanto se quejaba el recopilador en el prólogo, hacen que sea una lectura muy interesante y que hoy pueda recuperarse, bien como una antología completa o como dos entregas.

 

 

 

lunes, 27 de julio de 2015

Los minions (2015). Secuaces buscan supervillano



Desde la segunda parte de Gru, mi villano favorito, empezaba a verse que quienes llevaban la voz cantante: los minions, sus diminutos sicarios de color amarillo, peto azul e idioma inventado, ocuparon practicamente todo un guión donde se veía que era en sus sketchs donde habían puesto mucha más atención que al resto. Estos, cada uno con sus nombres y la imposibilidad de saber quien es quien, su humor a ratos absurdo, a ratos de dibujo animado, podían tener potencial para protagonizar algún corto o incluso una serie de televisión de aventuras breves. Darles una película para ellos solos parecía algo arriesgado, y más sin probarlos en un formato más duradero como hicieron antes con los Pingüinos de Madagascar…pero tras unos cuantos cortos de animación, decidieron presentarlos como protagonistas en un largometraje.

 


La película de los minions sería una precuela de Gru, donde se prescinde de casi todos los personajes de esta porque, en principio, todavía no han nacido. Esta se dedica exclusivamente a los Minions, quienes sigue sin quedar muy claro lo que son, pero cuya búsqueda a lo largo de la evolución consiste en encontrar un jefe, a ser posible malvado y terrible, al que servir ciegamente (minion, en inglés, significa literalmente compinche o secuaz),  y sin el cual, su especie ya no tendría sentido. Cuando estos corren el riesgo de extinguirse, uno de ellos, Kevin, decide salir en busca de un jefe con el que salvar a su tribu. Junto a sus compañeros Stuart y Bob consiguen encontrar a la jefa perfecta: Scarlet Overkill, la supervillana de más éxito en los años sesenta.



El mayor acierto de la película es contar con un guión muy simple, tanto como sus personajes principales, pero gracias a esto, muy bien llevado. Este cuenta con el hilo conductor a partir del cual se van hilando los gags que protagonizan los minions en distintas situaciones. Además es lo bastante dinámico para que cada uno forme parte de una situación en la historia, sin que parezca que la película va a golpe de chistes separados. Y que los relativos a sus protagonistas van muy bien dosificados y combinados con los de los secundarios: estos se basan principalmente en el universo de Gru, donde ser supervillano es una actividad reconocida, los inventos estrafalarios están a la orden del día y donde actividades criminales como atracar un banco es algo que se puede llevar a cabo en una familia. Precisamente este cruce entre lo cotidiano y lo fantástico es también una fuente de comicidad recurrida en la película: lo mismo un padre consuela a su hija por haber cometido un error en un robo, que estos acuden a una convención de malvados como quien va a una feria de cualquier sector económico…aunque seguramente Fitur no es tan divertida como la VillainCon.

 


El que el guión sea simple no implica que vaya a ser una película floja, o demasiado tontorrona. Bueno, complicada no es, que a fin de cuentas, es una comedia. Pero además de los detalles anteriores incluye también otros que son una buena sorpresa. Para empezar, es una historia sobre buscar un malvado…donde en realidad, no hay malvados. No solo se plantea más como una profesión que como algo ético, sino que la antagonista principal en ningún momento es enteramente mala, sino una persona bastante rencorosa. Quizá esto último, aunque interesante en un principio, es lo que más flojee: se esforzaron bastante en caracterizarla (a su pareja, en cambio, no tanto), pero el último giro se nota que está destinado a poder contar con un verdadero enemigo y con un enfrentamiento final con acción y movimiento, típico del cine de animación reciente, y no tanto a ser un matiz del personaje. Además, durante todo el tiempo juegan con lo de ser una precuela para despistar al espectador: frente al diseño redondeado de los minions, el de casi todos los personajes es más espigado, y sobre todo, recurren en su gran mayoría a dotarlos de unas narices puntiagudas que eran el rasgo característico de Gru, por lo que más de uno acaba preguntándose si, entre el año y el aspecto de estos, no será alguno de ellos el padre del villano en cuestión. Porque este, salir, sí sale, pero el donde y el cuando es un guiño que la película tiene bien guardado.

 


Lo más importante es que han conseguido que los minions funcionen por su cuenta. Otro gran acierto fue limitar el protagonismo a tres de ellos, con rasgos y carácter distintos, donde la forma de ser de cada uno aporta algo en cada momento. Las apariciones en piña de estos, a diferencia de los cortos, se quedan para momentos puntuales, en concreto, en el prólogo y el desenlace, por lo que el mantener el interés de los personajes sin que lleguen a aburrir es mucho más sencillo. Y uno de los detalles más divertidos de estos, además de los gags visuales, es su idioma: este no se limita a un galimatías con alguna palabra en inglés, sino que es un galimatías…de cuatro o cinco idiomas. Si se presta atención, se pueden oír frases muy básicas en inglés, español, italiano, francés, e incluso en alemán.

 


Los minions es una película simple. Y en cierto modo, tampoco inventan nada nuevo: ese aspecto uniforme, la dificultad para distinguirlos, y el humor particular hace pensar un poco en una versión moderna de los Pitufos, pero adaptada a un humor más visual. Pero, dentro de lo simple, han conseguido dos cosas: que como comedia de animación funcione perfectamente, y que unos secundarios tan pensados para gags puntuales funcionen perfectamente en una película propia. Ahora, después del éxito, quizá sería un buen momento para darles un descanso. Porque, como todas las cosas que funcionan bien en el la animación, no deberían explotarse durante demasiado tiempo, o acaban cansando al más pintado.

jueves, 23 de julio de 2015

Lecturas de la semana. De los Mitos de Cthulhu y otros que sin serlo, son muy cercanos.

 


Me gustaban los relatos de H. P. Lovecraft. De hecho, me siguen gustando y  a veces me parece una lástima haber leído ya todo lo escrito por él, por lo que encontrar algo nuevo es imposible. Como buena seguidora de los Mitos, en su día llegué a leer también alguna antología temática sobre los Mitos de Cthulhu. Estas siempre estaban muy ceñidas al mismo esquema de libros perdidos, dioses con tentáculos y gente que se vuelve muy loca, por lo que con el tiempo fui perdiendo el interés por los pastiches y, por suerte, ampliando un poco más las lecturas. Pero de vez en cuando, todo el tiempo que dediqué a todos esos relatos me viene a la memoria, y acabo leyendo alguna antología nueva sobre el tema. A veces por morriña, y a veces por curiosidad por si alguien ha sido capaz de salirse un poco de los clichés típicos de los derivados lovecraftianos.



Una temporada en Carcosa. Edición de Joseph S. Pulver. El Rey de Amarillo creado por Robert W. Chambers no es parte de los mitos, sino una serie de relatos anteriores, que H. P. Lovecraft conocía y que se consideran como precursores del horror cósmico. Posteriormente (especialmente con el juego de La llamada de Cthulhu) fueron incorporándose como parte del universo de H. P. L, y no fue hasta el año pasado cuando volvieron a llamar la atención de forma independiente, aunque solo fuera como referencia, en TrueDetective. Precisamente como antecedente de los mitos es uno de sus integrantes menos explotados, por lo que una antología sobre el Rey de amarillo, como libro maldito, y como personaje en sí, ofrecía bastantes posibilidades.

Ya el propio compilador expone que su intención es alejarse de la ficción lovecraftiana típica, y que las principales influencias que había propuesto para la recopilación eran, más que Lovecraft o Derleth, el propio Chambers, los poetas decadentistas o incluso Thomas Ligotti.

 
Solo con esto, hace que la antología tenga mayor interés que otras del palo: efectivamente, se alejan mucho de los clichés de siempre y hay unas cuantas que realmente consiguen un ambiente realmente inquietante, y en cualquier escenario posible. Relatos como los de la visita a un extraño burdel en el Nueva York de principios de siglo, o un enigmático programa infantil de televisión que nadie recuerda, son el mejor ejemplo de los cuentos que un lector más acabará recordando del libro. Pero como suele pasar en estas recopilaciones, el nivel general no es tan bueno: con esto de querer parecerse tanto al enigmático libro de chambers, muchos autores se pasan de listos y ofrecen algunos textos que, más que extraños, no llegan a contar nada en concreto, o a dar la impresión de ser demasiado desordenados, sin un desenlace propiamente dicho. Y no precisamente como final abierto, sino de esos en que no se sabe si termina ahí, o si la edición digital tenía  fallos y se habían comido párrafos.



W. H. Pugmire. The Strange Dark One. De todos los inventados por Lovecraft, probablemente Nyarlathotep es el más interesante. Es capaz de adoptar cualquier aspecto, incluido el humano, y actuar con cierta astucia y mala baba más comprensible que sus contrapartidas con tentáculos. Además, el propio autor recurrió a este como antagonista visible de Randolph Carter en En busca de la ciudad del Sol Poniente. Por lo que, al igual que en Una temporada en Carcosa, una antología basada en este, parecia bastante más interesante que el relato medio con investigadores evitando por los pelos la destrucción del mundo, o volviéndose locos.

Pero este interés se queda en el punto de partida. De entrada, no se trata de una antología sino de la recopilación de cuentos escritos por el mismo autor. Este, especializado en novelas y relatos de corte lovecraftiano, emplea un escenario de su propia creación: el valle de Sesqua, donde sus habitantes no son del todo humanos y están ligados a algunas criaturas mitológicas. Esto podría haber sido un aporte tan interesante como cualquier otro, pero su forma de escribir, que muchos describen como poemas en prosa, es completamente densa. Quizá intenta evocar el estilo de Lovecraft, con diálogos llenos de palabras rimbombantes y situaciones donde la trama suele implicar a algún artista perdido en el susodicho valle, teniendo un encuentro con el dios y presenciando visiones horribles y llenas de adjetivos. Pero para que un estilo tan denso funcione, hay que ser muy hábil, o se queda en un libro donde avanzar entre tantas conversaciones afectadas apenas despierta ningún interés. Y que en este caso, además de ese estilo que no ha terminado de convencerme, ha tenido dos resultados: uno, que quedan aparcadas las antologías lovecraftianas por una buena temporada. Y dos, que para leer a un autor difícil cuyos textos requieren una atención continuada, pero que a través de ellos sean capaces de evocar un ambiente muy específico, me quedo con Thomas Ligotti.

 

lunes, 20 de julio de 2015

Jurassic World (2015). Por qué no se deben mezclar niños con dinosaurios


Muchas sagas cinematográficas no llegan a tener un cierre propiamente dicho. Cuando una de sus entregas funciona mal, o no consigue el interés que se habían propuesto, acaban por quedarse en el limbo, sin intención de estrenar otra próximamente pero tampoco dándola por terminada (menos la de Spiderman. Ahí se han empeñado en reiniciarla cada dos o tres películas). Fue el caso de Parque Jurásico, de la que se ha tardado 14 años en ver una secuela.

 


Jurassic World es el parque temático que retoma las primeras intenciones de Parque Jurásico: una isla, operada por una empresa, que recibe miles de visitantes diarios y es posible ver dinosaurios vivos. Pero también pasear entre ellos, darles de comer, e incluso encontrar especies diseñadas específicamente para él. Porque, como cualquier otro parque de atracciones, el interés del público es limitado, y cuando los dinosaurios ya no son una novedad es  necesario crear otros más llamativos, más grandes y con más colmillos. Pero esto entraña riesgos, ya que al crear un animal con las características más impresionantes de un depredador, suele adquirir todas sus ventajas. Entre ellas, la inteligencia suficiente como para eludir a los vigilantes del parque, escapar de su jaula y provocar la alarma entre los encargados de la seguridad.



La película podría verse como una secuela directa de Parque Jurásico, prescindiendo de las dos anteriores, y en cierto modo, sabe adaptarse muy bien a los tiempos. Uno de los mejores detalles es el poder ver el parque como tal en funcionamiento, y con lo que ello implica: no solo por las oportunidades que una multitud ofrece en las secuencias de acción y en las más tensas, sino por el reflejo de los cambios en los gustos del público: un elemento clave de la trama es la necesidad de crear nuevas especies porque los dinosaurios ya no son una novedad. Algo que, además de servir como punto de partida de la trama, es un guiño bastante ingenioso si se recuerda la fiebre por los dinosauros que se vivió a mediados de los noventa.

 
 



Si este guiño es efectivo, el afán por aferrarse a las claves que le dieron el éxito a la primera Parque Jurásico, son todo lo contrario. Porque en lugar de mantener las ideas que podrían ofrecer una buena secuela, sin tener que repetir la fórmula inicial, optan por incluir elementos vistos: ¿Qué había niños perdidos entre dinosaurios? Pues volvemos a meter dos ¿Qué la secuencia más memorable era la lucha entre el tiranosaurio y los velocirraptores? Pues ponemos otra de nuevo. Pero en este último caso, los guionistas sí recordaron el detalle que planteaban en la trama: el público pierde el interés pronto. Pero en lugar de ofrecer algo distinto, optan por la misma pelea con no dos, sino con cuatro especies de dinosaurios distintas. Algo que resulta bastante poco original y donde solo faltaba que apareciera Godzilla a pelearse ahí también.

 

El lastre de la película no es tanto esas ganas de ir por lo seguro como la trama familiar que incluyen de forma gratuíta. El guión se queda así con tres, la principal, una sobre el potencial militar de los dinosaurios, que se queda en muy segundo plano…y una completamente innecesaria, donde se introduce a los niños de la película, que los protagonistas deben salvar y que, además de innecesaria, solo sirve para incluir unas cuantas secuencias de persecución y, lo que es peor: un montón de momentos familiares que recuerdan demasiado, pero para mal, al estilo de Spielberg en los ochenta y noventa, cuando no faltaba una mención a la importancia de las familias unidas.



Precisamente por esto parte de las caracterizaciones de los personajes sufren muchísimo. El de Chris Pratt es el que sale mejor parado, gracias a interpretar a Owen Grady, un entrenador, vigilante y héroe muy de aventuras clásicas: es valiente, pero teme y respeta a los animales además de contar con cierto sentido del humor. Su contrapartida, no sale tan bien parada: hasta que no empieza a avanzar la trama, se queda en una yuppie agobiada que no se ocupa de sus sobrinos al estar absorbida por su trabajo, como recuerdan al público en cuanto tienen ocasión. Y los secundarios, oscilan entre lo plano y el no saber que hacer con ellos: desde el malvado empeñado en usar a los dinosaurios como arma, y que hacen todo lo posible para mostrar que es malo, hasta el nuevo propietario del parque, que se queda en un émulo un poco pobre del de Parque Jurásico: a ratos es un empresario ético, a ratos quiere engañar a todo el mundo por el bien de la empresa, y a ratos suelta una parrafada sobre los valores sociales de su corporación.

 


A pesar de todo, Jurassic World es una secuela más que digna. Es cierto que, teniendo en cuenta las dos anteriores, muy flojas (aunque la segunda adaptara el libro de Crichton), no era muy difícil recuperar el pulso y ofrecer algo a la altura. Pero a nivel de entretenimiento y gracias a algunos momentos, funciona perfectamente. Es una lástima que quisieran apegarse demasiado a la fórmula inicial: podría haber sido una película redondísima donde los empleados de un parque de ciencia ficción se enfrentan a las consecuencias de un mal funcionamiento. En su lugar, los elementos positivos tienen que lidiar en su primera media hora con la vida y tonterías de un par de secundarios que han sido puestos ahí para marear a los protagonistas y meter una especie de moralina con calzador, de la que luego se olvidan por completo.

jueves, 16 de julio de 2015

Lecturas de la semana. En el cine y en la tele.



Esta semana volvemos a las entradas con más de un libro. Dos, en concreto, que ya es algo. Y que aunque cada uno sea de su padre y de su madre, los dos tienen algo en común, que son las pantallas, de cine o tv. Uno, por tratarse de un libro adaptado a guión, y el otro, una novela editada como derivado de una serie de televisión.

 


Joe Hill. Cuernos. De momento, el hijo de Stephen King ha tenido mayor fortuna que este a la hora de ser adaptado al cine. Frente a versiones realmente cutres y algún que otro telefilme similar, la novela de Hill cuenta con una producción muy correcta y muy fiel al material original, donde Daniel Radcliffe interpretaba a Ig Perrish, un joven acusado de asesinar a su novia, que un día se despierta con una cornamenta en la cabeza. Que además de darle un gran parecido con el diablo que todos creen que es, hace que la gente reconozca ante él sus mayores secretos y faltas. Pese a lo violento de la situación inicial, Ig se da cuenta que esto puede servirle para encontrar al verdadero asesino.

El planteamiento se ha presentado de una forma muy casual, y salvando mucho las distancias, puede recordar un poco a La metamorfosis: salvando las referencias teológicas e incluso de la mitología popular que aparecen, no hay ninguna explicación  a lo que sucede, y que el protagonista también acepta con bastante resignación y pragmatismo. Además, la clave de la novela no descansa tanto en quien ha sido el asesino (que se descubre a las pocas páginas), sino en tratar lo que el protagonista hará, y como él y el resto de los personajes han llegado a ser lo que son. La caracterización de estos es uno de los elementos más efectivos, donde ninguno de los personajes es enteramente simpático o está libre de faltas…algo que en una historia sobre el diablo y secretos ocultos era necesario. Si la de su protagonista, Ig Perrish, con su calvicie prematura, su complejo de ser el hijo segundón en una familia de artistas y trepas, y su agresividad, es muy completa, los secundarios también salen ganando: Merrin, su novia, es un retrato complejo, donde el miedo a la enfermedad y al rencor tienen un peso muy importante, y que sobre todo, está muy lejos del retrato de Mary Sue sin mácula en el que, por desgracia, la película acabó por quedarse. El resto de personajes, si se los sigue comparando con la versión cinematográfica, son mucho mejores, más merecedores de simpatía, y no unas comparsas para recordar que la chica asesinada era una santa.

A la hora de describir a los personajes, y el cuerpo de la historia, el pasado tiene un peso muy importante. No recurre a los flashbacks, sino a la estructura del libro donde determinados capítulos se dedican exclusivamente a la adolescencia de los personajes y otros se destinan a cómo estos han vivido o sido testigos del asesinato. Aunque en un principio es toda una ventaja para dar forma a la historia, durante la segunda mitad abusa demasiado del recurso: desde que se sabe quien ha sido el asesino, regresan al momento del crimen con nada menos que tres puntos de vista, el último de ellos, que parece destinado unicamente a aportar algo de acción y violencia que no era necesaria. En cambio, esta bajada se recupera enseguida gracias a un desenlace que entra de lleno en el fantástico, a ratos poético, trágico como era de esperarse pero con cierta melancolía…y con un final abierto para algunos personajes a los que Hill consiguió que el lector les tomara mucha simpatía.

 


Mike Tucker. The Silurian Gift. Entre la etapa clásica, la actual, doce doctores y un montón de acompañantes, hay miles de novelas derivadas del Doctor Who. Tratándose de algo nacido a raíz de una serie (siendo libros, me da cosica llamarle “producto derivado”), la calidad es muy variable y con todos los estilos posibles. Las editadas antes del 2005 eran mucho más extensas, destinadas a un público más adulto y contaban con cierta libertad a la hora de desarrollar los argumentos. Incluso algunos novelistas relativamente conocidos aportaron alguna pieza. Las posteriores, en cambio, eran algo más breves y destinadas a lectores más jóvenes.

The Silurian Gift, además de encuadrarse en la etapa nueva, con el doctor encarnado por Matt Smith, forma parte de una colección muy particular: un sello editorial destinado a promover la lectura entre los adultos con mayores dificultades o reparos para acercarse a un texto escrito. Para ello plantean un catálogo muy variado, desde la comedia romántica, el thriller, e incluso varias novelas del Doctor Who, todos ellos caracterizadas por no superar las cien páginas y recurrir a un estilo muy sencillo, más de narración y con muy pocas descripciones.

En este caso, la aventura del doctor podría perfectamente ser un guión cualquiera: un malvado ejecutivo descubre en la Antártida una colonia de silurians, seres reptilianos similares a los dinosaurios, que hibernan bajo tierra, y planea usar su tecnología para enriquecerse, si el Doctor no lo impide. Lo cierto es que con su extensión, no da mucho más para contar: es pura historia, donde los personajes entran, salen, van, vienen, y no te describen a un alienígena ni de broma porque, además de venir ya en la portada, supondría explayarse demasiado. Además, tratándose de una historia del Doctor, cuenta con un par de momentos en los que hace que se vuelva demasiado genérica: por una parte, la Tardis no aparece por ningún lado. Esto podría servir en el mejor de los casos para uno de esos capítulos, o novela, en las que recurren a una situación anecdótica  o quieren salirse un poco de la norma habitual. No es así, porque en realidad el doctor, además de no mencionarla en ningún momento, se desplaza como cualquier otro secundario. Algo que, tratándose del encarnado por Matt Smith, quien consideraba a su nave casi como un amigo más, hace que quede como tal muy diluido. Se sabe que es el undécimo doctor porque sale en la portada y usa un destornillador sónico, pero no tiene ninguna de las características ni forma de actuar un tanto estrafalarias que eran tan propias de este. En realidad podrían haber dicho que era el tercer doctor, el cuarto, el de David Tennant o incluso un personaje de ficción cualquiera.

El estilo, comparado incluso con las novelas más recientes, o las escritas casi para lectores más jóvenes, es muy básico. Pero esto, a diferencia de los problemas a la hora de presentar al protagonista,  no es algo negativo. Hay que tener en cuenta precisamente el objetivo de la colección, cuya brevedad también me recordó mucho a los bolsilibros Bruguera de la época…de los que también me leí unos cuantos. Sí, es breve y simple, pero la historia es tan entretenida como ver un capítulo de la propia serie, aunque sea uno de esos de los flojos de la temporada, y si realmente sirve para que la gente se anime con la lectura, entonces es todo un éxito.

lunes, 13 de julio de 2015

Home (2015). La invasión adorable



El cine de animación, al menos los estrenos más populares, han dado con un filón muy concreto: explotar al máximo el humor y la monería de los personajes. Los pingüinos de Madagascar fueron uno de los primeros ejemplos, que se confirmó cuando los Minions también llegaron a ser lo más popular de Mi villano favorito. Por lo que no es raro que otros estrenos, especialmente cuando se trata de un estudio como Dreamworks, opte por aprovechar todos estos elementos.




En el caso de Home, el planeta Tierra ha sido invadido por una terrible raza de alienígenas que…No. En realidad los boov son los mayores cobardicas del universo y , y especialistas en buscar los mejores planetas para poder esconderse de los Gorg, una raza mucho más peligrosa. Aunque ello suponga buscarle a los habitantes de este un lugar donde también puedan vivir tranquilos. Oh es uno de los boov recién llegados, deseoso de instalarse y hacer amigos. Pero también es bastante torpe y por culpa suya vuelven a correr el peligro de ser encontrados por los Gorg. Intentando escapar, conoce a Tip, una niña que intenta encontrar a su madre y que, pese a la cobardía de Oh y de los boov en general, puede evitar que estos sean descubiertos por sus enemigos.



La estética de la película explota al máximo el aspecto más divertido, mono y especialmente inofensivo de la situación. De entrada, la caracterización de los boov se basa principalmente en un aspecto blandito, muy similar al de un muñeco, y a una actitud un poco boba: corren de un lado a otro, e incluso tienen una forma de hablar con errores gramaticales que recuerda mucho a los chistes de los lolcats. Incluso su líder recuerda bastante al Rey Julien de Madagascar, al plantearlo como un personaje mandón y tonto, pero en el fondo inofensivo. Lo cierto es que esta estética está bastante más cuidada de lo que parece en un principio: a los alienígenas les han añadido el detalle de cambiar de color según su estado de ánimo. Lo que además de ser un rasgo específico, hace que, bueno, todo sea todavía más mono y más colorido. Pero lo más interesante es el presentar toda su tecnología basada en formas esférica, en contraposición a la de los alienígenas enemigos formada por aristas y tonos oscuros. Aunque, teniendo en cuenta el trasfondo de la película, esto también sirve a modo de giro final.




El tono del guión es muy amable en todo momento. Pero más que sensiblero, es por tratarse de una comedia: las secuencias de la invasión alienígena son practicamente una parodia en la que es fácil reconocer su versión realista. En lugar de explosiones y campos de prisioneros, hay naves que parecen de juguete, burbujas y gente viviendo en barrios residenciales (aunque un poco cabreada por la situación, si cabe). Y la trama en realidad es tan simple que recuerda un poco a los libros para niños muy pequeños: los personajes principales son alienígena que no tiene amigos, una niña que busca a su madre y su gata, que viven una aventura, y tras solucionar los conflictos al descubrir que las cosas no son lo que parecen, todos viven felices. Precisamente la trama se apoya mucho en la última parte, porque es de esas películas que aprovecha la simpleza para incluir una moraleja. En este caso, además de todo lo relativo a la amistad, sería el caracterizar a los alienígenas como unos cobardes absolutos o el miedo a todo lo desconocido.




En principio, la mezcla de humor, argumento simple, y algo de trasfondo podría funcionar, pero en lo último intentan pasarse un poco de ambiciosos al querer caracterizar a sus personajes con más rasgos metafóricos. En varias ocasiones intentan meter en el guión detalles sobre el conformismo y la uniformidad, pero que en realidad se quedan en un par de diálogos que no aportan nada. Deberían haberse dado cuenta que se trata de una película para todos los públicos, y de las menos complicadas, no una de animación del Estudio Laika. Y sobre todo, que cuando los personajes son unos aliens blanditos de colorines, que hablan de forma tonta y se asustan de cualquier cosa, quizá un intento de trama sobre pensamiento único e individualismo no vaya a funcionar bien.




Entre los actores de doblaje, el más notable es Jim Parsons, que después de ocho temporadas en Big Bang Theory interpretando a Sheldon Cooper es imposible no reconocerlo. Especialmente cuando su papel el alienígena protagonista y en muchos casos parece que ha tomado como referencia para interpretarlo a su personaje más famoso. Rihanna, como Tip, parece que tiene algo más suerte en este papel que cuando apareció en Battleship. Al lado de voces como Parsons, o Steve Martin, resulta bastante neutra, aunque su presencia acaba implicando que en la segunda mitad suenen clips de varias canciones suyas. Si a alguien no le gusta esta cantante, quizá no se la película de animación más adecuada.


Home no es una película redonda, aunque va funcionando. Hay que tener en cuenta en todo momento que se han planteado más como una comedia, y una tirando a sensible, por lo que el tono es mucho más amable incluso que en otras producciones de animación. Esto a veces funciona, y otras veces, especialmente en las secuencias donde se pasan con el colorido y cuando quieren demostrar que los boov son achuchables y tontorrones, cansa un poco. Pero funciona cuando se quiere ver una película sin complicaciones y humor sin mala leche. Además, uno de los secundarios es nada menos que un gato. Que como buen felino, es capaz de captar la atención sin hacer ninguna cosa importante. Aunque sea imposible no fijarse en detalles tan suyos como jugar con un plástico o ponerse a amasar un sitio cuando está cómodo.

jueves, 9 de julio de 2015

La puerta oscura. Los cementerios, el purgatorio y los vampiros de David Lozano




Con el verano, además de empezar una ola de calor de las de bajar las persianas hasta la noche, y tener bastantes posibilidades de encontrarse a una gata siesteando en la pileta del baño, vuelve un cambio en las lecturas: las más asequibles y poco complicadas acaban ganando terreno. En este caso, tanto las que cuenten con una portada llamativa y las que tengan la etiqueta “jóvenes adultos”. Y es precisamente el primer caso el que hizo que, hace tiempo, me fijara en una trilogía que hace unos años vi en muchos escaparates.




La portada de La puerta oscura, decorada con un montón de esqueletos similares a grabados medievales, es de esos casos en los que una cubierta hace referencia, de una forma más sutil que una ilustración específica, a la historia: en ella, Pascal, un joven bastante apocado, descubre en un antiguo caserón una puerta al mundo de los muertos. Puerta que solo se abre cada cien años y que otorga el título de Viajero a aquellos que la franquean. Pero este mundo, que es una versión más oscura del París donde transcurre la historia, no está exento de peligros: solo los cementerios, una especie de limbo donde habitan los fallecidos, son seguros. El resto del lugar está poblado por todo tipo de criaturas maléficas, una de las cuales, consigue escapar en el momento en que el nuevo Viajero cruza la puerta. Todo se vuelve bastante complicado a partir de entonces: el ser que ha huido del limbo es un vampiro, a quien deben detener a toda costa. Su amiga Michelle ha sido secuestrada y se encuentra en algún lugar del mundo de los muertos. Además, la primera solicitud de ayuda que recibió por parte de uno de los espectros resultó un completo desastre, por lo que parece bastante difícil que él, aún junto a su amigo Dominique y el apoyo de una médium, puedan conseguir algo tan complicado como acabar con un vampiro y salvar a Michelle.



El libro procura aprovechar un escenario bastante interesante a nivel estético, y que a día de hoy todavía resulta un tanto exótico, por así decirlo: las zonas más antiguas de París, con sus barrios de edificios clásicos y sus cementerios más conocidos. Estos últimos son los que continúan sirviendo como telón de fondo para los capítulos que transcurren en el mundo de los muertos: debido a su tamaño, historia, y lo ostentoso de sus tumbas y mausoleos, son una buena ambientación para un lugar donde los espectros pasan gran parte de su no vida. Como una especie de limbo donde no se hace mención a ninguna creencia específica, limitándose a hablar del “Bien”, y el “Mal”. Que como suele pasar, este último es bastante movidito y no para de enviar vampiros, esqueletos, y bicheríos varios. Es todo lo relativo a los espectros, la realidad alternativa donde estos viven, y la idea de incluir criaturas que viven en él, la parte más interesante de toda la historia. Junto a París, que es una ciudad, al menos a nivel ficticio, cuya arquitectura e historia siempre ha aportado mucha atmósfera. Especialmente para los fanáticos de los folletines e incluso de los comics de Adèle Blanc-Sec.


Teniendo en cuenta el lector al que va dirigido, la historia procura adherirse al máximo a los estereotipos habituales: el protagonista es un chico indeciso que pasa por un mal momento tras confesarle a sus sentimientos a la chica que le gusta. Pero es gracias a ese título de “elegido”, que le cae un poco por casualidad, por lo que empezará un viaje iniciático en forma de rescate que le aporta sabiduría, dudas y elementos similares. No queda muy claro, en todo caso, por qué de vez en cuando el texto se refiere a él como “el joven español”, cuando en realidad este es un detalle que ni es relevante respecto a su forma de ser, ni aporta nada en concreto a la historia. Quizá sea uno de esos casos en los que, pese a recurrir a una ambientación un poco lejana, se intenta que el lector tenga un punto de identificación con él.  Su mejor amigo es, en general, un secundario gracioso, al que intentan aportarle algo más de trasfondo y carácter. Pero el resto de los personajes de su entorno que tienen algún peso son bastante neutros: no importa mucho que se los caracterice como góticos o deportistas, porque su forma de actuar es bastante neutra y se limitan a aportar a la trama las acciones necesarias para ponerla en marcha, sin que haya un solo detalle ni diálogo que los individualice más allá de este punto. En realidad, los que salen mejor parados son el grupo de adultos, formado por la médium, un forense con giro sorpresa incluido y una detective. Al menos esta última cuenta con una caracterización un poco más amplia, unos cuantos detalles y defectos que la sacan del cajón de secundario estándar y la hacen algo más amena. No hay muchos más, porque las figuras familiares son practicamente inexistentes, además de un tanto negligentes: o bien están oportunamente de viaje, en otra ciudad, o  los protagonistas los van despistando a base de excusas sobre hacer trabajos de clase.

El caso más grave en lo relativo a los protagonistas es el de Michelle, el interés romántico del protagonista. Además de pasar tres cuartos del libro secuestrada, resulta bastante irritante: todos sus dramas y problemas se reducen a sus sentimientos hacia él, cosa que en algunos momentos resulta bastante inoportuno. Este es el primer personaje que he visto capaz de mantener un monólogo interior que puede resumirse como “no se si me gusta o si solo es como amigo” cuando se encuentra atada y rodeada de esqueletos con mortaja camino de ser una víctima sacrificial. Es como si el protagonista de la sombra sobre Innsmouth empezara a pensar en que no ha puesto la lavadora, o si le ha cambiado la arena al gato, cuando está siendo perseguido por un pueblo de híbridos entre humano y criatura marina.

A grandes rasgos, el punto de partida es un poco tópico, pero el escenario podría funcionar y tiene puntos interesantes. El mayor problema de este es su extensión: se trata de una de esas historias de una ida y de una vuelta, pero que han alargado demasiado en cierto punto. Teniendo en cuenta que se trabajan con una trama policial y otra de fantasía oscura que acaban convergiendo, esta última comienza a extenderse de forma innecesaria, volviendo todo lo relativo al viaje imposiblemente peligroso, inacabable y añadiendo una serie de escenarios a mayores que el protagonista tiene que superar como si fuera la pantalla de un videojuego. Y que precisamente, la forma de pasar de uno a otro recuerda demasiado a estos.

Además de su extensión, La puerta oscura no termina como tal, sino que es parte de una trilogía, que ya se anuncia con un final abierto en el que, con motivo del viaje que narra el libro, otra criatura poco simpática consigue escapar. Probablemente, con unas intenciones igual de malas que las del vampiro que aparece en El viajero. Pero eso es algo de lo que se ocupa el siguiente tomo. Tomo que en realidad no tengo muchas ganas de leer por el momento: esta primera parte se cierra al menos lo bastante como para que los personajes puedan descansar algo, y lo cierto es que gran parte de estos no me han resultado muy simpáticos. A su favor, esta trilogía parece ser de esas que mejoran una vez han arrancado. Pero para eso, quizá sería conveniente pulir un poco más a sus secundarios y quizá plantear unos obstáculos que hicieran una narración algo menos extensa.


Como curiosidad, los derechos del libro han sido comprados para una película…que espero por el bien de todos que no sea protagonizada por el tipo de actor adolescente que pululaba por las series españolas. Quizá en una versión visual, y con un guión más dinámico, algunos de sus detalles funcionen mejor.


lunes, 6 de julio de 2015

Mad Max: Fury Road (2015). Desiertos, coches oxidados y otros bienes escasos

Los últimos remakes de películas de los ochenta han sido tirando a desastrosos, además de demostrar que una película no se hace unicamente actualizando los efectos especiales. Con las secuelas...bueno. A falta de ver Jurassic World, quizá tardar veinte años para sacar una entrega acaba haciendo que lo de antes siempre pareciera mejor, con más contenido, y que cuanto más esperamos por una secuela, esta produce mayor impresión de no ser lo que nos habría gustado Después de unos tres o cuatro remakes en ese plan, estaba bastante convencida de ello. Pero después vino George Miller  con ganas de hacer otra película de Mad Max y demostró que a veces estos factores no tienen nada que ver, que es posible recuperar una franquicia treinta años después y que el resultado sea tan divertido como el que se vio entonces. 


Mad Max continúa, sin pararse apenas en prólogos ni antecedentes, la vida de Max Rockatansky, un antiguo policía, tras el fin de la civilización. No importa gran cosa lo que hubiera pasado, ni como, que se despacha con un par de frases tremendistas al comienzo y unas imágenes de archivo sobre explosiones nucleares. Lo interesante es lo que pasa a partir del momento en que Max es capturado por uno de los grupos que susbsisten en un mundo donde la gasolina, el agua y los donantes de sangre sanos son los bienes más preciados. A partir de entonces, su camino se cruza con el de Furiosa, una mujer que se ha propuesto rescatar a las mujeres de Inmortan Joe, un señor de la guerra, y a la que termina por ayudar al ser esta la única forma posible de huir del desierto y sus perseguidores. 



El argumento podría resumirse en: los personajes quieren ir a un sitio. Pero cambian de opinión y dan la vuelta, pasando de ser una trama sobre una huida a una sobre una lucha y una venganza. En realidad esta se trata de una historia de personajes y estética, en el que la simpleza del guión se mantiene gracias a estos elementos que han sido muy bien planteados.


Me encanta el olor del nightmare fuel los lunes por la mañana 

En el primer caso, esta es una de esas películas donde se justifica el verla en cine por un motivo mejor que las explosiones y los efectos digitales: se han recreado al máximo en la ambientación, que es completamente absurda, excesiva, grotesca y a veces un tanto macabra. Porque en realidad el mundo postapocalíptico que describen es muy de cómic, lleno de exageraciones y donde las cosas en princpio, no tienen por qué tener lógica. El ver al personaje de Innmortan Joe acompañándose de un vehículo con baterías y una guitarra eléctrica flamígera, o la secuencia de un pantano cuyos habitantes se desplazan en zancos parece absurdo, pero mantiene cierto sentido interno, además de servir para que el público realmente pueda disfrutar del trabajo con que estos y otros detalles, han sido desarrollados. Este no se trata del mundo postapocalíptico estándar con un par de coches oxidados y unos figurantes disfrazados de refugiados, sino el de Mad Max, con todos los excesos que ello implica.



Precisamente ese escenario un poco enloquecido, y el tiempo que dedican a presentar muchos elementos, sirven para caracterizar a los personajes de una forma muy rápida y concisa. Es el caso general de los antagonistas, que son los más llamativos en este nivel, y particularmente en el de Inmortan Joe, donde las condecoraciones militares, sus discursos mezclando distintos conceptos sobre la guerra y el valhalla, aportan varias ideas sobre sus orígenes y trasfondo. Y en el que su actitud exagerada y muy de estrella de rock hace que sus apariciones, muy teatrales, incluido todo el guiño del guitarrista, no sea algo gratuito.  Incluso los otros antagonistas, con menor presencia, cuentan con detalles que les pueden aportar alguna que otra lectura. Y el caso del líder del poblado que fabrica gasolina, es todo un ejemplo: vestido con un traje de hombre de negocios, pero abotargado, deforme, y con el simpático título de “devorador de gente”.



El personaje de Mad Max estaba hasta ahora ligado a Mel Gibson, quien además de interpretarlo en la trilogía anterior, fue uno de sus primeros papeles conocidos. Tom Hardy es un sucesor muy digno, presentando a un protagonista muy lacónico, atormentado por flashbacks y con el que el apelativo “mad” no va desencaminado. Pero en realidad su presencia es bastante menor, limitándose a dar título a la película y servir como hilo conductor, en comparación con Furiosa. El personaje de Charlize Theron es en cierto modo la protagonista de esta historia, y donde la actriz demuestra defenderse muy bien como heroína de acción. Pero de acción de verdad: igual de seca y endurecida que Max y relativamente afeada. Porque el guión y la ambientación serán todo lo alocados que quieran, pero al menos han tomado nota de una cosa: tras la caída de la civilización, no hay mucho tiempo para maquillarse.



No son solo los protagonistas y el villano los que cuentan con una buena caracterización. Los secundarios no se quedan atrás, y precisamente, gracias a dar una idea de su actitud gracias a gestos y pequeños detalles. Especialmente en el caso de las chicas de Furiosa, que en lugar de quedarse como un macguffin, presentan rasgos, forma de ser propias y el público llega a sentir simpatía por ellas. Bueno, por ellas e incluso por personajes que llegan a salir algo menos. Porque a la mitad del metraje yo acabé pensando que si le pasaba algo a Nux, apedreaba a George Miller.



Mad Max es, simplemente, una película de acción. Que practicamente no da descanso en dos horas, y donde no se va a buscar un argumento complejo. Pero es de esos casos donde la clave está en su sencillez, en ofrecer algo distinto, en ser capaz de contar una historia y presentar buenos personajes. Realmente se merece el interés tras su estreno y todas las variaciones, parodias y fan arts que ha generado. Especialmente, y aquí por motivos obvios, la versión gatuna de todos los protagonistas. Aunque el rollizo Inmortan Gatico parece bastante más achuchable que su versión humana.



jueves, 2 de julio de 2015

Septic Man (2013). El antihéroe cacoso




Hoy voy a hablar de una película de mierda. Pero literalmente. De mierda, de fosas sépticas, de trastornos gastrointestinales y de sinsentidos varios. Lo primero, al menos, sería el argumento de Septic Man. Lo segundo, se va poniendo de manifiesto a medida que avanza la película. Una película, que, con semejante título, tampoco podía esperarse que fuera el colmo de la limpieza.

 
 

Todo empieza con un problema en el suministro de aguas en una pequeña ciudad: la gente comienza a enfermar gravemente por lo que el alcalde, un tipo de aspecto un poco desquiciado, anuncia la evacuación inmediata durante un período de tiempo. Esta medida de seguridad parece esconder algo más grave: el ejército ha empezado a vigilar la zona, y un individuo que asegura representar al Consejo de la ciudad ha contactado con Jack,  un trabajador del servicio de alcantarillas solicitando su ayuda. Él más que nadie sabe cómo encontrar el origen del problema y solucionarlo durante el tiempo que dure la evacuación. A cambio de una importante suma y de la promesa de guardar silencio, Jack dedice investigar la planta de tratamiento de aguas, quedando atrapado por accidente en una de las fosas sépticas y a merced de una pareja de asesinos que deambulan por la planta, y que han decidido que la mejor manera de acabar con él, y de justificar la duración de la película, es hacer que se quede ahí a fermentar. Porque, si algo se ha aprendido sobre los residuos tóxicos en el mundo de la ficción, es que lo que no te mata, te convierte en un horrible mutante.



Lo más importante que se puede señalar de la película es que gran parte de todo lo que pasa no tiene ningún sentido. Ni el punto de partida, que parece querer ser un homenaje a los héroes monstruosos como Darkman o La cosa del pantano, ni el planteamiento, donde todas las referencias a la actuación del gobierno, la evacuación y el agente misterioso que contacta al protagonista son olvidados a los quince minutos…ni el desarrollo. Donde a la media hora la historia se convierte en una sucesión de situaciones un poco grotescas, derivadas en su mayor parte por el hecho de explotar la idea de un tipo deslizándose por unas alcantarillas, y en menos parte, por incluir por ahí a una pareja de psicópatas tirando a grimosos, que no se queda muy claro que pintan ¿Es que el agua se ha envenenado porque tiraban los cadáveres a los pozos, como en la Edad Media? ¿Una planta de tratamiento de residuos de semejante tamaño no debería tener al menos unos cincuenta trabajadores en distintos turnos y medidas de seguridad varias, en lugar de a unos tíos raros deambulando por ahí? Al final todo esto se reduce a los intentos del protagonista por salir de la alcantarilla, la aportación del guiño de serie B con todo el tema de las mutaciones, y a intentar explotar todo lo que se pueda el componente escatológico. Porque desde la primera temporada de South Park no veía a tanta gente vomitando de forma continuada como gag recurrente.

 


No hay KH 7 suficiente en este mundo para limpiar este WC

Precisamente esta falta de lógica hace que la película no funcione. Muchas series B se mantienen gracias a la suspensión de credibilidad del espectador, pero para eso hay que aportarle alguna razón: sea el truco de los residuos tóxicos, lo sobrenatural, alienígenas..o cualquier cosa. Pero aquí no hay más que un montón de conceptos apenas utilizados, hilados de una manera muy pobre y que no sirven de gran cosa porque el desenlace establecido habría llegado de una manera u otra.

 

 
Este guión tan absurdo va de la mano de unas actuaciones que le hacen justicia: los cuatro personajes que aparecen se limitan a decir sus frases de una forma muy forzada y mecánica. Más que interpetar se limitan a aparecer  ahí y hablar..pero con el material, tampoco es que puedan hacer gran cosa. Se salva en principio Stephen Mchattie, con un brevísimo papel como alcalde, explotándo al máximo un estilo muy excesivo y desquiciado. Pero en realidad su aparición es casi una anécdota y simplemente se limita a aparecer en una película que comparte guión con otras del mismo autor: Tony Burgess, además de novelista, también es el guionista de Pontypool y Hellmouth. La primera, me pareció una historieta muy original sobre un virus zombie que se trasmitía a través del idioma inglés (la película estaba filmada en Québec por lo que hacían muchas bromas sobre las dos lenguas oficiales). La segunda está pendiente de estrenarse pero su trailer promete bastante. Y el que cuente también con un director distinto a Septic Man ayuda a que no haya perdido el interés tras ver este truño. Lo de truño, esta vez, va también en sentido metafórico.

 


Una expresión similar se me quedó tras ver la película

No me queda muy claro cual era la intención de este Hombre Séptico ¿Una parodia de los héroes de aspecto monstruoso? ¿Una historia de orígen de la que tendremos una secuela con un monstruo de alcantarilla sembrando el pánico? ¿O es simplemente una broma donde hacen parodia de todos estos elementos? Teniendo en cuenta la secuencia de los créditos, que casi es lo más divertido de la película, y sobre todo, la canción especialmente escrita para ella, que suena al final, es probable que se trate de esto último. Pero al chiste este, tras unos  cuarenta minutos, acabé por no ser capaz de encontrarle la gracia. Por el momento, en cuanto a humor escatológico, me sigo quedando con Arale y sus cacas sonrientes. Al menos son más monas.