jueves, 16 de julio de 2015

Lecturas de la semana. En el cine y en la tele.



Esta semana volvemos a las entradas con más de un libro. Dos, en concreto, que ya es algo. Y que aunque cada uno sea de su padre y de su madre, los dos tienen algo en común, que son las pantallas, de cine o tv. Uno, por tratarse de un libro adaptado a guión, y el otro, una novela editada como derivado de una serie de televisión.

 


Joe Hill. Cuernos. De momento, el hijo de Stephen King ha tenido mayor fortuna que este a la hora de ser adaptado al cine. Frente a versiones realmente cutres y algún que otro telefilme similar, la novela de Hill cuenta con una producción muy correcta y muy fiel al material original, donde Daniel Radcliffe interpretaba a Ig Perrish, un joven acusado de asesinar a su novia, que un día se despierta con una cornamenta en la cabeza. Que además de darle un gran parecido con el diablo que todos creen que es, hace que la gente reconozca ante él sus mayores secretos y faltas. Pese a lo violento de la situación inicial, Ig se da cuenta que esto puede servirle para encontrar al verdadero asesino.

El planteamiento se ha presentado de una forma muy casual, y salvando mucho las distancias, puede recordar un poco a La metamorfosis: salvando las referencias teológicas e incluso de la mitología popular que aparecen, no hay ninguna explicación  a lo que sucede, y que el protagonista también acepta con bastante resignación y pragmatismo. Además, la clave de la novela no descansa tanto en quien ha sido el asesino (que se descubre a las pocas páginas), sino en tratar lo que el protagonista hará, y como él y el resto de los personajes han llegado a ser lo que son. La caracterización de estos es uno de los elementos más efectivos, donde ninguno de los personajes es enteramente simpático o está libre de faltas…algo que en una historia sobre el diablo y secretos ocultos era necesario. Si la de su protagonista, Ig Perrish, con su calvicie prematura, su complejo de ser el hijo segundón en una familia de artistas y trepas, y su agresividad, es muy completa, los secundarios también salen ganando: Merrin, su novia, es un retrato complejo, donde el miedo a la enfermedad y al rencor tienen un peso muy importante, y que sobre todo, está muy lejos del retrato de Mary Sue sin mácula en el que, por desgracia, la película acabó por quedarse. El resto de personajes, si se los sigue comparando con la versión cinematográfica, son mucho mejores, más merecedores de simpatía, y no unas comparsas para recordar que la chica asesinada era una santa.

A la hora de describir a los personajes, y el cuerpo de la historia, el pasado tiene un peso muy importante. No recurre a los flashbacks, sino a la estructura del libro donde determinados capítulos se dedican exclusivamente a la adolescencia de los personajes y otros se destinan a cómo estos han vivido o sido testigos del asesinato. Aunque en un principio es toda una ventaja para dar forma a la historia, durante la segunda mitad abusa demasiado del recurso: desde que se sabe quien ha sido el asesino, regresan al momento del crimen con nada menos que tres puntos de vista, el último de ellos, que parece destinado unicamente a aportar algo de acción y violencia que no era necesaria. En cambio, esta bajada se recupera enseguida gracias a un desenlace que entra de lleno en el fantástico, a ratos poético, trágico como era de esperarse pero con cierta melancolía…y con un final abierto para algunos personajes a los que Hill consiguió que el lector les tomara mucha simpatía.

 


Mike Tucker. The Silurian Gift. Entre la etapa clásica, la actual, doce doctores y un montón de acompañantes, hay miles de novelas derivadas del Doctor Who. Tratándose de algo nacido a raíz de una serie (siendo libros, me da cosica llamarle “producto derivado”), la calidad es muy variable y con todos los estilos posibles. Las editadas antes del 2005 eran mucho más extensas, destinadas a un público más adulto y contaban con cierta libertad a la hora de desarrollar los argumentos. Incluso algunos novelistas relativamente conocidos aportaron alguna pieza. Las posteriores, en cambio, eran algo más breves y destinadas a lectores más jóvenes.

The Silurian Gift, además de encuadrarse en la etapa nueva, con el doctor encarnado por Matt Smith, forma parte de una colección muy particular: un sello editorial destinado a promover la lectura entre los adultos con mayores dificultades o reparos para acercarse a un texto escrito. Para ello plantean un catálogo muy variado, desde la comedia romántica, el thriller, e incluso varias novelas del Doctor Who, todos ellos caracterizadas por no superar las cien páginas y recurrir a un estilo muy sencillo, más de narración y con muy pocas descripciones.

En este caso, la aventura del doctor podría perfectamente ser un guión cualquiera: un malvado ejecutivo descubre en la Antártida una colonia de silurians, seres reptilianos similares a los dinosaurios, que hibernan bajo tierra, y planea usar su tecnología para enriquecerse, si el Doctor no lo impide. Lo cierto es que con su extensión, no da mucho más para contar: es pura historia, donde los personajes entran, salen, van, vienen, y no te describen a un alienígena ni de broma porque, además de venir ya en la portada, supondría explayarse demasiado. Además, tratándose de una historia del Doctor, cuenta con un par de momentos en los que hace que se vuelva demasiado genérica: por una parte, la Tardis no aparece por ningún lado. Esto podría servir en el mejor de los casos para uno de esos capítulos, o novela, en las que recurren a una situación anecdótica  o quieren salirse un poco de la norma habitual. No es así, porque en realidad el doctor, además de no mencionarla en ningún momento, se desplaza como cualquier otro secundario. Algo que, tratándose del encarnado por Matt Smith, quien consideraba a su nave casi como un amigo más, hace que quede como tal muy diluido. Se sabe que es el undécimo doctor porque sale en la portada y usa un destornillador sónico, pero no tiene ninguna de las características ni forma de actuar un tanto estrafalarias que eran tan propias de este. En realidad podrían haber dicho que era el tercer doctor, el cuarto, el de David Tennant o incluso un personaje de ficción cualquiera.

El estilo, comparado incluso con las novelas más recientes, o las escritas casi para lectores más jóvenes, es muy básico. Pero esto, a diferencia de los problemas a la hora de presentar al protagonista,  no es algo negativo. Hay que tener en cuenta precisamente el objetivo de la colección, cuya brevedad también me recordó mucho a los bolsilibros Bruguera de la época…de los que también me leí unos cuantos. Sí, es breve y simple, pero la historia es tan entretenida como ver un capítulo de la propia serie, aunque sea uno de esos de los flojos de la temporada, y si realmente sirve para que la gente se anime con la lectura, entonces es todo un éxito.

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