Con el verano, además de empezar una ola de calor de las de
bajar las persianas hasta la noche, y tener bastantes posibilidades de
encontrarse a una gata siesteando en la pileta del baño, vuelve un cambio en
las lecturas: las más asequibles y poco complicadas acaban ganando terreno. En
este caso, tanto las que cuenten con una portada llamativa y las que tengan la
etiqueta “jóvenes adultos”. Y es precisamente el primer caso el que hizo que,
hace tiempo, me fijara en una trilogía que hace unos años vi en muchos
escaparates.
La portada de La puerta oscura, decorada con un montón de
esqueletos similares a grabados medievales, es de esos casos en los que una
cubierta hace referencia, de una forma más sutil que una ilustración específica,
a la historia: en ella, Pascal, un joven bastante apocado, descubre en un
antiguo caserón una puerta al mundo de los muertos. Puerta que solo se abre
cada cien años y que otorga el título de Viajero a aquellos que la franquean. Pero
este mundo, que es una versión más oscura del París donde transcurre la
historia, no está exento de peligros: solo los cementerios, una especie de
limbo donde habitan los fallecidos, son seguros. El resto del lugar está
poblado por todo tipo de criaturas maléficas, una de las cuales, consigue
escapar en el momento en que el nuevo Viajero cruza la puerta. Todo se vuelve
bastante complicado a partir de entonces: el ser que ha huido del limbo es un
vampiro, a quien deben detener a toda costa. Su amiga Michelle ha sido
secuestrada y se encuentra en algún lugar del mundo de los muertos. Además, la
primera solicitud de ayuda que recibió por parte de uno de los espectros resultó
un completo desastre, por lo que parece bastante difícil que él, aún junto a su
amigo Dominique y el apoyo de una médium, puedan conseguir algo tan complicado
como acabar con un vampiro y salvar a Michelle.
El libro procura aprovechar un escenario bastante
interesante a nivel estético, y que a día de hoy todavía resulta un tanto exótico,
por así decirlo: las zonas más antiguas de París, con sus barrios de edificios
clásicos y sus cementerios más conocidos. Estos últimos son los que continúan
sirviendo como telón de fondo para los capítulos que transcurren en el mundo de
los muertos: debido a su tamaño, historia, y lo ostentoso de sus tumbas y
mausoleos, son una buena ambientación para un lugar donde los espectros pasan
gran parte de su no vida. Como una especie de limbo donde no se hace mención a
ninguna creencia específica, limitándose a hablar del “Bien”, y el “Mal”. Que
como suele pasar, este último es bastante movidito y no para de enviar
vampiros, esqueletos, y bicheríos varios. Es todo lo relativo a los espectros, la
realidad alternativa donde estos viven, y la idea de incluir criaturas que
viven en él, la parte más interesante de toda la historia. Junto a París, que
es una ciudad, al menos a nivel ficticio, cuya arquitectura e historia siempre
ha aportado mucha atmósfera. Especialmente para los fanáticos de los folletines
e incluso de los comics de Adèle Blanc-Sec.
Teniendo en cuenta el lector al que va dirigido, la historia
procura adherirse al máximo a los estereotipos habituales: el protagonista es
un chico indeciso que pasa por un mal momento tras confesarle a sus
sentimientos a la chica que le gusta. Pero es gracias a ese título de “elegido”,
que le cae un poco por casualidad, por lo que empezará un viaje iniciático en
forma de rescate que le aporta sabiduría, dudas y elementos similares. No queda
muy claro, en todo caso, por qué de vez en cuando el texto se refiere a él como
“el joven español”, cuando en realidad este es un detalle que ni es relevante
respecto a su forma de ser, ni aporta nada en concreto a la historia. Quizá sea
uno de esos casos en los que, pese a recurrir a una ambientación un poco
lejana, se intenta que el lector tenga un punto de identificación con él. Su mejor amigo es, en general, un secundario
gracioso, al que intentan aportarle algo más de trasfondo y carácter. Pero el
resto de los personajes de su entorno que tienen algún peso son bastante
neutros: no importa mucho que se los caracterice como góticos o deportistas,
porque su forma de actuar es bastante neutra y se limitan a aportar a la trama
las acciones necesarias para ponerla en marcha, sin que haya un solo detalle ni
diálogo que los individualice más allá de este punto. En realidad, los que
salen mejor parados son el grupo de adultos, formado por la médium, un forense
con giro sorpresa incluido y una detective. Al menos esta última cuenta con una
caracterización un poco más amplia, unos cuantos detalles y defectos que la
sacan del cajón de secundario estándar y la hacen algo más amena. No hay muchos
más, porque las figuras familiares son practicamente inexistentes, además de un
tanto negligentes: o bien están oportunamente de viaje, en otra ciudad, o los protagonistas los van despistando a base
de excusas sobre hacer trabajos de clase.
El caso más grave en lo relativo a los protagonistas es el
de Michelle, el interés romántico del protagonista. Además de pasar tres
cuartos del libro secuestrada, resulta bastante irritante: todos sus dramas y
problemas se reducen a sus sentimientos hacia él, cosa que en algunos momentos
resulta bastante inoportuno. Este es el primer personaje que he visto capaz de
mantener un monólogo interior que puede resumirse como “no se si me gusta o si
solo es como amigo” cuando se encuentra atada y rodeada de esqueletos con
mortaja camino de ser una víctima sacrificial. Es como si el protagonista de la
sombra sobre Innsmouth empezara a pensar en que no ha puesto la lavadora, o si
le ha cambiado la arena al gato, cuando está siendo perseguido por un pueblo de
híbridos entre humano y criatura marina.
A grandes rasgos, el punto de partida es un poco tópico,
pero el escenario podría funcionar y tiene puntos interesantes. El mayor
problema de este es su extensión: se trata de una de esas historias de una ida
y de una vuelta, pero que han alargado demasiado en cierto punto. Teniendo en
cuenta que se trabajan con una trama policial y otra de fantasía oscura que
acaban convergiendo, esta última comienza a extenderse de forma innecesaria,
volviendo todo lo relativo al viaje imposiblemente peligroso, inacabable y añadiendo
una serie de escenarios a mayores que el protagonista tiene que superar como si
fuera la pantalla de un videojuego. Y que precisamente, la forma de pasar de
uno a otro recuerda demasiado a estos.
Además de su extensión, La puerta oscura no termina como
tal, sino que es parte de una trilogía, que ya se anuncia con un final abierto en
el que, con motivo del viaje que narra el libro, otra criatura poco simpática
consigue escapar. Probablemente, con unas intenciones igual de malas que las
del vampiro que aparece en El viajero. Pero eso es algo de lo que se ocupa el
siguiente tomo. Tomo que en realidad no tengo muchas ganas de leer por el
momento: esta primera parte se cierra al menos lo bastante como para que los
personajes puedan descansar algo, y lo cierto es que gran parte de estos no me
han resultado muy simpáticos. A su favor, esta trilogía parece ser de esas que
mejoran una vez han arrancado. Pero para eso, quizá sería conveniente pulir un
poco más a sus secundarios y quizá plantear unos obstáculos que hicieran una
narración algo menos extensa.
Como curiosidad, los derechos del libro han sido comprados
para una película…que espero por el bien de todos que no sea protagonizada por
el tipo de actor adolescente que pululaba por las series españolas. Quizá en
una versión visual, y con un guión más dinámico, algunos de sus detalles
funcionen mejor.
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