jueves, 30 de octubre de 2014
The Houses October Built (2014). Un paseo por el tren de la bruja
Una casa del terror es una atracción donde basicamente, se paga para que le den sustos a uno durante un período de diez a quince minutos. Teniendo en cuenta que la mayoría consisten en diversas habitaciones donde se encuentran personajes habituales del cine de terror, no es que estas tengan sentido más allá de la intención de asustar. Pero es precisamente la idea de ser asustado de verdad por algo que supuestamente no lo es, lo que las convierte en un buen escenario para el cine de terror. En un principio, para algo tan sencillo como soltar a un asesino por los pasillos y conseguir un slasher. Pero hoy, cuando un porcentaje importante de este género lo constituyen las películas de metraje encontrado, también sirve para que alguien con una cámara en la mano cuente con una ambientación un poco más variada que un bosque o un edificio abandonado.
The Houses October Built es un título bastante bonito para lo que ha resultado la producción en sí, aunque también es bastante acertado: hace referencia al negocio de casas embrujadas y pasajes del terror que cada octubre se pone en marcha en Estados Unidos. Estas pueden ir de lo más profesional, con atrezzo y efectos de primera categoría, hasta un granero con cuatro telarañas en el Quinto Infierno a la derecha. También pueden contar con sustos y personajes tradicionales, o tratarse de algo más novedoso y extremo, que es lo que los protagonistas buscan en su viaje a través de varios estados. Estos, cansados de las atracciones habituales, pretenden localizar un espectáculo más underground, conocido unicamente como Blue Skeleton, y que conocen solo por referencias vagas. Su manía de filmar en muchas localizaciones y su actitud un poco tocapelotas hace que se ganen la animadversión en varios de estos espectáculos..y que mientras buscan la Casa del terror definitiva, se encuentren con varios personajes un tanto inquietantes, que les hacen sospechar que tal vez todo eso de Blue Skeleton no es solo una diversión inofensiva.
La película nació en un principio como un documental del mismo nombre, y parte del metraje proviene de pasajes del terror y trabajadores reales. Si el tema interesa, es lo más llamativo de la película y a mí me han quedado ganas de ver documental original. Con el tipo de filmación que utilizan, es fácil hacerse una idea de cómo se ven muchas de estas atracciones (también es cierto que a veces no se ve nada por las carreras y porque está más oscuro que la tripa de un grillo). De nuevo, esto es un tema que tiene que interesar mucho, y también puede hacer que parte del público se aburra bastante. Por suerte, también esta parte es la mejor trabajada y la que sirve para ir dando paso a la trama principal y crear una sensación de inquietud que funciona muy bien: los primeros conflictos sirven para utilizar a dos de las caracterizaciones como secundarios recurrentes y que, entre las máscaras, su actitud dentro del personaje y lo aleatorio de sus apariciones, son bastante efectivas. A partir de ahí, el numero de situaciones extrañas va aumentando y consigue momentos la mar de curiosos, y muy logrados, como un bar en el que todos sus clientes son actores de estas atracciones…que no se han quitado sus disfraces y su forma de actuar con los protagonistas es de todo menos normal.
Exceptuando lo interesante de la premisa, el resto del metraje es lo habitual en este género: los personajes son cuatro cartones con una cámara en la mano que corren cuando hay que correr, y basicamente, se meten donde no les llaman. El grupo en cuestión es bastante insoportable y su actitud contreras no ayuda mucho a que se les guarde la más mínima simpatía: ¿Qué prohibido grabar? Pues dale con la cámara ¿Qué prohibido salirse de la línea? Pues hala, a subirse a un tejado…Y todavía se quejan de que el personal es desagradable con ellos. Además, teniendo en cuenta el carácter aficionado del punto de partida, como es recorrer pasajes del terror y encontrar uno que se salga de la norma, el comportamiento de los personajes tampoco tiene mucho sentido: no importa que pasen todo tipo de cosas raras, amenazas, o que alguien a todas luces los esté acosando. Ellos, ahí siguen impasible, con su camarita en mano y empeñados en encontrar lo que habían buscado. Que, por su puesto, lo encuentran, pero después de echar un buen rato construyendo una sensación de rareza, y de terrero desconocido, bastante efectiva, esta es bastante decepcionante y cuenta con un final muy típico y tópico del este subgénero.
No se trata de una gran película. Ni tampoco una especialmente buena, ni original, siquiera. Pero cuenta con un punto de partida bastante atractivo y que principalmente, se ve por el interés que pueda generar el mundo de las atracciones terroríficas en Estados Unidos. Y como mezcla de documental aficionado y ficción, funciona bastante bien, al menos en su primera hora.
lunes, 27 de octubre de 2014
Al filo del mañana (2014). Un día tras otro tras otro...
Hay un tema en la ciencia ficción, y más concretamente, en
los viajes en el tiempo, que es el de volver y repetir un momento determinado
en el tiempo. Puede tomarse de una forma muy metafórica, como optaron en Black
Mirror, o en una versión más literal, la de volver físicamente a ese tiempo
determinado y poder enmendar un error con lo aprendido.
Al filo del mañana explota esta posibilidad al máximo: la
repetición una y otra vez de una batalla por parte de un soldado, con las
infinitas posibilidades que genera cada una de sus acciones. Pero el punto de
partida es todavía más amplio, porque esta batalla no es la de una guerra
cualquiera, sino un enfrentamiento entre los humanos y unos alienígenas que,
desde hace años, han convertido el planeta en una zona de guerra. En el que sería
el enfrentamiento decisivo entre dos especies, un soldado descubre que, en el
momento de su muerte, vuelve a despertar el día anterior, recordando todo lo
sucedido. Esto le proporcionará la ventaja necesaria no solo para conseguir el
entrenamiento necesario, sino para conocer a otro soldado que llegó a tener esa
misma capacidad. Capacidad que puede ser la clave para derrotar a los alienígenas,
y que con cada día, con cada muerte, con cada nueva decisión, se acercan más al
verdadero final de la guerra.
Aunque había oído buenas críticas de la película, no terminaba de animarme. En realidad el punto de partida me parecía algo agobiante. Y de una forma muy aleatoria, me recordaba un poco a El efecto mariposa, aquella película de cuando Ashton Kutcher intentó ser actor dramático, y que retorcía el tema repitiendo situaciones hasta la náusea. Además, estaba basado en un manga, cuando este tipo de adopciones no suelen funcionar muy bien (especialmente porque han pasado de unos adolescentes pilotando exoesqueletos a Tom Cruise haciendo de militar degradado. Y me parece que ha sido una mejora). Pero donde esperaba una historia que consistiera en repetir las mismas secuencias, o algo mucho más cerrado y claustrofóbico, me encontré con una narración más dinámica. La secuencia de la primera repetición dura muy poco, y tanto la adapción del protagonista como el encuentro con secundarios en su misma situación es lo bastante rápida como para que esa sensación de que todo transcurra en el mismo día se diluya mucho. Además, aprovechan un elemento interesante como el de las posibilidades que genera cualquier variación en la actitud de los personajes, haciendo que cada momento sea distinto, pero dando a entender que este puede haberse repetido muchas más veces que las que aparecen en pantalla. Naturalmente, hay algunas escenas fijas que se mantienen, como el primer encuentro con determinados personajes o el despertar del protagonista, pero muy dosificadas de forma que pasan a ser una constante o un guiño un poco irónico con el público.
En cierto modo, este tema no es tanto la trama principal sino un hilo conductor que cuenta con una gran importancia. Porque en realidad este sirve para contar de una forma distinta una historia sobre invasiones y guerras contra alienígenas de las de toda la vida. Pero también planteada desde una perspectiva alejada de las habituales. No hay secuencias tópicas sobre la destrucción de los principales monumentos turísticos del mundo (la próxima vez que un marciano se cargue la torre Eiffel, le aplaudo), sino que la situación es bastante posterior, mostrando los efectos de años de guerra en núcleos de población. Además, al jugar con referencias a determinados lugares, hace que este resulte mucho más cercano. Y es que apodos como El ángel de Verdún en pleno 2014 son todo un acierto.
Seguramente la agilidad con la que se plantea el tema de la repetición temporal es por su vocación de película de entretenimiento. Porque su cantidad de acción y efectos especiales demuestra su vocación de superproducción, y en su última parte es un despliegue de medios y combates bastante típico. Pero al menos en su primera mitad, este es mucho más comedido, y cuenta con un aspecto estético bastante interesante: el diseño de la tecnología empleada, muy pesada y aparatosa, recuerda en cierto modo a una maquinaria bastante más antigua. Y, aunque no sé si era intencionado o no, la aparición de uno de los personajes, con una armadura mecánica y una espada en mano, llegó a recordarme a algunos diseños de Warhammer. Aunque esta vocación de superproducción, que en cierto modo no se va a terminar arriesgando demasiado, se acaba notando: el desenlace acaba volviéndose muy tópico, con un enfrentamiento final en el que se sabe perfectamente que los personajes no van a fallar una sola vez ¿Qué se han pasado toda la película repitiendo el mismo día una y otra vez como el catecismo, para sacarlo por prueba y error? Aquí no pasa nada, que les va acabar saliendo todo a la primera. Y si no, los incomprensibles alienígenas algún error cometerán para facilitar el camino.
De todas formas, tampoco puedo ser demasiado crítica con esto, tratándose de una película que, con una premisa que no terminaba de gustarme, ha sabido resolverla de forma ágil y efectiva.
jueves, 23 de octubre de 2014
Susan Hill y La mujer de negro. Una historia de fantasmas clásica
Podía parecer, que a nadie se le ocurriría escribir un
cuento de fantasmas a principios de los ochenta. La Haunting of Hill House de
Shirley Jackson y La mansión infernal de Matheson quedaban una o dos décadas
lejos. Stephen King estaba en la cima y Clive Barker empezaba a recopilar sus
Libros sangrientos…los espectros parecían un poco fuera de lugar en ese
momento. En cambio, una novela muy breve de Susan Hill, es algo menos conocida,
aunque tampoco desmerece en comparación con las anteriores.
El punto de partida es el que podría encontrarse en muchas
narraciones de hace dos siglos: un joven abogado llega al Norte de Inglaterra
para solucionar los asuntos legales de una anciana que acaba de fallecer. En
medio de un paisaje desolador, en una mansión aislada por la niebla y las
subidas de la marea, el ambiente opresivo comienza a afectarle. Entre la bruma
escucha los gritos de un niño, una mecedora en la mansión parece moverse sola,
y en determinadas ocasiones, ha visto a una mujer enlutada que se cubre la cara
con un velo. Unos viejos documentos le hacen sospechar que hace años, algo
sucedió en la mansión y a la familia que vivió en ella. Un hecho que los
habitantes del pueblo podrían conocer pero que intentan evitar en todo momento.
A Susan Hill se la ha comparado con Daphne du Maurier y con
M. R. James, el maestro de las historias de fantasmas. También se ha calificado
su estilo de gótico, y estas dos comparaciones son las que mejor se adaptan a
su novela. Esta es muy breve, una novela corta para los estándares de hoy (y de
los ochenta también. Aunque King entonces no se había vuelto tan brasas), y más
de dos tercios los dedica exhaustivamente a la creación de atmósfera, casi más
opresiva que la que llegaba a recrear James en muchos de sus relatos. Con un
estilo muy pausado, comienza presentando la vida del protagonista, ya adulto,
de una tranquila velada navideña donde no escatima a la hora de presentar a su
familia, hasta llegar al comienzo de la historia en sí. Toda ella es muy
pausada, construyendo la situación paso a paso, e introduciendo todo tipo de diálogos
que ayudan a presentar un escenario tan tangible como claustrofóbico. Podría decirse
que las primeras apariciones de la mujer de negro, con su aspecto demacrado,
tardan en llegar, pero antes la autora ha trabajado lo suficiente como para que
el lector sea consciente de todas las sensaciones del protagonista. Desde la comodidad
de la posada, hasta lo desolado del paisaje costero y las tierras donde habitan
los vecinos.
Una de las mayores ventajas que ha conseguido frente a su
principal referencia, es la capacidad de avanzar una vez descubierto el
elemento sobrenatural. Algo habitual en el caso de James era la creación de una
atmósfera hasta la aparición del correspondiente espectro y la explicación de
qué pintaba ahí el pobre ectoplasma. En este caso, los riesgos que afronta
Arthur Kipps, el protagonista, son mucho más amplios: hay un encantamiento que
se repite, como en toda historia de fantasmas que se precie. Pero este se
entremezcla con una visión más moderna, como el papel que juegan las
sensaciones de su protagonista al entrar en determinadas habitaciones de la
casa, y que la mayor amenaza sean los accidentes que presenta el entorno. También
avanza más lejos que el encantamiento clásico, al dar a conocer las
circunstancias en las que han tenido que enfrentar los habitantes tras los
sucesos que dieron lugar a las apariciones de la Mujer de negro. Estas suponen
un miedo mucho más real, pero también más ambiguo a la hora de interpretar sus
orígenes.
lunes, 20 de octubre de 2014
El carnaval de las tinieblas (1983). Terror para todos los públicos. Pero con trasfondo.
Hoy sigue pareciendo extraño que una compañía como la Disney se animara a trabajar con material un tanto macabro. Pero en los ochenta fueron capaces de animarse con fantasía como El dragón del lago de fuego, producir un largometraje basado en las Crónicas de Prydain, o adaptar un texto de Ray Bradbury que junto a El árbol de las brujas, es una de las lecturas obligatorias en octubre para cualquier chaval anglosajón.
Something Wicked this Way Comes es el título en inglés, que
hace referencia a los versos de Macbeth. Tanto en el libro como en la película,
se optó por uno más reconocible para el público, y que tampoco guarda mucha
sorpresa (aunque lo de carnaval…más bien feria. Aquí lo que hace pensar lo
primero es en chirigotas o en peliqueiros, según donde se viva). Pero esto
pierde parte del guiño inicial, porque precisamente la historia comienza con
una tormenta y la llegada de una feria a un pequeño pueblo. Dos niños, Jim y
Will, quedan fascinados al principio por los carruseles y espectáculos como la
Bruja de arena o el pasillo de espejos. Pero la feria oculta algo: una noche,
ven como el carrusel gira al revés y sus pasajeros rejuvenecen. Varios habitantes
del pueblo desaparecen, y Mr Dark, el
propietario de la feria, sabe la amenaza que presentan dos chicos que han visto
demasiado.
La adapción en este caso es bastante fiel a la novela, tanto
en argumento como en la atmósfera que mantenía el libro. Esta ambientación es
bastante particular, donde la época son unos posibles principios de siglo en un
pueblecito bastante bucólico. Todo es luminoso, detalle en el que se incide
bastante con las primeras líneas que se recitan al comienzo de la película,
sacadas directamente de la novela. Se nota que no se ha buscado en ningún
momento una estética más macabra, y que la impresión de lo extraño viene
directamente por la aparición de Dark y los personajes de su feria...aunque lo
cierto es que estos no parecen nada más extraño ni amenazador que cualquier
otro espectáculo. Es un detalle interesante, teniendo en cuenta que la idea
principal consista en que solo los protagonistas sean conscientes del peligro.
También es uno de esos casos en el que el guión mejora el
material. Han mantenido detalles sobre los protagonistas muy importantes, como
el tema de la edad, el miedo a envejecer, o la ausencia del padre, algo que
afecta especialmente al personaje de Jim. Pero también adaptan detalles que en
la novela resultaban un poco chocantes, como el caso del padre de Will:
resultaba un poco difícil el creer que al buen hombre le pesaran tanto los
cincuenta años que tenía en el libro, elemento que se soluciona de forma mucho
más efectiva utilizando a un actor mucho más mayor y creíble para desarrollar
esa trama. En cambio, otras no funcionan también al hacer que la situación
pierda bastante el tono de peligro que pretendía mantener: mientras algunos de
los secundarios desaparecen como víctimas de la feria, uno de ellos se salva de
forma bastante arbitraria, perdiendo un momento bastante macabro que podían
haber conseguido.
Aún con los carruseles diabólicos, los personajes siniestros
y el mes de octubre de trasfondo, no se trata de una película con grandes
efectos especiales…vamos, que quien contara con grandes secuencias aprovechando
ideas como la de una sala de espejos, o una bruja imposible de matar, se va a
llevar un chasco. Porque la realización es muy simple, tan simple, que, ligado
a esa fotografía tan clara y luminosa, a veces da la impresión de estar viendo
un telefilme parecido a La casa de la pradera, al menos en los primeros
momentos. Los efectos son tremendamente básicos, quedando muy lejos de lo que
suelen invertir hoy, y basicamente, es una historia sobre elementos más reales,
como la vejez o la amistad vista desde la nostalgia por la infancia. La parte
sobrenatural, sorprendentemente, funciona igual de bien. Pero gracias a
elementos tan simples como un desfile de carnaval que solo resulta macabro por
lo que el espectador sabe, o por la interpretación de Jonathan Pryce como Mr
Dark, hablando acerca de la Gente del Otoño y el cometido de la feria.
Hoy, como muchos otros guiones, Disney se plantea un remake.
Seguramente será más espectacular y no faltarán escenografías que quiten el
hipo y secuencias en CGI. Pero si van a quedarse solo con ferias en 3d y
monstruos que le hagan juego, me quedo con la versión original.
jueves, 16 de octubre de 2014
Lecturas de la semana. De vuelta a Francia
Como indica el título, volvemos a mi segundo país favorito a
la hora de sacar lecturas. Aunque últimamente me había dedicado más a los clásicos
para todos los públicos, como el pequeño Nicolás o incluso alguno de Bob
Morane, echaba de menos un par de autores un poco dispares, tanto en calidad
como a la hora de reflejar su sentido del humor.
Daniel Pennac. La petite marchande de prose. En la tercera
entrega de la saga Malaussène, donde Benjamín sigue sacando adelante a sus
hermanos gracias a su trabajo como chivo expiatorio (vamos, echarse la culpa de
todos los fallos con cara de pena, y evitar que presenten demandas), ha habido algunos
cambios en su vida: un policía retirado se ha convertido en el abuelo no
oficial de la familia y niñera de Verdún, la hermana más joven. También se
encuentra cada vez más harto de su trabajo en las ediciones Talión, pero sobre
todo, no es muy feliz con la boda de su hermana menor, Clara. Su futuro cuñado
triplica la edad de su prometida, y además, es director de prisión. De prisión
modelo, pero prisión al fin y al cabo, cosa que tanto a Benjamín como a sus
amigos de Belleville no les termina de convencer. Además, su jefa pretende que
se haga pasar por un conocido autor de best sellers. Y cuando su hermana Therèse
le asegura que él no morirá hasta los noventa años, su esperanza de vida
empieza a parecerle demasiado larga.
La serie de Pennac siempre se caracterizó por el humor y por
una subtrama de carácter policiaco, muy llevada al extremo: o bien una serie de
atentados, o bien de asesinatos, y en este último caso, el del director de la prisión. En cambio, esta vez se plantea
como algo muy segundario, donde el protagonista ya no es sospechoso habitual (más
que nada, porque los policías saben que tiene más madera de víctima que de
culpable) y acaba siendo arrastrado por todo tipo de circunstancias adversas…hasta
el punto de acabar la mitad de la novela comatoso. Sirve más como una excusa para poner en marcha
las aventuras de los Malaussène, y como elemento para retorcer al máximo todas
las situaciones absurdas posibles. Si la coincidencia y el realismo fantástico
tenían una presencia importante en las dos anteriores novelas, aquí se convierten
en lo principal, formando parte una de la otra. También es cierto que esta
sensación de absurdo perjudica un poco el conjunto: se pierde capacidad de
sorpresa, al saber que tarde o temprano, todo va a encontrar su solución y que
su personaje principal va a salir sano y salvo, muy a su pesar. Aún así, uno de
los aspectos más divertidos es su retrato del mundo editorial con todo lo que
ello conlleva: a los autores espectáculo, el plagio y las campañas de
publicidad mayoritaria les sienta muy bien ese retrato un tanto grotesco con el
que aparecen.
San-Antonio. Les anges se font plumer. El comisario San Antonio es, como SAS, uno de esos personajes de literatura de kiosco: con un número de aventuras casi interminable, avanzando a lo largo de las décadas sin envejecer, se convierten en parte de la cultura popular. En el caso del personaje de Frédéric Dard, todavía sigue en activo, gracias al trabajo de su hijo Patrice (el de Dard. No el de San-Antonio, que es un personaje de ficción. por suerte).
A San-Antonio se les puede considerar un James Bond francés.
Es agente del servicio secreto, participa en todo tipo de misiones peligrosas y
las mujeres lo encuentran irresistible…y ahí acaba la comparación, porque el
tipo visto hoy, podría verse como un Torrente en toda regla: es machista, homófobo
y reúne el solito casi todos los defectos del francés medio en los años
cincuenta y sesenta. Pero también cuenta con un sentido del humor libre de
prejuicios, es un agente competente y que adora a su madre Felicie, hasta el
punto de llevársela (o más bien, por orden de su jefe, como coartada), a un
hotel de playa en Italia donde, en Les anges se font plumer, debe detener a una
banda de traficantes de armas.
Con una serie que abarca cinco décadas, la evolución del
personaje y del estilo de narración es bastante evidente. En el caso de Les
anges se font plumer, es más cercano al policiaco o a las novelas de espías tradicionales,
con elementos propios como el tráfico de armas o los secuestros. Pero el
sentido del humor del personaje empezaba a hacerse patente, de modo que sus
apreciaciones y su manera de narrar. Especialmente, sus apreciaciones sin eso
que hoy llaman corrección política.
Para saber más sobre San- Antonio, Béru y Frédéric Dard, aquí mismo
lunes, 13 de octubre de 2014
No matarás…al vecino (1989). Una comedia muy poco negra
Hay algunas películas que han desaparecido de la televisión desde hace años, aunque en su día fueran un recurso habitual para las tardes. No recuerdo haber visto en mucho tiempo a Kurt Russell en Golpe en la pequeña China (bueno, esta desde que cerró la Sexta 3, que sí era relativamente habitual), a Eddie Murphy haciendo lo suyo en El chico de oro o a Tom Hanks sospechando de su comunidad en No matarás al vecino.
The ´Burbs es el título original de esta película, que sufrió
uno de los entonces habituales cambios de nombre a fin de que esta pareciera más
graciosa y porque en inglés, hace referencia difícil de entender entonces, a
los suburbios o ciudades dormitorio compuestas por vecindarios aparentemente
seguros donde todos sus habitantes se conocen. En uno de ellos, Ray decide
pasar las vacaciones en casa con su familia sin hacer nada en concreto (cosa
que muchos apoyamos), mientras se dedica a observar su vecindario: el Teniente
es un militar retirado, fanático de las armas, que cada mañana acaba teniendo
altercados con Walter, el propietario de una caniche que suele ponerle unas
cuantas plastas en su jardín. Pero a la nueva familia en el barrio, los Klopek,
aún no los han visto, y solo saben que salen extraños ruídos de su sótano
durante la noche. Art, uno de los vecinos, está convencido de que esa gente
esconde algo, y junto a Ray y el Teniente, están dispuestos a descubrir como
sea qué es lo que estos parecen haber enterrado en el jardín.
En general, se trata de una comedia muy de su época: sin ser
abiertamente de terror, como otras producciones, sí tiene un punto de partida
un tanto macabro. Además de estar muy pensada para un público muy amplio, o al
menos, para que siga manteniéndose en la calificación “para todos los públicos”.
La comicidad procura no dar lugar a situaciones demasiado bestias, y se defiende
principalmente gracias a la comedia absurda, los diálogos y las
interpretaciones de los personajes. Y funciona muy bien, porque cada personaje,
a cada cual más caricaturesco, ofrece su propia comicidad, sin que ninguno
llegue a convertirse en un estorbo en pantalla o que parezca lo contrario de
gracioso. Incuso el adolescente interpretado por Corey Feldman, también
exagerado como el solo, tiene unas apariciones muy puntuales, a ratos a base de
reírse del resto de personajes, y no da impresión de estorbo, sino de ser un
secundario más que puede hacer más o menos gracia.
Aunque personajes como El teniente, su parafernalia militar
y sus paranoias, y su mujer, entre mona y no muy lista, son de lo más divertido
de la película, sorprende para bien que Art, que sería el estereotipo de amigo
pelmazo, siga manteniendo también su comicidad y un punto bastante entrañable. Pero
el papel más recordado es el de Tom Hanks, que entonces despuntaba en varias
comedias, con varias escenas que van desde la actitud de Rodríguez hasta la de
desquiciado. Y con situaciones tan logradas como la secuencia de una pesadilla
bastante ridícula acompañada por un montón de referencias a cine de terror clásico
como El exorcista, o a producciones directamente cutres.
En principio el humor
de la película, muy gestual en la mayor parte del tiempo, y de tortazos en
alguna ocasión, parece bastante blanco en un principio, aunque a medida que
avanza toma un carácter paródico muy curioso: la trama sobre los vecinos
misteriosos, es casi una broma acerca del carácter paranoico de las
urbanizaciones y su obsesión con la seguridad. La mansión tiene el aspecto de
un inmueble abandonado, y los Klopek son un estereotipo de extranjeros
peligrosos: actitud reservada, vestuarios anacrónicos, acentos centroeuropeos
que tiran para atrás y hasta cuentan con un médico en la familia que causa más
sospechas que otra cosa. Es fácil reconocer muchas situaciones que son
explotadas para dar lugar a toda clase de gags y reacciones estrafalarias.
La intención paródica de muchas de las situaciones funciona
muy bien, aunque el mayor desastre es el desenlace: si todas las sospechas se
hubieran quedado en un error (aunque esta posibilidad también la aprovechan
bastante bien), este habría sido muy distinto. Por lo que la opción más fácil
fue darle un giro final que, aunque también funciona bien a efectos de comedia,
hace que el guión en sí quede un tanto suelto. Exceptuando el que los
personajes se dediquen toda la película a sospechar, no queda claro para qué
hacía falta todo el tema de los ruidos nocturnos, las luces, y esa actitud
deliberadamente sospechosa de los sospechosos vecinos. Si querían pasar
desapercibidos, tal vez el sacar la basura desde un coche a medianoche, no sea
la opción más viable.
El giro final, visto de esta forma, hace que el esta intención
de dar la razón a los protagonistas sí o sí, sea bastante evidente, y a día de
hoy es de esas situaciones que no ha envejecido muy bien. Pero sigue siendo una
comedia que sigue siendo tan divertida como el primer día. Y ahora que se han
puesto de moda los ochenta, hasta se puede decir que es un clásico y todo.
jueves, 9 de octubre de 2014
Halloween (2007). Rob Zombie y el remake correcto
La historia que Rob Zombie retoma viene a ser la misma que
en 1978, aunque adaptada a sus preferencias y forma de rodar. En la noche
de Halloween, un niño comete el brutal
asesinato de su familia. Tras veinte años encerrado en un centro psiquiátrico,
es atendido por el doctor Loomis, quien ve desesperado cómo este se ha aislado
progresivamente tras una máscara. Este decide abandonar definitivamente su
caso, y esto, o quizá no, hace que Michael Myers reaccione violentamente
escapando del manicomio y regresando a su ciudad, para terminar lo que comenzó
hace veinte años.
Como no he visto la Halloween original de John Carpenter (y
eso que este director me gustaba mucho. Pero las de fantasmas o las de Snake
Plissken. A mí los asesinos..puah), no puedo compararla con la versión de Rob
Zombie. Pero esta en un principio, me ha parecido una visión del tema con
bastante potencial. La idea original de Michael Myers, en su arquetipo de “loco
que anda suelto” es la del Hombre del Saco, o la de los maníacos que pueblan
las leyendas urbanas. No hay que entender lo que hace, solo temerlo. Y este es
un elemento que intenta mantener la mayor parte del tiempo: bien añadiendo la fijación por las máscaras al
trasfondo del personaje, o bien mediante las conversaciones que tienen los
personajes acerca de la existencia de este estereotipo. No llega a funcionar
todo lo bien que podría, porque lo acompaña un error: la primera media hora la
dedica a presentar los orígenes del asesino en serie, donde además de mostrar
sus tendencias, no escatima a la hora de presentar un entorno negativo..Todo
muy psicológico, y que aunque resulte bastante bien narrado, hace que el
personaje tarde mucho en ser amenazador: la gracia del hombre del saco es que
nos da miedo, y no nos interesa su entorno social, las medicaciones que le den
o si va a cobrar pensión no contributiva cuando salga del psiquiátrico.
Probablemente la idea fuera, además de remake, el hacer una
especie de homenaje al género de los asesinos, incluyendo muchos de los
elementos comunes. Pero esto no termina de convencer porque hace que algunas de
las situaciones sean un tanto predecibles, o parezca que Michael Myers solo va
a matar a los secundarios que le caigan mal al público. El mundo presentado en
Halloween es a veces sórdido hasta no aportar nada: ¡familias desestructuradas!
Enfermeras bordes! ¡Celadores violadores! ¡Y un camionero que pasaba por ahí
pero que tampoco es muy simpático! Solo en un momento, gracias a el papel de
Danny Trejo, el personaje vuelve a resultar una verdadera amenaza y a encarnar
esa idea de asesino suelto.
Y este logro es muy breve, porque al poco, la película
cambia el ritmo para meterse de lleno en el slasher. En algunos momentos,
Zombie aporta originalidad gracias a su humor con diálogos un tanto bestias y
al intentar dar algo de vida a personajes secundarios necesarios para tener
algo de empatía con la película. Pero en seguida opta por una solución menos
creativa al empezar con los sucesivos asesinatos de adolescentes. Y he tenido
suficiente con seis o siete entregas de Halloween más unas doce de Viernes 13
como para que ese estilo no me chiste
mucho. No es hasta la última parte cuando recupera el pulso, saltándose esta
norma de un crimen detrás de otro para ofrecer un par de secuencias un tanto
enigmáticas (y mucho más interesantes) y un final que, aunque siempre parece un
poco visto, sí cuenta con bastante más fuerza que los productos habituales.
Un aspecto que sí resulta interesante es la estética: es
mucho más discreta que en La casa de los 1000 cadáveres, pero se nota que a
Zombie le encantan los años setenta y estos se reflejan perfectamente, de una
forma muy poco luminosa, pero sí muy discreta, casi gris, y realista. En ningún
momento se menciona la fecha inicial expresamente, pero esta es claramente
reconocible. Y la época actual en la que se desarrolla el resto de la historia,
también es bastante curiosa: algunos detalles de atrezzo, como las televisiones
o los teléfonos, dan a entender que la época en la que sucede el quión no es la
misma en la que se ha rodado la película…Son cosas muy menores, pero que a mí
me resultan divertidas y denotan mucho cuidado en la ambientación.
Un personaje clave para la serie de Halloween es el doctor
Loomis, interpretado por Donald Pleasence durante casi todas las entregas. El testigo
lo retoma Malcolm McDowell, de forma tan competente como podía esperarse de él.
También me sorprende Sheri Moon Zombie, que no se pierde una película de su
marido y a quien me había acostumbrado a verla en papeles de medio histérica, y
enseñando cacha. Su papel como madre de Michael Myers también tiene bastante de
eso, pero demuestra tener algo más de registro al contar con un par de
secuencias donde se defiende bastante bien haciendo de madre sufrida. Aunque,
quizá el mayor acierto sea el niño que interpreta al joven Michael Myers: entre
su aspecto un tanto grandullón, y esa cara inexpresiva que mantiene en todo
momento, resulta bastante inquietante y da una idea del personaje que se
convertirá veinte años después.
En general, Rob Zombie ha conseguido un buen remake: tiene
sus fallos (unos cuantos), pero se nota que le gusta el cine de terror, sus
elementos, y quiere ofrecer algo propio y no un refrito para el público de
nueva generación. Pero el mayor problema de este Halloween es el mío: pensé que
este género no me gustaba por haber visto solo bodrios como Viernes 13, pero es
que directamente, no puedo casi con ninguna. Me aburren los enmascarados, casi
tanto como pueden gustarme los zombies, me aburren los asesinatos aleatorios, y
a menos que se trate de algo donde se salga un poco de la norma, como The
Collection, creo que voy a seguir con los muertos vivientes y demás monstruos. De
momento me parecen más divertidos.
lunes, 6 de octubre de 2014
Seconds. El restaurante de las segundas oportunidades
La especialidad de Bryan Lee O´Malley son los comics acerca
del proceso de madurar y las relaciones, contadas desde un punto de vista lleno
de realismo fantástico y algunas referencias a la cultura popular de los
últimos veinte años. Este no es un estilo exclusivo de Scott Pilgrim, aunque
este sí contaba con muchos más guiños a los videojuegos y al cine, sino que en
Seconds continúa estando muy presente.
La historia de Katie, una cocinera que se esfuerza por poder
abrir su propio restaurante, es la de los errores y la posibilidad de volver
hacia atrás a solucionarlos. Todo empieza en una mala noche, tras comprobar que
las obras de su local apenas avanzan y después de haber tenido pesadillas donde
una extraña joven señala enigmáticamente el cajón de su cómoda, y una de las
camareras sufre un accidente por culpa suya. Es en ese cajón donde encuentra
una seta, una libreta y unas instrucciones donde indican que estas servirán
para borrar de su vida todo lo que lamenta. La magia funciona, y tras encontrar
más setas Katie decide que estas pueden servir para deshacer todos sus errores:
¿Y si no hubiera roto con su novio? ¿Y si hubiera elegido un local mejor? ¿y si
evitara una borrachera? Su vida cambia, pero no sus recuerdos, y cada vez se
encuentra más confusa ante unas situaciones que no había previsto.
El principal problema con el que contaba O´Malley era la
sombra de su comic anterior. Scott Pilgrim había tenido muchísimo éxito, y
corría el riesgo de quedarse como un autor de un solo logro. Pero no ha sido
así. En parte porque Pilgrim no fue su primer trabajo, y porque ha demostrado
que sabe contar una historia más allá de las situaciones abiertamente absurdas
y las referencias al anime. Esa situación cotidiana con elementos abiertamente
fantásticos sigue ahí, pero mucho más sutil: es algo que comparten solo
determinados personajes, y gran parte de lo que vive la protagonista es algo
que solo percibe ella, con bastante desconcierto por parte del resto. Aunque la
trama comience y termine como una fábula acerca de los errores y el
aprendizaje, esta se mezcla con elementos mitológicos o las historias
infantiles, tras aparecer el tema de los espíritus del hogar y las referencias
a su cuidado.
Salvando las distancias, esto me han recordado un poco a
cómo podría plantearlo Miyazaki. El dibujo que utiliza en determinadas
ocasiones también recuerda a este tipo de anime: la ciudad donde transcurre la
historia, llena de edificios antiguos y puentes, no es un lugar en concreto, y pese a ser un
entorno moderno, los escenarios principales son colinas en las afueras y
casitas con aspecto de granja, o escenarios fantasmales en algunos casos. En
realidad ahí se quedan los detalles, porque el resto sí es más habitual en el autor:
si hay algo que le guste de verdad, es el dibujar todo tipo de atuendos y
complementos para sus personajes. Bueno, y en este caso, platos variados, al ir
la cosa de restaurantes. El color es toda una ventaja, porque aunque ha
evolucionado bastante en los últimos diez años, siguen siendo unos dibujos muy
simples, donde resulta chocante encontrar unos ojos con estilo anime muy básico
en unos diseños muy infantiles.
Hay algunos defectos, que en una historia más calmada como
es esta, se notan bastante: los aspectos reales, como la vida laboral de la
protagonista, o la inversión que le supone su negocio, son tan secundarios y se
solucionan de una forma tan simple que casi parecen más rabietas de la
protagonista. Se menciona al principio todos sus esfuerzos para conseguir el
dinero necesario, pero cuando este no es suficiente, este obstáculo es obviado
de golpe para aparecer solucionado en el desenlace. El aspecto romántico
también queda un poco fuera de lugar: desde un principio, Katie y su exnovio no
parecían la relación más idónea y el final feliz que obtienen ambos se queda un
poco de añadido, como para que todo quede bien atado, pero en ningún momento
parece que esta sea la situación adecuada. En realidad es este último el mayor
defecto, porque teniendo en cuenta el planteamiento de fábula, puede verse como
un añadido o un reflejo muy simple de un obstáculo real, y no algo que tenga
peso en la trama.
Se nota que su punto fuerte siguen siendo los personajes, y
que esta es la historia de un solo personaje y no una narrativa coral. Porque es
Katie la que tiene más profundidad, y
con quien no se corta a la hora de caracterizarla, con todos los defectos,
virtudes y cabezonería que la llevan a actuar en muchos casos. Podría parecer
que es un truco para que el resto parezcan solo comparsas, pero resulta
bastante lógico cuando el truco consiste en que el mundo de la protagonista
cambie a su alrededor continuamente: la actitud y su relación con ellos puede
cambiar de una página a otra en cualquier momento.
Seconds consigue quedarse a varios kilómetros de cualquier
comparación con el otro éxito de O´Malley. Es una historia muy distinta, mucho
más intimista y quizá más fantasmagórica. Pero cuyo acierto es precisamente
este alejamiento y ese estilo más calmado.
jueves, 2 de octubre de 2014
El enlace espectral de Thomas Ligotti
De Thomas Ligotti se habló bastante este año tras el estreno
de True Detective. Y es que el detective Cohle era la viva imagen de la filosofía
de este escritor en general, y de La conspiración contra la raza humana en
particular. No es que los editores españoles lo hayan tenido mucho en cuenta,
porque desde Noctuario hace dos años, no he vuelto a ver nada suyo traducido.
Tampoco es que el autor se dé prisa en escribir: La
conspiración contra la raza humana se publicó en 2010 pero era un ensayo, no
narrativa. Sus publicaciones y la extensión de estas se han espaciado hasta el
punto en que pasaran cuatro años hasta que escribiera dos nuevas piezas. En concreto,
los dos cuentos que forman The Spectral Link, más su prólogo, si somos
generosos.
Dice el propio autor que estos tienen el mayor componente
autobiográfico hasta la fecha. No de forma directa, pero parte de sus malas
experiencias con médicos, hospitales, y el que su filosofía nihilista tenga
cada vez más peso se encuentran presentes. A lo largo de sus siete u ocho libros
ha habido elementos que son parte de su narrativa, como lo son las marionetas,
las ciudades vacías y los edificios ruinosos. Pero en menor medida, los
recuerdos infantiles y los médicos como figura amenazadora (un 95% de lectores
estamos de acuerdo con él). La principal diferencia de Metaphisica Morum y The
Small People, los dos relatos, consiste en la mayor presencia de su filosofía
en comparación a sus textos anteriores. En el caso del primero, es prácticamente
una reflexión sobre la eutanasia y el suicidio como derecho, hasta el punto en
que gran parte de la narración consisten en las teorías de su protagonista
sobre la vida y la muerte. No es sorprendente, porque el prólogo es ya una
declaración de intenciones respecto al tema.
Thomas Ligotti, bastante perjudicado en la última década
El estilo de estos dos se aleja del Ligotti de hace algunos
años. Se ha centrado mucho más en las ironías del mundo médico, al menos tal y
como él las interpreta, y memorias de la infancia convertidos en algo extraño e
inquietante. Aunque precisamente fue por estos por los que me gustaban sus
relatos, se agracede el cambio en cierto modo: a estas alturas me era imposible
no tomarme a broma la aparición de marionetas siniestras, edificios
desvencijados y esos protagonistas con menos vida que una acelga, que iban
camino de convertirse en un cliché como el adjetivo “innombrable” lo era para
H. P. Lovecraft. También está presente el humor, que aparecía en muchos de sus
escritos anteriores. Pero este es todavía más sutil si cabe, e incluso más
surrealista: en un discurso como el de Metaphisica Morum es capaz de marcarse
toda una parodia de los rednecks asesinos del cine de terror de finales de los
setenta e incluso hacer una referencia a la película Motel Hell.
The Spectral link es el trabajo más complejo de Thomas
Ligotti hasta la fecha, exceptuando Conspiracy. Nunca fue un escritor que
hiciera rodar las frases, ni de leer en diagonal como podría hacerse con
Stephen King. La carga filosófica de los relatos hace que estos todavía se
conviertan en una lectura más densa, y que en cierto modo, hagan que Song of a
Dead Dreamer, su primer libro, sea el
colmo del dinamismo y la alegría. Pero su forma de escribir sigue resultando
fascinante, especialmente su fijación por esos escenarios tan prosaicos que la
mayoría de los espectadores ignora. Tanto, que espero que sus próximos libros no
se hagan esperar tanto..o al menos, que estos incluyan más de dos solitarios
relatos.