Al gustarme unos géneros muy determinados, es difícil que
lea otros autores que estén fuera de este ramo. En cambio, cuando escritores de
temática más general deciden probar suerte con el fantástico, los leo con
bastante curiosidad y me he llevado más de una sorpresa agradable. La
carretera, de McCarthy, fue una historia muy parca en estilo, pero mucho más
inquietante que otras novelas de ciencia ficción postapocalíptica. La trilogía de
Nueva York de Auster creaba todo un juego entre la realidad y la fantasía. Y a
John Connolly lo conocía unicamente como escritor de novela policiaca hasta que
Negra y Criminal, un programa que incluye el radioteatro en una de sus
secciones, adaptó dos de sus textos.
Nocturnos es el libro con el que Connolly prueba suerte en
el género fantástico, o específicamente, con el terror. Y es el relato que da
título a una antología, porque este ha optado por recurrir a un formato muy
breve donde le es posible recorrer una selección muy amplia de argumentos:
criaturas que se ocultan en el bosque, en el fondo de los ríos o en aldeas
apartadas. No faltan tampoco los personajes más comunes del terror clásico,
como las brujas, los fantasmas o incluso el diablo, revisitados o planteados
desde una nueva perspectiva. Pero también hay sitio para el terror moderno,
bien por temática, como la enfermedad, o mediante escenarios, como una fábrica
abandonada o un circo ambulante.
La temática es muy extensa, y prácticamente cubre todos los
temas del género de los últimos 25 o 30 años. En todos ellos el estilo que
emplea es muy conciso: con la brevedad que presentan algunas de las narraciones
no hay mucho tiempo de explayarse, y es una de las mayores ventajas porque esta
forma de narrar recuerda mucho a autores clásicos. Los cuentos recuerdan a M.
R. James, Benson o a H. P. Lovecraft. Especialmente a este último porque en
muchos de los cuentos no faltan pueblos con algún lugar maldito o habitado por
seres muy antiguos. Pero esto no es un homenaje o una imitación de un estilo determinado, sino
más bien una evolución, donde Connolly aporta su propia manera de narrar a una serie de temas que en principio, le
resultarían ajenos. Quizá en este caso el no ser un autor de nicho le aporta
una mayor frescura, porque los elementos terroríficos están ahí, algunos
tratados de una manera más clásica que otros, pero en todo momento se mantienen
lejos de los clichés que otros han convertido ya en su forma de narrar.
Mientras estos relatos basados en lo más tradicional son muy
buenos, los mejores, en muchos casos, son aquellos donde se acerca a
planteamientos modernos: el más amplio, que da comienzo al libro, es una
historia sobrenatural donde lo más importante es la idea de la enfermedad encarnada
en un ser humano, del que el lector, y él mismo, nunca llegan a conocer su
origen, constituyendo cualquier alusión que se haga sobre esto en el relato,
simple atmósfera y posibles especulaciones. También sería el más sangriento de
todos los escritos, hasta el punto que quizá podía considerársele un poco
deudor de lo que Clive Barker escribía en los ochenta...Pero también,
infinitamente mejor trabajado y menos excesivo comparado con cualquier cosa
escrita por este último.