Todavía veo cine del malo a menudo, aunque este no aparezca
por las entradas. O bien se queda para alguna tarde para recordar las series B
sin pensar mucho, o para alguna reunión donde la película en cuestión sale
bastante desplumada. Algo que, por mucho que se esfuercen a base de Sharknados,
todavía no se han vuelto a alcanzar cotas tan altas como en los ochenta, quizá
porque estas todavía querían hacer creer que iban en serio: me vas a comparar
un Ghoulies, con su marioneta artrítica saliendo de un wc, con los tiburones
cgi de Asylum…¡no hay color! Algunas de estas, dentro de su comicidad
involuntaria en algunos momentos, son películas de terror de lo más disfrutables
en su conjunto. Otras, como las dirigidas por Lucio Fulci durante los setenta y
ochenta, son toda una rareza: con realizaciones realmente torpes, momentos de
casquería que rozan lo hortera y algunos guiones incomprensibles. Pero hay algo
en ellas que hace que, aún no siendo buenas producciones, sea muy difícil
encontrarles ese punto cómico, pero sí cierto interés que otras series Z no
tienen, y en muchos casos, una fascinación un poco extraña.
Aquella casa al lado del cementerio, es en un principio, una
historia de terror deudora de los relatos de H. P. Lovecraft (como En la cripta
o Herbert West) y también con cierta influencia de El resplandor. Al menos en
teoría. Porque en la práctica, más que relato pulp, es un bolsilibro con todos
los clichés y estereotipos de esta narración. Que comienza, precisamente, con
un crimen: tras asesinar a su amante, un profesor universitario se suicida. En
cualquier otro guión habría policías y una investigación, pero se ve que aquí
también hay recortes en el sector público, porque quien acude al caserón del
asesinato es otro profesor, enviado por la universidad, para que descubra lo
que le sucedió al difunto. Por si no fuera poca la falta de medios policiales,
el sujeto en cuestión decide llevarse con él a su familia mientras dure la
investigación, o lo que quiera que haga por ahí. Porque no hay nada mejor que
meter a un niño con imaginación hiperactiva y, por lo que se ve, con posibles
poderes telepáticos, en una mansión desvencijada construida justo al lado de un
cementerio. O de cuatro lápidas de corchopan que aparecen en alguna secuencia.
La estancia de la familia estará poblada a partir de entonces por planos de
maniquíes y muñecas de porcelana descascarilladas, niñeras siniestras que
surgen de la nada, fantasmas (o algo parecido), premoniciones, y llantos
infantiles que parecen venir del sótano. Y de unas cuantas deducciones
aleatorias de su protagonistas.
Con todos estos elementos, podría parecer una película
bastante mala…y siendo muy críticos, lo es, al menos a nivel formal. El guión
es de risa, la resolución de la trama es incongruente, las situaciones ilógicas
y las actuaciones, de tercera en el mejor de los casos, cuando no se pilla a
uno de los actores mirando a cámara directamente. Hay primeros planos de los
ojos de los protagonistas a mogollón, para acentuar el dramatismo, de llaves,
de baldosas y hasta de un gatico echándose una siesta en una de las lápidas
(bueno, esta en realidad es una de las mejores escenas). Momentos absurdos,
como la niñera limpiando un enorme charco de sangre sin saber de donde sale, y
con un reparto que parece ni inmutarse. Una especie de subtrama sobre
fantasmas, o telepatía, o algo que no termina de tener claro. Un doblaje al
castellano que le hace justicia al resto: es un milagro que una de las voces
termine de concordar bien con las bocas de los actores. Y una estética de
finales de los setenta donde no faltan patillas, flequillazos y jerseys de
cuello vuelto en todos los colores y
modelos.
Muchos dicen a modo de defensa que las películas de terror
de Fulci, de zombies o sobrenaturales, eran muy similares a pesadillas. Con lo
que estoy de acuerdo: la torpeza, lo forzado de las actuaciones, y lo ilógico
de los guiones, más que un desastre, le daban una cualidad onírica, donde el
relato de terror como algo coherente era sustituido por lo irreal y lo
inquietante. Al igual que en una pesadilla, muchas de las situaciones no tienen
mucho sentido, pero eso no impide que provoquen miedo en su momento. Lo que se
consigue en cierto modo con ese escenario propio de la imaginación popular,
como es una casa y un cementerio, o el momento en que se descubre de donde
provienen los sollozos infantiles.
El guión, pese a todos esos defectos en cuanto a coherencia,
es el adecuado para ese tipo de atmósfera: una mansión, un cementerio,
científicos locos y el establecer que, aunque uno de los personajes sea un
niño, no da la sensación de que este vaya a estar a salvo. Elementos que no se
han trabajado de una forma correcta, pero que sin duda hacen una historia
infinitamente mejor y más original que la enésima entrega de Viernes 13 que se
convertiría en algo habitual años después. Y que, por lo breve del metraje, que
no llega a los noventa minutos, hace que los defectos más evidentes de la
película no se conviertan en un lastre mayor o en algo tedioso.
Aquella casa al lado del cementerio es una mala película.
Mala, si se la compara con otras producciones más cuidadas en todo los
sentidos, pero no mala si el espectador se queda con lo que se pretendía
contar: un escenario reconocible, una atmósfera pesadillesca y una trama cuyo
aspecto aparentemente torpe esconde, en realidad, lo que le gusta a una gran
parte de los aficionados al terror.
(Editado: He encontrado la foto del gato siesteando en la tumba. La entrada no estaría completa sin ella. Ni la película, vaya)
(Editado: He encontrado la foto del gato siesteando en la tumba. La entrada no estaría completa sin ella. Ni la película, vaya)
Si aparece un gato, no hay más que hablar xD. Hay que ver lo que se disfrutan estas películas. Su falta de pretenciosidad y esa reunión de clichés del género las hacen ideales para una tarde de domingo.
ResponderEliminarSi es que el gatico es lo mejor, y no lo digo por favoritismos XD. Con todos los fallos, me pareció una película muy efectiva: al menos se centraba en clichés muy concretos y que me gustan, es breve y muy de ver un domingo. Nada que ver con los slashers de enmascarados, vamos.
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