De vez en cuando salen películas, pensadas para competir en
taquilla, donde su estética se sale mucho de lo habitual. De forma que, o bien
convence, o levanta odios, pero el público no queda indiferente. Algo que pasó,
hace años, con las adapciones de Frank Miller o el Immortals de Tarsem Singh.
Pero en producciones menos populares esta es una técnica más habitual y que por
lo general, da resultados mucho mejores: los presupuestos ajustados hacen que
se aprovechen al máximo hasta las limitaciones, poniendo a su favor decorados
irreales como parte de la atmósfera, sacando el mayor partido a las ventajas de
la infografía, y en general, ofreciendo historias mucho más originales y llamativas que las que
autorizan en una producción destinada a hacer mucha taquilla. Bunraku pudo
tener mayores medios, pero siguió siendo una rareza en toda regla (y una
fantástica). Repo! The Genetic Opera fue un musical donde se valían de los
decorados y hasta de la estética de comic…Y si a este tipo de cine se le junta
la financiación mediante crowdfunding y un guión de Tony Burgess, el resultado
también puede ser de lo más inesperado.
Para más señas, Burgess es un escritor canadiense,
especializado en el fantástico en su vertiente más extraña, que a menudo se ha
encargado de guionizar sus propios libros para producciones como Pontypool,
donde un virus zombie se extendía a través del idioma inglés, Septic Man, su
versión sobre los superhéroes radiactivos, y que en Hellmouth narra una
historia todavía más extraña: la del empleado de un cementerio, enfermo,
cansado y cuya única esperanza es la de su cercana jubilación. Un vigilante a
quien sus jefes le juegan la última mala pasada: el traslado forzoso, por
tiempo indefinido a un nuevo camposanto. Este último viaje lo llevará de su
anterior hogar, situado en una indefinida época similar a los años cincuenta e
igual de gris, a una nueva localidad, todavía más extraña: donde el cementerio es
una puerta al infierno, donde hay reclusos fugados, policías que saben
demasiado, una dama en apuros, y donde un simple vigilante de cementerio, que
solo quería volver a su hogar, deberá emprender un viaje a través del infierno
para salvarla.
El guión es uno de los más ambiciosos que ha debido adaptar
su autor. Empieza como una historia de terror de estética muy de los cincuenta,
continúa como un homenaje al noir donde no falta una trama policial, al menos
para ese segmento, también como un guiño a las historias de terror de la EC,
pero mucho más retorcidas, y termina en una versión del mito de Orfeo y
Eurídice con un viaje a través de los infiernos que se sabe, desde un
principio, que no va a tener un desenlace final. Ahí es nada, la intención. El
resultado, aún siendo un poco irregular, es interesante: hay elementos que no
terminan de casar con el resto, y seguramente, el guión funcionaría
perfectamente sin una trama sobre presos fugados que, salvo por la idea de
meter más elementos propios del noir y un cameo del guionista, no sirve de
mucho más. Otro de los elementos en la parte central que corta demasiado la
trama principal es el diálogo y las secuencias donde se narra lo que sucedió
con los anteriores vigilantes. Algo que para poder continuar con esta, resulta
un poco superfluo y corta el ritmo de la historia (que, por otro lado, con
tantos bloques y cambios de registro, no es demasiado fluida), pero que es muy
disfrutable por la forma que tiene de incluir microhistorias que, al igual que
las anteriores, no serían necesarias para continuar, pero sí aportan más
atmósfera y se disfrutan por su estética. Algo que, tal y como plantearon la
película, supone unos dos tercios de su interés.
El reparto es el habitual en las producciones donde
participa Burgués: Stephen McHattie es el protagonista y el más reconocible, en
su papel protagonista. Aún siendo un actor muy competente, aquí saca al máximo
todo su potencial para resultar forzado y quizá sobreactuar un poco: su primera
actuación donde intenta transmitir la idea de alguien envejecido y frágil es
exageradísima, y parece sentirse mucho más cómodo en la segunda mitad de la
película, donde su personaje se vuelve mucho más decidido y más encallecido. Si
los escenarios están muy lejos de la estética real y no pretenden acercarse, el
registro del resto de actores hace lo mismo: todos resultan un poco
artificiosos, pero de forma intencionada, y parecen tener muy en mente los
estereotipos del noir para interpretar a sus personajes. En el caso de la
actriz protagonista, es todo un catálogo de los tics propios de las mujeres
fatales y las damas frías, pero desvalidas en el fondo, que salían en las
ficciones de detectives.
Queda finalmente lo más llamativo de la película, que es su
estética. Que es lo más atractivo pero uno de los mayores fallos. Este ha sido
uno de los casos en los que el uso de la infografía ha servido para sacar
adelante una producción que de otra forma, habría sido imposible. Y que en
algunos casos es toda una ventaja: esta permite jugar con los colores de forma
que acompañen a la narración, empezando con una filmación en gris donde hay
alguna nota de color, para acabar ocupando toda la pantalla de forma muy
gradual, de forma que el público, al estar pendiente de la historia, apenas se
da cuenta de cuando ha cambiado. El otro caso, es en los escenarios: desde los
bosques retorcidos, las carreteras, hasta las estatuas que decoran el
cementerio, en los momentos más brillantes, y a la hora de recrear las
secuencias en el infierno, que sin ser una genialidad, resulta necesario.
Porque cuando tienes una película hecha por crowdfunding y tienes que mandar a
tu protagonista a un escenario imposible, o bien aprovechas el ordenador, o te
hartas de poner cartón piedra que se va a notar.
En cambio, hay momentos donde recurrir a la infografía ha
sido todo un desastre: se ha confiado demasiado en la infografía hasta el punto
de pretender recrear criaturas animadas con ella, lo que hace demasiado
evidente la limitación de medios y no pega en absoluto con los escenarios
anteriores: los monstruitos que por suerte, aparecen poco, parecen sacados de
la intro de un videojuego y quedan muy fuera de lugar comparados con los otros
elementos, además de hacer patente las limitaciones de medios. Teniendo en
cuenta lo llena de ideas que estaba la película, recurrir a otra técnica habría
sido más adecuado: comic, ilustraciones, efectos artesanos…Algo que fuera más
cercano a la idea inicial, porque en una producción como esta, no se busca
tanto el realismo de los efectos como el que estos concuerden con la
ambientación.
Hellmouth, además de ser una producción muy poco conocida,
sin apenas distribución, es toda una rareza. Que no ha salido todo lo bien que
esperaba, especialmente a la hora de juntar los temas y emplear los efectos
especiales. Pero una película capaz de empezar en un cementerio de los
cincuenta (o de la época que sea) y terminar a la orilla del río Estigia cuenta
con toda mi admiración.
Ni idea de que 'Pontypoll' fuese de Burguess. En la peli el protagonista también es Stephen McHattie, que lo hace muy bien. Habrá que ver esta 'Hellmouth', que eso de fusionar mitos griegos con estética de peli de terror de los cincuenta suena muy bien. Es una pena que este tipo de producciones no acudan a los efectos artesanales. En según que cosas, siguen siendo muy resultones, además de dar cierto aire 'clásico'.
ResponderEliminarSi, esta, Septic Man y Pontypool son de Burgess. Y Stephen McHattie es habitual en los guiones de este señor. Aunque al principio me desconcertaba un poco su papel, después mejoró mucho, cuando se vuelve más un héroe de los cincuenta.
ResponderEliminarY lo de los efectos..el fallo fue el exceso de cgi. Una combinación de ambos habría sido mucho mejor para darle un estilo más clásico. Quizá se notara que fueran marionetas o artificiales, pero en este tipo de película se debería buscar más que fuera visualmente bonita, no que pretendiera parecer realista a base de pc.