Generalmente no empiezo un libro hasta que he terminado el
anterior, pero alguna vez, cuando la trama se ralentiza un poco, o lo mismo no
tengo el día para seguir con los capítulos, me puedo despistar con cualquier
cosa. Lo mismo Danza de dragones se mezcla con una relectura de los clásicos de
Mortadela y Filemón, o una novela de zombies le hace de telonera a un ensayo
sobre economía. Hoy fue una de esas semanas
Javier Ikaz y Jorge Díaz. Yo fui a EGB 2. El primer libro
entretenía, pese a ser muy somero y muy general: menciones a cosas de los
setenta, ochenta y principios de los noventa, muchas fotos, y mucha mención a
esa generación a la que pilló el último plan educativo duradero. Sin embargo,
se me había quedado un poco escaso y a ratos cayendo en el tópico, lo que
tampoco era algo negativo teniendo en cuenta que el libro pretendía ser un
repaso.
Al final me hizo bastante gracia como para seguir con la
segunda entrega, que en principio también peca de querer mezclar tópicos en un
prólogo donde remezclan elementos de varios años y resulta un tanto raro. La
nostalgia es una cosa, pero cuando se quiere meter en la misma narración a dos
boy bands con más de seis años de diferencia, se nota demasiado que ahí trabaja
la idealización, y no la memoria.
Como en el primero habían tratado lo más memorable, en este
se han centrado en elementos menos recordados que la ropa o las películas, pero
también más divertidos. El apartado de televisión se ve muy reducido,
practicamente solo menciona los programas que se quedaron fuera en el libro
anterior, y la estrella es todo lo relativo a la vida cotidiana: los
electrodomésticos, un tanto aparatosos todavía (donde un grill parecía un
aparato de tortura sacado de la mazmorra de los Bolton. La tortura, claro, era
limpiarlo), las casas del pueblo y cosas imposibles de encontrar hoy, como los
juguetes de los kioscos..quizá porque han evolucionado a los de los chinos.
Seguramente uno de los más divertidos es el del mobiliario, donde confirma que
parece haber toda una generación traumatizada con el sky de los sofás. Yo
también acabé preguntándome qué pensarían mis gatas de esa especie de
cueroplástico extraño que no vale para afilarse las uñas.
V. E.
Schwab. A Darker Shade of Magic. Empecé con el libro por recomendación,
sin conocer a la autora, y con poco más que una indicación somera de su
argumento: un mago que tiene la capacidad de viajar entre distintos mundos: en
el Londres Rojo, de donde proviene el protagonista, la magia es algo habitual,
pero que se emplea con respeto. Londres Gris podría ser perfectamente la
Inglaterra del rey Jorge, y el Londres Blanco es un lugar más siniestro, donde
sus habitantes han sido consumidos por la magia y el mundo parece estar
desvaneciéndose. No hace falta imaginar que los gobernantes de este último son
unos malos bichos y van a darle más de un disgusto al protagonista, que actúa
como mensajero del rey entre los tres mundos.
El libro es bastante breve, comparado con lo que escriben
otros autores de éxito como Abercrombie o Rothfuss, algo que cada vez agradezco
más en el género fantástico. Establece el mundo en el que se ambienta de una
forma rápida, aprovechando mucho todos los capítulos en los que el protagonista
viaja para dar la información y, quizá por este estilo más directo, también
podría considerarse un poco una obra menor comparada con los autores
fantásticos que suenan más. Menor, quizá, pero bien planteada y con algunos
detalles, como el no complicarse demasiado a la hora de describir los mundos, o
que uno de los personajes sea una chica cuya ilusión es ser pirata, que me han
parecido bastante entrañables. El planteamiento, salvando mucho las distancias,
también me recordó un poco a una versión menos sicodélica del multiverso de
Moorcock.
Hay un libro sobre la televisión de nuestra infancia, creo que de ALberto Rey, que tiene una pinta interesantísima (acabo de volver a ver 'V'). El problema de la nostalgia es que 'hermosea' el pasado, y es lo que me acaba de itara para atrás con estos productos, pero bueno, caer de vez en cuando, no está mal xD.
ResponderEliminarAlgún día hay que hablar seriamente sobre los tochos que se escriben en fantasía xD.
El de Alberto Rey no lo conocía, pero si es un poco crítico (vamos, de analizar un poco las series en lugar de limitarse a nombrarlas), puede ser una lectura interesante. Había visto también uno llamado "Yo también fui a EGB...y tampoco es para tanto", que parece que su intención sí es quitarle un poco de mitificación a toda esa época.
ResponderEliminarY sí, lo de la fantasía y los tochos es un auténtico mal: a ver, gente como Abercrombie y Rothfuss son muy buenos narradores, pero...¿realmente es necesario que algunos libros superen las 700 páginas?
El de "Yo también fui a EGB... y tampoco es para tanto" me lo apunto, que no sabía de su existencia.
ResponderEliminarRothfuss es buen escritor, pero mete paja que da gusto. En 'El temor de un hombre sabio' se le va la mano con el relleno. Y es una pena, porque con un poco de poda, sería un libro estupendo.