Advertencia: esta película es no recomendable para gatitos menores de un año
James Wan deja el terror. Pero al menos, lo deja por todo lo alto: primero recupera al matrimonio Warren como protagonistas en The Conjuring, y ahora decide concluir Insidious, la película de fantasmas que le sirvió para hacer caja y fama en este género.
Insidious se cerraba con un final completamente abierto. Bueno, eso de “abierto” es ser generoso, porque aquello fue como saltarse todas las clases de literatura en las que explicaban lo de “planteamiento, nudo y desenlace”. Directamente, no lo había: se quedaba en un enorme susto final, que lo mismo servía para confirmar su vocación de serie B, o para dar paso a una secuela si la cosa funcionaba. Pasó lo segundo, y esta se estrena con el curioso añadido de “capítulo II”. Esta continúa directamente los hechos que se narraban en la primera parte: el protagonista consigue salvar a su hijo del limbo en el que ha quedado atrapado, pero con él se trae a un espectro mucho más peligroso. En la antigua casa de la familia, donde se han trasladado, aparecen figuras y voces que siguen a los niños. Además, la investigadora con la que habían colaborado ha muerto en extrañas circunstancias, y sus ayudantes intentan descubrir qué es lo que sucedió y qué ha perseguido al protagonista desde el otro lado. Las pistas tampoco son buenas: la sala de un hospital abandonado, un mansión llena de cadáveres y un personaje, acusado de varios crímenes, al que la prensa llamó La novia de Negro.
Esta señora va camino de convertirse en un screamer en toda regla
Insidious se valía de los giros de guión a la hora de crear una nueva historia de fantasmas: esta vez lo embrujado no era la casa, sino las personas. E incluso los fantasmas que aparecían como amenaza principal servían para esconder a otros peores. Pero en el primer guión las bases quedaban sentadas, por lo que en la segunda parte no quedaba otra que seguir desarrollando la acción que se había planteado. Esta se centra principalmente en la investigación de los personajes intentando descubrir qué es lo que los persigue, si realmente uno de ellos ha sido poseído por un fantasma y cómo librarse de ellos. Esta estructura está pensada para explotar al máximo todos los escenarios del género de terror posible: inmuebles ruinosos, fantasmas a cada cual más estrafalario y peligroso, e incluso una secuencia bastante larga en el limbo que se presentaba en Insidious. Por comparación, la anterior parece una película mucho más discreta y pequeña, más clásica dentro de la ghost story, y es ahora, después del estreno de Expediente Warren, cuando optan por sacarle todo el jugo posible al tema de los sustos, gratuítos o no. Y no se queda en sustos, sino que se han aprovechado elementos del guión anterior, que se habían quedado en escenas sin sentido aparente, para cerrar aparentes cabos sueltos y de paso, demostrar que los fantasmas no tienen por qué estar sujetos a las normas del tiempo y del espacio.
Y lo cierto es que lo consiguen: Wan ha demostrado conocer muy bien la escenografía típica del cine de terror, incluso las que hoy son un cliché, y no duda en aprovechar todo lo que puede para incluirlo: desde las situaciones típicas en escenarios abandonados, hasta utilizar en un par de ocasiones la filmación con cámara doméstica durante la investigación en alguno de estos sitios. Incluso los lugares más comunes, como una casa familiar, tienen el típico aspecto de caserón encantando de hace cincuenta años donde casa armario y cada puerta parece adecuado para que se pasee una sombra o se oigan voces. Estos están cuidadísimos y es una de las mejores partes de la película, aunque debo reconocer que abusan de ellos de una forma bastante descarada: es divertido, pero las secuencias del hospital abandonado por que sí están metidas un poco a bulto, y daba la impresión que en cualquier momento iba a aparecer Zak Bagans pegando bocinazos en un pasillo (también reconozco que en esos minutos disfruté cosa mala). Por comparación, son mucho más interesantes los escenarios del limbo, en el que es posible crear toda una atmósfera sin más elementos que una oscuridad total y un candil de luz blanca. Y unos cuantos brazos fantasmales amenazando a los protagonistas, claro. Porque, igual que en su primera parte, y algo más en Expediente Warren, los fantasmas de Insidous, además de un aspecto aterrador, se presentan de una forma bastante física, capaces de liarse a pescozones con cualquier protagonista, pero conservando una actitud bastante irreal a base de gestos, expresiones mudas y formas de moverse extrañas.
La mejora a la hora de cerrar el guión es uno de los aspectos más positivos: de haber un Insidious Capítulo III saben que no podrán recurrir a los protagonistas actuales, por lo que optan por concluir su trama de una forma bastante satisfactoria. Pero esto no quiere decir que no haya hueco a nuevas secuelas, porque durante toda la película aprovechan para presentar un poco más a dos nuevos personajes: los investigadores paranormales que en la primera parte se limitaban a hacer mediciones y encender máquinas. Aquí, sin su jefe, tienen un papel mucho más importante, y eso también sirve para explotar un poco más sus rarezas un poco geeks, incluir contrapuntos cómicos (que en una ocasión funcionan pero en otras sobran bastantante), y sobre todo, dar paso a situaciones que, gracias a su trabajo como investigadores, podrían servir para un nuevo guión sobre fantasmas. Los tipos tienen su punto interesante y, si consiguen hacer una película igual de divertida que las dos anteriores, no estaría mal. Aunque también ayudaría que redujeran un poco sus puntos cómicos.