lunes, 29 de abril de 2013

Haciendo cosas raras: una de manualidades

 
"El alto de tapia son unas 5000 croquetas ¿Le hacemos factura o va en negro?"

Dicen que cuando el demonio no tiene que hacer, con el rabo mata moscas. También dicen que las manualidades son muy divertidas…cuando no tienes dos manos izquierdas, ni más interés en hacer algo útil en el tiempo libre que dedicarse a la lectura. Pero por una vez, y cuando el trabajo no tiene por qué costar más de un par de euros, decidí hacer algo productivo y de paso, darle un poco de carácter a la funda de mi libro electrónico.


 
Me arreglas muchas lecturas, pero eres aburrido. Además las teclas son muy pequeñas

Tuve la suerte que el mío viniera con su fundita acolchada y a medida, pero también tenía dos problemas: primero, que está muy bien un sistema de pinzas cuando no tienes que separar la máquina de su soporte, pero que puede ser un peligro si tienes que soltarlo cada determinado tiempo para cerrar la batería principal (estuve a punto de quedarme con una mitad del ebook en la mano). Y segundo: la funda era muy sosa. Ya los aparatos electrónicos en blanco electrodoméstico no me convencen mucho, pero la cubierta negra le daba un aspecto serio y profesional que quedaba tan bien conmigo como los términos “gato” y “expresivo” juntos.



En una limpieza durante esta semana encontré una libreta vieja, de las de lomo, con el suficiente grosor como para albergar un ebook dentro. El resto fue cuestión de comprarse una tira de goma eva, de esas que se llevan un montón ahora para las manualidades, e imprimir una portada chula y que pegar un poco con lo que suelo guardar en el dispositivo. Bueno, y darle tiempo a la cola para que hiciera su trabajo secándose y pegando el cartón y la goma, porque como se me caiga al suelo el aparato, me va a salir cara la broma de la fundita.


El forro de estampado animal es un poco endemoniado, pero estaba de oferta

Por el momento no la he estrenado porque todavía tengo varios libros en papel por terminar, pero si es cómoda, lo mismo me animo y hago otra con un poco más de calma y cuidado a la hora de hacer los remates. Está visto que esto de las prisas no es bueno para los trabajos manuales.

jueves, 25 de abril de 2013

Courtney Crumrin. Un comic de niños y magos muy poco luminoso

 

Igual de cabreado que su protagonista

 Hoy es muy difícil escribir nada relacionado con niños y mundos mágicos sin que lo acaben relacionando con Harry Potter. Por suerte, hay algunas series lo suficientemente originales como para escaparse de la comparación, y aunque salga precisamente un niño como protagonista, asambleas de magos y todo tipo de criaturas fantásticas, acaba teniendo su propio carácter o basarse en otras referencias muy distintas. Que la serie acabe siendo conocida o no, es un tema muy distinto.

   

 Courtney Crumrin es una serie limitada, y muy aperiódica, creada por el dibujante Ted Naifeh. Su protagonista es una niña de unos doce años, que se marcha a vivir con sus padres a una nueva ciudad y a casa de su tío, un tipo bastante huraño, del que estos esperan poder heredar algún día. De semejante matrimonio de frívolos e interesados, era muy difícil que saliera una niña como Courtney, de carácter complicado, un poco depresiva, y para la que la vida es algo más que conseguir un coche o una operación de nariz. En su nuevo colegio tampoco es que le vaya muy bien, y aunque la ciudad le pareciera amenazadora y desconocida en un principio, esta lo será por motivos bien distintos: en ella vive una comunidad de magos, de la que forma parte su tío (y ella también tiene cierta habilidad con la magia), y con los magos aparecen las hadas, los goblins y criaturas mucho más peligrosas. Como si las hadas no fueran lo suficientemente caóticas y amenazadoras ya, claro. A lo largo de la historia Courtney irá apreciando a su tío como una figura paterna mucho más cercana y comprensiva que su propia familia, y sobre todo, las complicadas relaciones entre el mundo de los humanos y las hadas, que para impresión de una niña de doce años, muchas veces terminan en tragedia.
   

 Tratándose de un comic, en lo que primero se acaba fijando uno es en las viñetas. Naifeh se luce, con un estilo muy peculiar en el que, por algún motivo, ha diseñado a su protagonista sin nariz visible, aunque al resto de personajes estén perfectamente dibujados y caracterizados, tanto con rasgos como con vestuario, de una forma muy estilizada. Especialmente en el caso de los trasgos o las hadas, en las que las facciones se estiran y deforman hasta parecer mucho más irreales y reconocibles. En los escenarios tampoco falta el detalle, que trabaja unicamente con blanco y negro (no hay ni un solo tono en gris) y en viñetas relativamente pequeñas para lo que quiere mostrar aparecen todo tipo de bosques retorcidos, ciudades de las hadas e incluso los tejados apiñados de algún pueblecito europeo, minuciosos y cuyo tamaño le da mucho más cuerpo e irrealidad que un dibujo arquitectónicamente perfecto.

   

 Si hubiera que buscar una referencia a la ambientación de Courtney Crumrin sería, hilando muy fino, los primeros trabajos de Tim Burton, no tanto por la estética sino por tratar con personajes un poco inadaptados. Su protagonista está en esa etapa un poco difícil, pero por su carácter está muy lejos de la típica edad del pavo de vestidos y chicos, y más cercana a la de un personaje un poco melancólico y rebelde: no le gustan sus padres demasiado (la verdad es que son un poco tontacos, sí), empieza a parecer que los adultos buscan la solución más complicada para todos en vez de la que podría hacerles felices, y sin saber muy bien por qué, tiene una permanente sensación de tristeza y de no encajar en ninguna parte..al menos, hasta que descubre a los personajes y el mundo en el que su tío se mueve. Es un tipo de carácter bastante reconocible para muchos chavales, sin llegar a dramatismos que hagan pesada la lectura para los adultos, y que tampoco impide que la protagonista llegue a sacar su mal carácter, y mostrarse verdaderamente valiente, cuando hace falta.

   

Es..es...¡¡Es como Dentro del Laberinto redivivo!! ¿¡Como no me va a gustar este comic!?

De todas formas, si hubiera que buscar una referencia principal en el mundo creado por Ted Naifeh, es el de la mitología tradicional, que lo impregna todo: las asambleas de magos, su relación con el mundo de las hadas y su forma de enfrentarse a las maldiciones. E incluso la escuela de magia a la que la protagonista acaba acudiendo, disfrazada de refuerzo escolar de domingo, es un reflejo de las historias sobre los aprendices de magos y no un calco del colegio Hogwarts.

 Actualmente cuenta con cuatro volúmenes, publicados por Norma a un precio muy asequible para ser ellos: nada menos que 9.95 eurillos, y si uno se toma su tiempo en disfrutar de las ilustraciones, duran mucho. Y aunque tardó lo suyo en aparecer, el año pasado la serie volvió con un tomo nuevo, esta vez en color, cosa que no termina de convencerme porque se limita a cubrir con sombras de color en photoshop el blanco y negro que caracterizaba sus dibujos, pero, de todas formas, hasta que no lo vea no me quejo.

lunes, 22 de abril de 2013

Florence and The Machine. Redoble de tambores (nunca mejor dicho)


Sospecho que el minino canta mejor que muchos que he escuchado en la MTV

Hoy es muy raro que descubra grupos nuevos. Prácticamente me he quedado enganchada con los que ya conocía de años y apenas escucho música si no es en la radio, y tampoco presto mucha atención al nombre de quien está sonando…a menos, claro, que sea una canción que realmente se me enganche en la cabeza.



Florence and The Machine es un grupo británico con nada menos que siete integrantes, de la que la cabeza visible, y bastante pelirroja, es Florence Welch, la cantante. El salto a la fama les llegó en 2009 con Lungs, su primer disco, que no es precisamente lo que se escucha habitualmente en los 40 Principales: la voz de su cantante suena, a veces casi a gritos, entre tambores y golpes de batería, cantando letras con temática romántica (del Romanticismo, se entiende), y con lo que esto implica, también bastante oscuras.



Su estética, y el estilo del primer disco, me recordó un montón a Kate Bush, tanto por voz como por su estilo lleno de vestidos vaporosos y coreografías exageradas. Aún así, en más de un video aparece como mandan los cánones de la música pop, que es enseñando pierna. Nadie está a salvo de las exigencias del mercado. Fue gracias a Dog Days como conocí al grupo, aunque de Lungs también me quedo con Drumming Song, en el que no se cortan a la hora de trabajar con la percusión que los caracteriza.



En 2011 llegaba Ceremonials, que parece sonar un poco más “limpio” que el anterior. De momento no lo tengo tan machacado como el anterior para poder opinar sobre él, aunque Seven Devils es el que más me ha gustado hasta ahora.

También han tenido su aparición en el cine: la próxima versión de El Gran Gatsby incluye una canción suya, e incluso en la banda sonora de Eclipse suena Heavy in Your Arms. Y es que otra cosa no, pero la franquicia de los vampiros luminosos es especialista en utilizar música más interesante que sus propias películas. Y si no, que se lo digan a Muse.


jueves, 18 de abril de 2013

Lecturas de la semana. Los años mozos



Hoy la entrada va de libros infantiles. Concretamente, los que leí hace muchos años, cuando Internet no estaba ni proyectada, Harry Potter era un personaje de Torok El Troll y yo me entretenía viendo o Doctor Who en la tele autonómica ¿Y por qué? Todavía no lo tengo muy claro: lo mismo puede ser por haberme pasado toda la semana santa viendo películas de los ochenta, que el haber tenido muy poco tiempo para leer o que se me ocurrió de golpe, y hace un montón de tiempo que no escribía una entrada atendiendo a lo primero que me viniera a la cabeza.

Además, tampoco va a ser una reseña al uso sobre esos libros que con más cariño recuerdo de mi infancia, ni los rematadamente famosos…sino esos, mucho menos conocidos, que aparecían a puñados en distintas colecciones que intentaban atraer a la lectura a los más pequeños y que lo mismo podían encontrarse en las bibliotecas del colegio que en las librerías pequeñas o en la sección de papelería de Continente. Libritos poco conocidos que se me han quedado en la cabeza, más o menos, por el mismo motivo absurdo por el que puedo estar escribiendo ahora sobre ellos.



Carlos Puerto. Los mil y un colmillos. Esta novela es parte de una serie protagonizada por un vampiro, al igual que la de Angela Sommer-Bodenburg, pero mucho menos conocida y, según recuerdo, bastante más absurda. El vampiro Casimir y su amiga Paloma, que se encuentran con una aventura nueva en cada libro, viajan esta vez a una reunión de vampiros de todo el mundo organizada por el conde Drácula, donde se encuentran con otro vampiro, menos simpático, y su Igor particular, que son los villanos de la serie (no me pregunten como se llama, que bastante hago a estas alturas con acordarme del argumento de memoria). Lo que no se esperaban en semejante reunión es que el castillo también estuviera embrujado por su correspondiente fantasma, lo que da lugar a situaciones bastante cómicas a lo que también ayuda la forma de escribir del autor.

A día de hoy recuerdo también párrafos tan desconcertantes como la reunión de vampiros vestidos con sus trajes regionales (a la que Paloma va vestida de sevillana) y uno de los personajes llamándole “hortera” al fantasma, cosa que este no se toma muy bien…Y como curiosidad, el vampiro protagonista habla gaélico, y al principio de cada capítulo viene una adivinanza con la solución escrita en dicho idioma.



Miquel Obiols y José Ramón Sanchez. Minimals. Aunque los Sea Monkeys son muy conocidos en países anglosajones, en España no llegaron a tener más renombre que un intento de venta en los años ochenta, en los que se rebautizaron como Minimals y a los que el sobrecito con el preparado de animales en cuestión acompañaba un libro, bastante grande él, que en realidad poco tenía que ver con el tema de los monetes marinos estos. Minimals es una novela en la que el apoyo a los animalitos sirve de excusa para contar una historia un tanto extraña, llena de juegos de palabras, y especialmente, de referencia a la letra M, que todos los personajes tienen como primera en sus nombres: Max es un chico con la costumbre de romper todo lo que cae en sus manos, por lo que sus padres optan por meterlo dentro de una caja y enviarlo a una casa donde viven otros niños en situaciones también un poco particulares: una hija a la que perdieron en una mudanza, y un niño que no habla. También hay una señora aficionada al queso, un músico, y la mensajera, Miranda.

Por medio de la historia están los dichosos Minimals, de los que a ratos se cuenta cómo nacen y se desarrollan, pero eso es solo una parte pequeña de un libro llamativo sobre todo por su gran tamaño (sobre todo si eres un chaval de seis años), su argumento, y sobre todo, lo bonito y cuidado de sus ilustraciones. Con el libro, obviamente, venía también el sobre de Sea Monkeys, a los que intenté hacer nacer y alimentar, pero creo que no llegó a salir ninguno. De todas formas, tiene gracia que unos años después de la historieta de los anfibios, mis relatos favoritos acabaran siendo los de una raza de batracios que viven en el fondo del mar y veneran a un pulpo gigante.

lunes, 15 de abril de 2013

Dead Shadows (2012). Los franceses vs. Las cosas con tentátulos



En Francia tienen bastante maña a la hora de hacer cine fantástico. Incluso las películas más de acción y menos de ofrecer calidad, como podría ser La Horde, resultan entretenimientos resultones y capaces de adaptar al estilo de cine francés fórmulas que suelen estar asociadas al cine estadounidense y en muchas ocasiones, al entretenimiento más cutre. Por eso con un trailer como el de Dead Shadows tenía todas las papeletas para atraerme: un meteorito surcando los cielos de París, escenarios apocalípticos y unos cuantos tentáculos que recordaban a H. P. Lovecraft. Un cebo en toda regla.



Dead Shadows empieza con la infancia del protagonista, despertándose en medio de la noche, tras estrellarse un cometa en su barrio y ver cómo su padre parece volverse loco y cometer un asesinato. Esto no es que importe mucho, porque poco después, se ve al mismo protagonista, ya crecidito, hecho un friki y con teletrabajo, que parece tener una manía extraña con la oscuridad y está bastante pendiente de las noticias sobre un cometa que pasará rozando la tierra. Las cosas empiezan a ponerse raras desde ese día, porque no solo es salvado de un atraco por un tío bastante borde con una katana, sino que su vecina maciza lo invita a una fiesta y empieza a ver que determinadas personas se comportan de una forma bastante extraña (más de lo que suele ser para tratarse de franceses, se entiende). Tras una fiesta en la que la gente empieza a atacarse unos a otros, se refugia en su casa, y poco después, descubre que en la ciudad la gente parece haberse contagiado de algo, que los convierte en criaturas monstruosas y en asesinos un tanto zombies. Su única forma de poder escapar, y encontrar a su chica, será su vecino, el mismo tipo de la katana que lo salvó esa mañana y que ahora está más dispuesto a ayudarlo que antes.



Resumir un argumento un poco coherente ha sido lo más difícil, porque salvando la idea principal, el guión es muy caótico y casi hay que enterarse de lo que pasa por intuición, y especialmente, por haber visto ya mucho cine cutre. Casi toda la historia funciona a base de clichés reconocibles de otras películas, que pueden ir desde los zombies o los mutantes, hasta los personajes arquetípicos como el tipo lacónico armado hasta los dientes, y la aparición final de los militares. En realidad, saber lo que pasa y por qué, es muy difícil, y con esto no me quejo precisamente del tema de los zombies o aliens, sino de los propios personajes y su desarrollo: una película puede disfrutarse perfectamente aún cuando lo que vaya pasando no tenga mucha explicación, pero cuando los personajes se comportan de una forma porque es lo que se espera de su estereotipo, no tanto.

La sensación general es que estos van saltando en la vida del protagonista como si fuera el guión de un videojuego: un atraco sirve para presentar al hombre armado hasta extremos absurdos. Una discusión con un ex sirve para que la vecina maciza lo invite a una fiesta por el morro, y que después, este se empecine en salvarla como si fuera lo más importante de su vida. Y también sale un chavalín de pasada que todavía no tengo muy claro para qué lo han puesto, sino es para hacer bulto. Los militares también salen, pero estan ahí en parte para llevar a los personajes de un punto a otro, y después, para ser liquidados de la forma más tonta posible por los mutantes. La caracterización y el desarrollo del protagonista es nulo, y tampoco dudan en saltarse los escasos detalles que dan sobre él, como el flashback del principio o que tenga un presunto miedo a la oscuridad que, durante toda la película, no es que se le note gran cosa, hasta el punto de acabar volviéndose todo un superviviente y experto luchador en cuestión de cinco minutos (contados por reloj, tal cual).

 


El guión tampoco da mucho de sí, y aunque podría ser una serie B de las simpáticas, se queda en un quiero y no puedo: hay un montón de elementos comunes de este tipo de cine, desde los protagonistas hasta el tipo de situaciones vistas en muchas otras películas, como la fiesta que termina en tragedia y la correspondiente huída de una ciudad infestada de zombies. Todas ellas, tratadas de forma que imita al cine estadounidense, por lo que casi todas las secuencias dan la impresión de estar imitando una fórmula predeterminada y no crear algo que, aunque se hubiera visto más veces, tuviera su propia identidad y simpatía. Aún así, se notan las ganas por intentar hacer algo propio, pese al estilo completamente clónico, mediante un giro sorpresa sobre el pasado del protagonista, que podría haber estado bien, pero dado lo caótico del desarrollo del argumento, se queda en algo que también parece salir del aire y no un desenlace planeado.



Los monstruos de la película están todo lo logrados que se podía esperar, gracias a la infografía, pero también tienen el mismo problema que el guión y los personajes: no tienen muy claro ni lo que son ni lo que hacen. Y aunque tenga su gracia ver por ahí a un tipo medio persona – medio araña/pulpo, se queda en una mera anécdota porque en realidad no tenían claro lo que querían hacer aparecer: unos infectados empiezan a derretirse, otros se portan como zombies, algunos se dedican a pelearse y otros sacan tentáculos…¡los guionistas no se aclaran! O más bien, lo único que debían tener claro es que querían algo que pudiera salir en una película “que pareciera americana” y fuera resultón. El que tuviera algo de sentido era opcional.


Me ofrecían esto otro y me dieron lo de arriba. Ahora mismo me quejo a Consumo

Con un guión tan absurdo, sin personajes, y ni siquiera sin unos enemigos decentes a los que identificar, es muy difícil que llegue a salvarse la película por ningún lado. Sus 75 minutos escasos se quedan en una selección de secuencias genéricas y unas cuantas imágenes interesantes para acompañar a una película con un título falsamente anglosajón y un trailer que por desgracia, sí consiguió engañarme, y que solo acabó ofreciendo lo que prometía gracias a las ilustraciones que acompañaban los títulos de crédito finales.

jueves, 11 de abril de 2013

Dolls (1987). Muñecos asesinos de segunda fila, pero con encanto



Hay algunas películas que consiguen tener su fama y sus aficionados sin conseguir ningún logro en especial. Ni por originalidad, calidad pese a la falta de medios, e incluso, ni por ser tan malas que acaban resultando buenas. Igual es que hoy los ochenta, con su producción de películas de serie B, la aparición de los videoclubs y sobre todo, las carátulas que muchas de estas se gastaban a la hora de atraer público, hacen que se acaben quedando en la memoria del público, y que se aproveche la disponibilidad de los formatos digitales para volver a ver un cine que muchas veces no cumplía ni unos mínimos de calidad. Dolls es una película que entra dentro de esas carácterísticas: muchos recordamos de haber visto en los videoclubs su carátula, bastante más perturbadora de lo que en realidad era el guión, y este, por flojo que fuera, acababa funcionando y hoy resulta bastante entrañable.

 
Esta, y la de El retorno de los Muertos Vivientes, ilustraciones al más alto nivel


Con un montón de tópicos de todo tipo, cuenta la llegada de unos turistas, en medio de una tormenta, a un caserón donde los dueños, unos ancianos un tanto inquietantes, ofrecen cobijo a los distintos personajes: la niña protagonista, su padre y su madrastra, y a un turista un tanto pringado que ha recogido a dos autoestopistas punk altamente insufribles. La casa, además de antigua, está llena de muñecos, que el dueño de la casa construye en su taller. La niña, y uno de los viajeros, están encantados porque adoran los juguetes, pero el resto de huéspedes los consideran horribles, o en el caso de las autopistas, una posibilidad de conseguir dinero vendiendo antigüedades robadas. Lo que no va a ser fácil porque los muñecos, por artesanos que sean, resultan estar más vivos que Pinocho y no dudan en asesinar a todos aquellos que tengan malas intenciones. Aunque los que no las tengan, tampoco están a salvo del todo.



Hay que reconocer que el argumento es más simple que el mecanismo de un chupete, y los tópicos con los que trabaja se han visto miles de veces desde que se inventó el cine de terror: viajeros perdidos en un caserón, anfitriones tan siniestros y afectados que da risa verlos, asesinatos merecidos por los personajes, y sobre todo, las figuras de los muñecos que por algún motivo, a la gente parecen darle bastante mal rollo. Una situación predecible a la que los personajes, igualmente predecibles, no ayudan. Porque estos no tienen ningún matiz más allá de aparecer y representar una personalidad muy básica, que puede ser la de autoestopista insufrible y delincuente, o personaje gordito entrañable que se lleva bien con la niña protagonista. La palma se la llevan los padres de esta, que resultan simples a más no poder en su papel de nuevos ricos que intentan aparcar a su hija donde puedan. Tanto sus diálogos como su actitud son completamente planos y gratuítos, casi tanto como el de los personajes secundarios pero resulta más lamentable por toda esa maldad gratuíta que acumulan, no vaya a ser que haya algún espectador despistado y les caiga bien.

 


Aparentemente este clon de Madonna no es consciente que su único objetivo en la vida es morir de una forma indigna

Los efectos especiales tampoco se lucen: el decorado de mansión embrujada es el estándar en estos casos, pero cuando se supone que tiene que haber muñecos asesinos poniendo cara de malos y moviéndose por el plató, estos deberían estar un poco más conseguidos, y no es el caso: aunque hay algunas secuencias en stop motion que deben ser lo más trabajado de la película, los movimientos de estos se notan completamente mecánicos, lo mismo les pasa a sus expresiones faciales y en varias ocasiones llegan a verse los hilos que mueven a algunos de ellos (el stop motion lleva tiempo de rodar, y este debía ser un coste que la película tampoco podía permitirse).


Con este panorama Dolls tendría todas las papeletas para ser un truño, pero de nuevo, es de esos casos en los que se salva de la quema, en parte gracias al factor nostalgia, y por otro lado, porque las escasas cartas que tiene, sabe jugarlas. Si la historia es tópica, esta no se alarga ni se añaden secuencias innecesarias. Lo que hay que contar se cuenta en 70 minutos, y las escenas y diálogos sirven para poner en claro lo imbécil de los personajes que van a morir dentro de unas pocas escenas o para ir creando ambiente, a su manera un tanto torpona.


¡Al infierno! He visto películas mucho peores y esta al menos ha sido divertida

Aún con lo pobre de los efectos especiales, se consiguen unas cuantas situaciones inquietantes, como los muñecos destrozados dejando entrever esqueletos en miniatura. Fijo que a Thomas Ligotti le hubiera encantado. La escasa duración, lo inquietante de algunas secuencias de los muñecos, la simpleza del argumento y los personajes, y junto a estos, un final que se pone bastante a favor de la niña protagonista, hace que una producción de serie B que en un principio podía quedarse en algo mediocrillo, hoy se recuerde con cariño. Además, la ausencia de recursos típicos de estas producciones, como podrían ser los asesinatos gráficos, sirve para que pueda ser una de esas películas de terror pensadas para adultos pero que los niños puedan ver perfectamente, y de paso, recordar con miedo durante unos cuantos años…¿Cómo? ¿Qué los niños no deberían ver películas de terror? Pues a mí me gustaban un montón.

lunes, 8 de abril de 2013

Troll (1986). Lo que da de sí un decorado y unas marionetas

 


Cuando la infografía y los efectos especiales no estaban ni proyectados, no quedaba otra que filmar gracias a todo tipo de trucos, desde muñecos de goma a marionetas pasando por un chroma que no se notara mucho (si había suerte), y estos efectos son hoy la parte más reconocible del cine de serie B de los ochenta. A una productora, la Empire, se le ocurrió aprovechar lo poco exigentes que somos los aficionados al terror para empezar a sacar todo tipo de películas con muñecos asesinos, monstruitos a los que solo se le ve la mitad, como a los teleñecos, y más jeta que presupuesto. Pero muy de vez en cuando aparece un diamante entre el barro, y sí consiguieron una película no solo memorable, sino de una calidad superior al resto.


Si me dieran un céntimo por cada poster en el que sale una puerta entreabierta, ahora tendría para irme a desayunar fuera

Troll empieza narrando una historia bastante simple: una familia se muda a un nuevo apartamento, y no se han terminado de bajar del camión cuando la hija pequeña del matrimonio se encuentra con un troll en el sótano de la lavandería, que la secuestra y se hace pasar por ella como si fuera un changeling. El único que empieza a notar que el comportamiento de la niña es muy raro es el hermano mayor, que, como muchos de los protagonistas en el cine de los ochenta, es un frikazo aficionado a las películas de monstruos clásicas y a los comics. Mientras sus padres siguen sin enterarse de nada (lo que no es muy difícil, porque son bastante atontados ellos), el troll irá convirtiendo cada apartamento, y a cada uno de los vecinos, en un bosque y en otros trolls. Solo uno de los vecinos, una señora un tanto extraña, es la que se ha dado cuenta que algo pasa y está dispuesta a ayudar al chaval a recuperar a su hermana y acabar con estas hadas tan poco simpáticas.



En una película que va a necesitar bastantes efectos especiales y decorados, lo primero que salta a la vista es la cutredad de esta: el troll sale muy poco porque suele mantener la apariencia de la niña secuestrada, y eso que este es el más conseguido de toda la película. Porque el resto de monstruitos que aparecen son bastante atroces: unos cuantos muñecos, unos alambres que les muevan las bocas, y unos cuantos helechos de cintura para abajo para que no se note que, directamente, no hay bichos ni presupuesto. Es una suerte que se le ocurriera lo de los apartamentos para disimular un poco, aunque hay que reconocer que no es de las peores que ha llegado a sacar esta productora, y que, aunque se note la falta de medios al compararlo con otras películas que incluyen marionetas, llega a ser muchísimo mejor compara con otras que sacaron varios años después.

 

Con semejantes atontados no me extraña que se les cuele un troll en casa

El desarrollo del argumento tampoco es muy coherente, y se nota bastante que quieren que la historia empiece a funcionar cuanto antes y se resuelva pronto: los vecinos que aparecen en el edificio son estereotipos pensados para hacer un chiste ocasional y que desaparezcan cuanto antes convertidos en goblins, exceptuando dos de ellos que sí resultan sorprendentemente interesantes. Lo de los padres de los protagonistas también es para darles de comer aparte, porque más que alivio cómico, no hacen nada de nada excepto preparar los desayunos y mandar a los niños a dormir.


Yo avisé de antemano: estos tíos, Jim Henson no son

Aunque cutrerío tenga de sobra, no es una película mala en absoluto, sino que ha envejecido muy bien gracias a un guión que, con sus fallos y todo, tiene muchísimos más matices de los que se podría esperar en una serie B de este estilo: hay referencias al poema de Faerie Queene, el personaje del troll tiene un comportamiento más coherente que el de un monstruo de película de terror cualquiera y es capaz de mostrar compasión o pensar a más largo plazo que el típico “dominar el mundo”, e incluso hay un par de chistes mucho mejor llevados, como el que la compañía de mudanza se llame “Starving Students” o los trozos de película de marcianos que el niño protagonista ve en la tele. La niña protagonista, que salió en la serie antigua de V, cumple muy bien en su papel de troll, alternando las típicas secuencias

Hay que tener en cuenta que Troll no es precisamente una película de marionetas de Jim Henson, por lo que va a tener bastante limitaciones, pero funciona muy bien como película para toda la familia sin que esté planteada exclusivamente para el público infantil, es divertida y no se hace pesada. Además, tiene algunos detalles que vistos a día de hoy son un poco desconcertantes:

- El niño protagonista se llama Harry Potter Jr.
- El modelo de sus zapatillas deportivas se encuentra hoy en las tiendas vendido como “retro”.
- El comportamiento de la niña, sustituída por el troll, es idéntico al de las criaturitas a las que la supernanny intenta domesticar en su reality.

¿Coincidencia, nostalgia de los ochenta, o previsión de futuro? Cualquiera sabe…

jueves, 4 de abril de 2013

Transylvania 6-5000 (1986). Una comedia de monstruos. Sin monstruos, y sin gracia


Para muchos chavales en los ochenta, Transilvania debía ser una especie de retiro para monstruos, y no solamente Drácula. Algo así como Dunwich o Innsmouth pero en plan clásico. La culpa debió de ser de las películas de la Universal con sus reuniones variadas de monstruos, lo que después se aprovechó en muchas películas cómicas de los ochenta como región exclusiva para mandar a los protagonistas a encontrarse con todo. Solo con ver la palabra “Transilvania” en el título y la foto de dos tíos con cara de susto, ya se sabía de qué palo iba a ser la historia en cuestión, y aunque no fuera a salir una joya del cine cómico, alguna que otra resultó bastante entretenida.


 
El cartel es lo más gracioso de toda la película

Transilvania 6-5000 empieza con dos periodistas de un diario sensacionalista de esos que tienen fotos del yeti, al que su jefe envía a Transilvania a buscar al monstruo de Frankenstein. Que todo el mundo sabe que tiene que estar ahí, que para eso es Transilvania, y además acaban de ver una cinta vhs que lo acredita. Jeff Goldblum aparece como protagonista y reportero muy poco contento con la decisión (además de tener una cara de arrepentirse mucho de haber aceptado el papel), que junto a su compañero se va hasta la región donde la gente no se toma muy en serio esas historias de Frankenstein, y además el alcalde está más interesado en promocionar la ciudad como destino turístico que como parque temático para frikis.


Cuando termine con esos, espero que vaya a por el mayordomo del castillo. Es el más insufrible

Como no les queda otra, los reporteros empiezan su investigación, que pasa por situaciones bastante reconocibles como una adivina gitana, un sanatorio, los intentos del alcalde y el policía por evitar que descubran la existencia de varios monstruos en la ciudad, y la aparición de estos sin que puedan evitarlo. Lo que no esperaban es que la situación fuera bastante más enrevesada que el frankenstein que buscaban para el periódico, y al igual que muchos periodistas que se ponen a investigar, se acaban encontrando con unos cuantos secretos a mayores y hasta una trama de corrupción en el ayuntamiento de Transilvania, tal cual.



Aunque se esfuerzan a la hora de trabajar con un guión un poco más original que el sacar al monstruo clásico o de moda en el momento a hacer un chascarrillo, y que vaya más hacia una trama done los protagonistas tengan que investigar, y donde los monstruos no sean tales, el resultado es muy flojo. A este no se le puede pedir mucho porque si no, la película no se disfruta, pero su principal problema es que no tiene gracia. Ni los actores poniendo acento de Europa del Este, ni los gags protagonizados por los criados del castillo, que hay unos cuantos, y además de nada cómicos, no pegan ni con cola. Ni, sobre todo, los actores: Jeff Goldblum no tiene ninguna vis cómica, tampoco es que su papel se la pida porque es el sarcástico del dúo, pero se limita de ir a un lado a otro, levantar la ceja con escepticismo y poco más. Hay también una aparición de Geena Davies disfrazada de vampirella, pegando gritos con acento foráneo y enseñando tipo, cuyas apariciones no solo no tienen gracia sino que su condición de vampira no tiene ningún sentido. Solo se salvan, y abriendo mucho la mano, las apariciones del científico, que cambia su personalidad de normal a loco cuando entra en el laboratorio, en un sketch que recordaba un montón a los de Mel Brooks.

Hay muchas películas de la década que tienden a gustarme y a ser más tolerante con sus defectos, por su falta de medios, o en el caso de las comedias, por su humor tontorrón que encuentro entrañable. Pero a Transilvania 6-5000 no le encuentro la gracia por ningún lado, de modo que no hay nostalgia que la salve. Eso sí, tiene una canción de entrada pegadiza.

 

lunes, 1 de abril de 2013

Lecturas de la semana (santa)


 

Las vacaciones no solo han dado para que mi otra gata se haga con el control de la casa e ir terminando Walking Dead (por suerte, ahora queda Doctor Who y Juego de Tronos), sino que también he podido leer alguna cosilla.


Thierry Jonquet. Mygale. Este señor es el responsable del libro que inspiró la única película de Almodóvar que he podido aguantar entera y que ha llegado a gustarme. Naturalmente, el director no pudo evitar meter sus cosillas propias en La piel que habito, además de alargar un poco la historia con algunas tramas a mayores, pero lo principal, lo que cuenta esa novela asombrosamente corta, sigue ahí, y si cabe, todavía más inquietante que su versión en cine.

Mygale cuenta la historia de tres personajes con poca relación entre algunos de ellos: Richard Lafargue es un exitoso cirujano que vive con Eve, una mujer a la que dicta órdenes desde un interfono instalado en el cuarto de esta, a la que prostituye cada vez que su hija, ingresada en un manicomio, sufre una crisis. Sin embargo, no duda en proporcionarle todo lo que esta necesite, y a lo largo de la historia parece volverse más compasivo y afectuoso con ella. Alex es un delincuente que intenta buscar una forma de salir del país sin que lo reconozcan, y una entrevista en televisión al doctor Lafargue le da una idea: seguirlo, buscar una forma de poder coaccionarlo a que le practique una cirugía y salir del país. Por si la relación entre los dos personajes principales no fuera lo suficientemente rara, Lafargue secuestró a Eve hace años, comenzó a educarla, vestirla, e incluso hacerle una serie de pruebas médicas que esta no comprende en un principio. Cuando la protagonista se refiere a haber sido creada por Lafargue, esto tendrá un nuevo sentido, al igual que la situación de la hija de este e incluso la aparición de Alex.

En un principio puede parecer que Mygale funciona gracias a su resolución sorpresa, pero nada más lejos de la verdad: este no es más que un último detalle en un relato sobre la venganza, la tortura y el control sobre un ser humano. Podría leerse perfectamente más de una vez, gracias al desarrollo de la relación entre Lafargue y Eve.



El libro rojo de Mongolia. De Mongolia no sabía nada, salvo que era la patria de Gengis Khan y que inventaron los yogures, y preferí que siguiera así para poder divertirme a tope con aquel libro que aseguraba enseñar un montón de datos absurdos para deslumbrar en las fiestas. Aunque más adelante comprobé que Mongolia es una revista satírica, su libro recopila un diccionario con la definición de las palabras más importantes, además de explicar que, con el poco trabajo que tienen, la W y la Ñ se van de cañas cuando los lexicógrafos trabajan. Incluye también una historia de la humanidad, desde la edad de piedra hasta la actualidad y entrevistas a personajes de todas las épocas y lugares como Mao o Descartes (que en realidad lo de Pienso, luego existo, era el slogan publicitario de su granja).

El sentido del humor del libro es tirando a absurdo, y en los apartados sobre Franco y la iglesia, además de no cortarse ni un pelo, ya nos imaginamos cómo serán. Para la casa real también hay bastante estopa, referencia a los elefantes incluidos, cosa que aún me sigue sorprendiendo porque hace muy poquitos años, estos eran guapísimos, campechanísimos y sobre todo, intocables.

Para la distribución del libro han distribuido los distintos apartados de forma espaciada, por lo que van intercalando páginas de su diccionario, entrevistas y sección histórica, lo que es un acierto porque se hace mucho más entretenido y evita que el lector intente pasar cuanto antes una sección por haberla aburrido. Las ilustraciones son fotomontajes de fotos y revistas antiguas, con un corta y pega tan cantoso que resulta divertidísimo y recuerda un poco a algunas cortinillas que diseñaban los Monty Python.