jueves, 11 de abril de 2013

Dolls (1987). Muñecos asesinos de segunda fila, pero con encanto



Hay algunas películas que consiguen tener su fama y sus aficionados sin conseguir ningún logro en especial. Ni por originalidad, calidad pese a la falta de medios, e incluso, ni por ser tan malas que acaban resultando buenas. Igual es que hoy los ochenta, con su producción de películas de serie B, la aparición de los videoclubs y sobre todo, las carátulas que muchas de estas se gastaban a la hora de atraer público, hacen que se acaben quedando en la memoria del público, y que se aproveche la disponibilidad de los formatos digitales para volver a ver un cine que muchas veces no cumplía ni unos mínimos de calidad. Dolls es una película que entra dentro de esas carácterísticas: muchos recordamos de haber visto en los videoclubs su carátula, bastante más perturbadora de lo que en realidad era el guión, y este, por flojo que fuera, acababa funcionando y hoy resulta bastante entrañable.

 
Esta, y la de El retorno de los Muertos Vivientes, ilustraciones al más alto nivel


Con un montón de tópicos de todo tipo, cuenta la llegada de unos turistas, en medio de una tormenta, a un caserón donde los dueños, unos ancianos un tanto inquietantes, ofrecen cobijo a los distintos personajes: la niña protagonista, su padre y su madrastra, y a un turista un tanto pringado que ha recogido a dos autoestopistas punk altamente insufribles. La casa, además de antigua, está llena de muñecos, que el dueño de la casa construye en su taller. La niña, y uno de los viajeros, están encantados porque adoran los juguetes, pero el resto de huéspedes los consideran horribles, o en el caso de las autopistas, una posibilidad de conseguir dinero vendiendo antigüedades robadas. Lo que no va a ser fácil porque los muñecos, por artesanos que sean, resultan estar más vivos que Pinocho y no dudan en asesinar a todos aquellos que tengan malas intenciones. Aunque los que no las tengan, tampoco están a salvo del todo.



Hay que reconocer que el argumento es más simple que el mecanismo de un chupete, y los tópicos con los que trabaja se han visto miles de veces desde que se inventó el cine de terror: viajeros perdidos en un caserón, anfitriones tan siniestros y afectados que da risa verlos, asesinatos merecidos por los personajes, y sobre todo, las figuras de los muñecos que por algún motivo, a la gente parecen darle bastante mal rollo. Una situación predecible a la que los personajes, igualmente predecibles, no ayudan. Porque estos no tienen ningún matiz más allá de aparecer y representar una personalidad muy básica, que puede ser la de autoestopista insufrible y delincuente, o personaje gordito entrañable que se lleva bien con la niña protagonista. La palma se la llevan los padres de esta, que resultan simples a más no poder en su papel de nuevos ricos que intentan aparcar a su hija donde puedan. Tanto sus diálogos como su actitud son completamente planos y gratuítos, casi tanto como el de los personajes secundarios pero resulta más lamentable por toda esa maldad gratuíta que acumulan, no vaya a ser que haya algún espectador despistado y les caiga bien.

 


Aparentemente este clon de Madonna no es consciente que su único objetivo en la vida es morir de una forma indigna

Los efectos especiales tampoco se lucen: el decorado de mansión embrujada es el estándar en estos casos, pero cuando se supone que tiene que haber muñecos asesinos poniendo cara de malos y moviéndose por el plató, estos deberían estar un poco más conseguidos, y no es el caso: aunque hay algunas secuencias en stop motion que deben ser lo más trabajado de la película, los movimientos de estos se notan completamente mecánicos, lo mismo les pasa a sus expresiones faciales y en varias ocasiones llegan a verse los hilos que mueven a algunos de ellos (el stop motion lleva tiempo de rodar, y este debía ser un coste que la película tampoco podía permitirse).


Con este panorama Dolls tendría todas las papeletas para ser un truño, pero de nuevo, es de esos casos en los que se salva de la quema, en parte gracias al factor nostalgia, y por otro lado, porque las escasas cartas que tiene, sabe jugarlas. Si la historia es tópica, esta no se alarga ni se añaden secuencias innecesarias. Lo que hay que contar se cuenta en 70 minutos, y las escenas y diálogos sirven para poner en claro lo imbécil de los personajes que van a morir dentro de unas pocas escenas o para ir creando ambiente, a su manera un tanto torpona.


¡Al infierno! He visto películas mucho peores y esta al menos ha sido divertida

Aún con lo pobre de los efectos especiales, se consiguen unas cuantas situaciones inquietantes, como los muñecos destrozados dejando entrever esqueletos en miniatura. Fijo que a Thomas Ligotti le hubiera encantado. La escasa duración, lo inquietante de algunas secuencias de los muñecos, la simpleza del argumento y los personajes, y junto a estos, un final que se pone bastante a favor de la niña protagonista, hace que una producción de serie B que en un principio podía quedarse en algo mediocrillo, hoy se recuerde con cariño. Además, la ausencia de recursos típicos de estas producciones, como podrían ser los asesinatos gráficos, sirve para que pueda ser una de esas películas de terror pensadas para adultos pero que los niños puedan ver perfectamente, y de paso, recordar con miedo durante unos cuantos años…¿Cómo? ¿Qué los niños no deberían ver películas de terror? Pues a mí me gustaban un montón.

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