jueves, 12 de julio de 2018

Rampage (2018). Animales gigantes, The Rock y destrucción masiva


Los videojuegos adaptados al cine siempre han sido el hermano pobre de las versiones. Con un historial donde priman los presupuestos ajustados, guiones entre lo descuidado y lo ridículo, o una tendencia a olvidarse por completo del material original, la mejor crítica que reciben a menudo es “no está mal. Para ser la versión de un videojuego”. Lo cierto es que con más de veinte años de intentos, ha habido de todo: desde una versión de Street Fighter que se puede considerar la mejor comedia jamás filmada, hasta una franquicia de Resident Evil que opta por pasarse por el forro la historia para mostrar las acrobacias de Milla Jovovich pasando por dos entregas de Dead Rising que, dentro de lo modesto de su producción, funciona perfectamente incluso asumiendo una posición muy menor y limitándose a su distribución en vídeo. Lo mas extraño ha sido ver como una película, basada en un juego no tan conocido como los anteriores intentos, contara con un buen nivel de producción e incluso aparecer estrenada en salas de cine.



Este ha sido el caso de Rampage, que adapta con mucho ingenio un videojuego donde los personajes son monstruos gigantes que deben evitar ser abatidos por el ejército. Aunque aquí el protagonismo ha sido desplazado en favor del personaje interpretado por The Rock, un primatólogo que presencia como los animales del parque natural son afectados por un agente mutante caído de un satélite (estoy releyendo esto mientras escribo y no, no me ha dado un golpe de calor. Es el argumento oficial). Convertidos en monstruos gigantes, este intentará por todos los medios detener el crecimiento ilimitado de las criaturas, y salvar a uno de ellos: George, un gorila albino al que ha cuidado desde que era una cría, y que todavía no ha terminado por convertirse en un monstruo. Entre persecución y explosiones, también lo acompañan una cientifica expulsada del proyecto donde se diseño el agente mutágeno, y un empleado del gobierno bastante socarrón. Bueno, y una pareja de antagonistas, que están detrás de toda la trama de la mutación genética, que se pasan media película pegando voces a un teléfono y sin salir de un rascacielos.



Siendo muy generosos, el argumento es muy simple. Salvo la trama de The Rock Johnson protagonizando escenas de acción y el tiempo en pantalla de monstruos creados infográficamente, el resto parecen añadidos para justificar la hora y cuarenta de metraje. Aunque, en su favor también se puede decir que no sobran: el argumento, en el fondo, es el de una serie B divertida, muy inflada con efectos especiales que no envidiaría cualquier estreno mayoritario, pero que no desentonaría en una sesión doble o en una estantería de videoclub. Un argumento muy modesto que en el fondo, solo pretende ofrecer diversión a raudales, pero que incluso se toma su tiempo en presentar una serie de personajes medianamente construidos y que cuenten con algo de simpatía: The Rock como primatólogo que se siente más cómodo entre animales que entre humanos, un posible interés romántico en el papel de científica, y una pareja de villanos que practicamente no comparten pantalla con el resto de personajes pero, que más que malvados, su actitud resulta tan ligera, ridícula y un tanto histérica, como el resto del tono de la historia. Y es que habría sido un poco difícil tomarse en serio a unos antagonistas que fueran más dramáticos que el remedo de Team Rocket que aparece a ratos en pantalla.



A The Rock, que además de irle bastante mejor que en la adaptación de Doom, parece estar bastante cómodo dentro del cine de acción familiar, se le pide lo justo como actor, y cumple: su papel de científico recuerda bastante al que tuvo previamente en la segunda parte de Jumanji y se ha convertido en un especialista en estos papeles bastante carismático. Resulta más chocante encontrarse con Jeffrey Dean Morgan como secundario, no queda claro si de apoyo o de alivio cómico, porque su registro aquí es muy parecido a que si a Negan le hubieran puesto un traje de corbata y le hubieran prohibido decir tacos y romper crismas.



En general lo que más ha sorprendido de la película ha sido esa impresión de estar muy por encima de la media, a nivel de crítica, del resto de adaptaciones de videojuegos. Lo cierto es que, salvo las menciones al origen de la producción, no conocía el videojuego, y en cambio, eso no ha impedido que pudiera disfrutar con la adaptación: el que funcione de forma independiente, sin tener la sensación de estarse perdiendo referencias o la idea de que hayan trasladado a la pantalla algo de forma incorrecta.

Rampage no es una gran película. Triunfa como adaptación, pero también por tener muy claro cuales son sus objetivos y su público. Donde sobra destrucción y monstruos dignos de serie B, faltaría profundidad...si le hiciera falta, vaya. Por lo pronto, ha conseguido convertirse en una película menor, con buenos resultados, pero de las que se puede afirmar sin miedo que no se deberían pagar ocho euros por ella.

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