jueves, 28 de octubre de 2021

Pesadilla diabólica (1976). El Airbnb de los horrores

 


Partiendo de la idea del fantasma, o de la casa embrujada como algo que está ahí, pero no puede verse, hay películas que de algún modo, consiguen reflejar esta situación sin mostrar nada.  Un recurso que puede parecer extraño cuando lo habitual es ver objetos flotando o espectros de aspecto amenazador, pero que funcionaba perfectamente cuando se optaba por no contar con otra cosa que no fuera  el talento a la hora de transmitir lo que mora en una casa familiar…perteneciera  o no a los protagonistas, como en este caso, en el que  debería hablarse más bien de una casa de huéspedes embrujada.


Pesadilla diabólica es la adaptación cinematográfica de la novela de Robert Marasco Burnt Offerings, Holocausto en su versión impresa pero que prefirieron optar por un título más espectacular. Al menos, si que alguien tiene pesadillas, pero no son necesariamente diabólicas y solo son una parte más de lo que empieza a experimentar una familia poco después de empezar el que sería un verano de ensueño. Tras alquilar a un precio  irrisorio una gigantesca mansión, Ben y Marian se trasladan junto a su hijo y Tía Elizabeth a la casa de los Allardyce, una extravagante pareja de hermanos que parecen más que satisfechos de ceder su hogar con dos condiciones: cuidarlo como si fuera suyo y ocuparse de la anciana señora Allardyce, que habita sin abandonarlo, el piso superior y a la que basta con subirle sus comidas diarias, que extrañamente nunca toca. A partir de este acuerdo, la familiar empezará a experimentar cambios en su conducta: Marian se convierte en la cuidadora de una anciana a la que no ha visto y se ocupa hasta la obsesión de mantener la casa y sus enseres limpios. La tía Elizabeth, una anciana llena de vitalidad, acusa la fatiga cada vez más y a notar sutilmente  los estragos de la edad en su mente. Y Ben, además de mostrarse cada vez más irritado con su entorno, sufre una serie de pesadillas donde se encuentra con un siniestro personaje de su infancia. A pesar de todo, el esfuerzo parece valer la pena: la casa tiene cada vez mejor aspecto e incluso las plantas que se marchitaban en el invernadero han vuelto a florecer.



La película adapta de una forma bastante fiel la novela de Marasco, obviando  los escenarios previos como el apartamento de los Rolfe y su vida cotidiana, presentándolos ya  en la Mansión Allardyce y caracterizándolos de una manera breve pero efectiva: una esposa fascinada por la oferta y el lujo de una casa, pero también por la posibilidad de sentirse como la dueña y encargada de esta. Así como un papel  de guardiana de esas matriarca a la que no puede ver pero cuida con un celo sacerdotal. La breve aparición de los hermanos, especialmente el personaje de Burgess Meredith (¡Es el Pingüino del Batman de los sesenta!), confinado en una silla de ruedas y cuya jovialidad roza lo inquietante, y sobre todo, la interpretación de Bette Davis quien en un lapso breve se transforma de anciana marchosa a una figura marchita y asustada.


A partir de ese momento, el metraje toma un cariz sobrenatural sin mostrar nada más que accidentes cotidianos enfocados desde una perspectiva siniestra: una pelea de broma en la piscina que se va de las manos, la enfermedad repentina del miembro más anciano de la familia, la discusión de pareja causada por  el entorno malsano. No hay efectos especiales vistoso más allá de la tormenta que anuncia el desenlace, y sobre todo, las pesadillas de su protagonista: el conductor de un coche fúnebre anunciando lo que sucederá. Una figura llamativa y muy recordada dentro de una película minoritaria en comparación con otros clásicos del cine de casas embrujadas, pero que quizá por el montaje (en este caso la versión disponible era la de una hora y cuarenta), parece no tener mucho que ver con el resto de la trama. En este caso, esta enfoca de manera más directa lo que narraba el material original: situaciones como el deterioro de la anciana o las canas que aparecen en el pelo de la protagonista, así como la revelación de lo que oculta el cuarto de la matriarca, sintetizan muy bien la idea de “casa hambrienta”, donde la amenaza no es lo fantasmal sino la naturaleza casi vampírica del entorno. Así como la bandeja de comida intacta se asemeja a una ofrenda presentada ante una fuerza invisible.


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Pesadilla diabólica, además de contar con las interpretaciones de Oliver Reed y Bette Davies como rostros memorables, y junto a la química de sus personajes, es una película que consigue contar todo lo que quiere sin mostrar nada. Sin un solo golpe de efecto, es posible saber lo que sucede en sus muros, del mismo modo que pudimos comprender el embrujo de la casa Belasco sin enfrentar a Emeric, o lo que le sucedía a Elinor en Hill House: solo es necesario saber que está allí.


3 comentarios:

  1. Acabo de descubrir dos cosas con tu entrada: que la novela de Marasco (gracias Valancourt) tenía adaptación cinematográfica y ¡que Bette Davies sale en una peli de casas encantadas! Viendo el tráiler que has colgado, con ese grano setentero tan característico, me ha convencido. Así que te quedo agradecido, ya tengo peli para este sábado xD.

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  2. Esta temporada estoy viendo bastantes películas que había dejado olvidadas, y cada vez me he hecho más partidaria del grano setentero xD (sobre todo comparado con esas cámaras de saturación casi televisiva que se usaban en los noventa). De la película, además de como son capaces de crear una casa hambrienta sin nada, lo mejor sigue siendo la aparición de Bette Davies.

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  3. Pues me ha encantado la película. Mucho mejor que la de Amytiville, que debe ser de esos años también. Y Bette Davies... ¡qué bien está Bette Davies! Cómo se va quedando sin vida xD

    Los noventa son esos años que pasaron entre un telefilme de antena tres y otro.Los colores saturados estaban hasta en los videoclips xD

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