Alain Fournier. El gran Meaulnes. Cada vez es menos habitual que lea narrativa que no sea de género, pero cuando empieza alguna, es habitual que tenga algo que las aleje del realismo estricto. Es el caso de una de las consideradas piezas clave de la visión de la adolescencia y la entrada en el mundo adult. El gran Meaulnes, la única novela de Fournier, quien desaparecería poco después e una fosa común de Verdún, contrasta con el final de su autor al reflejar de una manera minuciosa la vida de los escolares de la Francia rural. Vida, la de François, el narrador, que cambiará con la llegada a la escuela de Agustin Meaulnes, apodado el gran Meaulnes por sus compañeros, y de personalidad extrañamente carismática y soñadora. Es a partir de su escapada a un ruinoso palacio, el encuentro con una boda frustrada cuya puesta en escena roza lo teatral, cuando empezará la búsqueda que continuará a lo largo de su vida adulta: el amor a primera vista, concebido como algo único, la lealtad y las promesas juveniles, que contrastan con la vida del narrador, vinculado a un país que, pese a lo reducido en extensión y habitantes, no resulta opresivo sino acogedor, un reflejo del lugar a lo que los adultos atesoran en su memoria e intentan regresar.
La novela describe paisajes y escenarios con una minuciosidad capaz de envolver al lector en un entorno que desconocía, volviéndolo algo familiar, impregnado de una atmósfera extrañamente onírica. Situaciones como la boda en el castillo, revelada a posteriori como el capricho de un primogénito introspectivo y sumergido en un mundo imaginario, resultan más propias de la novela romántica que del realismo o el costumbrismo. Sus personajes buscan algo que ni ellos tienen claro: un ideal, sea el del amor romántico, la amistad o la camaradería, y la obsesión por dar una conclusión a lo empezado.
Por su ritmo y su temática, a veces se la ha comparado con El gran Gatsby o incluso El viejo y el mar, bien por el carácter y determinación de sus personajes, por la naturaleza de la narración o incluso, por la intención de dotar a la historia de cierto carácter iniciático. En cualquier caso, Fournier fue capaz de condensar la nostalgia en su aspecto más puro a través de una novela capaz de acercar a l lector a un entorno casi tan lejano como pueden serlo hoy los muros y el patio de una escuela unitaria en algún lugar perdido del campo francés.
"El gran Meaulnes" lo tengo en mi pila de pendientes (sí, esa pila que no deja de crecer). Creo que supe del libro por un podcast, no recuerdo cual. No sé por qué tenía la idea de que era una novela iniciática más rollo "Corazón" de Edmundo de Amicis que "El viejo y el mar". Me atrae mucho más Hemingway que de Amicis. A ver si descanso de tanto relato y le doy una oportunidad al libro.
ResponderEliminarDel otro libro que comentas, "Dragones de fuego", ni idea. Eso sí, como bien dices, con esa portada el libro se vende solo xD. Qué recuerdos Timun Mas, esos expositores en el Pryca de Salamanca o en el Eroski de Tudela llenos de libros con portadas llenas de dragones, elfos, enanos y guerreras ligeritas de ropa. Precisamente en un Eroski y gracias a mis abuelos que me financiaron el vicio ese verano me hice la colección de "El ciclo de la puerta de la muerte".
Yo también conocí El gran Meaulnes gracias a un podcast, en concreto lo reseñaban en todo tranquilo en Dunwich. Para mi fue un descanso leerlo porque cada vez es más difícil sacarme de tumbas profanadas,casas malditas y similares..
ResponderEliminarComo vivía en una ciudad pequeña, con estas portadas me pasaba lo mismo al verlas en el expositor del corte inglés de Vigo o en el Continente, era poco menos que entrar en la cueva de los tesoros..¡Encima tenían tapa dura con sobrecubierta! Literatura de la buena fijo! Creo que no volví a sentirme así desde que pude visitar el triángulo friki de Barcelona y salir de allí con el Lemuria de Strobl xD.