jueves, 21 de octubre de 2021

Lecturas de la semana. Y ahora dos cosas completamente diferentes

 



Desde que recuperé la costumbre de ir por librerías de segunda mano (de qué hacer con una estantería menguante nos preocupamos más adelante), es probable que salga de allí con algún libro. La última vez la mezcla fue de lo más variada, por temática, y como comprobaría después, por calidad.


Alain Fournier. El gran Meaulnes. Cada vez es menos habitual que lea narrativa que no sea de género, pero cuando empieza alguna, es habitual que tenga algo que las aleje del realismo estricto. Es el caso de una de las consideradas piezas clave de la visión de la adolescencia y la entrada en el mundo adult. El gran Meaulnes, la única novela de  Fournier, quien desaparecería poco después e una fosa común de Verdún, contrasta con el final de su autor al reflejar de una manera minuciosa la vida  de los escolares de la Francia rural. Vida, la de François, el narrador, que cambiará con la llegada a la escuela de Agustin Meaulnes, apodado el gran Meaulnes por sus compañeros, y de personalidad extrañamente carismática y soñadora. Es a partir de su escapada a un ruinoso palacio, el encuentro con una boda frustrada cuya puesta en escena roza lo teatral, cuando empezará la búsqueda que continuará a lo largo de su vida adulta: el amor a primera vista, concebido como algo único, la lealtad y las promesas juveniles, que contrastan con la vida del narrador, vinculado a un país que, pese a lo reducido en extensión y habitantes, no resulta opresivo sino acogedor, un reflejo del lugar a lo que los adultos atesoran en su memoria e intentan regresar.

La novela describe paisajes y escenarios con una minuciosidad capaz de envolver al lector en un entorno que desconocía, volviéndolo algo familiar, impregnado de una atmósfera extrañamente onírica. Situaciones como la boda en el castillo, revelada a posteriori como el capricho de un primogénito introspectivo y sumergido en un mundo imaginario, resultan más propias de la novela romántica que del realismo o el costumbrismo. Sus personajes buscan algo que ni ellos tienen claro: un ideal, sea el del amor romántico, la amistad o la camaradería, y la obsesión por dar una conclusión a lo empezado.

Por su ritmo y su temática, a veces se la ha comparado con El gran Gatsby o incluso El viejo y el mar, bien por el carácter y determinación de sus personajes, por la naturaleza de la narración o incluso, por la intención de dotar a la historia de cierto carácter iniciático. En cualquier caso, Fournier fue capaz de condensar la nostalgia en su aspecto más puro a través de una  novela capaz de acercar a l lector a un entorno casi tan lejano como pueden serlo hoy los muros y el patio de una escuela unitaria en algún lugar perdido del campo francés.


Richard A. Knaak. Dragones de fuego.  Empezaré reconociendo que el libro llamo mi atención  por la edición en tapa dura y una portada desde la que un dragón mira al  lector con expresión malintencionada. No hay nada malo en volver a la fantasía derivativa que durante los ochenta ocupaba la sección de ficción fantástica, y una novela (la primera de una serie) que hablaba de ejércitos de dragones de distintos colores según sus poderes, capaces de transformarse en humanos, y el joven descendiente de un mago que debe enfrentarse a un malvado nigromante, conseguir el apoyo de una hechicera malhumorada y salvar el reino del ataque de unos dragones clasificados cromáticamente, no era nada original, pero al menos sería entretenido.

No puede decirse que acertara con este, porque en realidad el libro es una colección de varios tópicos de la fantasía entonces reciente, como la figura del elegido, el padre en el lado oscuro, y sobre todo, una selección de dragones de varios colores  que van sirviendo para establecer las pautas  de una saga en la que se van mezclando estos clichés con otras aportaciones, como alguna que otra referencia al Multiverso y paradojas temporales.

El conjunto se queda en un libro de fantasía más, otro de tantos que se escribieron en la década recurriendo a los temas más demandados, pero que en este caso, carece del punto necesario con el que una narración, por repetitiva que sea, llegue a enganchar pese a sus defectos. Al menos, una cosa había que decir a favor de Timun Mas, especializada en este tipo de fantasía: esta editorial era responsable de algunas de las portadas más vistosas y llamativas de los ochenta.


2 comentarios:

  1. "El gran Meaulnes" lo tengo en mi pila de pendientes (sí, esa pila que no deja de crecer). Creo que supe del libro por un podcast, no recuerdo cual. No sé por qué tenía la idea de que era una novela iniciática más rollo "Corazón" de Edmundo de Amicis que "El viejo y el mar". Me atrae mucho más Hemingway que de Amicis. A ver si descanso de tanto relato y le doy una oportunidad al libro.

    Del otro libro que comentas, "Dragones de fuego", ni idea. Eso sí, como bien dices, con esa portada el libro se vende solo xD. Qué recuerdos Timun Mas, esos expositores en el Pryca de Salamanca o en el Eroski de Tudela llenos de libros con portadas llenas de dragones, elfos, enanos y guerreras ligeritas de ropa. Precisamente en un Eroski y gracias a mis abuelos que me financiaron el vicio ese verano me hice la colección de "El ciclo de la puerta de la muerte".

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  2. Yo también conocí El gran Meaulnes gracias a un podcast, en concreto lo reseñaban en todo tranquilo en Dunwich. Para mi fue un descanso leerlo porque cada vez es más difícil sacarme de tumbas profanadas,casas malditas y similares..
    Como vivía en una ciudad pequeña, con estas portadas me pasaba lo mismo al verlas en el expositor del corte inglés de Vigo o en el Continente, era poco menos que entrar en la cueva de los tesoros..¡Encima tenían tapa dura con sobrecubierta! Literatura de la buena fijo! Creo que no volví a sentirme así desde que pude visitar el triángulo friki de Barcelona y salir de allí con el Lemuria de Strobl xD.

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