Puede que gozaran de una gran
popularidad, una saga y un par de adaptaciones al cine, ,pero nunca
llegaron a gustarme los vampiros de Anne Rice. Su visión del mito,
donde aborda temas como la inmortalidad, la pérdida y las
relaciones, sentimentales o de poder, me habían resultado, en el
momento de su principal salto a la fama gracias a la película,
demasiado pastelosos, llorones y orientados a los gustos de un
público gótico. Poco tenían que ver con el depredador al que
Christopher Lee me tenía acostumbrada y a la figura escuálida del
conde Orlok al que mantenía como referente en cuanto a imagen de lo
que debía ser un vampiro. La opinión de su versión cinematográfica
era similar: una pareja de guapos en una historia de vampiros que
sufrían mucho porque vivían para siempre. Pasó el tiempo
suficiente como para que los vampiros tuvieran varias reimaginaciones
más, desde las más atractivas a otras más violentas, para que
estos fueran relegados en la ficción en favor de los zombies y para
que esa primera impresión diera paso a una segunda, menos marcada
por la visión general de una preadolescente contreras.
Entrevista con el vampiro es la
confesión realizada a un periodista por Louis de Pointe du Lac, un
vampiro de más de dos siglos, sobre su historia como no muerto.
Desde 1791, atormentado por la pérdida de su esposa e hijo, es
convertido en vampiro por Lestat, quien encuentra en él un compañero
adecuado y ofrece una existencia lejos de la muerte y el dolor. Pero
esta conlleva también la soledad y la necesidad de alimentarse de
vidas humanas, algo que atormentará a Louis durante toda su
existencia y que le llevará, al intentar salvar una de esas vidas, a
romper uno de los códigos no escritos de la comunidad vampírica.
Esta segunda impresión ha sido muy
distinta a la que produjo años atrás. Los vampiros de Rice siguen
sin ser mi estilo, opinión que no ha cambiado pero se ha suavizado:
es, simplemente, una aproximación que aporta temas distintos y
plantea la figura del vampiro como algo deseable y condenada al mismo
tiempo, centrándose a menudo en el aspecto estético de Nueva
Orleans a través de los siglos y una estética que aprovecha al
máximo los últimos años del siglo XVIII y gran parte del XIX, que
es donde se centra la mayor parte de la trama. Esta, marcada por un
tóno entre melancólico y trágico, muestra principalmente la
oposición entre la actitud hedonista de Lestat y la atormentada de
Louis, sin que en ningún momento exista ningún héroe o villano
sino que entre ambos se trate de manera sutil, el desarrollo y final
de una relación de pareja.
En los papeles principales aparecen
actores cuya carrera estelar comenzó por esa época: Brad Pitt, y
Antonio Banderas, en un papel muy breve y también muy lejos de su
versión original en el libro, pero interesante como arquetipo de
vampiro continental. Y, lo que entonces pareció como decisión más
chocante, Tom Cruise como el seductor e histriónico Lestat. El
actor, cuya complexión física no parecía ser la adecuada, y con
una carrera previa más orientada al cine de acción, recrea un no
muerto satisfecho con su situación y dispuesto a disfrutar de su
existencia. Además de histriónica y con un punto un tanto perverso
que lo convierte a ratos en un personaje negativo, pero no un
villano.
Aunque la película cuente con actores
de la talla de Brad Pitt, Tom Cruise o incluso el recién llegado a
Hollywood Antonio Banderas, la presencia más recordada, tanto a
nivel de interpretación como de guión, es la de Kirsten Dunst como
Claudia, una vampira a la que se le conoce como niña al borde de la
muerte y se desarrolla como adulta, atrapada en el cuerpo de una niña
con las consecuencias que esto supone en su relación con los
protagonistas, y reflejando así una situación llena de matices cuya
trama llega a superar en profundidad y posibilidades el drama
relatado hasta entonces por el narrador.
Uno de los aspectos que peor ha
envejecido han sido los efectos especiales. Si bien el vestuario, la
estética, el enfoque, y sobre todo, los actores principales han
convertido a la película en un clásico, la caracterización a base
de colmillos postizos, y especialmente, la inolvidable peluca rubia
que luce Tom Cruise como el aristócrata Lestat ,es uno de los
elementos más chocantes y que desentona, vista hoy, en una
producción brillante en el aspecto técnico.
26 años después, Entrevista con el
vampiro muestra algunos signos de haber envejecido mal en su
caracterización vampirica, pero se sigue manteniendo como una de las
películas fantásticas más interesantes de los noventa. Dicen que
el tiempo pone a cada uno en su sitio, y la versión cinematográfica
de la novela de Rice, sigue conservando el puesto que se ganó en su
momento. En cuanto a la pastelosidad o los vampiros que no dan
miedo....también dicen que Detrás de mi vendrá quien bueno me
hará, y de eso se encargó Crepúsculo una década después.
He aquí una película que no he vuelto a ver en muchos años. Recuerdo que siempre me interesó esa mirada sobre la soledad del vampiro y su intento de conjurarla mediante la creación de una célula familiar sui géneris. Pero también que la película se ahogaba en un exceso de esteticismo, que incluía un reparto de actores elegidos por su "belleza" y no por su talento (recuerdo, eso sí, que el peor, incluso rídiculo, era nuestro Antonio Banderas: en mi Málaga creo que me proscribirían la entrada a algunos sitios solo por decir esto). Quizá esa ocasión de revisarla, y tal vez de leer el libro (en este caso, confieso que cada vez que he hojeado sus páginas el mismo arranque de la historia me echa para atrás).
ResponderEliminarMe ha pasado lo mismo: es la primera vez que la he visto en muchos años, y conseguido superar el exceso de belleza y esteticismo del reparto (hay que reconocer que no es culpa de la producción, sino uno de los defectos recurrentes de la Rice), aporta una gran cantidad de matices al mito, especialmente a la hora de tratar la soledad, las consecuencias de una vida más o menos eterna, o la tendencia a imitar núcleos familiares conocidos.
ResponderEliminarEn algunos aspectos, el vestuario también sufre un poco ese exceso de visión romántica, porque a día de hoy hay que ser muy devoto de Antonio Banderas para no encontrar cómica su caracterización. Al menos, esta sirvió para ofrecer un buen guiño referencial en el personaje de Guillermo, el familiar de los vampiros de Lo que hacemos en las sombras.
Respecto al libro, creo que con una sola lectura, en mi caso, de los dos primeros tomos, es suficiente. Su autora ha aportado elementos interesantes al mito del vampiro pero tambien puede ser muy limitada en sus clichés habituales.