Durante varios años fue habitual tener
algún estreno basada en una saga de literatura young adult (término
que siempre me ha hecho mucha gracia para algo que no tenemos claro
si es juvenil, post juvenil, o para los mayorcitos las tardes que nos
aburrimos un poco). En concreto, en su vertiente de cienca ficción
apocalíptica. A los juegos del hambre le siguió, con peor fortuna,
la saga Divergente, El corredor del Laberinto y una entrega de El
dador de recuerdos. Intentos que, con unos resultados más flojos de
los esperado, demostraban que la fórmula de escenario distópico
tirando a imposible, triángulos amorosos y un mínimo de tres
entregas, se había agotado muy rápido. Sin embargo, hubo un último
intento, aprovechando una serie poco conocida y de hacía casi veinte
años, pero que reunía varias características para poder ser un
posible éxito: una estética potencialmente vistosa, y una trama de
ciencia ficción distópica que explotar en varias entregas. El
resultado en realidad fue distinto al que esperaban...
Siglos después de un cataclismo de
origen desconocido, la humanidad se ha adaptado a un entorno hostil
mediante la construcción de gigantescas ciudades motorizadas que
recorren los páramos, recogiendo y clasificando los restos de la
civilización anterior y fagocitando a la población y materia prima
de aquellas ciudades más pequeñas que encuentran a su paso.
Londres, una de las urbes más potentes, declara la busca y captura
de Hester Shaw, una peligrosa terrorista. En las fronteras de Asia,
un grupo que se hace llamar la Liga Anti Tracción sobrevive, gracias
a las murallas que protegen su emplazamiento, a una sociedad en
constante movimiento. Y Tom, un joven historiador procedente de las
clases populares de Londres, está a punto de descubrir que las
noticias que circulan en la ciudad acerca de la naturaleza de la
terrorista, y de las intenciones de Valentine, jefe del gremio de
Historiadores y una de las personalidades más influyentes de
Londres, no son del todo ciertas.
Con un nombre que resonaba tanto,
aunque fuera productor, como Peter Jackson, y Hugo Weaving como uno
de los personajes principales, este parecía el estreno de una
franquicia prometedora, con un gran potencial estético muy deudor
del steampunk y mezclado con varios lugares comunes de las distopías
apocalípticas. En su premisa había distintas facciones, máquinas
impresionantes recreadas con todo lujo de detalle, el atisbo de otras
sociedades que seguramente se desarrollarían en las secuelas y unos
cuantos guiños a lo que pudo suceder como trasfondo al punto de
partida de la historia. Y por tener, hasta tenía zombies. Bueno, o
al menos, uno, como ultimo miembro de una particular brigada de
soldados muertos y resucitados hace muchos siglos. Y que, como muchas
otras cosas, se queda a medio contar.
Sin conocer el material original, es
difícil saber la calidad o fidelidad que ha tenido como adaptación.
Pero sí resultó sonado el rediseño que sufre su protagonista,
Hester, marcada originalmente con una cicatriz que deforma su rostro
por completo y que en pantalla sufre un lifting para reconvertirla
en una marca muy leve que hace que todos los comentarios acerca de su
horribilidad queden un poco fuera de lugar, y que esta se convierta
en uno de esos personajes “feos porque no se arreglan” del cine
más comercial.
El resto, como guión, produce una
sensación un tanto atropellada: entre el escenario, los distintos
clanes y sociedades, y los personajes que tienen que aparecer, solo
da tiempo de establecer a los tres principales, a un secundario de
refilón, más por lo vistoso de su caracterización, y cuya trama
podría obviarse y a unos cuantos que podrían tener su papel en las
secuelas. Lo que llegan a contar de sus protagonistas, resulta
trillado, después de haber visto ya varias series de este género:
relaciones conflictivas que se convertirán en un romance, un posible
triángulo amoroso que tampoco sale porque una vez más, no había
tiempo de desarrollar más a esos personajes, y una revelación del
final que no podía ser más tópica: después de 1981debería ser
delito que ningún personaje de ficción le confesara su paternidad a
otro de forma dramática, y a punto de matar o lanzar por un
precipicio a su presunto filiado.
El resultado, a nivel técnico, es
fascinante, cuidado y lo que más se disfruta de la película. Las
secuencias de las ciudades gigantescas moviéndose por un páramo,
los escenarios fijos, y sobre todo, el diseño de vehículos,
maquinaria y vestuario hace que sea una producción visualmente
bonita, que puede disfrutarse en esos términos pero no hay mucho en
cuanto a trama, creatividad o personajes. Se queda en una sucesión
de protagonistas estándares, con alguna que otra tara muy difícil
de creer, unos orígenes enigmáticos que tienen de todo menos
intriga y un desarrollo que resulta fácil predecir si se piensa en
cualquier otra saga juvenil de temática parecida. El argumento de
Mortal Engines prometía, así como su estética entre steampunk y
postnuclear. Pero me temo que la primera aparición de Hester Shaw en
una pantalla no ha dado ni para despertar el interés de cómo puede
continuar en los libros, que probablemente continúen como papel
impreso y no como franquicia.
venìa pasando por aquì y me encuentro con una maravilla de blog!
ResponderEliminarfantàstico!
un saludo desde mèxico hasta donde sea
saluda un nuevo y entusiasta seguidor
j.!
ruidocalavera.blogspot.com
YT: Radio Culebra
IG: juanjelorza
p.s.
ResponderEliminaren-jû-to-mò-ja-mu-to!
<3
¡Muchas gracias! Me alegro que te haya gustado lo que lees por aquí.
ResponderEliminarPs. Los zombies de 28 días después no son zombies, son infectados XD