jueves, 28 de mayo de 2020

Mortal Engines (2.018). Las ciudades a medio gas




Durante varios años fue habitual tener algún estreno basada en una saga de literatura young adult (término que siempre me ha hecho mucha gracia para algo que no tenemos claro si es juvenil, post juvenil, o para los mayorcitos las tardes que nos aburrimos un poco). En concreto, en su vertiente de cienca ficción apocalíptica. A los juegos del hambre le siguió, con peor fortuna, la saga Divergente, El corredor del Laberinto y una entrega de El dador de recuerdos. Intentos que, con unos resultados más flojos de los esperado, demostraban que la fórmula de escenario distópico tirando a imposible, triángulos amorosos y un mínimo de tres entregas, se había agotado muy rápido. Sin embargo, hubo un último intento, aprovechando una serie poco conocida y de hacía casi veinte años, pero que reunía varias características para poder ser un posible éxito: una estética potencialmente vistosa, y una trama de ciencia ficción distópica que explotar en varias entregas. El resultado en realidad fue distinto al que esperaban...



Siglos después de un cataclismo de origen desconocido, la humanidad se ha adaptado a un entorno hostil mediante la construcción de gigantescas ciudades motorizadas que recorren los páramos, recogiendo y clasificando los restos de la civilización anterior y fagocitando a la población y materia prima de aquellas ciudades más pequeñas que encuentran a su paso. Londres, una de las urbes más potentes, declara la busca y captura de Hester Shaw, una peligrosa terrorista. En las fronteras de Asia, un grupo que se hace llamar la Liga Anti Tracción sobrevive, gracias a las murallas que protegen su emplazamiento, a una sociedad en constante movimiento. Y Tom, un joven historiador procedente de las clases populares de Londres, está a punto de descubrir que las noticias que circulan en la ciudad acerca de la naturaleza de la terrorista, y de las intenciones de Valentine, jefe del gremio de Historiadores y una de las personalidades más influyentes de Londres, no son del todo ciertas.



Con un nombre que resonaba tanto, aunque fuera productor, como Peter Jackson, y Hugo Weaving como uno de los personajes principales, este parecía el estreno de una franquicia prometedora, con un gran potencial estético muy deudor del steampunk y mezclado con varios lugares comunes de las distopías apocalípticas. En su premisa había distintas facciones, máquinas impresionantes recreadas con todo lujo de detalle, el atisbo de otras sociedades que seguramente se desarrollarían en las secuelas y unos cuantos guiños a lo que pudo suceder como trasfondo al punto de partida de la historia. Y por tener, hasta tenía zombies. Bueno, o al menos, uno, como ultimo miembro de una particular brigada de soldados muertos y resucitados hace muchos siglos. Y que, como muchas otras cosas, se queda a medio contar.



Sin conocer el material original, es difícil saber la calidad o fidelidad que ha tenido como adaptación. Pero sí resultó sonado el rediseño que sufre su protagonista, Hester, marcada originalmente con una cicatriz que deforma su rostro por completo y que en pantalla sufre un lifting para reconvertirla en una marca muy leve que hace que todos los comentarios acerca de su horribilidad queden un poco fuera de lugar, y que esta se convierta en uno de esos personajes “feos porque no se arreglan” del cine más comercial.

El resto, como guión, produce una sensación un tanto atropellada: entre el escenario, los distintos clanes y sociedades, y los personajes que tienen que aparecer, solo da tiempo de establecer a los tres principales, a un secundario de refilón, más por lo vistoso de su caracterización, y cuya trama podría obviarse y a unos cuantos que podrían tener su papel en las secuelas. Lo que llegan a contar de sus protagonistas, resulta trillado, después de haber visto ya varias series de este género: relaciones conflictivas que se convertirán en un romance, un posible triángulo amoroso que tampoco sale porque una vez más, no había tiempo de desarrollar más a esos personajes, y una revelación del final que no podía ser más tópica: después de 1981debería ser delito que ningún personaje de ficción le confesara su paternidad a otro de forma dramática, y a punto de matar o lanzar por un precipicio a su presunto filiado.



El resultado, a nivel técnico, es fascinante, cuidado y lo que más se disfruta de la película. Las secuencias de las ciudades gigantescas moviéndose por un páramo, los escenarios fijos, y sobre todo, el diseño de vehículos, maquinaria y vestuario hace que sea una producción visualmente bonita, que puede disfrutarse en esos términos pero no hay mucho en cuanto a trama, creatividad o personajes. Se queda en una sucesión de protagonistas estándares, con alguna que otra tara muy difícil de creer, unos orígenes enigmáticos que tienen de todo menos intriga y un desarrollo que resulta fácil predecir si se piensa en cualquier otra saga juvenil de temática parecida. El argumento de Mortal Engines prometía, así como su estética entre steampunk y postnuclear. Pero me temo que la primera aparición de Hester Shaw en una pantalla no ha dado ni para despertar el interés de cómo puede continuar en los libros, que probablemente continúen como papel impreso y no como franquicia.



3 comentarios:

  1. venìa pasando por aquì y me encuentro con una maravilla de blog!
    fantàstico!
    un saludo desde mèxico hasta donde sea
    saluda un nuevo y entusiasta seguidor
    j.!

    ruidocalavera.blogspot.com
    YT: Radio Culebra
    IG: juanjelorza

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  2. ¡Muchas gracias! Me alegro que te haya gustado lo que lees por aquí.

    Ps. Los zombies de 28 días después no son zombies, son infectados XD

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