jueves, 21 de mayo de 2020

El museo de historia antinatural presenta:  Criaturas fantásticas.



ace años, cuando se quería vender de forma segura un libro de un autor nuevo o poco conocido, la forma más segura era poner el nombre de alguien famoso en la portada, generalmente alabando la novela. Truco del que se abusaba mucho más en las antologías, donde un solo relato del escritor más conocido bastaba para que apareciera en letras mayúsculas su nombre y de forma casi avergonzada, una apostilla mucho más pequeña avisando que allí podía aparecer escribiendo otra gente. Es más extraño, al menos en España, que lo que aparezca como principal reclamo en la portada sea el nombre del editor (aunque en lengua inglesa haya autores de colecciones consolidados y si sale por ahí S. T. Joshi, Stephen Jones o Peter Hanning, me tiro de cabeza), salvo que el encargado sea alguien como Neil Gaiman, y que este además de encargarse de la selección, también aporte un texto junto al resto de autores.


El museo de historia antinatural es el título, cuyo origen Gaiman explica de forma más pormenorizada en el prólogo, de una colección que de museo tiene poco (aunque uno sale) y sí tiene en común el contar, de forma muy libre, con todo tipo de seres irreales, aquellos que no aparecerían en ningún museo de historia natural. Un grifo, un unicornio, la mantícora o un hombre lobo capaz de transformarse a voluntad, pero también bestias que habitan un bosque suburbano, avispas cartógrafas, bicicletas con vida propia y las aventuras de una sociedad gastronómica intentando capturar un misterioso pájaro, en el relato escrito por el encargado de la colección, aunque este no haya sido escrito expresamente para la ser incluido en ella.





La antología tiene un carácter juvenil, por el tipo de relatos escogidos, y es ahí donde se nota la labor de su editor como autor para este rango de edad: no he llegado a leer demasiado de Gaiman pero si lo suficiente como para comprobar que me gusta más su trabajo como escritor infantil. Conoce a sus lectores, no se queda en los clichés que muchos adultos encontramos a menudo en este tipo de literatura y su criterio a la hora de elegir relatos, si bien estos puede considerarse que tengan un carácter un poco para todos los públicos, es muy variado, tanto en temática como en cronología. Una parte, los mas recientes, son una muestra interesante de fantasía nueva, donde varios escritores recurren a sus raíces no anglosajonas y ofrecen enfoques basados en la mitología caribeña o africana. También es posible encontrar piezas de Larry Niven o Peter S. Beagle, escritas en los sesenta y que suponen un aporte de ciencia ficción, fantasía e ironía muy clásico, y que no desentonan en una colección destinada a ofrecer un poco de todo. Sorprende mucho más encontrarse a Saki, aunque sus relatos de humor negro sobre animales siempre son un acierto seguro, la fantasía infantil, muy particular de Edith Nesbitt, y sobre todo, un relato de los años cuarenta poblado de hombres lobo, mujeres fatales, satanismo de opereta y espías nazis. Desde luego no es lo que nadie imaginaría como material propio de narrativa juvenil, pero sí resulta divertido, inesperado y demuestra que, salvo el tener en común la aparición de algúna criatura fantástica, ninguno de los relatos tiene que seguir ninguna norma concreta ni está limitado por lo que se pueda esperar en gustos y tendencias contemporáneas.

Tampoco puede faltar una mención al trabajo de edición, dado que el libro cuenta con una ilustración previa a cada relato. Nada revelador, sino que se trata de un pequeño grabado que acompaña al título y sirve de indicio acerca de lo que va a aparecer. Y que convierten al libro, en conjunto, en una pieza muy cuidada y ciertamente nostálgica: es muy probable que una parte de los lectores que se acerquen a él peinen canas, y en ese caso, ¿cuanto tiempo hace que no hemos tenido en las manos un libro con dibujos?

Las criaturas fantásticas que se encuentran en este Museo de Historia Antinatural forman una antología juvenil que ha conseguido salirse de los cánones: no solo se atreven a recopilar textos que van desde 1920 hasta el 2015, a saltarse muchos tópicos establecidos, e incluso a ser una lectura para todos los públicos. Aunque, en este caso, lo de “todos los públicos” se refiere a los más mayores que van a disfrutar con ella.

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