jueves, 5 de abril de 2018

Pacific Rim: Insurrección (2018)¡Puñoooos fuee..! Bueno, no.


De la primera Pacific Rim me pilló por sorpresa que pudiera tenerme prestando atención de principio a fin una película de las de “robots gigantes”. No iba a ser imposible porque el que estaba detrás de la idea era Guillermo del Toro, quien se las arregla bastante bien con esto de acercarse a las temáticas que le gustaban de niños y que su público le siga la historia. Ahora, lo de la secuela parecía un poco más complicado al no contar con él como director. Quedaba esa duda sobre si la secuela sería al menos entretenida, una sucesión de robots sin más, o directamente, un sacacuartos con infografía. Pero cuando entra en juego el día del espectador, me vuelvo mucho más arriesgada a la hora de decidir qué voy a ver al cine y qué no.

 


Si el guión de Del Toro había sido planteado como una historia independiente, en la que la brecha entre la tierra y el mundo de los kaijus había sido cerrada y ganada la lucha entre ambas especies, su secuela aprovecha el truco de ser siempre posible continuar una historia. Como sea. En este caso, han pasado diez años desde el último combate. La economía mundial vive una época próspera gracias a las tareas de reconstrucción (me imagino que en España los contratistas se estarían poniendo las botas. Y los ayuntamientos, haciendo rotondas como si no existiera un mañana), salvo en las zonas más afectadas por la fuerza destructiva de los kaijus: en la costa del Pacífico sobreviven cientos de traficantes y contrabandistas de antiguas piezas de jaegers entre los que se cuentan algunos tan dispares como Jake Pentecost, hijo del piloto que sacrificó su vida para poder salvar la tierra, y Amara, una niña capaz de construir y pilotar por sí sola un jaeger. La suerte de estos cambia cuando son reclutados como piloto y cadete en uno de los momentos más difíciles para el destino de los jaeger: estos serán sustituidos por un sistema de drones, haciendo que su manejo directo sea innecesario y más seguro para los pilotos. Hasta que nuevos kaijus aparecen haciendo temer que, o bien la brecha se ha abierto de nuevo, o estos han sido creados por manos humanas.
 
 



El guión, en términos generales, no ha ido del todo mal. Si en la primera parte tenían la habilidad de expandir un poco el mundo de los kaijus más allá de los robots gigantes, mostrando de pasada cómo la gente se adaptaba a la situación, aquí comienzan dedicándole su tiempo a este mismo aspecto. Si bien de una forma muy ligera, y con bastante sentido del humor, las zonas más afectadas por lo sucedido son similares a un área de posguerra donde los límites de la legalidad no están muy claros. Se nota que pese a quererse tomar el género tan en serio como se hizo previamente, el enfoque está mucho más pensado hacia el entretenimiento y todos los públicos: puede haber por ahí un robot de metros tirando edificios abajo, pero aquí no va a morir nadie y ante la duda, los personajes no dudan en anunciar que todos los ciudadanos han sido puestos a salvo. En este caso, no han querido complicarse con ninguna trama sobre daños colaterales y las batallas de monstruos son tan limpias como las que podían verse en las series de los ochenta.



De hecho, esta entrega es la que es mucho más similar en cuanto a modismos y guiños a su origen japonés: los nombres son una mezcla muy diversa de raices asiáticas y alemanas, buscando más la sonoridad que otra cosa, se gritan los nombres de las armas antes de atacar (aunque en este caso, parece quedarle al público más claro el motivo que el que podía ser en un Mazinger Z), e incluso, en un momento dado, la figura de un robot corriendo con una espada recuerda directamente a una secuencia de Neon Genesis Evangelion. De los secundarios, en este caso cadetes, se menciona la conveniencia de su edad para poder adaptarse a sus máquinas (justificación que se empleaba a menudo en varios animes), aunque la presencia de estos se queda un poco en la de unos secundarios correctamente construidos pero que no tienen más objetivo que el de pilotar un robot para las secuencias finales. Teniendo en cuenta la temática principal de la pelicula, tampoco tendría demasiado sentido protestar por eso.



Comparados con estos, cuentan con un peso mayor dos secundarios de la primera entrega, cuya presencia tenía cierto punto cómico y que ahora se ve ampliada hasta el punto de ser el desencadenante de la secuela, aunque también su carácter en este caso ha sido exagerado desde la última vez, volviéndolos mucho más estrafalarios: Aunque Gotlieb y Geizler funcionan y acaban siendo un poco los cerebros que consiguen salvar el día, la forma de convertir a uno de ellos en antagonista resulta bastante arbitraria, además de hacer muy evidente algo que se sospechaba desde los primeros minutos de metraje: la secuela no hacía falta. La historia estaba cerrada, y hubo que retorcer mucho lo que quedaba de la anterior para poder justificar una nueva aparición de kaijus y lo que es peor, directamente asegurarse una puerta abierta a posibles entregas posteriores.


Pacific Rim: Insurrección era innecesaria. Pero esto no está reñido con ser una secuela más que correcta, que sigue perfectamente la estela de su predecesora y adapta con mucha maña el género de robots y kaijus para un público, que, si bien nos acercamos a la primera por el nombre de Guillermo del Toro, no habríamos seguido de la misma forma una saga de robots.


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