jueves, 7 de julio de 2016

Stephen King y Cell. Zombies, móviles y teorías varias

 
Después de ver hace unas semanas la versión cinematográficade Cell, me di cuenta de una cosa: que hace años que no  había vuelto a leer nada de Stephen King, y que del libro en que se basaba la película, me acordaba de cuatro cosas contadas. Muy por encima, del planteamiento, nudo y…nudo. Porque del desenlace, no era capaz ni de recordar si este terminaba en “Fin” o con el lugar y fecha en que King termina de escribir sus libros, como hacía a menudo. La película, pese a lo atropellado del guión, sirvió para solucionar estas dos cosas: releer la novela que la inspiró y de paso, algo del autor.

 


Pese a que el guión seguía la trama principal de una forma bastante fiel, el texto original es un tanto diferente: una calle cualquiera es el escenario donde el protagonista presencia la locura que empieza a sufrir todos aquellos que contestan sus móviles en un momento determinado. La desorientación inicial de las víctimas da paso a una locura asesina  contra todos los seres que los rodean, de la que este, un hombre de mediana edad y una joven, consiguen salvarse al encontrar refugio en un hotel. Las primeras horas serán suficientes para que la ciudad, y probablemente el estado, caiga en el caos absoluto. Pero también para que se produzca un cambio en todas las víctimas de lo que los supervivientes llaman La Señal: la locura da paso a un comportamiento uniforme, muy similar al de una colmena o una banda de aves. Las teorías sobre lo sucedido son tan variadas como vagas: desde el Apocalipsis bíblico a un virus informático capaz de afectar el cerebro humano. Algo que, en el fondo, de poco sirve al protagonista y a sus amigos, quien intenta ante todo, encontrar a su hijo.

 Una de las cosas que más llama la atención es el escaso período de tiempo en el que sucede toda la narración, que no debe alcanzar el mes. El autor la utiliza también como recurso, haciendo que los personajes, y de paso los lectores, recuerden el poco tiempo que ha pasado, haciendo mucho más evidente las consecuencias de lo sucedido: la facilidad con la que la sociedad se desmorona, y la dificultad de los supervivientes para adaptarse a una situación nueva. Y que se aleja mucho de uno de los clichés más habituales en el género de zombies, que serían los enemigos humanos: mientras que gracias a Walking Dead la presencia de saqueadores y bandas en una historia se ha vuelto habitual, en el mundo de King, lo sucedido ha sido tan brusco que los personajes están demasiado ocupados intentando vivir un día tras otro como para enfrentarse con nadie. En realidad, la impresión general que producen unos personajes a otros es la de recelo. Cada grupo de supervivientes mantiene la distancia con cualquier desconocido, algo que se potencia en un momento clave de la trama, cuando los protagonistas quedan directamente aislados y rechazados por sus semejantes.

 

 
 
En lugar de quedarse en una historia más sobre un grupo moviéndose mientras esquiva o mata a los zombies/infectados correspondientes, procura ofrecer algo que al menos, resulta novedoso: la evolución de los infectados y la existencia de una mente colectiva, explicado en forma de teorías que los personajes van exponiendo según sus conocimientos y opiniones. La actuación posterior de los infectados a partir de ese punto acaba resultando también mucho más amenazadora, y también, muy deudora de la ciencia ficción: a los símiles informáticos y las teorías diversas se les unen párrafos tan inesperados como la telepatía entre las criaturas, su utilización contra los supervivientes, o que algunas de estas se dediquen directamente a levitar como si fueran Jean Grey. Lo que en algún momento resulta un poco extraño y bastante lejos del aspecto uniforme y amenazador que se les quería dar previamente. Pero no tan extraño como uno de los elementos más chocantes que se introducen en la historia: que las víctimas de la señal se dediquen a escuchar música de ascensor. Aunque en la versión cinematográfica lo sustituyeron por el Trololo, que es todavía más desconcertante.

De nuevo, el aspecto más positivo de King son los personajes. Este no ha sido de los libros más extensos, pero aún así, se toma su tiempo a la hora de introducir acción o avance de la trama. Pero por suerte, el tiempo que se ha tomado es muy útil para poder caracterizar a sus personajes, hacerlos cercanos, y que gracias a esto sea mucho más sencillo aceptar las hipótesis y decisiones que pone en boca de estos. Quizá sea el protagonista, y su viaje para encontrar a su hijo, el responsable de ponerlos en marcha, pero sus acompañantes son los que resultan mucho más reales: superan un trauma adquiriendo un tic nervioso de lo más anodino, o usan las armas de fuego más como una advertencia que algo que utilicen regularmente, les vienen a la cabeza memorias o ideas peregrinas en cualquier momento…cosas que recordaba mucho de King, y para bien. Aunque en este caso, se nota demasiado que estos están muy subordinados al objetivo principal de la historia, que es el viaje del protagonista: pese a incidir que todos ellos tienen familia, parecen bastante de acuerdo en darlos por perdidos y seguir al héroe a donde sea, hasta el punto que en algunos momentos, toda su caracterización no tiene mucho sentido, porque parecen unas comparsas: van a donde se les diga y como se les organice.

 Cell puede parecer una obra menor de King, pero también muy divertida. Relativamente corta, muy cercana a la ciencia ficción, y sobre todo, una sorpresa para quienes la veíamos como la novela que Stephen King escribió cuando se pusieron de moda los zombies.

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