lunes, 5 de octubre de 2015

Retreat (2011). Personas a las que no llevarse a una isla desierta.


A menudo una isla es un buen escenario para una historia de suspense. Pero también lo puede ser para la ciencia ficción, especialmente, para todo lo relativo al tema de virus, epidemias y cualquier cosa que tenga que ver con el fin del mundo. A fin de cuentas, Max Brooks ya explicaba en la Guía de supervivencia zombie que era el escenario más seguro. Pero en algunos casos, el más económico, cuando gracias a las características de este escenario, es posible plantear una historia explotando elementos como el aislamiento o la desconexión del mundo exterior.

 


Retreat comienza precisamente con un retiro a una isla a la que los protagonistas acuden con la esperanza de recuperarse de la pérdida de su hijo no nacido y salvar su matrimonio. Estos, en unos pocos días, parecen abocados a separarse, hasta que la llegada de un soldado inconsciente a las costas de la isla anuncia algo peor: este asegura que una epidemia global está acabando con la población y que deben ante todo  sellar la casa, evitando el contagio y a todos los que puedan provocarlo. Pese a lo improbable de su historia, lo aislado de su situación y la imposibilidad de contactar por radio con tierra firme hace que acaben creyéndole y obedeciendo sus órdenes. Pero su actitud paranoica y su comportamiento errático provocan sospechas que cada vez parecen más reales.
 



Más que cine postapocalíptico, se trata en realidad de un trhriller psicológico: la trama de la epidemia global se ve en este caso como un macguffin para poder incluir a un elemento adverso en la situación de los personajes, en este caso, el soldado y lo que este asegura, que acaba convirtiéndose en la principal amenaza para estos. Por eso su caracterización y problemas previos tienen una gran importancia: especialmente, el carácter más fuerte o más blando de cada uno, incluso determinados defectos físicos, que el antagonista, y el guión, en algún caso,  explota en su provecho. El tema del aborto aparece como primer fuente de conflicto, pero en el fondo, es uno de esos elementos secundarios que, a la vista de la resolución y avance del tono de la película, acaba quedándose en un tema un poco de telefilme, y que se olvida pronto.

 


Cillian Murphy y una isla desierta: el sueño de toda fangirl

La narración opta por una perspectiva muy distinta, que tras varias películas de zombies, infectados y fines del mundo que habían sido estrenadas, resulta bastante ingeniosa: muchas de ellas se narraban desde la perspectiva del protagonista donde unos secundarios desconocían lo que había pasado. Pero ninguna donde los protagonistas se encuentran con alguien que les cuenta una situación muy improbable, y con unas consecuencias bastante lógicas: en ningún momento se toma partido abiertamente por una u otra posibilidad, ni se depende en exceso de un giro de guión que exponga todo. Al menos, relativamente: la actitud del soldado es lo bastante rara y desquiciada como para que los personajes principales y el espectador acaben planteándose una posibilidad más lógica y realista que la propuesta por el primero.

 


Aunque secuencias como las explicaciones un tanto vagas sobre un virus demasiado de ciencia ficción, o referencias a perseguidores que los otros personajes no han llegado a ver hacen que el guión sea bastante claro en este punto, además de más cercano al suspense, no dudan en jugar al despiste y no terminar de abandonar una posibilidad más propia de la ciencia ficción. Gracias a la caracterización y desarrollo que Jamie Bell (al que hace unos cuantos Oscars conocimos como Billy Elliot. Aunque yo lo recordaba más de Deathwatch) da al soldado, con su actitud enloquecida y medias verdades e historias a las que recurre en todo momento, consigue un papel muy creíble, con el que, sea cual sea el desenlace, la película funciona al constituir en realidad la amenaza real e inmediata de los protagonistas. Todo un mérito porque estos cambios de registro que utilizan al final, a modo de sorpresa, no terminan de funcionar: la historia habría sido realmente válida con estos tres protagonistas, sin tener que recurrir a unos trucos que parecen un poco de capítulo de Twilight Zone.

 


Al tener que depender unicamente de los personajes, los actores juegan un papel todavía más importante: en este caso, optaron por caras relativamente conocidas, pero con bastante carácter. Jamie Bell es el más sobresaliente, al interpretar al que provoca el conflicto, pero Thandie Newton y Cillian Murphy también consiguen ser una buena elección: si bien la primera es una de esas caras que suenan de muchas películas, pero que es difícil recordar cuales (en este caso, Las crónicas de Riddick), es a Murphy al que le toca un papel un poco alejado de lo que solía hacer entonces, como es el de tipo normal y corriente. Aunque, echando un vistazo a su carrera, entre 28 días después, Sunshine y Retreat, parece que cada cinco años rueda una película de ciencia ficción o temática postapocalíptica.

Retreat es una de esas películas filmadas de una manera simple: tres personajes, un decorado, y sin más exteriores que las pocas vistas que ofrecen de una preciosa isla. Tampoco es ciencia ficción al uso, como había esperado en un principio, e incluso su desenlace parece un poco pensado para terminar de golpe y sin complicaciones. Pero en cambio, como película de suspense en su mayor parte, funciona de una manera muy efectiva.

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