Es muy raro que se me pase por alto el estreno de una
película de zombies, y menos cuando su aspecto es lo bastante cuidado como para
no parecer la típica historieta que han filmado mil veces. Será cosa de que hoy
la ficción sobre zombies es casi un género propio y con tanto material, hay que
seleccionar algo más, cosa para la que no siempre hay tiempo. Pero ahí me
encontré, ante una película de la que no sabía nada: ni que estaba basada en …Y
pese a todo, de Juan de Dios Garduño, ni que su director y coproducción fueran
españoles. Pero, como alguna de las películas que más me han gustado me las he
encontrado de una forma parecida, no me pareció un despiste grande, sino una
posibilidad de encontrar alguna sorpresa.
Precisamente esto no saber nada es algo muy ligado al
argumento de Extintction: la película empieza, como tantas otras, con una
epidemia altamente contagiosa, cuyos infectados atacan a todos los seres vivos
que encuentran, y con un grupo de soldados intentando conducir a los escasos
supervivientes a un lugar seguro. Tampoco importa mucho, sino es para conocer a
los dos protagonistas, de los cuales no se vuelve a saber hasta después de
nueve años: uno de ellos vive con su hija pequeña. El otro, en una casa
cercana, pero ninguno de ellos parece haber tenido contacto durante ese tiempo.
Para Lou, la niña, solo es una parte más del paisaje, como lo puede ser la casa
con alambrada, el invierno y la nieve que parecen haber durado años, y las
historias de su padre sobre los monstruos que acabaron con el resto de la
gente. Pero tras años sin ver a ningún infectado, comienzan a aparecer algunos
de ellos. Y, al igual que a los protagonistas, estos también han cambiado con
el tiempo: más rápidos, fuertes y con un aspecto menos humano y más parecido al
de los monstruos sobre los que habla el
padre de Lou.
En cierto modo, no se trata de una película de zombies, ni
de infectados, sino de una sobre personas viviendo en un entorno hostil. Por eso
gran parte de la información típica que se suele ofrecer en obras de este tipo,
es inexistente: no hace falta explicar de dónde viene la infección, ni qué pasa
con los gobiernos, si es algo que se ha visto miles de veces. Hasta el punto es
que esta es toda una excepción: no hay
ningún tipo de prólogo aludiendo a noticias o pistas, y algunos
elementos secundarios, como el tema de las estaciones, se deduce unicamente por
una conversación que tienen los protagonistas. De algún modo, podría parecerse
a los comics de Walking Dead, pero solo por preocuparse más de estos personajes
y no de la acción: en tono del guión es mucho más pausado y quizá menos duro,
donde el principal componente amenazador no es externo, sean infectados o
humanos, sino lo claustrofóbico del escenario y el enfrentamiento no abierto
entre los dos protagonistas, que va descubriéndose a medida que estos resuelven
su conflicto.
El ritmo es muy pausado, y gran parte de la película se
centra en escenas muy cotidianas, desde la vida de Jack y su hija, personajes
muy ligados a un entorno cerrado como es la casa, a la de Patrick, el vecino
quien en una salida al exterior es el primero en encontrar a una de las
criaturas. Es bastante interesante el tratamiento de cada uno, presentando a
los primeros con un carácter mucho más prudente, gracias a los cuales también
se introduce una trama sobre el miedo, y la necesidad del riesgo como
posibilidad de avanzar y encontrar algo mejor, frente al último, quien se
presenta como un personaje más decidido pero también mucho más autodestructivo
y tocado por el aislamiento.
En este caso, se agradece que se trate de un largometraje y
no una serie, porque es un componente que a la larga, acaba ralentizándose más
de lo que debería, y haciendo que el ritmo lento se quede directamente
estancado. Y con esto, también se pierden otros detalles que parecían tener una
mayor importancia: en un momento se sugiere la posibilidad de la locura de uno
de los personajes, cosa que un par de secuencias después se despacha de una
forma muy acelerada, que contrasta mucho con el tono que mantenían hasta hace
poco y que da la impresión de ser algo que quizá debió quedarse en la sala de
montaje. La velocidad de la narración resulta todavía más chocante hacia el
desenlace, donde después de tomarse mucho tiempo para crear el escenario,
recordaran que estaban filmando una de zombies y decidieran meter el turbo y
unos cuantos infectados para ofrecer un cierre más corrientes.
Como en la mayor parte del tiempo dependen de los
personajes, y no de los efectos especiales (que, para ser una película de este
nivel, en una secuencia de automóvil se les notó un poco el chroma), recae
sobre el guión, y sobre los actores, la tarea de hacer que sus personajes sean
creíbles y comprensibles para el público. Tarea que cumplen muy bien,
especialmente en el caso de Jeffrey Donovan y Quinn McColgan como padre e hija,
quienes son los que tienen mayor tiempo en pantalla. La cara más conocida es
Matthew Fox, cuyo nombre era el que más sonó a la hora de hacer promoción y a
quien al pobre debieron tener un par de meses a base de ensalada para conseguir
el aspecto escuálido que necesitaba para el papel. La presencia de un cuarto
personaje es más anecdótico que otra cosa, por su escasa aparición, pero la
mayor curiosidad es que se trata de Clara Lago. Nombre que a mí no me decía
nada pero que al parecer era la protagonista de Ocho apellidos vascos.
Aunque se la siga considerando como una película de zombies,
pero sin zombies, Extinction sí ha sido la sorpresa que esperaba. La intención
de mantener un tono muy lento y reflexivo juega un poco en su contra, al no
manejarlo todo lo bien que deberían, pero como historia postapocalíptica, es
una de las buenas. Y además, con el añadido a su favor de no tener segundas partes
a la vista.
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