La ventaja de muchos personajes ficticios, especialmente los
del género detectivesco o de espías, es el poder acercarse a cualquiera de sus
aventuras sin tener que respetar ningún orden. Probablemente el caso más
conocido es el de James Bond, con cincuenta años de películas y unos cinco
actores habiendo interpretado el papel. Pero Daniel Craig, además del más
reciente, fue el actor con el que la franquicia y el protagonista empezaron a
reciclarse, e incluso a acercarse más al original escrito por Ian Fleming. También
sirvió para ganarse a un público que antes no estaba interesado en el personaje
cinematográfico. En mi caso fue esto lo
que sirvió para que acabara viendo las tres últimas entregas, que ya es
bastante para un personaje que siempre me había dado un poco igual. Y que, el
carácter independiente que siguen manteniendo entre unas y otras, hizo que
viera en el último lugar la primera de todas ellas.
Casino Royale es la primera historia de James Bond. Tanto el
literario como el cinematográfico, aunque se estrenara tras una veintena de películas
protagonizadas por el espía. Esta versión sirve como historia de origen, en la
que se presenta al personaje en su primera misión como espía con licencia para
matar. Esta, igual de arriesgada que infiltrarse en un país enemigo, consiste
en ganar una millonaria partida de póquer organizada por Le Chiffre, el
encargado de las finanzas y contabilidad (por explicarlo de algún modo) de los
principales grupos terroristas en un intento por recuperar todo el dinero de
sus clientes perdido en la bolsa. Pero esto es más peligroso que un simple
juego de azar, porque como Vesper Lynd, la agente del Tesoro Público que le
acompaña le advierte en un momento: si pierde estará financiando el terrorismo
con dinero del Estado.
Durante muchos años James Bond estuvo asociado a los
escenarios lujosos, a un vestuario compuesto en un 99% por smokings y a una
actitud entre segura de si misma y un tanto sobrada. Pero también a unos
gadgets que hoy se han quedado irrisoriamente obsoletos, a los villanos
imposibles de creer y a una retahíla de mujeres, una por película, que acabaron
siendo conocidas como Chicas Bond. La intención principal de esta película es
alejarse de todo esto y empezar como algo nuevo, lejos del cliché creado por
una veintena de producciones pero a la vez, también más cercano al personaje
literario: un espía, con todo lo que ello implica. Despiadado, bastante frío, e
incluso a veces un poco sobrado, pero mucho más humano y vulnerable que sus
predecesores. Siendo la primera entrega, se hace mucho más evidente, haciendo
estos rasgos bastante evidentes para hacerlos evolucionar junto a la trama. Y de
paso, sentar las bases de este nuevo personaje para las entregas posteriores.
Otro detalle añadido a las nuevas es una tendencia a
mantener una continuidad: los guiones siguen siendo independientes, pero no el
personaje, quien evoluciona con cada uno de ellos. Y es precisamente su
comienzo como 007 en Casino Royale y el personaje de Vesper Lynd los que le
aportan este matiz. Desde su vuelta en 2006 solo ha habido una “chica Bond”
como tal, y es la interpretada por Eva Green. Un personaje principal cuya
influencia en la vida de Bond tiene el suficiente impacto como para que sea un
rasgo permanente en las siguientes secuelas. No es que sea el colmo de la
complejidad, porque en algunos momentos su trasfondo parece un poco forzado
para darle la contrapartida al espía, pero su actriz es el segundo acierto del
casting. Conocida hoy en papeles femeninos agresivos en muchos casos, y
especialmente, teatrales (además de ser capaz de darlo todo en cosas como 300,
El nacimiento de un imperio y Sin City 2, que ya es decir), aquí opta por una
interpretación mucho más comedida, pero igual de interesante.
La trama también está muy alejada de todos los tópicos
anteriores. Alejada de todo lo que caracterizaba a los villanos de entonces,
pero también de los de la década en la que la novela fue escrita: en este caso,
el terrorismo y la especulación financiera como telón de fondo. Aunque, en
cierto modo, se conserva parte de esa tendencia a incluir antagonistas un poco
irreales, o con alguna característica extraña: Le Chiffre, al menos en esta
versión, cuenta con todo tipo de detalles que lo convierten en un personaje
bastante de novela: sus habilidades matemáticas, la parafernalia de mafioso, y
especialmente, ese curioso añadido de llorar sangre en momentos de estrés. Todo
un detalle para despistar al espectador a la hora de presentarlo como un
antagonista realmente amenazador. Y que la interpretación de Madd Mikkelsen
suponga el tercera acierto en el reparto…aunque recordando al original
literario, y que en la versión de 1957 salía Peter Lorre, da bastante que
pensar esta tendencia de los últimos años: Los villanos tienen más fandom que
los protagonistas.
El mayor fallo es la tendencia a conservar un ritmo propio
de una película de acción al uso, o al menos, de las de James Bond de siempre:
la trama principal gira en torno a un enfrentamiento tan sutil como es una
partida de cartas, y a elementos como la confianza y la traición. Pero parecía
necesario añadir unas cuantas escenas de persecuciones en países con exteriores
vistosos y donde exploten algunas edificaciones. Unos diez o quince minutos en
total que suponen lastre para una película que no debería buscar secuencias de
tiros para justificarse.
Casino Royale se considera a día de hoy una de las mejores
películas de James Bond, y no se lo niego. En general las otras dos entregas
son bastante notables (quizá Quantum of Solace la más floja), pero fue la
primera aparición de Daniel Craig en la que se puso más cuidado. Por lo pronto,
la cuarta acabará cayendo en un futuro en el que se emita por algún canal de
televisión. Y desde luego, esto con las de Roger Moore no me pasaba.
Por cierto, las imagen de un villano acariciando a su igualmente malvado gato es todo un icono de la cultura popular y en concreto, entre los personajes de James Bond. Y de los gaticos no me olvido:
El Bond del Sr Craig es un buen Bond
ResponderEliminarYo quiero volver a verla... sólo por Mads. ;)
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo: Casino Royale renovó por completo a Bond y le dio un interés que yo nunca le he encontrado al personaje, ni siquiera en la época de Connery (por mucho que me gusta este actor). Encuentro los mismos defectos que tú, pero añado que la parte final no termina de redondear la cinta. Por desgracia, "Quantum of Solace", creo, hunde el buen sabor de boca de la primera película. Menos mal que luego remonta con "Skyfall", para mí la mejor peli de Bond de todos los tiempos... con su seguidismo de "El caballero oscuro", eso sí.
ResponderEliminarY Daniel Craig, un Bond deslumbrante.
Fernando: ciertamente, a mí me ha convencido.
ResponderEliminarmfal: te enciendo perfectamente :)
José Miguel García de Fórmica-Corsi: de Bond no llegó a interesarme ni el de Sean Connery, aunque ahora me planteo si quizá algunas de las de los setenta me podrían hacer gracia a día de hoy (lástima que ahora la tele autonómica haya renunciado a su archivazo de películas de esa época. Las de Roger Moore las tenían todas).
Efectivamente, Quantum of Solace desluce mucho el conjunto como trilogía, pero por suerte Skyfall abre posibilidades interesantes de cara a una cuarta entrega. Precisamente la gracia de este Bond también es la interconexión que conserva entre una película y otra.