lunes, 1 de diciembre de 2014

As Above, so Below (2014). Cámaras de vídeo, criptas y...¿alquimia?


Llevo desde que tengo uso de razón metiendo fotos de gaticos en cada entrada, pero creo que esta es la mejor con diferencia

Una película de las de metraje encontrado tiene bastantes papeletas para ser floja. Este formato perdió la novedad hace mucho. Y el 90% de estas suelen consistir en cuatro tíos nulos en un edificio abandonado dando vueltas con una cámara, agitándola de cuando en cuando y esperando que pase algo. Un argumento algo más complejo, o con más elementos que ese armazón tan simple, parecía reservado a la filmación tradicional. Y sin embargo, a alguien se le ocurrió plantear un guión que tuviera todos esos espacios cerrados y gente con cámaras en una situación mucho más cuidada y con más posibilidades que la producción habitual. 


Este es el caso As Above, so Below, donde un grupo de investigadores que se han adentrado en las catacumbas de París acaban perdidos y…¿Un momento? ¿Esto de perderse y agobiarse cámara en mano no lo hemos visto antes? Sí, pero al menos esta vez su motivación difiere bastante de la norma habitual. Porque si han acabado en un escenario tan atractivo como un osario kilométrico es porque su protagonista, una profesora universitaria obsesionada con la alquimia busca nada menos que la piedra filosofal, oculta en los túneles según las pistas que Nicolás Flamel legó tras su muerte. Los pasadizos laberínticos y los derrumbes no serán el único peligro que econtrarán, porque estos no están deshabitados. Y cuando una de las pistas hace referencia al infierno, este no es solamente un término figurado. 



Siendo muy críticos, toda la idea de la piedra filosofal y la alquimia es un mcguffin para meter a los protagonistas en un entorno claustrofóbico, y de hecho, el título hace referencia a un término de esta rama. Pero este está tan bien llevado como en cualquier otra película de terror, e incluso sirve para incluir secuencias introductorias como los viajes de la protagonista buscando claves para su investigación. Vamos, que no solo sirve para presentar un planteamiento más interesante que la media, sino que también lo aprovechan para caracterizar un poco a los personajes. Porque esto también es algo poco habitual, pero estos son algo más que gente gritando delante de una cámara. Tienen sus motivos para hacer lo que hacen, sean los propios investigadores o incluso el grupo de exploradores urbanos que contratan para poder atravesar las catacumbas. Tampoco es que sea un planteamiento redondo, ni que tengan especial profundidad: la protagonista, tan mona ella, con todos sus idiomas y capacidades un poco de serie, parece más una Lara Croft que el personaje creíble que debería haber sido, aunque a medida que avanza la película, esto se suaviza mucho más y estas habilidades realmente sirven para darle fuerza al personaje. Sin duda los más divertidos son el grupo de exploradores que los acompaña, que aun con unas pinceladas muy breves, y con una actitud muy suya, hacen que se acabe sintiendo simpatía, tanto por ellos, como por el resto del grupo.



Los escenarios son una de las partes más importantes de la película, además de ser la más atractiva. A fin de cuentas, se trata de una red de túneles donde reposan los restos de millones de franceses. Y algunos de ellos, organizados de forma muy cuca y decorativa. Pero no son solo los esqueletos y la parte más conocida de esta parte de parís, sino que incluso la presentación de los túneles que sirven de entrada, consiguen crear una atmósfera muy inquietante. A través de ellos, los elementos de amenaza real, como la claustrofobia o los derrumbes, va dando paso al aspecto sobrenatural, en forma de breves apariciones de los miedos de los protagonistas, hasta llegar a las últimas secuencias, donde son capaces de recrear un escenario pesadillesco con elementos tan simples como unos charcos y unas figuras disfrazadas de monje. En cambio, esto no evita que se juegue con alguna situación de carácter macabro para conseguir el efecto contrario. En este caso, un momento cómico que me encantó por su carácter absurdo, cuando los personajes encuentran en uno de los túneles a un grupo de mujeres con túnica canturreando el Abendphantasie de Gyorgy Ligeti (para más señas, esa pieza compuesta por voces que parece pensada para dar miedo), y el explorador urbano le quita importancia diciendo que “en esta parte de las catacumbas hay gente muy rara”. Es un detalle muy breve y muy extraño, pero solo al recordar las historietas de Adèle Blanc-Sec e incluso alguna aventura de Harry Dickson, me hace pensar que esto de irse a los subterráneos a hacer cosas raras parece una especie de hobby reconocido.


Me encantaría visitar las catacumbas de París, pero tengo miedo de encontrarme con una secta de adoradores de Pazuzu en algún subterráneo 

Las limitaciones que puede ofrecer el grabar cámara en mano se han resuelto aprovechando todo lo que ofrece la técnica. En este caso, recurriendo a las cámaras que llevan los protagonistas junto a sus linternas frontales, gracias a las que es posible cambiar la perspectiva todo lo necesario, aunque se va limitando cada vez que uno de ellos queda por el camino. Se queda fuera la cuestión que hasta hace poco justificaba el tema de las cámaras: si hace años se planteaban como cintas encontradas, o testimonios de alguien, aquí no llega a explicarse por qué estamos viendo una historia contada desde unas grabaciones personales. Seguramente, porque a estas alturas no tiene mucho sentido insistir en darle un aire de veracidad a la producción, y se queda simplemente en otra opción más a la hora de filmar, sin tener que explicarla, como podría serlo la narrativa en primera persona.


El nightmare fuel empieza aquí. 

La película que empecé a ver con intención de poner el piloto automático y no hacerle mucho caso, como suele ser cuando veo una de cámara en mano, acabó consiguiendo que siguiera con interés, y tensión algunas veces, las carreras de los personajes en un escenario tan fascinante como unos osarios y catacumbas en parte reales, en parte inventados. Y que me hizo pensar que, junto a El proyecto de la bruja de Blair y Rec, perfectamente podría ser de las mejores que se han filmado con este sistema, lo que también es un buen logro, y que incluso lo cuidado del diseño de los créditos finales también demuestra que no es una producción hecha a prisa y corriendo. Además, aunque sea difícil, por el tipo de película, el que tuviera una buena banda sonora, gracias a determinadas secuencias he podido descubrir a La Femme, y su divertidísimo videoclip Hypsoline.


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