No hace mucho me puse a releer algunos Mortadelos de
Bruguera que tenía por casa. Entre historietas del profesor Tragacanto, Sir Tim
O´Theo o Doña Urraca, me encontré con una, donde un pequeño monigote vivía una
situación cómica en una sola página. El nombre, Topolino, me sonaba más al
calzado que llevó mi abuela o al título que el Don Miki tenía en Italia. Pero
en otro número, me encontré con que me había quedado bastante volada con las
aventuras de Topolino: el solito, con su astucia, se enfrentaba a un ejército
con unos trajes y una parafernalia propia de los villanos de los años
treinta. Esto último fue lo bastante
desconcertante (y divertido) como para que quisiera buscar algo más que las cuatro
páginas que disponía sobre el personaje. Por suerte, había una edición
reciente, y disponible en la biblioteca, que últimamente se han puesto bastante
aleatorios y de allí lo mismo sacas una BD francesa recientísima, que la
colección completa de los Muertos vivientes, manga eroguro e incluso tebeo
español clásico más allá de Zipi y Zape.
Topolino aparece caracterizado como un hombrecito minúsculo,
con traje y pajarita muy a la antigua. Como dice la contraportada, su aspecto
es más cercano al de un apacible funcionario que al de un héroe, y solo por
esto último, cuenta todavía más con mi simpatía. Pero esa pinta inofensiva no
impide que viva aventuras de lo más estrafalario, enfrentándose a villanos cuya
caracterización es muy similar a la de los pulp de los años veinte. Vamos, algo
que hoy se considera tan vintage y referencial que no me imaginaba encontrarlo
en una historieta de humor destinada a niños. Estas son muy breves, resueltas
en dos páginas, cuatro como mucho, y con una estructura idéntica en todas: Topolino
encuentra por casualidad, o lo busca, si es su archienemigo, a un villano con
algún tipo de arma y un plan malvado. Gracias a su ingenio y a los inventos de
su amigo Colodión consigue detenerlo, aunque el guardia Adolfo suele opinar que
son todo invenciones de Topolino, a quien le gustan demasiado los folletines y
llamar la atención.
La principal característica de estos comics es su referencia
continuada al género pulp, los folletines y las películas de aventuras
clásicas. Cosas que a Figueras, su autor, le encantaban, y de hecho comentaba a
menudo que este era un tebeo hecho porque le gustaba, y no tanto pensando en
los lectores. Hoy son detalles claramente reconocibles, pero en su momento
debía ser, para los lectores más pequeños, algo chocante encontrarse con esos
sicarios uniformados, aviones monoplaza, dirigibles, e incluso un comic
parodiando abiertamente Ella de H. Rider Haggard. A veces parece que con cuatro
viñetitas consigue librar a este tipo de literatura de cualquier añadido,
quedándose unicamente con lo que la compone: aventuras imposibles, un poco
absurdas, soluciones de ultima hora, y sobre todo, ese aire un tanto entrañable
que estas novelas de principios de siglo adquirieron a las pocas décadas.
El humor, que es el componente más importante, parece en un
principio, bastante simple: algún porrazo, y la típica confusión de
determinados personajes. Pero este no se queda ahí, porque en muchas ocasiones
este se vuelve mucho más absurdo, explotando las posibilidades de los diálogos.
Y sobre todo, la autorreferencia que aparece en muchos casos: a menudo los
protagonistas y sus enemigos parecen bastante conscientes de ser personajes, o
directamente, de no tomarse mucho en serio lo que está pasando. No es raro
encontrar bocadillos donde el propio Topolino comente que una situación “parece
de ciencia ficción camp”, que el Doctor Siniestro diga que si tuviera buena
puntería, se acabara la historia, y, en la parte más cómica, la viñeta de un
zeppelín estallando mientras el malvado Doctor dice “Rogelio, ¡Te he dicho que
no fumaras!”.
El dibujo es el propio de la historieta humorística: muy
simple, caricaturesco, y por algún motivo, sin
más escenarios que un simple campo. No sé si por economía a la hora de
dibujar o por comodidad. Pero ese trazo tan sencillo también acaba siendo parte
de la gracia del personaje y su mundo. No hay nada más chocante que ese dibujo
tan “de tebeo” donde sitúa, como si fuera lo más normal del mundo, unos robots
similares a los de la Guerra de los mundos o una máquina del tiempo. Además
recordando que siendo muy pequeña me costaba mucho menos seguir este tipo de
ilustraciones que las de trazo realista, también me provoca más simpatía.
Tras terminar de nuevo las aventuras de Topolino, me di
cuenta que Alfonso Figueras no era tan desconocido como pensaba (bueno, en
realidad gracias al prólogo de la edición recopilatoria, que citaba más obras
suyas). Porque también es el autor de otras historietas cómicas muy marcadas
por los ambientes terroríficos y el fantástico. Además de trabajar en los
Mortadelos semanales, sus tiras de Mr Hyde y Doctor Mortis aparecieron en los
números de Dossier Negro, de las que también pude ver algunas cuantas sin
reparar que aquellos dibujos me sonaban. Ahora, en cambio, me estoy planteando
en irles a pedir a la biblioteca a ver si consiguen alguno de esos tomos.
Nunca me llamó la atención Topolino
ResponderEliminarA mí no me llamaba la atención hasta que lo leí en esta segunda vuelta. Es bastante gracioso.
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