lunes, 7 de julio de 2014

Lecturas de la semana. De las de toda la vida (II)


Esta semana volvemos a los detectives, y  al menos en uno de los casos, a las aventuras seriadas de un personaje concreto.


Rex Stout. La mano en el guante. Aunque Rex Stout es famoso por haber creado a Nero Wolfe, cuenta con otras novelas policiales, sin repetir personaje. En este caso, se trata de una historia de asesinato en un lugar cerrado y de sospechosos múltiples, que la protagonista, una joven que ha abierto su propia agencia de detectives, debe resolver al afectarle personalmente.

El principal atractivo del libro es su ambientación en los años treinta, donde las referencias a los primeros gurús de lo oriental, a la Gran Depresión y cómo afectó a la vida de los personajes está muy presente. La mayoría han hecho fortuna, o la han perdido (como la protagonista), por la crisis. Teniendo en cuenta que fue escrita en 1937, estas menciones son mucho más frescas y espontáneas que una novela histórica u otra posterior.

En cambio, los personajes no han terminado de gustarme: en estos casos de “crimen en habitación cerrada”, tan de Agatha Christie, o bien se es muy aficionado, o bien se corre el riesgo de resultar aburridos a ratos, que ha sido el caso. Hay algunas situaciones interesantes, pero en la mayoría de los casos, el intento de caracterizar a los protagonistas y sus problemas personales se convierte en una sucesión de diálogos de neuróticos. En el caso de una de las coprotagonistas, la pobre resulta bastante hostiable. 


Boris Akunin. Special Assignments. Este es uno de los autores de novelas de detectives más populares en Rusia, y por lo visto, su fama ha saltado el país teniendo un público bastante amplio (cosa que a mí se me había escapado hasta hacía poco).
Su personaje principal, Erast Fandorin, es un detective que trabaja para el Estado en el Moscú de finales del siglo XIX. Como buen investigador que va un poco por libre, cuenta con unas cuantas particularidades, como el tener un asistente japonés y ser un fanático de las artes marciales, además de mezclar sus capacidades deductivas con las de hombre de acción.

La ambientación es bastante atractiva, y en ella se dan cita culturas propias de la ciudad y la época, como las investigaciones en el barrio tártaro, prestamistas o la rigurosa observación de las celebraciones religiosas. Los casos, para este caso, han reunido dos novelas en un solo volumen: en una de ellas, la más ligera, el detective debe detener a un timador especialista en el disfraz. La siguiente, cuenta con un asesino conocido como El decorador y con unas mañas y víctimas que recuerdan a Jack el destripador, y al que la policía tiene en cuenta como posible inspirador o perpetrador de los crímenes.

Con este tipo de detectives protagonistas, pueden pasar tres cosas: o bien se hace uno fanático, o se lee como algo olvidable, o se convierte en un personaje insoportable para el lector ocasional. Ha pasado con Sherlock, Maigret, Nero Wolfe, Poirot y muchos otros. Fandorin no es una excepción, además de contar con una gran desventaja: su caracterización, al menos en este libro, demasiado tópica, con sus particularidades llamativas para hacerlo fácilmente reconocible. Además es inteligente, atlético, guapo y mujeriego…vamos, este hombre no tiene un solo defecto. Y Boris Akunin tampoco ha hecho un trabajo muy exhaustivo a la hora de hacer algo original: la narración tiene el principal defecto de las aventuras episódicas que quieren incorporar lectores en cualquier momento, que es repetir unas cuantas veces las características y personajes relacionados con los protagonistas. Pero en realidad lo peor es una falta de originalidad a la hora de implicarse con el libro: por atractiva que sea la ambientación, por acción que esta incluya, esta da la impresión de haber sido escrita pensando en gustar a todo el público occidental, con unos personajes y diálogos un tanto genéricos. Hasta descafeinados, diría.

Y de postre, un vídeo: con tanto escribir de detectives me ha venido a la cabeza esta canción de los ochenta.



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