La fantasía heroica no es mi género favorito. Pero he leído unas
cuantas series, desde los clásicos en este campo hasta las sagas franquicia. Incluso
obras más recientes, que sin inventar nada nuevo, procuraban salirse de la
estela del Señor de los anillos (y de la Dragonlance en el peor de los casos) y ofrecer
algo más de variedad y calidad en un campo un tanto trillado. Más o menos, las
suficientes como para contar con una saga favorita entre todas ellas. Pero esta
no se trata ni de la escrita por Tolkien, ni George R. R. Martin, ni la de
Patrick Rothfuss, sino una de las multiples series que Michael Moorcock escribió
sobre el Campeón Eterno.
Elric es el último emperador de Melniboné, una raza de seres
humanoides un poco decadentes que pasan sus últimos días viendo cómo los
humanos van tomando terreno y cómo su existencia se queda reducida a una isla
fortificada. El propio emperador es un ejemplo del estado de su raza: albino y
débil, es indiferente a la mayoría de manifestaciones culturales que disfrutan
sus compatriotas (como torturar gente ¡yuhu!) y se defiende como puede de las
maquinaciones de su primo para hacerse con el trono. Cuando se ve amenazado por
este, no tiene más remedio que buscar ayuda entre los dioses del Caos, a
quienes adoraban sus antepasados. A partir de entonces, comenzarán las andanzas
del protagonista tal y como las conocemos: se hará con Tormentosa, una espada
que devora las almas de sus víctimas, perderá a su prometida y al reino de
Melniboné y se convertirá en mercenario. Viajará por la mayoría de los Reinos Jóvenes
y por unos cuantos universos paralelos también, pasando de ser un servidor del
Caos a un agente del Equilibrio, y probablemente, quien se encargue del fin de
la guerra entre ambas fuerzas. Pero lo más importante es su condición de avatar
del Campeón Eterno, un concepto que aparecerá en otros libros de Moorock y
representado por otros héroes, cuya principal función es combatir los enemigos
que amenazan a varios mundos y enfrentarse en varias ocasiones a los dioses del
Caos. O a los del orden, si se ponen demasiado totalitarios también.
Aunque la biografía del personaje sea esta a grandes rasgos,
sus apariciones son muy anárquicas y dispersas en el tiempo: Portadora de
Tormentas, su primera novela, narra la que sería su última aventura. También es
la mejor de las siete u ocho escritas en la primera etapa, y su cierre
completamente apocalíptico y opuesto a los cánones de la fantasía daría lugar
al desarrollo del personaje en Elric de Melniboné, en el que sí se relatan de
forma más ordenada los orígenes del personaje. La trama principal de estos es
la guerra final entre las fuerzas del Orden y el Caos que empieza a gestarse
desde los primeros viajes del protagonista. Pero esta se intercala con
aventuras de carácter menor, relacionadas con sus idas y venidas como
mercenario de vuelta de todo. De estas últimas, la calidad es variable, pero
hay unas cuantas que son casi tan disfrutables como las principales, pese a su
carácter anecdótico.
A día de hoy, los defectos de esta saga son bastante
evidentes: un repaso a Elric y su mundo hace pensar que había cierta intención
de ir en contra de lo que eran los héroes fantásticos hasta la fecha. Especialmente,
de los cánones propios de Conan que también eran un referente para la espada y
brujería. De ahí que se insista tanto en el carácter enclenque, abúlico, y el
provenir de una civilización que es de todo menos sana. Un escenario como el
Multiverso, y su tendencia a reordenarse de forma aleatoria (o como tenga el día
el autor) hace que los niveles de imaginación rocen extremos un tanto lisérgicos
en más de una ocasión, por lo que situaciones como barcos con forma de zigurat
o los héroes fusionándose en un Campeón Eterno parecen pensadas para una
secuencia de Heavy Metal, con todo lo bueno y lo malo que implica. Además, al
no tratarse de una serie cerrada, las apariciones del personaje han continuado,
de forma aperiódica hasta hace muy poco. Y estas últimas carecen de la frescura
inicial, pero sus defectos los mantienen casi todos.
Elric y Moonglum, compañero de toda la vida (o parte)
Una serie así no parece contar con muchas papeletas para
convertirse en una favorita. Pero lo es, por un motivo igual de aleatorio que
su escenario: se trata de esos libros que o los quieres con locura, o te
resultan infumables, sin motivo racional aparente. Después de leer Elric de
Melniboné, me quedé en el primer grupo, aún contando con la impresión inicial
de estar leyendo sobre un protagonista sinsangre y una ambientación
surrealista. A medida que avanzaban los libros, y el personaje se iba
perfilando un poco más, me fascinó su escenario imposible de categorizar, la
falta de prejuicios y la locura de muchos planteamientos, y las posibilidades
que, bien aprovechadas, ofrecía la libertad de contar con un escenario como el
Multiverso. Incluso sus secundarios. Que sin ser una maravilla, porque a
Moorcock tampoco se le da especialmente bien, me resultaban más cercanos y simpáticos
que los que se movían por otras sagas fantásticas, mucho más limitadas, que era
lo único disponible entonces.
A mí si me gusta la fantasía heróica, aunque me cuenten cosas parecidas de forma un poco diferente, y la de Elric es una de las sagas que más me gustan.
ResponderEliminarNo era muy fanática del género. El señor de los anillos estaba bien, pero cosas como Dragonlance y muchas colecciones de Timun Mas me habían parecido muy normales y alejadas de lo que me gustaba. Después encontré los de Elric y me reconcilié con la fantasía.
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