Llevo un par de entradas hablando de libros, pero de los de
hace unos cuantos años. Esta vez, volvemos al presente con lo que he terminado
en estas semanas.
Jean Ray.
Harry Dickson Volumen III. Se trata de un tomo recogiendo cinco relatos
del detective homónimo. Teniendo en cuenta lo dispar de cada uno, es muy difícil
encontrar un argumento genérico para todos. A grandes rasgos, son historias de
detectives, pero muy particulares: no hay procesos deductivos (o si los hay,
pero son un poco por ciencia infusa y a gusto del autor), ni misterios posibles
y realistas. En realidad su estilo es más deudor de los folletines y de las situaciones
imposibles, en las que Jean Ray mezcla todo lo que se le ocurre: a menudo
aparecen culturas exóticas, muy pasadas por la inventiva del escritor y por la
xenofobia propia de la época. Y en más de una ocasión se ha pasado a la trama
de espías, pero esta, más que ser una parte del argumento, parece más el
reflejo de la guerra que había terminado hacía pocos años y la desconfianza
hacia Alemania y Rusia.
No tengo muy claro el criterio que siguieron en la colecció
Néo para seleccionar el contenido de cada tomo, porque no van por orden cronológico.
Aunque en este volumen las historias incluídas se caracterizan por tener un carácter
más policiaco y de espionaje, porque todas ellas consisten en su protagonista
combatiendo el crímen organizado o descubriendo alguna red de espías en
Londres.
David Safier. Maldito Karma. Este es el libro más alejado a
mis aficiones que he leído en mucho tiempo: no es de género fantástico, no
tiene nada de especial y por su extensión y argumento, parece ser la típica
novela pensada para ser un entretenimiento ligero y para gustarle a un público
muy amplio. Entre esto, y el tener una extensión relativamente corta, hace
pensar que es de esos libros adecuados para un club de lecturas o para ser
recomendados en algún curso.
Kim Lange es una presentadora de televisión de éxito, hasta
que fallece de una forma muy poco dramática: le cae encima el lavabo de una
estación espacial. En lugar de ir hacia la luz, acaba reencarnada en hormiga,
puesto que durante su vida no ha sido una persona modelo: ha descuidado a su
hija, ha engañado a su marido y no ha dudado en pasar por encima de sus
compañeros de trabajo. Ha acumulado demasiado mal karma y si quiere ascender en
la cadena de reencarnaciones, hasta volver a ser humana, debe realizar buenas
acciones. No es la única que se encuentra en esa situación, y encontrará a unos
cuantos humanos reencarnados a lo largo de sus vidas como animal. Uno de ellos,
el mismísimo Casanova, ayudará a la protagonista a recuperar a su familia. Pero
a menudo las ideas de Kim para poder estar cerca de ellos no son las más
adecuadas para llevar a cabo buenas acciones.
El comienzo es muy divertido: la protagonista es un
personaje lleno de defectos, comprensibles a medida que se van conociendo más
cosas acerca de su vida. En todo momento intenta justificarse por sus errores y
decisiones, por lo que, aún siendo bastante mal bicho, resulta alguien simpatético
y a quien es fácil entender. Además los capítulos correspondientes a sus
primeras reencarnaciones es donde se explota todo el potencial cómico, primero
gracias a las hormigas, y después, en la que es más entrañable, como parte de
una camada de conejillos de indias. El autor los presenta como unos animales no
muy listos, pero bastante adorables.
Las intenciones del libro empiezan a perderse a partir de la
segunda mitad: en cuanto el tema del karma empieza a irse de las manos y este
se convierte en una de la carrera de la protagonista hacia su objetivo: lo que
pasa a partir de entonces resulta muy poco creíble, y muy alejado de la
caracterización y forma de comportarse de los personajes. Se nota que el autor
busca un final feliz como sea, y que el número de páginas no juega a su favor:
todo se resuelve de una forma bastante imposible, incluso teniendo en cuenta la
temática de la historia. Y la forma de los personajes de afrontar lo que está
pasando es comulgar con ruedas de molino. Este desenlace afea bastante un libro
que, muy del estilo de las novelas de Marc Levy, podía quedarse en algo bonito,
entretenido, y que aprovecha un poco el realismo mágico. O al menos, lo hace su
primera parte.
Cuánto tiempo sin visitar a tus adorables gatitos. No he estado muy centrada los últimos meses. Gracias por tus palabras en mi blog. Al principio nada te alivia, pero después las agradeces mucho.
ResponderEliminarDe los dos libros que presentas me quedo con el primero. Los libros como el segundo me fastidian mucho, pues comienzan muy bien para luego ir perdiendo fuelle a medida que avanzan. Prefiero un comienzo discreto y que luego vaya in crescendo.
Un placer charlar contigo de nuevo!! Besos!
Cosas como estas solo son cuestión de tiempo, pero a menudo cuesta bastante.
ResponderEliminarPersonalmente también me quedo con el primer libro Jean Ray tenía un estilo muy suyo, del que a menudo da la impresión de no tomarse en serio lo absurdo de sus situaciones, y es por eso por lo que es capaz de crear un mundo un tanto teatral...aunque este no sea plato de gusto para todos.
El otro en cambio, se le nota más la voluntad de satisfacer al mayor número de lectores posibles, y de adelantar un final feliz contra todo pronóstico. Al menos salían gatos. Y unas cobayas bastante simpáticas.