Hace más de un mes empecé a hablar de los folletines y lasnovelas por entregas. El tema quedó un poco en el aire al ser un género que leo
muy puntualmente, pero gracias al Proyecto Gutenberg y otras páginas en las que
se dedican a digitalizar este tipo de material, he podido disfrutar de un par
de piezas bastante famosas en sus días.
Ponson du Terrail. Las hazañas de Rocambole. Hay pocos
autores que cuenten con su propio adjetivo. Lo kafkiano resulta inquietante, lo
lovecraftiano, algo ominoso y con bastantes tentáculos, y lo rocambolesco…algo
imposible y difícil de creer. A finales del siglo XIX no era muy extraño que el
protagonista de una serie por entregas fuera, más que un antihéroe, un villano.
Arsenio Lupin era un ladrón de guante blanco, y Rocambole, un tipo que se pasa
todos sus libros desarrollando todo tipo de intrigas para poder hacer fortuna y
vengarse de sus enemigos. Pero mientras Lupin era un personaje bastante más
positivo, y con un código ético, otros, como Fantômas o el propio Rocambole, tenían
una moral más flexible (en el caso del primero, mucho más) en la que los
asesinatos, envenenamientos y suplantaciones de la personalidad eran un medio
justo para alcanzar un fin.
Las hazañas de Rocambole es el segundo volumen de las
aventuras de este personaje, en el que tras abandonar a su muerte al heredero a
un título nobiliario, se hace pasar por él, infiltrándose en la alta sociedad
francesa, y haciendo todo lo posible para contraer matrimonio con Concepción de
Sallandrera, hija de un Grande de España con quien consolidaría su posición. El
prometido de esta, y la vuelta de Baccarat, su antigua enemiga, hace que deba
recurrir de nuevo a una red de aliados y confidentes a quien no duda en
manipular y deshacerse de ellos para alcanzar sus fines.
El desarrollo de la narración está pensado para mantener al
lector en vilo, y no para ofrecer una situación creíble o un desarrollo
coherente de los personajes: los secundarios son completamente
unidimensionales, sin más rasgos distintivos que una capacidad asombrosa para
ser engañados como chinos ante las argucias del protagonista. Ninguno, por
astuto que parezca, se libra de ser envenenado, asesinado en duelo o
estrangulado por Rocambole…Y es que este último no es un genio, es que está
rodeado de tontos del nabo. La acción, y
cada giro, sigue el mismo camino: está llena de coincidencias absurdas y
pensadas para facilitarle los planes al escritor, que no duda en hacer aparecer
dobles malvados en cuanto le haga falta. Pero teniendo en cuenta el carácter
negativo de su protagonista, es de esperar que el final no le sea favorable,
cosa que du Terrail soluciona con un desenlace bastante irreal y teatrero…que
debo reconocer que me ha encantado. A día de hoy se trata de una narración muy
fuera de lugar, que recurre a trucos bastante cutres, y cuyos personajes se han
quedado desfasados. Pero es también un género que despierta nostalgia de una época
en la que era mucho más fácil entretener y sorprender a los lectores.
Weird Tales. 1934. Si hoy es difícil encontrar en papel una
de las revistas de relatos más populares de los años 20 y 30, más difícil parecía
que alguien le dedicara su tiempo a digitalizarla…cosa que, teniendo en cuenta
lo que implica esa publicación, se agradece mucho. El pulp, salvando las distancias,
sería el equivalente posterior en Estados Unidos a las novelas por entregas:
relatos cortos, llenos de acción, pensados para vender revistas y que hoy
parecen haber sido escritos con una sorprendente falta de prejuicios y de
corrección política. Al igual que en el caso anterior, entre todos los que
aparecían en sus páginas, había alguno que hoy se ha convertido en un clásico
del terror, la ciencia ficción o el policiaco. Weird Tales fue la revista
emblemática de los dos primeros géneros, conocida por haber publicado los
relatos de H. P. Lovecraft y Robert E. Howard. Es difícil opinar sobre una
publicación entera a partir de un solo número, pero este, de septiembre de
1934, es bastante representativo: los relatos más conocidos son los
protagonizados por Conan y Jules de Grandin, el personaje creado por Seabury
Quinn. Pero también incluye relatos menores, con tópicos propios de la década
como las venganzas relacionadas con el vudú o el espiritismo. Tampoco faltan
las ilustraciones correspondientes a cada uno, son bastante descriptivos aún
sin recurrir al color ni a imágenes explícitas. Su mayor desventaja es el
trabajar con unas normas muy limitadas, como serían tener en cuenta el público
para el que escriben, y especialmente, el escribir pensando en las ventas
(igual que hoy, vaya), por lo que es preferible espaciar un poco las lecturas
de las historietas pulp. A pesar de todo, una de estas revistas, con su
batiburrillo de género, resulta más divertida de leer que una antología con un
solo tema.
Había una vieja edición de Rocambole en Bruguera, pero cuando la tuve en mis manos, en una librería de ocasión, no la compré y ahora me arrepiento (¡cómo desteñia la tinta de las ediciones de LibroAmigo!). En cuanto a Weird Tales, menos mal que editoriales pequeñas como Barsoom o La Biblioteca del Laberinto están sacando una gran cantidad de esas historias: unas serán mejores, otras peores y otras incluso infumables, pero qué delicia... Y qué portadas tenía esta revista.
ResponderEliminarLas ilustraciones de la señora Brundage son algo muy propio de la Weird Tales y de la forma de entender ese tipo de narrativa. El trabajo que están haciendo es muy respetuoso, porque son versiones digitales purgadas de relatos que todavía contienen derechos (Vamos, que el tema de la piratería lo llevan al dedillo para no pillarse) y la maquetación es todo lo que se podría esperar para poder leer decentemente.
ResponderEliminarTambién hubo algunas editoriales que sacaron hace pocos años novelas como las de Fantomas, o incluso el Libro de Fu Manchú de ediciones B, pero se quedan en anécdotas porque no son lecturas muy mayoritaria.