jueves, 30 de mayo de 2013

Warm Bodies (2013). Una bonita historia de amor..con sus zombies y su moraleja

 


 
Hasta al gato le gustan los zombies

Después de Crepúsculo, a muchos monstruos les tocó sufrir el tratamiento romántico destinado a adolescentes. Al menos, esto es lo que le tocó a los vampiros, a los hombres lobo y a otros del estilo, que eran los más convertibles a personajes para novela romántica de adolescentes. Los zombies, por motivos obvios, se quedaron fuera de esta moda más allá de los chistes correspondientes y de la evidente imposibilidad de hacer una película con unas criaturas como las que aparecían en Walking Dead. Sin embargo, y como probablemente era la última variante que quedaba por ver en el cine de zombies, a un guionista sí se le ocurrió hacer una película romántica de zombies. Y si esto es raro de por sí, lo es todavía más que la historia intente ser coherente, alejándose de la comedia gruesa tipo Scary Movie o de una versión más dramática y oscura.



Warm Bodies nace de una forma similar a la de cierta obra con romances vampíricos de cuyo nombre no quiero acordarme: basada en la novela de Isaac Marion, de la que se adquirieron los derechos posteriormente, es una película en la que un chico un poco patoso conoce a una chica, se enamoran, y aunque el padre no lo apruebe, el amor siempre triunfa…lo que tampoco tendría nada de especial si no fuera porque la protagonista es una de las pocas supervivientes que quedan en una ciudad, cercada por un muro que los protege de las hordas de zombies, su padre es un militar que ha dado órdenes de acabar con todos los cadáveres ambulantes…y el chaval es un muerto viviente que dedica la mayor parte de su tiempo a deambular por un aeropuerto preguntándose qué está haciendo con su no vida, y si el resto de zombies también se plantean lo mismo. Todo cambia cuando ambos se encuentran, cosa que por algún motivo, hace que el protagonista comience a recordar cómo hablar, pensar, y sobre todo, intentar proteger a su chica no solo de otros zombies similares a él, sino a unas criaturas esqueléticas, a los que incluso el resto de muertos vivientes temen, muchísimo más peligrosas y sin más interés que devorar a todos los seres humanos que encuentren.



Parecía muy difícil conseguir una comedia romántica con zombies. Shaun of the Dead lo hizo en su momento, pero quedándose del lado de los vivos (además, con Simon Pegg y Edward Wright, no hay muchos imposibles). Warm Bodies riza el rizo y llega a contar una historia de este género, con unas criatura tan evidentemente desagradable como lo es un cadáver putrefacto que come cerebros, y que esta sea completamente coherente consigo misma y con el universo en el que se desarrolla. También es cierto que para ello recurren a ciertos trucos gracias a los cuales estos zombies son bastante más distintos a los que podrían aparecer en Walking Dead la saga de George Romero: el protagonista es un zombie distinto. Piensa, no mucho, pero piensa, y hace cosas tan raras como coleccionar vinilos o ser consciente de lo que pasa a su alrededor. El resto de zombies, aunque vayan por ahí comiendo cerebros y..bueno, siendo zombies de toda la vida, también conservan cierta chispa que les hace querer ser distintos a su naturaleza, y es gracias a esto por lo que un guión tan improbable vaya tomando cuerpo. La ambientación está bastante edulcorada en comparación con lo que suelen ser las películas de zombies: no hay cadáveres putrefactos, ni mutilados, ni nada directamente horrible, sino que estos tienen un aspecto muy similar a los de La noche de los Muertos Vivientes de 1968. Esto podría parecer un poco engañoso, pero es perfectamente lógico para el tipo de historia que quieren contar, que sería una fábula sobre cosas como la posibilidad de cambiar, de mantener la esperanza y empezar desde cero. En cierto modo, es como si a Brian Fuller, el creador de Pushing Daisies, se le ocurriera hacer una historia de zombies.



La mayoría de detalles, y la mitología de la película, están pensados para eso: los corazones de los zombies vuelven a latir cuando empiezan a recordar sus vidas, hasta la posibilidad de volver a ser humanos, y parte de ellos, unas criaturas esqueléticas y ennegrecidas, son descritas por los propios zombies como aquellos que perdieron toda esperanza, y ya no les queda más que devorar a todos los humanos que encuentren. Puede parecer que todo esto no tiene sentido…y en realidad no lo tiene, pero el guión va más por el camino de la fantasía y de las metáforas sobre la esperanza que por mantener una visión realista sobre la posibilidad de la existencia de zombies. Aún así, tiene detalles que se hacen bastante absurdos, o incluso plomizos, como las secuencias posteriores al primer encuentro de los protagonistas: la forma de irse haciendo amigos está directamente calcada de cualquier comedia romántica, y aunque se nota la intención paródica de toda esta parte, resulta bastante cansina y lastra la parte media de la película, hasta que consigue remontar con la vuelta de la protagonista al refugio. En otros casos ya no se cortan en la intención cómica de este aspecto de Warm Bodies, como la secuencia en la que maquillan al protagonista para hacerlo pasar por un humano, haciendo incluso un chiste a costa de la música de Pretty Woman, que realmente funciona mucho mejor que el primer intento.

También hay que decir que los actores son bastante correctitos: al papel de zombie de Nicholas Hoult no hay mucho que pedirle, porque no le queda otra que estar inexpresivo el 90% de la película. Tanto la actriz protagonista como su amiga cumplen bastante bien, especialmente esta última, muy divertida para lo poco que sale, y también aparece John Malkovich en un papel relativamente breve y un pelín desganado…pero este ya se puede dar con un canto en los dientes porque, para ser un actor bastante bueno, ha actuado en películas muchísimo peores que esta. Tomando un camino muy particular a la hora de rodar la primera historia romántica de zombies, esta Warm Bodies ha sido una sorpresa agradable: aún con sus defectos, les ha salido una historia original y entrañable dentro de un género tan de tiros en el peor de los casos, y tan pesimista en el mejor de ellos, como son los zombies.

lunes, 27 de mayo de 2013

Lecturas de la semana. Los años moz...prehistóricos





Hace muchos años, a TVE se le ocurrió hacer una serie basada en un personaje infantil muy conocido…hace todavía más años. Así nació Celia, la serie que adaptaba los libros de Elena Fortún y que muchos, hasta que no apareció en las pantallas, es probable que no les sonara nada (como era mi caso). En ella se contaba la historia de una niña en el Madrid de los años veinte, y de su familia, muy típica de la época: una madre que parece pasar un poco del tema, un padre que la mima, la chacha que no se corta en regañarla (y falta que le hace a la criatura) y el resto de detalles típicos de una familia bien de la época, como podían ser la institutriz, la niñera o la portera que vive abajo. La serie, al igual que los libros, contaba las peripecias de su protagonista, que era un poco la piel del diablo. No es que fuera especialmente mala, pero un exceso de imaginación y la forma de ver el mundo que tienen los niños hace que más de una vez la regañen o que, según su forma de ver las cosas, acaben enviándola interna a un colegio un curso entero.

Teniendo en cuenta el esfuerzo que se necesitaba para caracterización y ambientación, la serie tenía muy buen nivel. No escatimaron a la hora de recrear la época e incluso las interpretaciones eran razonablemente buenas (aunque alguna me daba la impresión de estar ahí por ser sobrina de algún productor, con lo sobreactuada que estaba), y aunque esta terminaba con la promesa de una segunda temporada, nunca llegó a filmarse, por los apuros económicos que estaba pasando TVE en aquel momento. Ahora debe estar también a dos velas, pero los costes se han abaratado y se nota menos.




El estreno de la serie sirvió para que una editorial, en concreto, Alianza, se animara a reeditar los libros respetando el formato original, en tapa dura y cuadrado, además de añadir un prólogo bastante completo en el que se explicaba un poco el trasfondo de la autora y los años en que escribió, y que desde luego, se notaba que no estaba pensado para lectores infantiles. También hay que decir que con lo de la edición vintage aprovechó para calzar algo más el precio a unos libros, que si bien en el momento pudieron venderse algo mejor por  la publicidad de la serie, tenían entonces más interés para lectores adultos que para su público original. Hoy, que sepa, siguen en su catálogo en la sección de literatura juvenil, donde publican también clásicos como Verne, pero ya en edición de bolsillo y mucho más asequible.


En concreto, los libros de Celia contaban más o menos lo mismo que se vio en la serie: las aventuras diarias de una niña en un momento histórico y en un lugar muy concreto, todas muy marcadas por lo cotidiano, como pueden ser las anécdotas de vacaciones, las visitas de gente que a ella no le gusta o las consecuencias de alguna de sus ocurrencias. Siempre hubo este tipo de literatura juvenil a lo largo de los años, y ahí tuvimos a Antoñita la fantástica, Manolito Gafotas, o, cruzando los Pirineos, El pequeño Nicolás. Y al igual que estos, los libros de Elena Fortún están contados en primera persona, con lo que el mundo que rodea a la protagonista estará reflejado por como lo ve una niña de siete años: no solo cree firmemente en las hadas, sino que muchas de las actitudes de los adultos las interpreta como tal. Ella puede ser “buena” o “mala”, sin más, y muchos personajes van y vienen por su vida sin más explicaciones que las que ella supone o las que el lector más mayor puede sacar entre líneas (como detalle adicional, diré que tiene un gato. Con el poco respetable nombre de Pirracas).






El principal problema de los libros no es su forma de estar escritos, que es muy correcta, ni por aburridos, porque muchas niñas disfrutaron con ella hace años, sino que se trata de un tipo de literatura que se queda desfasada con facilidad, y si ya en los noventa fue difícil que a los niños les gustaran unos libros así, hoy es practicamente imposible. Cuando se estrenó la serie, aún quedaban detalles con los que sí podía identificarse. Porque no se al resto, pero cuando me portaba como un jíbaro, me amenazaban con meterme en un internado. O lo que es peor ¡mandarme a un colegio de monjas!

 

De los pisos en el centro a cenar pan y agua...Mas o menos, igual que hoy

Porque el mundo de Celia es el del Madrid de preguerra, el de las porteras, las criadas de pueblo con cofia y los guardias civiles a caballo. Incluso la protagonista, y sus amigos, aún cuando pueden jugar a las mismas cosas que cualquier niña de hoy, parecen, en un repaso de la serie o de los libros, un poco repollos y paternalistas, alejados de lo que le gustaría a un niño cuyos primeros libros son las aventuras de Gerónimo Stilton. Aún así, la vida de la protagonista continúa a lo largo de los libros, que, al igual que el momento histórico en el que vive, se va volviendo más amargo: en los siguientes libros, de los que con la serie de tv se habló menos, Celia crece, pierde a su madre, debe hacerse cargo de sus hermanos y vive el Madrid de la posguerra, aún pasando también hambre como cualquier otro, con un poco más de fortuna gracias al dinero de la familia.

jueves, 23 de mayo de 2013

Lecturas de la semana de diversas procedencias.



Ha pasado una buena temporada desde que escribí por última vez sobre libros que estaba terminando. Y me ha sorprendido un poco, por lo que era yo hace un par de meses y mi velocidad de lectura, a lo que han sido estas semanas, necesitando practicamente quince o veinte días para cada libro…También es cierto que esos escasos momentos en los que podía adelantar dos o tres páginas los llegaba a disfrutar más que una tarde entera terminando una novela.



Jim Butcher. Máscaras de muerte. El quinto libro de las desventuras de Harry Dresden, que como buena no-seguidora del personaje, voy leyendo completamente salteado y cuando me coincide alguno. Esta vez, el único mago detective de toco Chicago debe recuperar la Sábana Santa, que alguien ha robado, además de enfrentarse a un duelo con un vampiro por cierto incidente que tuvo hace un par de entregas (entre otras cosas, hacer volar por los aires a la Corte Roja y acabar con la tregua entre magos y vampiros). Como le suele pasar al protagonista, cuando las cosas se empiezan a complicar, lo hacen a lo grande, y además hacen su aparición un grupo de demonios y cultistas que pretenden extender una plaga por toda la tierra.

No soy fan de Dresden ni del mundo creado por Butcher, que en el fondo, es extrapolable a cualquier otra sociedad de fantasía urbana que hay en muchas sagas. Pero el personaje me parece lo suficientemente entretenido, los libros correctamente escritos, y sobre todo, lo suficientemente fáciles de seguir entre uno y otro como para echarle un vistazo cuando me regalan alguno o aparece por la biblioteca gracias a sus frikosos criterios de compra. Teniendo en cuenta que he leído algún otro del género, y no pasé del primer volumen, es bastante buena crítica.



Vanesa Fidalgo. Historias de um Portugal Assombrado. En casi todos los países tienen su correspondiente ensayo sobre lugares embrujados y leyendas varias, y Portugal no iba a ser menos. Este libro recopila practicamente todo lo relacionado con el tema: casos más relacionados con los poltergeist y los especialistas de lo paranormal, historias sobre casas embrujadas más tradicionales, y finalmente, leyendas de todo Portugal, que para mi sorpresa, incluyen también unas cuantas sobre mouras y tesoros escondidos, cosa que pensaba que solo se daban en Galicia. Con esta selección, hay un poco de todo, y la extensión de estas en cuanto a páginas, es similar. Quizá para los más escépticos el primer capítulo sea el más flojo, porque los casos y testimonios no desentonarían en uno de los reportajes de Cuarto Milenio. Incluso alguno resulta involuntariamente cómico, como el poltergeist que hacía levitar y arder las verduras, a lo que no ayuda mucho el que los vecinos de la zona rebautizaran a la casa que lo sufría como “A casa dos medos”. Pero lo cierto es que aún sin tomarme esa parte muy en serio, la disfruté igual.



Mike Vasich. Loki. Uno de mitología nórdica novelizada. Vamos, que recoge los mitos y leyendas correspondientes y los narra de forma un poco más dramática, y humanizando a los personajes, de lo que lo haría un libro de leyendas corriente. Como su nombre indica, se trata de todas las tropelías de Loki desde las primeras historias de Asgard, el hogar de los dioses, hasta el Ragnarok o fin de los tiempos según los vikingos. Teniendo en cuenta que el autor escribe bastante bien, y se nota que disfruta a la hora de describir batallas, es bastante más entretenido que alguno que había podido leer gracias a Proyecto Gutenberg, que resultaba bastante más formal y distante. Aunque el autor hace un buen trabajo a la hora de dar su propio carácter a los dioses, se le va un poco la mano a la hora de presentar a Loki como un pobre pupas incomprendido al que nadie agradece todos sus trabajos a favor de Asgard y los dioses. Hubiera preferido a alguien más astuto y cómico, que a un personaje tan conflictuado.

lunes, 20 de mayo de 2013

Historias de Radio Nacional. Escuchar podcast en tiempos revueltos



Nunca he sido muy aficionada a los audiolibros, o al menos, desde que me acostumbré a leer yo misma sin que me fueran contando nada. Alguna vez he probado con alguno, en inglés, por aquello del idioma, y porque me es imposible coger un libro en un vehículo en movimiento sin marearme como un pato. Pero no había forma: ni escogiendo el más sencillo, ni aunque el narrador fuera algún actor conocido, conseguía terminar de gustarme esta forma de lectura…quizá porque esto de tener a la misma persona recitando un texto, al pie de la letra, al lado de las orejas, me parecía bastante soso.



Había en cambio, un programa de radio, extinto a estas alturas, del que mucha gente hablaba con cariño y que técnicamente, se dedicaba lo mismo que los audiolibros: reproducir narraciones, pero lejos de limitarse a una simple lectura, este lo representaba con todos los recursos que da de si la radio: había tantos actores declamando su papel como personajes en la obra, un narrador, y distintos efectos de sonido que acompañaban a la acción. Historias, de Radio Nacional, se emitió por primera vez en 1997, y hoy se considera uno de los últimos radioteatros realizados. En él, Juan José Plans, su presentador, además de anunciar el relato que iba a dramatizarse, y que, según la extensión del texto, podía ocupar solo una emisión o hasta cuatro programas. La temática del programa estaba orientada principalmente a la narrativa clásica y el género de evasión. Y aunque en la cabecera anunciaban el programa como “historias de aventuras, misterio, suspense”, se notaba que la preferencia era por el género terrorífico. Cosa que venía muy bien para la hora en la que se emitía, nada menos que los domingos de una a dos de la madrugada.



La estructura del programa era unicamente la de radioteatro: exceptuando el comienzo de algún relato nuevo, cuando Plans presentaba un poco al autor y hacía referencia al cuento o novela en cuestión, empezaba la dramatización. Tratándose de un medio sin imagen como es la radio, y con la dificultad de tener a parte del público habiéndose criado ya en una cultura audiovisual, no quedaba otra que recurrir a la voz de los actores, los efectos de sonido y cuando hiciera falta, a la presencia de un narrador que describiera lo que los protagonistas veían o hacían en un determinado momento. El registro de los actores tenía que ser necesariamente teatral para poder transmitir correctamente lo que sucedía en la narración, lo que, para muchos de sus oyentes, de los de entonces, y de los que lo descubrimos después, acabó siendo parte del encanto de un programa y de un formato que algunos teníamos asociados con los años anteriores a la tele y especialmente a los capítulos de Ama Rosa. También contó con unos cuantos programas especiales, como el 150 aniversario de Poe, en el que se retransmitieron un par de relatos del autor desde un teatro.

Casi todos los autores que tuvieron su versión en Historias son de la época clásica, y me da la impresión, de estar también libres de derechos de autor: empezaron con La calavera que gritaba, de Francis Marion Crawford, a la que le siguieron adapciones de M. R. James, Sheridan Le Fanu, e incluso versiones de cuentos tradicionales como La Cenicienta o La Bella y la Bestia. También hubo un par de piezas escritas por Juan José Plans, como el relato El velador o la serie Los misterios del castillo, que me divirtieron muchísimo por su mezcla, bastante entrañable, de elementos típicos del género como pueden ser los castillos, los mad doctors…y sobre todo, el protagonista de turno que se acaba metiendo en un sitio muy complicado. En una época anterior a las redes sociales, también hubo sitio para la participación de los oyentes, ofreciéndoles la posibilidad de escribir finales para determinados relatos inconclusos, emitiéndose los dos o tres finales premiados en los programas especiales.

 

Tardé bastante en enterarme de la existencia de Historias, o al menos, de prestarle la suficiente atención. Cuando se emitía, pensaba que las emisoras de radio no musicales solo hacían programas de fútbol, y a las horas en las que empezaba, yo estaba durmiendo o al menos intentándolo, que ya tenía bastantes horrores con la idea de tener que ir a clase el día siguiente. Y aunque después tuve más referencias, buenas todas ellas, la narrativa la tenía completamente asociada al papel impreso y no a algo que pudiera ir escuchando. Pero todo es cuestión de adaptarse, y tras haber escuchado unos cuantos programas, creo que pocas formas mejores hay de descansar que quedarse traspuesta escuchando la estupenda versión que Historias hizo de Los Embrujadores, de Bulwer Lytton, o cualquier otra.

jueves, 16 de mayo de 2013

Hansel y Gretel. Cazadores de brujas (2013). Si Lincoln cazaba vampiros, los niños perdidos no iban a ser menos



De las versiones modernas y peleonas de personajes conocidos quedé escarmentada en su día. Había esperado con bastante interés Van Helsing, aquella película de Hugh Jackman y Kate Beckinsale donde salían monstruos de la Universal a puntapala, para encontrarme con una especie de película de saltos variados, efectos digitales, y argumento tirando a ridículo. Caí una vez, y por mucho aspecto cañero que tuviera una versión de Hansel y Gretel reconvertidos a cazadores de brujas profesionales, no me iba a fiar de buenas a primeras. Parece que la industria también aprendió del descalabro del momento, y sin llegar a ser una buena película, Hansel y Gretel: Cazadores de brujas, sale bastante airoso.



La película empieza con sus dos protagonistas abandonados en el bosque, su encuentro con la bruja de la casa de chocolate, y cómo se deshacen de esta. Esto es solo el principio, porque durante el tiempo que estuvieron prisioneros de esta, aprendieron unas cuantas mañas sobre cómo deshacerse de las brujas y de paso, convertir esto en una profesión lucrativa. Gracias a su fama, son contratados por el alcalde de un pueblo donde han empezado a secuestrar varios niños. La investigación, en la que les ayuda un chaval admirador de su trabajo (sí, en el siglo XIX también había fanboys, pero en vez de tumblr coleccionaban recortes de periódicos) indica que las brujas pretenden utilizar a los niños para fabricar una poción que las hará inmune al fuego, que es la única forma de destruirlas, y que esta solo puede llevarse a cabo una vez cada diez años. Además, estas parecen estar muy interesadas en Gretel como parte de la poción. La misión no sale como ellos esperaban, y tendrán que enfrentarse a un akelarre sin más ayuda que sus propias armas, un chico y una mujer a la que salvan en un principio de acabar quemada en la hoguera.



Hansel y Gretel está muy pensada como cine en 3 Dimensiones, que es como se estrenó: muchas peleas y coreografías imposibles, primeros planos de armas y sobre todo, cosas que saltan a la pantalla sin más motivo que el que justificar el suplemento que se cobra por estos efectos especiales. Lo cierto es que solo ver el anagrama de MTV Films me hizo que estuviera a punto de apagar la tele, que este no es precisamente sinónimo de calidad. Además, para qué engañarnos, no pretende ser otra cosa que una película de acción con una estética muy puntual, deudora de las ilustraciones góticas y el cine de terror y protagonizada por un actor que está despuntando. Más o menos, como Van Helsing en el 2004, la diferencia es que esta vez sí les ha salido bien. De entrada, no solo se trata de un guión sobre dos personajes reconocibles matando brujas, sino que también sirve para que estos puedan conocer la situación que los llevó a acabar perdidos en un bosque, y de paso, añadir a un par de personajes que acabarán haciendo equipo con ellos (de cara a una posible secuela). Hay que reconocer que todo el desarrollo de este descubrimiento es bastante atropellado, pero también se debe tener en mente el tipo de película que se trata.



También aparecen unos cuantos chistes sobre el mundo en el que sucede la historia, como el que las botellas de leche lleven atadas grabados con los retratos de los niños desaparecidos, y otros detalles mucho más originales como el que Hansel haya contraído diabetes después de la dieta intensiva de azúcar a la que lo sometió la bruja. La cara más reconocible en el reparto es Jeremy Renner, que además de parecerse cada día más al Grumpy Cat, está en racha desde que interpretó a Ojo de Halcón en Los vengadores, y se está especializando en papeles de acción. Famke Janssen aparece como siempre, en papel de bruja/mujer fatal, lo que le va bastante bien y Gemma Arterton, en el papel de Gretel, está muy mona y poco más. El diseño de las brujas es bastante más divertido, y en la última parte de la película se pueden ver desde las típicas narices ganchudas hasta un akelarre en el que aparecen todo tipo de personajes amenazadores. Y un poco góticos en exceso, también.

Al final nos quedamos con lo que indica el título, con una historieta de acción y disparos bastante competente aún dentro de sus limitaciones, como cierta falta de originalidad a la hora de diseñar la estética de la película, y sobre todo, el no haberse arriesgado ni un pelo con una historia que vaya más allá del entretenimiento y las peleas en tres dimensiones, pero aún así, cumple su objetivo y da para un rato sin complicarse la vida.

lunes, 13 de mayo de 2013

Lecturas de la semana. Los años mozos III




Internet. Circa 1989

Voy a empezar la semana confesando algo: a mí no me gustaba leer. No tenía ningún problema con la lectura como tarea en clase, pero eso de dedicarme a juntar una letra detrás de otra no me motivaba nada de nada. Me gustaba ver los dibujos en la tele, emborronar papeles con rotuladores de colores chillones y que me contaran historias. Seguramente por esto último fue por lo que, al ir avanzando la EGB, la lectura se convirtió en algo realmente importante. Pero cuando la palabra escrita y yo no nos llevábamos muy bien, las cassettes con narraciones de historias eran la mejor alternativa. En la época había muchas, la mayoría narrando cuentos de toda la vida como podían ser La cenicienta, el soldadito de plomo o incluso Barbazul, pero una de ellas, que formaba parte de una colección de fascículos, fue la más popular, y en mi opinión, la mejor que llegó a haber.



Cuenta Cuentos, de la editorial Salvat, se publicitaba como “Una colección para mirar, leer y escuchar” y nació en la época dorada de los fascículos, en la que semana tras se mana, lo mismo podías hacerte una colección de cinco tomos sobre el ganchillo, la Guerra Fría, historia del Arte y hasta enciclopedias completas. Entre una y otra, era posible irse leyendo cada fascículo de cabo a rabo hasta la siguiente entrega. También es cierto que entonces dichos fascículos lo que vendían era letra e información, y no recurrían al gadget de regalo (desde tanques en miniatura hasta dedales) tirado de precio para vender como churros el primer número. Cuenta Cuentos era la colección destinada a los más pequeños, y como su nombre indicaba, se trataba de unos fascículos con dos o tres relatos por número, acompañados de una cinta que equivalía a la versión en audio del fascículo.




Lo más desconcertante es que hoy las cassettes se utilizan como adorno hipster para las funtas de Iphone

Impresos en un papel de bastante gramaje, casi tan grueso como una cartulina (lo único capaz de resistir las relecturas de unos usuarios un poco destroyer), cada entrega era bastante breve, con unas dieciséis páginas en total de las que se aprovechaba hasta la contraportada para incluir texto e incluía las tres o cuatro relatos, un par de canciones infantiles que tenían su versión en la cassette, y un par de hojas con un par de dibujos en blanco y negro extraídos de las ilustraciones, para poder colorearlos. Cosa que nunca llegué a hacer porque yo era una niña bastante chambona (y más vaga que la chaqueta de un caminero) y esto de los libros de colorear nunca me gustó nada. El tamaño de letra era relativamente grande, más o menos un Times New Roman a tamaño 14, que era la fuente típica de las publicaciones de la época, pero teniendo en cuenta el público objetivo, era suficiente para que tuvieran bastante para leer.


El texto venía repartido entre las ilustraciones, que eran lo mejor, y más llamativo de los fascículos: el nivel de los dibujos era muy alto, y sobre todo, variado: podía ir desde un estilo más tradicional para determinados cuentos, a la caricatura casi grotesca, como la versión de El traje nuevo del Emperador, representada en plena corte del Rey Sol, hasta otros más simples para los relatos humorísticos e incluso, dibujos de aspecto más étnicos cuando recopilaban historias populares de otras partes del mundo. Porque en la colección había practicamente de todo: desde el típico cuento de toda la vida, hasta relatos africanos, asiáticos, mitología griega, nórdica, e incluso unas cuantas versiones por entregas de clásicos, como Heidi o el Mago de Oz. Naturalmente, estas estaban adaptadas para poder abarcar un libro completo en un número limitado de entregas, pero estas versiones eran bastante coherentes y gracias a ellas pude conocer libros muy poco conocidos en España, como la historia de Dot y el canguro, en la que no solo recorre el desierto del continente acompañada de de dicho marsupial sino que presentan al resto de su particular fauna…de la que, según cuentan, el ornitorrinco es el animal más sabio de todos (teniendo en cuenta todas sus prestaciones biológicas, solo puedo estar de acuerdo).



Dentro de la colección también había unas cuantas historias de las que, hasta donde sé, si eran originales de esta, y que son las más recordadas a día de hoy. Una de ellas, el Ogro Grogro, debe ser una de las primeras historietas de espada y brujería para niños pequeños, se trataba del típico relato del viaje iniciático protagonizado por un pequeño ogro que acompañado por un dragón era capaz de enfrentarse a monstruos algo más horrendos y pringosos de lo que nadie esperaría en un cuento para niños. Es curioso leer a día de hoy un relato de fantasía en el que no sale ni un humano, sino criaturas como ogros o dragones a modo de protagonistas, hoy desplazados como villanos típicos a favor de elfos y demás personajes genéricos.



En los cuentos largos también había espacio para los gatos, en concreto, la historia de Gobolino, el gato embrujado. Un gatito cuyo destino era ser un gato de bruja, pero al que no se daba bien porque no solo tenía una patita blanca y los ojos azules (cuando todos sabemos que los gatos de bruja son más negros que Legrá), sino que a él le iba mucho más perseguir ovillos y acurrucarse junto al fuego. Durante varios capítulos, que a mí en la época me parecieron un montón, Gobolino escapó de la casa de una bruja para ir conociendo a sucesivos dueños, y, con mayor o menor fortuna, irlos ayudando hasta que encontró un hogar de verdad. Personalmente a mí no me gustaba mucho esta parte porque lo de un gatito sin hogar me daba mucha pena, y es que ya entonces la cabra tiraba al monte.

Hace unos pocos años, y seguramente por el factor nostalgia, se intentó reeditar la colección, esta vez incluyendo un cd, pero como ya la tenía completa y disponible (además de haberme pasado a mp3 las cassetes, por previsión), no era algo que me hiciera falta. No sé si se llegó a terminar o a dar buen resultado, porque ya se sabe que este tipo de iniciativas no suelen funcionar bien. Pero gracias a youtube muchos de estos relatos pueden escucharse de nuevo, y de paso, ver si resisten el paso del tiempo o de nuevo, todos esos años de por medio hacen que las cosas parezcan más bonitas:

jueves, 9 de mayo de 2013

Cuentos de la cripta. El tebeo que no puede faltar



Es un milagro que esté leyendo el comic, y no sobre el comic

Todos los hemos visto en alguna película de los ochenta: el protagonista, habitualmente un adolescente, lee a ratos muertos unos cómics con portadas horripilantes titulados Tales from the Crypt, de cuyas viñetas saca las sospechas sobre si su vecino es un vampiro o un hombre lobo, y sobre todo, la solución a cómo deshacerse de él.



Aunque publicados durante los cincuenta, los cómics de terror publicados por la EC acabaron convirtiéndose en una parte de la cultura popular americana. No solo las portadas de Tales from the Crypt, Vault of Horror y Haunt of fear, con su ilustración macabra y la caricatura del narrador en un lateral, aparecen a menudo en forma de guiños, sino que la estética y su forma de narración mediante historias separadas presentadas por un personaje reconocible, sirvieron de inspiración a películas como Creepshow, que es directamente deudoras del estilo de esta editorial. Las tres publicaciones, de la que Cuentos de la Cripta es la más reconocible y popular, se basan en la presentación de unas cuantas historietas independientes entre sí por cada número, e introducidas por un personaje siniestro, bien el Guardián de la Cripta, de la Cámara o la Vieja Bruja. A medida que avanzaron los números estos fueron acercándose más al humor negro, y, al ser los tres comics de la misma editorial, a interactuar entre ellos y mantener cierto pique, lo que acabó siendo también lo más reconocible del estilo EC junto con la moraleja que contenían muchas de las historietas, especialmente el lo tocante al tema de las infidelidades matrimoniales…Por lo que tiene gracia que, funcionando en muchos sentidos como los cuentos tradicionales, mediante moraleja y advertencia, fueran presa de muchos pedagogos y asociaciones de padres que veían los cómics y lo macabro como algo pernicioso para las mentes infantiles.



¡¡Viva el Nightmare Fuel!!

Tras leerse unos cuantos números, los nombres de dibujantes como Harvey Kurtzman, Wally Wood, Graham Ingels o Al Feldstein acaban sonando, porque eran los más habituales. Según cada uno, el estilo podía variar, de lo típico que se estilaba en los cincuenta, al más caricaturesco, o al directamente macabro. Personalmente, uno de los que más me gustaba era Graham Ingels, que era el que tiraba muchísimo más hacia lo horrible y cuyos guiones solían ser relatos de terror más auténticos, sin moraleja en la mayoría de los casos…Y es que, uno de los principales defectos después de unos cuantos números, es también el exceso de historietas sobre adulterio y castigos de ultratumba morales que recaen sobre los malvados e infieles protagonistas. Uno puede tener gracia, o más de uno cuando es lo bastante retorcido, pero esta marca de la casa también se convirtió en una de sus lacras, aunque por suerte, no muy grande.


 
No será una novedad si confieso que tengo los quince tomos

Junto a los guiones originales, los comics también recogieron algunas adapciones de relatos de terror más clásicos, en muchos casos sin utilizar el título original, pero en muchos de sus números fue posbile ver en viñetas relatos, no solo de Poe, que ya es un habitual, sino de Arthur Machen, H. P. Lovecraft o Clark Ashton Smith. En Estados Unidos se han reeditado miles de veces, aunque en España, que sepa, solo está disponible la edición de Planeta de Agostini dentro de la colección Biblioteca Grandes del Comic. Edición que no estaba nada mal, porque además de un precio asequible en relación a la cantidad de páginas por tomo (unas 180), incluía las portadas originales al final de cada uno, junto a un par de artículos por entrega en los que se hablaba de los dibujantes de la EC y la historia de la editorial.

La influencia de Cuentos de la Cripta sirvió no solo para aparecer como referencia o inspiración indirecta de películas, sino que dio lugar a una serie de la HBO durante los noventa, que explotaba directamente al personaje del guardián con una marioneta completamente molona que hoy es lo más recordado. Porque los guiones, sacados directamente de los comics y en la mayoría de los casos, adaptados a la época de la serie, eran en la mayoría de los casos, pasables y tenían muchos de los defectos de la televisión de la época. En todo caso, consiguieron una de las cabeceras más divertidas de los noventa, y desde luego, la que más me gustaba cuando Telecinco dedicaba las noches del lunes a encadenar varias series seguidas. A partir de la serie salieron un par de películas, como fueron Caballero del diablo, y El club de los vampiros, siendo la primera muchísimo más original y divertida, y la segunda…bueno, quería tirar más por el humor negro y los chistes de las vampiros trabajando en un burdel.



Bueno, y también estuvo la serie de dibujos, que emitió la TVG…que por salir, salían los tres narradores, pero era muy descafeinada.

lunes, 6 de mayo de 2013

Lecturas de la semana. Los años mozos II


¡Retrospecter!

Cuando he necesitado unos veintes días para poder terminarme un libro (no por pesado, que era de los de Harry Dresden, sino por falta de tiempo), es muy difícil juntar los dos o tres libros que podía terminar en ese mismo tiempo y dedicarles una entrada. Ya la última vez empecé a acordarme de cosas que había leído antes de que esto se convirtiera en una afición fija, y que en cierto modo, es un poco extraño que se queden en la memoria libros que no llegan al nivel de “clásicos” como muchos que sí recordamos todos, o que hoy no sea posible volver a echarles un vistazo por encontrarse en sitios tan poco disponibles como la biblioteca de un colegio.


Para mi alegría y contento, he encontrado la portada del primer libro que leí


Richmal Crompton. Las aventuras de Guillermo. Hay por el mundo miles de historias protagonizadas por niños. En España tuvimos a Celia, a la posterior y un poco más domesticada Antoñita la fantástica, y hoy a Manolito Gafotas. Francia tuvo al Pequeño Nicolás y Gran Bretaña tuvo, de los que pudiéramos leer, a unos cuantos, como los Cinco y otros más creados por Enid Blyton, y, practicamente en la misma época, a William Brown. El personaje de Crompton es mucho más cercano a un Daniel el Travieso que a los Cinco o a los Siete Secretos que muchos recordamos (y seguramente, todavía tengamos por casa), y por lo que veo, un poco menos conocido. Guillermo es un chaval de once años que vive en algún pueblo de Inglaterra, lo suficientemente cerca de Londres como para poder visitar a algunos de sus familiares allí, y lo suficientemente lejos como para poder pasarse el tiempo que no está en clase haciendo trastadas en el campo o reuniéndose con su pandilla de amigos, que se hacen llamar Los proscritos, en un viejo granero.

El chaval es un poco la piel del diablo, frente a su familia y hermanos que son un poco más pijeras, y la mayoría de sus historietas consiste en hacer unas cuantas trastadas, debido a la forma de ver el mundo que solo un niño aficionado a los libros de aventuras puede tener, y unas cuantas, mucho más ácidas, en las que la autora no deja títere con cabeza respecto a algunas tendencias de la época: a través del protagonista, un poco salvaje, espontáneo y que, a sus once años, considera que los adultos son completamente incomprensibles, presenta situaciones como las sociedades de apadrinamiento de “negritos”, las vacaciones de beneficencia para las familias trabajadoras de la ciudad, e incluso las novelas pedagógicas que se escribían en la época. Se nota que Richmal Crompton escribía en muchas ocasiones pensando en los adultos, y sus libros tenían cierto humo ácido que no pasaba desapercibido.

A Guillermo lo descubrí en la biblioteca del colegio, o más bien, a la estantería con libros que había en clase y que la profesora llamaba, siendo muy generosa, biblioteca”. En realidad el funcionamiento era similar: los alumnos nos llevábamos un libro que la profesora anotaba en un cuaderno, teníamos quince días para leerlo, y después lo devolvíamos. Gracias a eso, tengo relativamente pocos libros infantiles en casa, porque por esa época practicamente me estaba llevando uno de allí por semana, y los libros de Crompton no tardaron en llamarme la atención: bastante gordos para lo que solía ser una publicación infantil (era la época pre-Harry Potter. Cualquier cosa mayor de 200 páginas nos parecía Guerra y Paz), un aspecto un tanto gastado, y sobre todo, unas portadas con un fondo color rojo muy vivo y un dibujo, bastante vintage, de un chaval de pinta desaliñada que llamaron mi atención…Se ve que ya entonces la cabra tiraba al monte, y durante esos meses me leí, uno tras otro, los siete u ocho libros que había en aquella estantería. No sé si todavía estarán por ahí, pero en ese caso, me pregunto qué pensarán los chavales de primaria de hoy de esas historias en las que un crío escapaba alegremente a los castigos y cuya autora no tenía ningún remordimiento a la hora de burlarse abiertamente de muchos personajes respetables.



Graham Dunstan Martin. Doneval. Otro libro sorprendentemente grueso para la literatura entonces (bueno, este también tenía una letra bastante grande) en el que se cuenta una historia fantástica que, recordándola a día de hoy, me parece bastante mejor que mucho de lo que se está publicando hoy en el género. Un país imaginario cualquiera, durante una terrible sequía. Un chaval llega a la capital del reino, y sin darle un respiro, unos guardias lo llevan ante el mago de la corte que explica que él es el Elegido que liberará al reino de la maldición. Para ello, solo tiene que cruzar un laberinto…pero su destino tiene trampa, y la interpretación de la profecía que él protagoniza, implica que no debe llegar vivo al otro lado del laberinto. Él escapa, y gracias a los personajes que irá encontrando, podrá salvar al reino no solo de la maldición, sino de sus supuestos salvadores.

Además de su historia, muy bien tratada y que sí es atractiva para todos los públicos, lo más atractivo es la traducción de los nombres, que además de identificar un poco a los personajes con su carácter, es algo que hoy no suele verse: el mago Falsario, el Nigromante Maldeseo o Doble, el noble idéntico al protagonista y a la vez, doble malvado de este. Y si es una novela “juvenil”, es porque no se extiende en complicados dilemas psicológicos ni en tramas más extensas (o peor, más sórdidas, típicas de las novelas para mayores), sino que los personajes, buenos o malos, se caracterizan como tal, pero estos pueden ser engañosos y a lo largo del libro se irán revelando sus intenciones. O más bien, de los libros, porque Doneval tiene una segunda parte titulada Favila, en la que se cierra la historia del reino y del destino del protagonista.

Doneval debió ser también uno de los primeros libros de saldo que conseguí, nada menos que en uno de los primeros Todo a 100 que se abrieron, cuando el término era una novedad y todavía no se les apodaba Chinos a estos negocios. En un viaje a comprar unas cuantas tarteras, habían traído una enorme pila de libros de la colección Austral Juvenil, de la que también hay que decir que debe tener uno de los mejores catálogos de narrativa infantil de autores no españoles. Y encima de ellos, estaba aquel libro que entonces me parecía enorme. También es cierto que entonces me costó un montón terminarlo, porque la fantasía no era lo que más me gustaba, pero fue una de esos libros que sí recordé con más cariño con los años y que seguramente, debería leer en algún momento. Fijo que esta vez no me parece tan largo.

jueves, 2 de mayo de 2013

Iron Man 3 (2013) Como decía la canción…¡Con los terroristas!

No sé que es más asombroso: que el gato se esté quieto, o que hayan sido capaces de acercarle un cítrico

En estos tiempos difíciles para el cine, solo se van salvando las películas con más despliegue de medios, más renombre…o la que estén echando en el cineclub. Y en los casos anteriores, solo cuando es posible levantarle a Hewl uno de los bonos a precio reducido. La película de no complicarse la vida de esta semana fue Iron Man 3, a la que, entre que las dos anteriores eran entretenidas, pero que había visto en casa, era plan de darle una oportunidad y ver a Robert Downey Jr. dándolo todo en su papel de millonario.



Los guiones de este personaje siempre se basan en los problemas personales que derivan de la situación de Tony Stara como Iron Man, y en este caso, después de los eventos que vivió en Los Vengadores. Aún así, la historia se abre con un flashback de hace trece años en el que Tony Stark era un genio bastante insufrible y como esto dará lugar a lo que se pasará una década después. El protagonista ha cambiando mucho en estos años: de millonario ocioso ha pasado a estar al borde de la muerte un par de veces, a salvar al mundo…y ahora le pasa factura. Problemas para dormir, crisis de ansiedad inesperadas…y una tendencia bastante insufrible para su novia de dedicar todo el día a fabricarse una armadura tras otra. Uno de sus prototipos se está usando ya para cuestiones de seguridad nacional, de esas en las que no hay alienígenas pero sí terroristas que amenazan con vídeos y diversos atentados: un personaje conocido como el Mandarín organiza una serie de explosiones en la ciudad, lo que por el momento, parece un mal menor para Tony Stark, que está pendiente de un nuevo descubrimiento, explotado por otra compañía, que explota y modifica las posibilidades de regeneración humana.



Mucho más vulnerable que en otras aventuras, su carácter bocazas le traiciona cuando no se le ocurre otra cosa que dar la dirección exacta de su casa para provocar al Mandarín…a lo que este responde con unas cuantas explosiones y con Tony Stark dado por muerto, escondido en un pueblo de Tennesee e intentando reconstruir su armadura con lo que encuentra en el garaje de un chaval. Pero Iron Man no son solo los cacharritos, y Stark demuestra ser todo un McGiver capaz de seguir investigando las conexiones del Mandarín y las explosiones de la ciudad con todo tipo de armas de fabricación casera y su propia astucia.



Las películas de Iron Man, de un modo u otro, siempre acaban girando alrededor del personaje de Tony Stark más que de la historia: la trama principal siempre son los problemas personales del protagonista, sean sus defectos o sus miedos, que tiene que superar para poder solucionar el problema principal. Es una opción interesante para un personaje que es practicamente un genio y cuyas debilidades vienen de sí mismo y sus defectos, en este caso, sus miedos y el ser capaz de enfrentarse a sus enemigos sin llegar a usar la armadura en gran parte de la película, lo que ha sido lo más interesante y finaliza en una nueva evolución del personaje (algún día acabará siendo una buena persona…pero seguramente no tan divertido como ahora).



El guión, en muchos casos, me pareció algo flojo, o más bien, un poco deslabazado: la trama del Mandarín va apareciendo por ahí metida con calzador, y si va tirando, es porque el espectador sabe que está relacionado con el argumento principal de un modo u otro. El personaje, para lo que se esforzaron en caracterizarlo en las fotos promocionales, sale más bien poco, y lejos de ser el supervillano de los comics o la serie de dibujos (al que me pasé años refiriéndome como “el chino de color verde” cuando la emitían en Antena 3), está muy relacionado con los miedos actuales al terrorismo, los infiltrados en territorio nacional y la manipulación de la información…tampoco hay que ir muy lejos en la analogía porque a Ben Kingsley le han puesto una barbita binladenesca que es inconfundible. Aún así, y con un giro interesante, esta parte del guión queda un poco de relleno, y seguramente la película habría funcionado mejor con media horita menos y menos derivaciones, porque los cambios durante el metraje son muy bruscos y en muchos casos, es bastante desconcertante el pasar de un descubrimiento dramático a una situación cómica que parece quedar fuera de lugar.



De las interpretaciones, poco hay que decir: Robert Downey Jr. ha encontrado el nicho interpretativo de su vida como el millonario Tony Stark, y hoy es difícil imaginarse a otro actor que intente recuperar el papel para una hipotética cuarta parte. Gwyneth Paltrow está mona y hasta tiene un poco más de papel, aunque de nuevo, su trama se soluciona al final, de golpe, y por que la voz en off nos lo dice. Y Guy Pearce ofrece un papel con un carácter muy suyo, y al menos, más jugoso que su aparición mínima en Prometheus (espero que en esa película no cobrara por horas).



El desenlace, promete un protagonista bastante interesante, y todavía más renovado, para seguramente, Los Vengadores 2, y aunque Iron Man 3 es tan divertida como casi todas las de Marvel que ha estado haciendo esta productora, sí se hace un poco más larga y más floja que sus dos predecesoras.

Y de postre, un vídeo: ahora que se están poniendo de moda los noventa, los dibujos de Iron Man y los orígenes del Chino de Color Verde: