lunes, 4 de marzo de 2013

Skyfall (2012). Edificios que explotan, coches de los sesenta y Javier Bardem con una peluca rubia



Nunca he sido muy fan de James Bond y sus hazañas. De los libros que inspiraron las películas, solo leí dos, siendo los de la Guerra Fría los más divertidos, y de las películas, he llegado a ver más parodias del personaje filmadas en los setenta (porque a Austin Powers no lo trago más de dos minutos) que las originales. La cosa cambió con Quantum of Solace, la primera película de Daniel Craig en el papel que ví, y en el que aparecía un James Bond mucho más quemado del trabajo, cabrito y cercano a los primeros libros que las versiones anteriores. Sin ser de mis películas favoritas, me gustó lo suficiente como para darle una oportunidad a la siguiente entrega, aunque solo fuera para ver una película cualquiera un domingo por la tarde.



Skyfall empieza con la desaparición de James Bond, dado por muerto (en realidad solo aprovechó para desaparecer y retirarse a una isla muy chachi) y con la jubiliación forzosa de M tras una misión bastante desastrosa en la que pierden un disco duro con los datos de todos los agentes infiltrados en grupos terroristas. Las vacaciones de James Bond no duran mucho cuando, tras un atentado en la sede del MI6, decide volver al trabajo, aunque, vistas sus pruebas físicas, no se encuentra en su mejor momento. La investigación, y un par de viajes por Asia, lo llevarán al responsable del atentado, un antiguo agente que, tras una misión que terminó con su captura, decide vengarse de M a quien considera responsable de lo sucedido. Y cuando el agente 007 se enfrenta a un tipo que no solo se sabe las mañas de su negocio, sino que es un experto en informática, lo mejor es olvidarse de utilizar aparatos complicados y volver a las armas y trampas más simples que tengan a mano.



Si la película anterior trataba más el tema de las guerras económicas entre grandes empresas y el control de los recursos más básicos, Skyfall se centra sobre todo en la renovación, tanto de muchos personajes como de actitudes. El protagonista aprovecha para desaparecer cuando uno de los agentes le dispara, por orden del propio M, y aunque vuelve, una herida grave hace que su puntería no sea la misma y que no consiga superar las pruebas de aptitud del departamento. A M, el jefe de toda la vida, le ofrecen la opción, bastante forzosa, de jubilarse, e incluso el departamento se traslada a un bunker después de que las anteriores oficinas volaran por los aires. Incluso el nuevo Q es un chaval que se ríe de los artefactos sorpresa de las anteriores películas y diseña algo tan simple como una pistola y un dispositivo de radio.

No tengo muy claro si esto salía en la película o es un anuncio del Corte Inglés

La tecnología y los gadgets típicos del personaje también se quedan de lado, y James Bond acaba dependiendo más de su ingenio y su capacidad para pelear que de aparatos informáticos. Es más, estos acaban resultando toda una trampa al servicio del villano, capaz de hackear los sistemas, lo que queda claro a partir de la segunda mitad de la película en la que recurren a modelos de coche de hace cuarenta años, una escopeta de caza e incluso esconderse en la casa familiar de Bond.

Aunque el guión sea el típico de una película de acción, con bastantes persecuciones y peleas, han cuidado mucho la estética. No solo en los títulos de crédito, que por lo visto es un clásico, sino en la mayoría de secuencias: aparecen, con unos colores muy seleccionados para cada ambiente, desde hoteles de lujo con proyecciones en Shangai, casinos en Macao que parecen sacados el paisaje donde se encuentra la casa familiar de James Bond, completamente gótico y muy alejado de lo que esperaba en una película de espías.



La mayoría de actores que aparecen son ya conocidos de la serie de películas y con la interpretación que se espera de ellos. Como novedad aparece la Señorita Moneypenny como agente de campo, y el nuevo Q, un chaval con el típico aspecto de genio geek que, pese a lo que se podría esperar, se dedica a diseñar cosas mucho más simples que bolígrafos bomba y zapatófonos. Las chicas Bond, que en su día eran algo habitual en cada entrega, aquí son inexistentes, y el papel de Severine no pasa de servir para pasearse por un casino y acabar siendo liquidada por el villano, que interpreta Javier Bardem de una forma bastante convincente: bastante sádico, desquiciado, con aspecto físico bastante extraño y un poco gayer. Y aunque las tres primeras características las explican a lo largo de la película, la última no la tengo muy clara. Seguramente solo fue para poner nervioso a 007.

Las dos horas y veinte que duran resultan un poco largas, pero eso también es porque no me gustan mucho las películas de acción y a la quinta escena de pelea y de explosiones que aparecía, ya empezaba a aburrirme y preguntarme cuando se acababa todo, aunque entre esta última entrega de 007, y el buen sabor de boca que tuve con Quantum of Solace, es probable que me anime a terminar la serie viendo también Casino Royale en algún rato muerto.

4 comentarios:

  1. Puff, a mí es que me pasa lo que a ti: Bond no me tira nada. Tanto es así, que apenas he visto un par de pelis y no me he leído nada.
    A Austin Powers tampoco lo aguanto...
    Eso sí, bravo por el temazo de Adele para esta peli. La saga Bond mola por su música.

    ResponderEliminar
  2. A mí Quantum of Solace me decepcionó mucho, mucho, y esta me ha gustado bastante más no al nivel de Casino Royale, pero ha estado bastante bien, a ver si es verdad y Mendes dirige también la siguiente.

    ResponderEliminar
  3. A mí tampoco me gustan demasiado estas películas. A Sean Connery que me encanta nunca lo he querido ver como James Bond. Pero me has despertado las ganas con tu entrada. Igual les doy una oportunidad. A veces me pasa que en domingo y más los sábados por la noche me apetece mucho ver una película y a veces les veo algunas que pensaba que no me iban a gustar y me sorprenden.

    Con el pelo de Barden en esta película digo lo mismo que dijeron en los Goya del pelo planchado de José Coronado en EL CUERPO, que por Dios no se lo pongan más así.

    El gatito de hoy me recuerda a uno que tuve, mi Mino lindo.

    Besos!

    ResponderEliminar
  4. Kaoru Himura-Takarai: hay parodias de James Bond mucho más divertidas, especialmente las filmadas en la misma época de Sean Connery. Incluso hay una de muy bajo presupuesto, titulada Doctor Goldfoot and his Bikini Machine, en la que se puede disfrutar a Vincent Price haciendo un papel completamente absurda.
    Lo cierto es que la canción de Adele ha sido de las canciones que más me ha gustado de James Bond, y eso que The World is not Enough contaba con tema de Garbage y ya tenía más papeletas para gustarme.

    Satrian: Quantum la vi en el cine sin saber nada del Bond nuevo, más allá de interpretarlo Daniel Craig, y sirvió para sarle una oportunidad a la tercera película.

    La Minomalice: leí unas dos o tres novelas de Ian Fleming, y en el caso de Desde Rusia Con Amor, James Bond estaba mucho más cerca de la cara de Grumpy cat de Daniel Craig que de Sean Connery. En general estas dos películas me han parecido menos fantasiosas (en el sentido de la tecnología y los villanos) que las sagas anteriores.
    El pelo de Bardem en esta película no es nada comparado con su explicación de las secuelas que provoca una cápsula de cianuro, pero creo que estábamos curados de espantos tras verlo en No es país para viejos.

    ResponderEliminar