Hace un par de años se estrenaba Black Mirror, una miniserie británica de ciencia ficción que se caracterizaba por dos cosas: sus capítulos de historias separadas e independientes entre sí, y sus guiones que explotaban elementos de las tendencias y tecnología actuales en su forma más pesimista.
Si la clave de la primera temporada fueron la potencia de las redes sociales y la telerrealidad, en la segunda, y queda bien claro con su trailer, es el intercambio de información y la conexión con la red que, gracias a los smartphones, es practicamente permanente y puede compartirse de todo, en cualquier soporte, y en cualquier momento. Si mandar twitters continuamente o grabar con el teléfono todo lo que se mueve puede parecer una costumbre irritante, en manos de Charlie Brooker se vuelve mucho más angustiosa, y en tres episodios ha sido capaz de hacer resucitar a una persona gracias a su información volcada en facebook y sus correos, hacer que una mujer amnésica sea perseguida mientras la gente graba obsesivamente su situación sin intentar ayudarla, y hasta convertir en candidato a las elecciones a un dibujo animado de bastante mal gusto. Esto último no es que sea lo más grave, visto las joyas de políticos que hay últimamente, pero el mensaje sobre lo que es un voto y la libertad de acción que proporciona el anonimato queda bastante claro.
La serie también sigue caracterizándose por la importancia de las situaciones y las relaciones personales en relación a la tecnología, y este es el punto de partida del primer episodio de la temporada: una empresa ofrece la opción de recrear, en forma de programa de conversación, a personas fallecidas, a partir de la información y opiniones que estos publicaban en redes sociales, e incluso volcar este programa en un soporte físico de aspecto perfectamente humano. Para la protagonista, que acaba perder a su marido, parece la opción perfecta en lugar de afrontar la muerte de un ser querido, hasta que se da cuenta que esta no ha sido una forma de recuperar a su marido, sino una copia que actúa siguiendo una programación. Si la primera temporada terminaba planteando una historia sobre la posibilidad de grabar las vivencias de las personas, y el efecto que tenía esta tecnología en situaciones desagradables, es interesante que la segunda comience con el tema de aceptar la muerte como algo inevitable, o en este caso, de poder tratarlo como un bache solucionable mediante una copia de seguridad.
Sí, la chica de atrás es Annie, la fantasma de Being Human
Los futuros pesimistas aparecen en el segundo episodio. La protagonista se despierta, sin recordar nada, y es perseguida por un grupo de asesinos de aspecto extraño, mientras la gente que la rodea se limita a ignorarla y grabarla con el teléfono como si fuera lo más interesante del mundo. Según otros personajes que encuentra, algo ha sucedido que ha cambiado a la humanidad, haciéndolos depender de todo lo que estos pueden grabar o fotografiar. Pero nada es lo que parece, y aunque toda esa gente esté, o bien grabándola o bien intentando asesinar a la protagonista, es por un motivo distinto. Este ha debido ser el capítulo menos típico dentro de la serie, y está mucho más cercano a otros escenarios de ciencia ficción como la amnesia, las distopías y en cierto modo, los finales inesperados.
Black Mirror empezó pisando fuerte gracias a Nacional Anthem y los sacrificios que el primer ministro debe hacer para evitar el asesinato de un miembro de la familia real, y en esta temporada la política tampoco se salva. En el último episodio, se plantea el efecto de los votos protesta a candidatos que se presentan medio en broma, medio en serio, y sus resultados. El protagonista, que pone voz a Waldo, un oso creado por infografía que se dedica a burlarse de forma agresiva de todos los políticos durante las elecciones, se da cuenta de los efectos que puede tener el convertir la política en otra aplicación para teléfonos, aunque también es cierto que los otros candidatos que aparecen solo podrían calificarse, siendo generosos, como el mal menor.
Aún tratándose de capítulos independientes entre sí, cada temporada de Black Mirror parece mantener tres temas que toca de un modo u otro: las relaciones humanas, la telerrealidad y la política. Y también puede que por conocer ya la serie, esta última entrega me haya parecido menos pesimista que la anterior…O eso, o es que las cosas están peor de lo que plantea Charlie Brooker.
La segunda temporada queda más floja, si me han gustado los temas que trata, pero no me ha sorprendido tanto como la primera, de todos el que más me gustó el primero sobre todo por el papelazo que hace Hayley Atwell.
ResponderEliminarPuede parecer una temporada un poco menos impresionante, pero el nivel sigue siendo bueno. Quizá un poco menos angustiosa que el primer Black Mirror
ResponderEliminar